Nuevos objetivos

Era una tarde de Julio, calurosa y muy despejada. En el numero 4 de Privet Drive, un chico se encontraba recostado en su cama mirando el techo de la habitación pensando, pensando como lo hacia casi todas los días desde que había vuelto de la escuela de Magia y Hechicería, Hogwarts, en todo lo que había pasado hacia unas semanas en la buscada de los horcruxes.

Siempre se hacia las mismas preguntas. ¿Qué mentira le había dicho Snape a Dumbledore, para que este confiara ciegamente en él? Esta era una de las preguntas que mas le dolían, que Dumbledore haya confiado en Snape. ¿Por qué Dumbledore le había lanzado un hechizo congelante a él? Si no lo hubiera echo, él podría haber echo algo para ayudarlo. Cada vez que pensaba en Snape, se llenaba de furia, todo la ira que siempre había sentido en contra de Snape desde que lo conoció, ahora se había multiplicado por diez. Siempre que pensaba esto, agarraba algo y lo tiraba contra la pared, desahogándose de su ira. Su odiado profesor de pociones, o como el último caso, de Defensa Contra las Artes Oscuras, había matado al mago más poderoso del tiempo moderno. Harry le había dicho a Dumbledore un millar de veces que Draco y Snape estaban en algo raro, que planeaban algo, pero solo lo ignoraba y le decía que tenía motivos suficientes para confiar en Snape. Esas palabras eran las mismas, que cada vez que Harry las escuchaba, se le retorcía el estomago "tengo motivos suficientes para confiar en Snape". No podía creer que alguien tan sabio como Dumbledore, un gran mago y mentor de Harry, pudiera haber pasado por alto que estaba confiando en un traidor.

También pensaba en los horcruxes, el los que ya había destruido, y los que le faltaba destruir. Ya había destruido el diario cuando se encontraba en segundo año, había destruido el anillo, y, según una carta de un tal R.A.B., decía que iba a tratar de destruir el medallón, horcruxe que Harry había ido a buscar con Dumbledore.

Se pasaba el día pensando donde podría encontrar los demás horcruxes, y así destruirlos y luego matar a Voldemort, pero no tenia la mas mínima idea de donde se encontrarían. Pensaba en los objetos de unos de los fundadores del la escuela, que quizás esos sean los horcruxe, pero era inútil pensarlo, ya que debía buscarlos y no sabia donde. El país es grande, pero no solo pueden estar en Inglaterra, pueden estar en cualquier parte del mundo.

Se levantó de la cama y se puso cerca de la ventana, para mirar hacia fuera. Le encantaban los días soleados. Se paso un rato mirando las personas que pasaban por la puerta, los vecinos arreglando los jardines y algunos mirando escondidamente por las ventanas de sus casas, parecían todos felices. Todo era lo mismo de siempre, siempre la misma monotonía, era en vano buscar algo distinto o alguna señal de magia, a lo de todos los días.

No veía la hora de que sea su cumpleaños. No sabia que sentir respecto a esto. Siempre había anhelado salir de aquel lugar y alejarse de sus aborrecibles tíos, pero a la vez sentía algo que le decía que debía quedarse, quizás era, en parte, él mismo, ya que al fin y al cabo, esa había sido su familia por dieciséis años. Sus tíos lo dejaban salir, pero en ese momento no tenía las más mininas ganas de salir, tenía muchas cosas que hacer, aunque en ese momento no podía hacerlas. El salir a divertirse cuando un súper mago estaba muerto, mortifagos sueltos, y unos horcruxe el cual debía buscar, lo hacia sentir mal, ya que se decía que primero debía matar a Voldemort y sus seguidores, y luego si, podrá divertirse. Y si lograba eso, no solo él iba a ser feliz, sino que también cientos de personas se alegrarían.

Sentía muchas cosas a la vez, que se le mezclaban y fusionaban en su cabeza, haciendo que por momentos se mareara. Sentía odio, tristeza, angustia, todos sentimientos negativos, no podía sentir alegría ni felicidad ni nada de eso.

