DESPERTAR

DEMONIO

Disclaimer: Inuyasha y el resto de los personajes no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi. Historia original realizada por Diana B. Acoplando los personajes de la serie.

¡Advertencia!: Muerte de un personaje. (No apto para sensibles) / Contenido Lemon.


-¡Ahh!-

Sentí como mis músculos se relajaban al estar en contacto con el agua caliente de la bañera, me permití cerrar los ojos y liberarme de todo tipo de tensión. Estos eran los momentos que tenía para mí en mi hogar. Por fin había podido regresar del Sengoku después de haber pasado ahí casi un mes. Y es que Inuyasha se negaba completamente a que yo regresara pues según el "era el momento de buscar fragmentos y no podíamos detenernos"
No fue fácil convencerle que me dejara regresar a la época actual pero dado que ya no había provisiones de comida ni material para las curaciones accedió a dejarme, claro, con un límite de solo 3 días.
Merecía disfrutar de las comodidades de mi época, y un buen baño caliente era lo que necesitaba.

Termine de secarme el cabello y baje cuando la cena estuvo lista. Agradecí poder disfrutar de los alimentos.

-Hermana, ¿el amigo orejas de perro no vendrá?-

-No Souta, vendrá hasta dentro de dos días- dije sin mucho entusiasmo y me dediqué a comer.

-Entonces prepararé las cosas que necesitarás para tu viaje Kagome- Mencionó mamá con su característica sonrisa y yo se lo agradecí.

Una vez terminada la cena subí a estudiar sin mucho éxito, ¡No entendía nada! Debía ponerme al corriente con los apuntes o no estaría lista para los exámenes próximos, mañana me encargaría de conseguir los apuntes. Decidí claudicar e irme a dormir en la comodidad de mi cama.

Kagome despertó muy temprano al día siguiente para asistir a la escuela, preparó su mochila y bajó a desayunar sin mucho tiempo. Una vez llegó a la escuela las cosas fueron bastante tranquilas. Logró que sus amigas le pasaran los apuntes que necesitaba no sin antes pedirle que les diera como recompensa una comida en su lugar favorito, WackDonald.

-Kagome, ¿ya estás mejor de tu recaída con la Escoliosis*?-Preguntó Yuka

-¿Eh? ¡Ah!... si creo que ya me siento mucho mejor- Dijo mientras dejaba escapar una risa nerviosa.

-Y dinos Kagome, ¿Como vas con ese chico?- Intervino Ayumi.

-Si Kagome, cuéntanos-

-Supongo que bien... aunque últimamente me presiona mucho con el cumplimiento de mis labores, a veces creo que solo me tiene para eso, es difícil permanecer a su lado bajo esas condiciones pero del mismo modo disfruto su compañía-

-¡Vaya Kagome!. Realmente estás enamorada-

Las mejillas de Kagome se tiñeron de un rosado intenso que delataba sus emociones, solo atinó a negarlo rápidamente pero sus esfuerzos fueron innecesarios, ellas lo sabían con solo ver su mirada cada vez que lo mencionaba; esa mezcla de ilusión y tristeza.

Al día siguiente repitió la misma rutina de asistir a clase; pasó la mayor parte de la noche estudiando y pasando apuntes. Moría de sueño pero eso no impidió que se despertara. En la entrada de la escuela se encontró con Holló que le entregó un paquete con compresas para el dolor de espalda. Una vez terminadas las clases se dirigió a su casa. Cuando llegó a casa se sorprendió de no encontrar a Inuyasha impaciente por qué se marcharan pronto a la épica antigua.

Quizá llegue mañana...

Después de cenar subió a su cuarto para continuar con sus estudios, debía aprovechar el tiempo que tenía en su época para recuperar las clases perdidas.

No me fue fácil concentrarme, constantemente pensaba en qué estaría haciendo Inuyasha y los muchachos, para después reprenderme por mi falta de interés en los estudios. Me pareció muy extraño que Inuyasha no hubiera venido ya por mi, normalmente está aquí el tercer día muy temprano sin falta para exigirme que nos vayamos. Pero en esta ocasión no fue así. ¿Acaso estaba molesto porque me vine? Da igual, seguro mañana lo tendría encima molestandome. Debía continuar estudiando.

