Disclaimer: Dumbly, sus profesores, sus alumnos y el castillo le pertenecen a J. K. Rowling. Algunos alumnos son de mi invención, los necesitaba para cubrir algunos huecos por allí y por allá...
REVOLUTION
o
La Increíble y Alocada Historia de la Desquiciada Nymphadora y su Pelirrojo Despistado (1)
por bibliotecaria
Capítulo 1: Rock and Roll
Ok. Es oficial. Mi vida es un auténtico desastre. Aún no tengo ni la más remota idea de como conseguí meterme en este lío yo sola, sin ayuda de nadie. Bueno, en realidad eso no es del todo cierto. Mi querido profesor soy-un-jodido-y-no-conozco-los-rudimentos-básicos-de-la-higiene-personal contribuyó en forma inconsciente (o al menos eso creo, ya que de él no me sorprendería nada). Maldito Snape. Maldita manía de castigarme por errores insustanciales y (casi) inofensivos. Al fin y al cabo... esa pequeña rata de Slytherin saldrá de la enfermería en unos días con todos sus miembros y las orejas de un tamaño casi normal. ¿Que culpa tengo yo que el muy idiota se cruzara justo enfrente del caldero que tiré accidentalmente? Además la poción que contenía no la había preparado yo, por lo que los efectos secundarios (el aumento de algunas partes de su cuerpo y una pequeña coloración turquesa en la piel) no son culpa mía ¿verdad?
En fin. Ese no es mi problema. O por lo menos no es algo que me preocupe. Pero el muy idiota tenía que asignarme detención justo el sábado. Y justo a las cinco de la tarde. Como si no fuera poco la cantidad monumental de tarea atrasada que se me está acumulando, tengo que pasar la tarde del sábado en una oscura y desagradable mazmorra limpiando los desechos de bichos repugnantes. Además, luego de cinco meses de silencios incómodos, manos sudorosas y orejas coloradas consigo que Charlie me invite a salir y lo tengo que cancelar para pasar toda una tarde con el hombre más repugnante del colegio. ¿Quien fue el idiota que dijo que los dieciséis años eran una época maravillosa? Juro sobre mi colección de discos de Las Brujas de Macbeth que si lo encuentro lo hechizo para que viva eternamente en la adolescencia. Así sabrá lo maravillosa que es esta época.
Y para colmo de males, las malditas hormonas de esta época maravillosa me están volviendo loca. Ok. Para la mayoría de mis compañeras eso no es un problema... No. Ellas están tan inquietas, por decirlo suavemente, como yo. Pero claro, todo ese bullicio puede pasar inadvertido pues no tienen que luchar contra un cuerpo que parece tener vida propia y cambia cada vez que cierto pelirrojo se acerca a una distancia de cinco metros. No. A ellas les sudan las manos mientras que a mi el pelo me cambia de color. Ellas se sonrojan un poco mientras que a mi me crece la delantera. Mierda. Creí que iba a morir de la vergüenza el lunes pasado cuando en plena clase de Transfiguración en vez de convertir mi tetera en una gato, me transformé el la versión joven de Celestina Wardock, con escote hasta el ombligo y todo. Mierda. Sólo porque el idiota de Charlie me dijo al oído que le gustaba mi nuevo color de pelo. Como si ese también hubiera sido a propósito.
Normalmente no soy así. No crean que pierdo el control de mi cuerpo tan fácilmente. Es más, ahora que lo pienso eso nunca me había sucedido. ¡Por las barbas de Merlín! Tengo dieciséis años, ya he salido con chicos varias veces. He besado a unos cuantos. Y es Charlie. El viejo y querido Charlie. El mismo que me pateaba por debajo de la mesa del gran comedor sólo para distraerme y robarme un poco del postre que siempre dejaba a medio terminar. El mismo que me acompañó a la enfermería miles de veces luego de rodar sobre las escaleras o llevarme por delante alguna de esas chatarras de armaduras que pululan por el castillo. Es el mismo chico que lloró en mi hombro toda una noche cuando su escuálida rata Scabbers desapareció por dos días y creímos que había sido la cena de la Señora Norris. El mismo que me besó de una forma que nadie lo había hecho hasta entonces en esa fiesta a comienzos del año. Ups. Sí. Ahí fue cuando todo este lío empezó.