Desde que había vuelto de la escuela, se pasaba casi todo el tiempo encerrado en su habitación, no solo porque no quería hablar con nadie, porque aunque quisiera, no iba a ponerse a hablar con sus tíos. Todo era lo mismo. Cuando se levantaba, esperaba que sus tíos se fueran de la casa, y que Dudley saliera con su pandilla, y bajaba de la habitación, se tomaba un baño, comía algo de la heladera que, Harry no sabia porque, pero su tía siempre le dejaba comida preparada, y no le dejaba restos de comida ni nada de eso, al contrario, le dejada buena comida y muy deliciosa. Quizás sus tíos querían darle una buena despedida, aunque eso sonaba algo raro, incluso para Harry.

Luego caminaba por la casa, observaba un gato que siempre se encontraba en su jardín, y no eran los de la señora Figg, ya que Harry los conocía muy bien, a lo sumo que se haya comprado otro. Harry miraba el gato todos los días, le parecía que lo había visto en algún lado, le era muy conocido, hasta que dos días atrás lo había reconocido Era el mismo gato que vio en la clase de Transfiguración en su tercer grado, cuando la profesora enseñaba sobre los animagos, demostrándolo ella misma transformándose en gato. Era ese gato, el mismo de su jardín y el de la clase de tercero. Eso quería decir que la profesora McGonagall estaba, de vez en cuando, en su jardín convertida en gato para vigilar a Harry. Aparte de eso, hasta un muggle podía darse cuenta, ya que todos los gatos no se están tan tiesos como ese. Ese era un gato, pero a la vez persona.

Harry también vigilaba las personas que pasaban por la puerta de su casa y por la calle de enfrente, ya que tenía mucho tiempo de sobra. Algunas de las personas que pasaban, a Harry le parecían sospechosos. Un día una anciana, otro día un joven de unos veinte años, y así todos los días. Estos eran sospechosos ya que tenían cosas en común. Pasaban por la vereda de enfrente, miraban hacia la ventana de Harry, y seguían su marcha. Y no solo eso, todas esa personas eran un poco torpes, se llevaban gente por delante, y se disculpaban de la misma manera, y todas tenían el mismo gusto de ropa, ropa diferente, pero el mismo gusto. Pero un día esa persona cometió un error, error el cual la delató, y le permitió a Harry saber quien era. Un día pasó una anciana de unos sesenta años, pero el pelo, el pelo era de color rosa chicle. Harry al miro atónito unos segundos y luego le saludo con la mano. La anciana trato de no percibir ese saludo, pero luego levanto el brazo y le devolvió el gesto. Tonks siempre había sido un poco torpe, se llevaba cosas por delante, y demás adjetivos que poseían todas esas personas. Quizás ahora el trabajo de Tonks era vigilar que la casa de Harry este en orden, y que no pase nada raro.

De vez en cuando también veía a Charlie o Kinsley pasar por la puerta y mirar hacia dentro, y algún que otro miembro de la Orden del Fénix. Harry le gustaba esto ya que sentía que no lo olvidaban, pero a la vez quería estar solo, y no quería que mas personas se meten en sus problemas o misiones, no quería que mas personas mueran por su causa.

Su padre había muerto por él, su madre, bueno, ni hace falta decirlo, dio su propia vida para salvar la de Harry, y no solo la salvó de la muerte en ese momento, sino que ese hecho de amor era magia, magia el cual dio una protección a Harry hasta que cumpliese diecisiete años.