Desperté y estire mis músculos mientras respiraba profundamente. Era sábado y podía despertar más tarde. Me incorporé de la cama y fui a darme una ducha. Después de desayunar y pasado el medio día comencé a extrañarme de verdad, Inuyasha aún no había ido por mi. Sin más tiempo que perder preparé mi mochila con todo lo necesario que compró mamá, me despedí de mi familia y salte a través del pozo. Sintiendo la característica y cálida luz que me cubrió y que me generaba un cosquilleo en la piel.

Una vez logró salir del pozo se dirigió a la aldea, no sabía que era pero tenía una extraña sensación en el pecho así que apresuró su paso. Al llegar a la entrada de la aldea la sensación creció. Se le formó un vacío que le revolvió el estómago, un mareo repentino hizo que sus piernas perdían la fuerza. Solo en ese momento se dio cuenta que había contenido el aire.
La aldea entera estaba destruida, no era la primera vez que ocurría por el ataque de algún Yonkai pero esto era distinto, en el piso había mucha sangre, demasiada. Todo estaba en completo silencio y no lograba ver a nadie. Corrió en dirección de la cabaña de la anciana Kaede encontrándose solo con un montón de escombros.

Sentí tanto miedo, no sabía que había ocurrido y temía saberlo. ¿Donde estaban todos? ¿Que ocurría? ¿En donde se encontraba Inuyasha y los demás? Después de pensar un poco y mirar la situación vi un lugar que parecía estar intacto, el templo. Corrí nuevamente hacia allí, nunca las escaleras se me había hecho tan largas. Cuando por fin llegue temí correr las puertas, me detuve un segundo y después lo hice. Grande fue mi sorpresa cuando vi que casi la mayoría de los aldeanos estaban allí, todos con expresiones de temor y tristeza.

-¡Kagome sama!- Al verme su expresión cambió, casi pude vislumbrar un hálito de esperanza en sus miradas. –¡Qué alegría verla Kagome sama!

-¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Porque están todos aquí? ¿Dónde está inuyasha?- Nadie me respondió, no logre interpretar lo que sus miradas decían, y algunos evitaban verme, en ese momento escuche una voz conocida.

-Kagome...- me abrí paso entre los aldeanos para llegar al origen de esa voz, cuando llegue a una de las esquinas del templo la vi.

-¡Sango Chan!- Mi voz salió más aguda de lo que deseaba, seguro se debía al aire que comenzaba a faltarme. Ella se encontraba semi recostada sobre un futon,su rostro tan pálido, le era difícil mantener los ojos abiertos, su cuerpo estaba lleno golpes, moretones y heridas. Algunos cubiertos con ungüentos de hierbas. Y lo más alarmante de todo era su brazo derecho que al parecer estaba roto por la manera en que estaba inmovilizado. -¡Kami!- solté una exclamación.-¿Que fue lo ocurrió Sango? ¿porque nadie dice nada? –

-Las cosas están realmente mal Kagome- Dijo Sango con una mueca de dolor.

-Señorita Kagome. Debemos dejar que la Taijiya descanse, perdió mucha sangre y debe estar muy adolorida. Deles tiempo y verá que en unas horas todos despertaran.- Dijo una de las ancianas que se encontraba a su lado.

-¿Donde se encuentran los demás?- preguntó Kagome a lo que los presentes se hicieron a un lado para que pudiera ver otros futones más en donde descansaba el monje Miroku y en otro, Shippo y Kirara. Ninguno se veía bien, por lo contrarío. Miroku tenía el torso descubierto, con una gran herida en el abdomen, era como si hubiera sido atravesando por algo. Su cuerpo golpeado y su rostro contraído de dolor. Shippo tenía grandes cortes en el cuerpo y su cabeza vendada. Y kirara tenía cortes muy semejantes a los de Shippo, con una de sus patas traseras inflamada.

El panorama era agobiante, todos estaban gravemente heridos. Kagome sintió sus ojos nublarse por las lágrimas que se aglomeraban por salir.

-¡Traigan agua caliente y trapos!- pidió Kagome que de inmediato tomó lo necesario para realizar las curaciones. Pasó varias horas atendiendo a sus amigos, el más grave de todos era Miroku, su herida comenzaba a infectarse. Sango estaba muy delicada también, su brazo estaba roto y su mano perforada por un gran agujero que abarcaba casi toda su palma. Ni Shippo ni Kirara tenía huesos rotos pero las cortadas eran abundantes en todo su cuerpo. Kagome terminó de atender a un par de aldeanos con heridas menores y regresó con sus amigos. Acurruco a Shippo entre sus brazos mientras sus lágrimas caían sobre el rostro del Kitzune.