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Charlie Weasley y yo fuimos los mejores amigos por cinco años. Nos encontramos en el expreso de Hogwarts cuando sólo éramos unas ratitas asustadas a punto de pasar más tiempo en un castillo milenario que en nuestras casas. Luego de un par de golpes accidentales y otros tantos intencionales nos hicimos inseparables. Los primeros años en Hogwarts fueron geniales. Compartimos casi todo lo que a esa edad se comparte, desde castigos y bromas hasta sueños y proyectos. Pero claro, todo esto tenía que irse al infierno después de unos cuantos malos entendidos, las malditas hormonas, una dosis extremadamente alta de Whisky de Fuego y el mejor beso de toda mi vida. Mierda. El muy idiota tenía que besar increíblemente y tener las mejores manos de todo este maldito colegio. Mierda otra vez.
Gryffindor había ganado el primer partido de la temporada, nada menos que contra Slytherin. Eso ameritó una fiesta en la Sala Común hasta las tantas de la madrugada. Según me dijeron después, cuando McGonogall los descubrió palideció más que un fantasma y según la Señora Gorda no había gritado tanto desde los tiempos de James Potter y compañía. Perdimos 200 puntos y estuvimos limpiando el castillo por más de un mes. Pero todos (o casi todos pues nunca falta algún aguafiestas) estuvimos de acuerdo que valió la pena el debacle final. Pero mi problema empezó unas horas antes. El fin de semana anterior habíamos ido a Hogsmade, y algunos de nosotros habíamos conseguido algunas botellas de Whisky de Fuego que entramos clandestinamente al colegio. Como una nota al margen debo aclarar que en Hogwarts existe un mercado negro en el cual puedes encontrar casi todo lo que necesites, desde bebidas alcohólicas hasta pociones de amor. Y alguna cosilla más.
En fin, este tipo de cosas suceden invariablemente cuando se mezcla el alcohol, con verdad o consecuencia y un grupo de adolescentes con las hormonas a flor de piel. Luego de confesar que dormía con un pijama rosado con ositos (es muy cómodo y al primero que se ría lo hechizo hasta que no le quede aire para respirar), bailar sin camiseta arriba de la mesa y perder los últimos trazos de mi dignidad imitando a una gallina al poner huevos ya nada me importaba demasiado. Después de todo, no quedaba un alumno sobrio en la Sala Común y hasta Bill (quien por voluntad propia se paseaba con la insignia de Premio Anual pegada en la frente) había tenido que besar a Melinda Jackson, la novia de un Ravenclaw de dos metros y 120 kilos quien al otro día le partiría la nariz por tocar a su novia. Sin embargo, cuando me tocó a mi elegir a quien besar no dudé ni siquiera un instante. No es que tuviera muchas opciones tampoco. Los únicos que quedaban disponibles eran Jack Pouft (quien había vomitado hasta el desayuno hacía media hora), tres chicos menores, mi ex novio con quien no hablaba desde que lo encontré en el aula de Encantamientos muy entretenido con una Hupffie de séptimo y Charlie. Los demás estaban demasiado borrachos para tenerse en pie o ya habían encontrado su rincón oscuro con su pareja de la noche.
Le sonreí y sin palabras supo que lo había escogido a él. Al levantarse tiró, dos sillas y a un chico de tercero y me pisó fuerte en el pie derecho, pero yo estaba demasiado borracha y encantada con el prospecto de besar a mi amigo que ni siquiera me importó. Aunque claro, hubiera sido un poco hipócrita de mi parte molestarme por eso teniendo en cuenta que Charlie aún tenía una cicatriz en la rodilla desde el día que accidentalmente lo tiré desde su escoba a más de tres metros del piso. De cualquier modo, el caso es que sin muchos preámbulos me aferró por la cintura y me besó. Y cómo me besó.