Luego estaba Sirius, su padrino que había sido culpado de delatar a los padres de él, había sido encerrado en Azkaban por doce años, y durante ese momento, lo odió. Pero luego se dio cuenta que era inocente, que él no había delatado a sus padre, que nunca lo hubiera hecho, sino que lo izo uno de sus mejores amigos, Peter Petigrew. Harry quería a Sirius como un padre, fue lo más parecido a uno. Pero una lucha que hubo en el ministerio, todo por una tontería de Harry al creer en un sueño al que veía a su padrino en apuros en el ministerio, hizo que su padrino muriera en la batalla, por culpa de la malvada y muy odiada por Harry, Bellatrix Lastrange. Nunca olvidara ese nombre, porque cuando tenga la oportunidad, vengará a todas las personas que murieron por él. Sus Padres, su padrino, y por último, el mejor mago que Harry conoció, Dumbledore.

Este era una persona detallista, tranquila, y muy respetuosa, descubrió que para destruir a Voldemort había que primero destruir los horcruxe, el cual eran objetos que portaban parte del alma, alma de quien tenga el valor de ponerla en un objeto. No se habla del valor común, sino del valor con significado contrario. Las personas que le temen a la muerte, no tiene valor, y Voldemort es una de ellas.

Por temor a la muerte, Voldemort buscó la inmortalidad, y este lo logró, poniendo parte de su alma en un objeto, y cuando murió, al querer matar a Harry, su cuerpo se abasteció de este objeto, hasta alcanzar el nivel de antes. Pero unos de los requisitos para poder hacer esto, era haber matado previamente. Esto quiere decir que solo un mago tenebroso y sin valor, era capaz de hacer esto. Voldemort, al descubrir esto, no dudo en hacerlo. Como ya había matado a los padres de Harry y otras personas, ya podía crear un horcruxe.

Pero la ambición de Voldemort, le complicó el trabajo a Harry. No hizo un solo horcruxe, sino que hizo, según la cuenta de Dumbledore, siete.

Entonces, si Voldemort es inmortal, ¿no se pude matar? Si, se puede, Dumbledore encontró la respuesta y la compartió con Harry, y Harry lo compartió con sus amigos, Ron y Hermione. Había que destruir los horcruxe, por lo que luego, el alma de Voldemort, no tendría de donde abastecerse. Esto haría que cuando maten a Voldemort después de haber destruido los horcruxe, este moriría, como muere un mortal, para siempre.

Y esta era la misión de Harry que le dejo Dumbledore al morir, o mejor dicho al ser asesinado, destruir los horcruxe, y luego ir a por Voldemort, en la última batalla. Harry no veía la hora de estar frente a Voldemort y pronunciar las palabras de la maldición asesina. No le importaba que después lo mandasen a Azkaban, pero si iba a ir a aquel lugar, seria con Voldemort muerto junto con todos sus seguidores. Harry se agregó unos objetivos a la misión que tenia, vengar a sus seres queridos, sus padres, su padrino y Dumbledore. Esto lo pensaba todos los días. Voldemort mató a sus padres, Bellatrix mató a su padrino y Snape mató a Dumbledore.

Harry no podía permitir que mas gente muera por él, no podría vivir el resto de su vida pensando que muchos de sus seres queridos murieron por su causa. Por eso, no iba a volver a la escuela, no iba a estar con nadie, hasta haber acabado con su enemigo.

Esa mañana, mientras miraba por la ventana, escucho que sus tíos partían de la casa junto con su primo. Se alejó de la ventana, tomo su varita que se encontraba sobre la cama, la guardo en el bolsillo trasero de su pantalón, y bajó las escaleras. La casa estaba como siempre, tranquila y silenciosa. Miro hacia el jardín, y el gato de siempre le devolvía la miraba, con sonrisa felina. Se dirigió a la cocina, y abrió la heladera.

En esta se encontraba un plato con una preparación para comer, el cual Harry nunca vio. Lo que si pudo ver, es que era carne, no era de vaca o cerdo, quizás era de cordero o chivito, tenia una salsa de color rosa, con verduras cortadas finamente, distribuidas como guarnición alrededor del plato. Tenia que admitir que el plato parecía de cocinero profesional, y que también debía de ser exquisito. Harry tomó el plato, junto con unos cubiertos del cajón de la cocina, y los probó. Tenía muy buen gusto, la carne era muy blanda y tierna. Lo termino de comer, disfrutando de cada bocado, y se dirigió al baño.