-Kagome...- El susurró que salió de los labios de Shippo alertaron sus sentidos. El comenzaba a abrir los ojos. -¿Kagome eres tú?-

-Si Shippo, soy yo. Tranquilo todo está bi...- No pudo terminar la frase pues el nudo en su garganta le negó la salida a su voz.- Descansa Shippo, todo estará bien-

Kagome no se movió del lugar en el que se encontraba, prestando atención en cada uno de sus amigos.

-Señorita Kagome, debe comer algo. Por favor coma esto- Dijo una mujer que le ofreció un recipiente con comida.

-Díganme de una vez ¿Que ha ocurrido? ¿Porque ninguno dice nada? ¿Dónde demonios está Inuyasha y la anciana Kaede? ¿¡Qué está pasando!?-
Dijo Kagome al borde de las lágrimas y gritando a los presentes.

-Señorita Kagome. Ellos no tienen la culpa, no han dicho nada porque así se los pedimos- Kagome giró bruscamente al origen de esa voz. Se trataba de Miroku.

-¡Monje Miroku!-

-Hemos sido nosotros los que dimos órdenes de no hablar de lo ocurrido hasta que alguno de nosotros recobrará el conocimiento y pudiera contárselo personalmente Señorita Kagome-

-Pero ¿porqué?- No lograba entender qué era lo que quería decir, ni porque todos estaban ocultos como si esperaran un nuevo ataque pero sabía que no sería nada bueno.

-Para que no cometiera ninguna imprudencia- Dijo Miroku tratando de erguirse lo suficiente como para quedar apoyado en sus codos y tener una mejor vista.- Lo que pasó no es algo fácil de contar y sabíamos cómo reaccionaria en cuanto llegara y le contaran lo ocurrido-

-Dijo que esperaría a que ambos estuviéramos conscientes Houshi sama- dijo con una voz más ronca Sango que intervino sentándose con dificultad en su lugar. -¿Acaso no pudo esperar un poco más Houshi?-

-Sango chan. Que bien que estés consciente-

-Me alegra que estés aquí Kagome- Respondió la taijiya con una media sonrisa. – Supongo que no hay manera de postergarlo más-

- Escuche Señorita Kagome. Esto ocurrió el mismo día que usted se fue, cuando llegó la noche vislumbramos a lo lejos las serpientes caza almas de la señorita Kikyo e Inuyasha partió en esa misma dirección sin decir nada más.- La expresión de Kagome se tornó seria. –El no volvió en toda la noche a la cabaña de la anciana Kaede. Al día siguiente, poco después del mediodía comenzó un ataque a la aldea. Antes de que pudiéramos llegar hasta allí ya habían herido a decenas de aldeanos y destruido casi todo... -

FLASH BACK

El grupo se encontraba en la cabaña de la anciana Kaede preparando la comida, en ese momento se escucharon las campanadas características que anunciaban algún ataque. En el momento en que todos llegaron al origen del desastre observaron prácticamente toda la aldea destruida, muchos aldeanos se encontraban heridos dispersos por todo el lugar.

-¡Kaede sama!- Gritó uno de los aldeanos, trató de correr hacia ella pero antes de ponerse de pie fue interceptado por un ataque proveniente del bosque que le hirió las piernas y cayó nuevamente al suelo gritando de dolor.

Nadie lograba ver de dónde provenía el ataque, sabían que era del bosque pero no podía hubiese su procedencia. Los demás aldeanos corrieron a ocultarse a algunas cabañas cercanas pero sabían que eso no funcionaría.

-¡Anciana Kaede!- Gritó Miroku al tiempo que le dirigía con una fugaz mirada a la nombrada un mensaje visual. Al mismo tiempo ambos comenzaron a recitar un conjuro que comenzó a crear una barrera que cubría completa a la aldea. Kaede continuó con su mantra mientras que Miroku y Sango salían del campo de energía adentrándose al bosque. No necesitaron internarse mucho antes de ser recibidos con un nuevo ataque. De entre las sombras formadas por los árboles emergió una figura. No se percibía bien pero resaltaban sus ojos teñidos de un rojo tan intenso como la sangre.

-¡Sal de una vez criatura maligna!- Dijo Miroku que si bien no lograba ver al Yonkai sabía que su fuerza era basta para causarles problemas.

No obtuvo otra respuesta más que un sonido grutal.