Ya lo he dicho antes, y creo que no me cansaré de repetirlo mientras viva que ese chico me dio el mejor beso de toda mi vida. No creo que exista hombre sobre la tierra que pueda compararse con él. Nunca nadie le va a llegar a los talones. Ok. Quizás estoy exagerando y definitivamente estoy sonando como una de esas rubias idiotas con las que comparto el cuarto que sólo saben hablar de sus novios. Pero fue increíble. Me tomó de la cintura, permitiendo que su mano acariciara mi espalda mientras me besaba con fuerza. Sus labios gruesos sobre los míos, su lengua abriéndose camino en mi boca, el sabor al alcohol y al chocolate casi consiguen que me caiga allí mismo. Pero por suerte atiné a aferrarme a su cuello. Ok. Eso no fue para no perder el equilibrio sino para atraerlo más cerca, pero también me ayudó a mantenerme de pie.
Sin darme cuenta muy bien como nos escabullimos de la sala común y terminamos en el baño de los Prefectos. Una de las ventajas de tener como mejor amigo al Capitán del Equipo de Quiditch era el poder usar ese baño, aunque ni en cientos de años me hubiera imaginado que estaría allí besándome hasta perder el aliento con él. Bueno, quizás la idea había pasado una o dos veces por mi cabeza... Si, una o dos veces por hora, porque tengo que admitir que hacía tiempo que mi amigo me gustaba y mucho. Pero lo atribuí siempre a esa cercanía que teníamos y al el hecho que hacía más de tres meses que estaba soltera. Aunque en esos momentos tenía la mente demasiado nublada como para analizar la situación. Lo que había comenzado como un juego ahora estaba completamente fuera de control. Las manos de Charlie habían abandonado mi espalda para posicionarse en mi trasero y su boca en ese momento se encontraba en mi cuello, muy cerca de mi oreja derecha. Creo que en el momento que perdí el último pensamiento coherente fue cuando empezó a hacer algo con su lengua en el lóbulo de mi oreja... o quizás fue cuando me mordió suavemente el cuello... o quizás... bueno, no importa, el caso es que en determinado momento dejé de cuestionarme lo que estaba sucediendo.
Sin saber muy bien cómo terminé sentada en su falda, rodeándolo con mis piernas y aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. En ese momento creo que en realidad mi vida dependía de besarlo, algo muy adentro mío se había despertado y no podía frenarlo ni echarle la culpa al alcohol. Estuvimos así durante horas, o por lo menos así me pareció antes de quedar dormidos y abrazados junto a la puerta del baño. Antes de que amaneciera, un somnoliento y avergonzado Charlie me despertó y cada uno regresó a su dormitorio, en medio de un silencio incómodo y de miradas llenas de incertidumbre.
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A partir de allí, mi vida en Hogwarts se convirtió en mi pequeño infierno personal. El problema es que hasta el momento omití el pequeño detalle llamado Julie Hopkings. Ella representa casi todo lo que odio en el género femenino. Si bien es muy bonita (ni que pueda negar lo obvio) es superficial, coqueta y popular. Y lo peor de todo: es la novia de mi Charlie desde hace más de seis meses. Ok. También es brillante, simpática y la mejor cazadora que tenemos desde hace años. Pero todo eso es basura. En realidad nunca nos llevamos bien, es decir, tenemos la típica relación me-gustaría-verte-en-ridículo-patética-imitación-de-ser-humano. Si dicen que los niños son crueles, no querrán saber lo que dos brujas diametralmente opuestas, con un carácter fuerte y con dieciséis años pueden llegar a hacerse si Charlie Weasley está en el medio.