Se tomó una ducha, con agua fría debido al calor que el ambiente emanaba, que duró unos veinticinco minutos. Luego salió de la ducha, se paró delante del espejo, y este le mostró a un chico de dieciséis años, con un físico espectacular, que las prácticas de Quidditch le habían proporcionado, con ojos saltones de color verde esmeralda, que se ocultaban detrás de unas gafas redondas que se ponía en ese momento. El pelo era de color negro azabache, y el más rebelde comparado con el de otras personas. No se dejaba peinar, y ya Harry nunca trataba de hacerlo, acostumbrado a la rebeldía del cabello. Se puso una camisa de color blanco, que se la había comprado él mismo, unos pantalones negros de tela fina y se dirigió a su habitación para continuar con la rutina de todos los días.

Su habitación estaba como de costumbre, desordenada, con ropa muggle y maga por todos lados, libros sobre la cama, el piso y la mesita de noche. Todos eran de hechizos y magia.

También había alguna que otra carta de sus amigos Ron y Hermione, y también de Ginny.

Las cartas no decían nada importante ni alentador, solo decían cosas como "Quiero que nos veamos" o "Espero que vengas a mi casa", o una de Hermione que decía "Tengo que decirte algo" parecía que habían olvidado que se encontraban en una guerra. La única carta que parecía un poco más acorde de lo que estaba pasando eran las de Hermione. Decían cosas tales como "Ten cuidado" o "te ayudare en todo lo que necesites", pero aun así, no le decían nada nuevo o importante. En las cartas de Ron decía que luego de que cumpla los diecisiete años, vaya a la casa de él, ya que como será mayor de edad, no necesitaba que lo vayan a buscar. Harry había obviado esa parte, ya que no pensaba volver a la Madriguera, no porque no quisiera sentir la protección y calor que esa casa le otorgaban, sino porque debía estar solo, para empezar por la búsqueda de los horcruxes.

Luego de cumplir los diecisiete años, Harry había pensado en ir un tiempo a Grimmauld Place. Esta era la casa de los Black en donde vivía su padrino, que ahora había heredado Harry. No quería vivir con sus amigos, porque quizás los pondría en peligro. Siempre pensaba en las personas que habían muerto por él, sus padres, Sirius, Dumbledore, y no quería que mas personas lo hicieran, quería alejarse de sus seres queridos y así ir en busca de los horcruxes y de su enemigo.

Harry estaba mirando por la ventana, mirando la misma monotonía de todos los días. Trataba de encontrar una mínima señal de su mundo, cuando algo lo hizo sacar de sus pensamientos. Por el frente de la casa pasó caminando un gato, gato el cual Harry conocía como la profesora McGonagall. Siguió caminando y se perdió de vista. Siguió mirando por la ventana, cuando el sonido del timbre de la casa lo hizo sobresaltar. Seguro debían ser algún vecino, o amigas de su tía, o quizás algún amigo de Dudley. Luego de un rato, se escucharon las pisadas de alguien que subía las escaleras. Tocaron su puerta y entraron.

-Harry- Llamó la voz de Petunia – Te buscan, quisieras bajar?- siguió su tía, y con esto salio por la puerta dejando a Harry estupefacto.

¿Quién podría ser aquella persona que lo visitaba?- se preguntó Harry- ¿Qué era lo que quería? ¿Debia decirle cosas importantes que no habían salido el diario El Profeta? ¿O debía decirles cosas tan importantes que no se podían escribir por carta?

Estas y más preguntas se le formularon a Harry en la cabeza, mientras bajaba las escaleras. Asomó la cabeza, y vio en el living, a la persona más inesperada.

Yyyy??? Que les pereció???? Este es mi primer fic, espero que es guste. Dejen Reviews. Si no les gusta, no importa, dejen reviews y dijan poruqe no les gustan, y tratare de cambiarlo.