-¡Basta ya Houshi sama!- Dijo Sango al tiempo que preparaba su Hiraikotsu y lo lanzaba en contra de esa sombra que se negaba a mostrarse por completo. Pudo escucharse como el Hiraikotsu destruía todo a su paso, el crujir de la madera de los árboles siendo desplomados y el huir de los animales habitantes de ellos, hasta que sonó un golpe seco que indicaba que había golpeado algo distinto, pasaron un par de segundos y el sonido del Hiraikotsu en movimiento continuo solo que ahora su trayectoria había cambiado. Apenas con el tiempo suficiente Miroku se arrojó al suelo llevándose con él a Sango, cayendo pesadamente sobre ella. Si no hubiera sido por el rápido movimiento de Miroku habrían sido golpeados por el Hiraikotsu que fue arrojado hacia ellos.

-¿Están todos bien?- Interrogó Miroku a los presentes.

-Si-Dijo Shippo que estaba montado en Kirara transformada. -¿Qué fue eso?-

-No lo sé Shippo al parecer no quiere mostrarse.-

Su atención fue atraída por el sonido de unos pasos aproximándose hacia ellos. Sango tomó su arma que se encontraba incrustada en uno de los árboles a su espalda, Miroku tenso su cuerpo y Kirara se puso en posición de ataque. La sombra comenzó a tomar forma, ahora no era solo un borrón camuflajeado entre los árboles era un cuerpo con la morfología de un hombre, una altura relativamente grande que se tornaba intimidante, unos ojos intensamente rojos, un cabello largo de color plata haciendo contrastar aún más su mirada y un traje rojo hecho de la característica rata de fuego.

-¡Inuyasha!- Soltaron todos al unísono recibiendo solo un gruñido amenazante.

Era obvia su transformación en su forma Yonkai pero había algo distinto en el. Las típicas marcas que se formaban en su rostro no era del típico color violeta, era aún más obscuras casi viéndose negras y más largas. El rojo de sus ojos era intenso y absoluto. El largo de sus uñas triplicaba su tamaño normal al igual que sus colmillos. Siempre se veía más intimidante en su estado Yonkai pero en esta ocasión era casi lúgubre su aspecto.

Ninguno de los presentes sabían cómo reaccionar, no podían revertir sus condición pero tampoco podían atacar. Contenerlo sería casi imposible y solo arriesgarían sus vidas. La única con una remota posibilidad de ayudarlo era Kagome. Su ausencia resultaba muy inconveniente, podrían distraerlo pero, ¿por cuánto tiempo? Y la pregunta crucial era ¿como traer de regreso a Kagome?

Ante la sorpresa y quietud de todos ellos fue Inuyasha quien atacó primero, lanzando sus típicas garras de fuego. Sango fue quien repelió el ataque con su arma.

-¡Inuyasha reacciona por favor!- Gritó Shippo que se alejaba del ataque que este le enviaba. -¡Muchachos miren, el tiene a colmillo de acero!- Todos miraron la espada que se encontraba en su cintura. –Entonces ¿porque se ha transformado?- Preguntó shippo con una cara de temor e incertidumbre.

-Es algo muy extraño pero no nos queda otra opción que tratar de detenerlo hasta donde nos sea posible, no podemos dejar que lastime a más personas- mencionó Sango que montaba en Kirara para responder los ataques de Inuyasha.

La noche llegó y la lucha continuaba, mientras el grupo se encontraba agotado y lesionado Inuyasha parecía no cansarse ni un poco pero definitivamente se estaba cabreando mucho más. Harto de continuar con ese juego que dejó de ser divertido sonrió al grupo de una manera tan sádica que helaría la sangre a cualquiera, no se necesitaron palabras para saber lo que significaba y el grupo lo sabía.

Shippo lanzó una de sus técnicas con la intención de distraerlo, cuando Inuyasha lo tomó del cuello apretando fuertemente para después lanzarlo y finalizar con un ataque de sus garras de acero, Kirara intervino lo suficientemente a tiempo para que el ataque no fuera directo. Sin embargo el ataque si logro causar varias cortadas en el cuerpo de Kirara y el de Shippo, sin tomar en cuenta que este último quedó inconsciente por el golpe que se llevó en su cabeza cuando lo lanzaron.