En realidad, no nos llevábamos bien desde el primer año pues básicamente no tenemos nada en común. Ella es suave, delicada y correcta. Nunca verás su túnica arrugada ni su cabello fuera de lugar incluso luego de un feroz partido de Quiditch bajo el viento y la lluvia. Además es increíblemente competitiva, Prefecta y Perfecta. Y endiabladamente atractiva. Y yo, bueno, digamos que hasta mis catorce o quince años me vestía y comportaba más como un chico que como una chica. Cabello corto (el color variaba según la estación del año o mi estado de ánimo), desprolija, despistada y extremadamente torpe. Vuelo muy bien, pero no tengo la habilidad necesaria para atrapar pelotas en el aire, la última vez que lo intenté tiré a Charlie de su escoba dejándole la ya mencionada cicatriz de recuerdo. Mis notas son excelentes, pero no hubiera calificado como prefecta ni en cien años porque, como amablemente me recordó McGonogall, carezco de la capacidad de comportarme bien. En resumen, somos como el agua y el aceite.
La noche de la fiesta se había ido a dormir temprano, una de las pocas cosas que le agradezco sinceramente. Pero por supuesto se enteró de lo que había sucedido gracias al invalorable apoyo de Melinda, quien seguramente luego de soltar a Bill (a quien probablemente tuvo secuestrado en el armario de las escobas casi toda la noche) había salido disparada, rompiendo algún record de velocidad en el camino, para contarle a su amiga como yo había seducido con artimañas, hechizos y pociones a su perfecto e inocente novio. Nah. Cómo si lo necesitara... Bueno, digamos que la idea pasó por mi cabecita alguna vez pero la deseché enseguida. No podía hechizar a mi mejor amigo sólo para calmar mi, mmm, ¿curiosidad? ¿deseo? ¿amor?
Aunque para ser sincera los jueguitos de Julie y Melinda me tenían bastante sin cuidado. Gracias a Morgana y a los consejos útiles de mi madre sobre como-manejar-brujas-que te-quieren-ver-reventada-contra-el-muro-más-cercano (la pobre vivió casi veinte años con Tía Cissy y Tía Bella, algo tuvo que haber aprendido) tenía la situación más o menos bajo control. Ok. Me dejaron en ridículo un par de veces enfrente a todo el colegio, pero eso no es gran problema para mi. Tengo la sorprendente habilidad de hacerlo yo sola, sin la ayuda de nadie, y con los años he desarrollado una táctica infalible para salir bien parada de ese tipo de situaciones. Conozco mis propias debilidades y sé usarlas a mi favor. Cada vez que termino presa de una situación extremadamente ridícula (y en algunos casos patética) consigo hacer creer a todo el mundo que lo hice a propósito, algo así cómo una clase de broma. Un consejo, si una es capaz de reírse de si misma, la vida es extremadamente más fácil y los demás te consideran una persona divertida y simpática. O una especie de payaso. Pero bueno, eso es mejor que nada ¿no?
En fin, lo que las dos adorables arpías de mis compañeras de dormitorio no consiguieron (convertir mi pequeño mundo en una perfecta versión del infierno) mi amigo Charlie lo consiguió casi con dos palabras. No. Con seis en realidad. Lo de anoche fue un error. Cuando me lo dijo, mirando para todos lados menos a mi cara y con las orejas más coloradas que su pelo, podría haberlo hechizado hasta que perdiera la capacidad de tener hijos. Sip. Esa hubiera sido la mejor opción de no haber quedado atontada e incapaz de moverme al segundo que entró en mi campo de visión. Y después siguió con un discurso que debió escribir en el desayuno acerca de la amistad, la hermandad y no sé que otras tonterías más. Alguien debería decirle a ese chico que si quiere expresarse correctamente le conviene utilizar verbos y no tartamudear cada cinco segundos. Y definitivamente no utilizar palabras de más de cinco sílabas si no está seguro de poder pronunciarlas correctamente. En fin. Luego de su monólogo me abrazó (en realidad fue más bien una palmadita en la espalda, pero prefiero creer lo primero) y salió corriendo murmurando no sé que sobre un Bola de Fuego Chino, Hagrid y alguna otra tontería más.