En menos de un segundo Inuyasha se encontraba sosteniendo el antebrazo de Sango para evitar que lanzará su Hiraikotsu una vez más. Tenía completamente inmóvil la mano de Sango que solo atinó a soltar una exclamación de sorpresa por el tan repentino y veloz ataque. Entonces el la miro y un extraño destello en su mirada carmín le advirtió que estaba en grande peligro. Inuyasha apretó aún más su puño, lo suficiente como para clavar sus garras en la piel de Sango y hacer que esta soltara su arma. Sango nuevamente dio una exclamación, pero esta vez inundada de dolor en el momento en el que se escuchó un crujido seco. Se trataba del antebrazo de la taijiya que había sido roto de un movimiento contundente.

Las piernas de Sango flaquearon a causa del mareo causado por el dolor, cayó sobre su rodillas y se hubiera desplomado por completo de no ser porque su brazo aún era sostenido recio por el Hanyou.

Miroku quedó adherido a su lugar viendo como su compañero era quien los atacaba. Sabía que no había posibilidad de vencerlo, su transformación no era normal, algo andaba mal. Se dirigió hacia Inuyasha lo más rápido que sus piernas le permitieron. Utilizaría su última oportunidad. De entre sus ropajes saco un pergamino purificado, quizá no funcionaría pero debía intentarlo. Sin embargo Inuyasha fue más rápido. En el momento en que estuvo detrás suyo giró sobre las puntas de su pies, miró a Miroku advirtiéndole de algún modo lo que continuaría y de una sola estocada le atravesó el cuerpo con su brazo. La sangre saltó impregnandose en el rostro de Inuyasha. Miroku tomaba grandes bocanadas de aire que abandona sus pulmones sin permiso y tratando de soportar el dolor que el simple respirar generaba.

Quizá por diversión o solo por placer, Inuyasha giró lentamente su mano dentro del cuerpo de Miroku ocasionando en él un ligero temblor por la tortura a la que era sometido. Después sacó de sus entrañas su mano abruptamente para regresar su atención al brazo de Sango que aún sostenía. Miroku se desplomó al suelo intentando no perder el conocimiento, intentando luchar por su vida y la de la taijiya pero no logró más que apoyarse sobre sus rodillas antes de caer otra vez.

Sango lloraba asustada sin poder zafarse del agarre de Inuyasha.

-¡Déjanos en paz maldición!-Su voz se cortó por un alarido que escapó de su boca. –¡Inuyasha por favor!- La única respuesta fue una sonrisa frívola por parte del Hanyou mientras clavaba sus garras en la palma de su mano desgarrando piel y músculo y quebrando huesos para abrirse paso. Un grito ronco fue lo siguiente que se oyó. Sango tenía el rostro perlado por pequeñas gotas de sudor y su rostro estaba pálido y desencajado, intentaba mantener su postura de tranquilidad pero su miedo se lo impedía, ver a Inuyasha causandoles tanto daño, muy seguramente moriría por su mano y ella no podía evitarlo. Estaba asustada. Sus lágrimas y alaridos a causa del daño ocasionado por su atacante era incontenible. Levantó la mirada hacia Inuyasha viendo como este parecía indiferente a su sufrimiento. Sabía que el siguiente golpe sería el último. Tal vez la dejaría que muriera lento como Miroku o en el mejor de los casos la mataría de una buena vez. Una solitaria lágrima escapó de su ojo izquierdo para resbalar por su mejilla y desaparecer en la curvatura de su cuello. Cerró los ojos y pensó en su familia, en sus compañeros caídos. Al fin los volvería ver otra vez. Trató de esbozar una sonrisa al pensar en ellos mientras su final llegaba.

Se escuchó un fuerte rugido y un golpe detrás suyo. Cuando abrió los ojos se encontró con la imagen de Kirara embistiendo a Inuyasha y golpeándolo contra un árbol. Su fiel mononoke estaba tratando de salvarla. Al parecer pretendía alejarlo de ese lugar para que ellos pudieran huir. Sango se arrastró hasta donde Miroku se encontraba y con la misma tela de su kesa* hizo un improvisado vendaje para detener la hemorragia. Sabía que si no se daba prisa pronto perdería la vida.

-¡Sango!... ¿que debemos hacer?- Preguntó Shippo que despertaba de la inconsciencia a causa del golpe en su cabeza.

-Pon atención Shippo. Quiero que vayas a la aldea y pidas ayuda a la anciana Kaede, adviérteles que está ocurriendo. Yo me quedaré aquí cuidando al monje Miroku. ¡Ve shippo, no debemos perder tiempo! No sé por cuánto resistirá Kirara. Estoy segura que la anciana Kaede sabrá qué hacer.-

-Está bien, volveré por ustedes- Y con eso Shippo desapareció en la oscuridad del bosque.