Y me dejó allí. De pie frente a la Señora Gorda quien tuvo el descaro de mirarme con pena. Cómo si no fuera suficiente estar en boca de medio castillo ahora todas las pinturas del colegio iban a saber de mi encuentro en el Baño de Prefectos con Charlie Weasley. Incluso juraría que el viejo Dumbledore me dedicó una de sus miradas se-lo-que-hiciste-la-noche-pasada y por eso me ofreció uno de sus famosos caramelos de limón, los cuales aparentemente tienen la dudosa cualidad de solucionar casi todos los problemas. Charlie tiene la teoría de que el viejo sumerge los endiablados caramelos en Veritesarum y es así que se entera de todo. Aunque el pobre, a pesar de tener muchas cualidades, la deducción no es una de ellas. Yo, por otro lado, estoy convencida de que son los malditos cuadros los que le van con el chisme al viejo. Por algo yo tengo pensado ser Auror mientras que mi éramos-amigos-hasta-que-puse-mi-lengua-en-tu-garganta va a irse a jugar con dragones a vaya uno saber dónde.
En fin, luego de este pequeño intercambio de palabras... ¿Intercambio? Rectifico. Luego de su horrible discurso, las cosas entre Charlie y yo fueron de mal en peor. A pesar de que yo, tragándome mi orgullo en el proceso, vale aclarar, intenté que las cosas volvieran a ser las de antes del incidente, nuestra relación se convirtió en el perfecto ejemplo de un vacío constante. Cada vez que estábamos solos, no podíamos hablar de otra cosa que del tiempo, la nariz de Snape o algún otro tema así de interesante. Y para colmo de males, fue allí cuando perdí el control de mi estúpido y "auto pensante" cuerpo. El chico no será la versión pecosa del viejo y querido Sherlock, pero idiota definitivamente no es. Se tenía que dar cuenta de que algo no estaba bien. Así que comenzó a evitarme como si tuviera una especie de enfermedad contagiosa. Y su adorable novia no contribuyó al proceso. Estoy convencida que lo hechizó para que sonara una especie de alarma cada vez que yo me acercaba a más de tres metros de él. Maldita.
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Y, bueno, las cosas estuvieron así por cuatro insoportables meses y veinticinco desesperantes días. Y cuando por fin el idiota parece que vuelve al mundo de la gente con cerebro (léase: deja a la rubia tonta que tenía por novia) y me invita a salir, nuestro insufrible y amargado profesor de pociones me castiga por un pequeño error sin importancia. Mierda.
Repito. Es oficial. Mi vida es un desastre. Pero no sería hija de mi madre sino hiciera algo al respecto. Cómo que me llamo Nymphadora Tonks que las cosas no se van a quedar así. Bueno, no es que llamarse Nymphadora sea algo de que me llena de orgullo. Aún no sé que diantres le hice yo a mi madre para que me castigara con semejante nombre. Seguro que hay algún vidente en la familia que le sopló que yo iba a ser tan problemática y decidió castigarme de por vida y de antemano con ese nombre. O quizás sólo se pasaron con la poción anestesiante durante el parto y la pobre mujer quedó temporalmente incapacitada y con un I.Q. de 20 por eso decidió llamarme así. No lo sé bien con certeza.
Pero el caso es que no voy a dejar pasar la oportunidad que la vida me pone delante de mi nariz, en la forma y cuerpo de Charlie Weasley. No. Ese chico va a volver a ser mi amigo aunque sea lo último que haga en la vida. O algo más. ¿Qué? Soy de carne y hueso al fin y al cabo y el chico besa como los dioses. Prepárense, hoy en Hogwarts va haber Rock and Roll, yeah!
La más deprimente de las mazmorras, Hogwarts, 13 de marzo de 1988
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(1) Revolution es un tema de estos cuatro loquitos británicos más conocidos como The Beatles y G. García Márquez escribió La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. Por supuesto que no tienen nada que ver con el fic, pero andaba corta de ideas ;-)