Sango logró cesar el sangrado de la herida de Miroku y la propia. Solo esperaba que Kirara estuviera bien.

Kirara había conseguido alejarse lo suficiente como para que Inuyasha se enfocará únicamente en ella. Después de morderlo en el brazo derecho y lanzarlo contra varios árboles él se soltó del agarre y la golpeó en el dorso con uno de los troncos caídos, la tomó de su pata trasera con la intención de someterla para romperle el cuello pero a su olfato llegó un olor que atrajo su atención. De una manera despectiva y como si de cualquier basura se tratara solo lanzó a Kirara tan lejos como pudo entre la espesura de los árboles y salió en dirección a su nuevo objetivo.

En cuanto Shippo llegó a la aldea se topó con la misma barrera que habían creado unas horas antes. Grito el nombre de la anciana Kaede para poder entrar y en cuanto ella lo oyó permitió el acceso al pequeño kitsune.

-¡Anciana Kaede, Inuyasha nos atacó! Se ha transformado en Yokai pero no entiendo porque, él aún tiene a colmillo de acero y sin embargo...- Su pequeña voz se partió por el llanto. –Sango y Miroku están gravemente heridos y no sabemos cómo detener a Inuyasha-

-Tranquilízate Shippo nosotros iremos por ellos. Preparen un caballo y una carreta para ir por ellos- Dijo la anciana Kaede a unos aldeanos que de inmediato acataron sus órdenes.

De la nada se escuchó un gran estruendo que llamó la atención de todos. Cuando llegaron hasta el lugar vieron la imagen de Inuyasha, las puntas de su cabello y sus uñas goteaban sangre que quedaba claro no era la suya, su sonrisa delataba la crueldad de sus actos para tener ese aspecto lúgubre con ese absorbente color carmín.

Sin anticipación arremetió contra el campo de energía que lo repelió. Pero eso no lo detuvo, lanzó sus garras de fuego en contra de la barrera que se mantuvo firme. Una exclamación de sorpresa salió de los labios de los espectadores al otro lado de la barrera cuando Inuyasha desenfundó a colmillo de acero y está se transformó en la imponente espada. En ese momento Kaede tuvo miedo, seguramente arrasaría con todos ellos y ella no podría detenerlo. Colmillo de acero se tornó de un color rojizo, parecía que el tono estaba presente en todos esos incidentes.

-¡Retrocedan!- Grito Kaede que se plantó frente a Inuyasha.- Shippo vayan todos al templo y no salgan de ahí.- miro al kitsune a los ojos y le regaló una sonrisa tan cálida y llena de fe.- todo estará bien Shippo-

Dicho esto volteo nuevamente a ver a los ojos rojos de Inuyasha y comenzó con un nuevo conjuro. Recitaba una y otra vez, tan frenéticamente que el aliento comenzaba a faltarle.

Inuyasha no se hizo esperar más, empuñó firme su espada y se dispuso a atacar. Kaede lo miró, lo miró con los ojos que lo vieron la primera vez cuando fue niña, con los ojos de esperanza cuando el la salvo de la muerte a manos de ese monstruo, lo miró como miro al asesino de su hermana, lo miró como a aquel Inuyasha que ya no estaba solo, al Inuyasha que siempre tenía a sus amigos y lo entendió. Regreso a su realidad, se encontraba mirando esos ojos rojos, nublados por el odio y entonces lo vio. Un resquicio de el Inuyasha que conocía seguía allí, pudo ver un ligero titubeo en sus acciones. El no lo deseaba, sea cual fuese la razón que ocasionó su transformación, el no lo quiso.

Un gruñido de frustración salió de los labios de Inuyasha. Era claro que en su interior estaba luchando por despertar y tomar el control de su cuerpo. Su cuerpo quedó inmóvil unos segundos, su mirada hacia el suelo y su espada aún empuñada con su mano derecha, solo se escuchaba su respiración agitada. Kaede lo miró esperando que lograra reaccionar.

Inuyasha trono los huesos de su mano izquierda al tiempo que soltaba un gran grito que rasgó las cuerdas de su garganta. Kaede supo que parte de su mente ganó .

Lo miró a los ojos y le regaló una sonrisa.

-Está bien, está bien Inuyasha...-

El ataque de colmillo de acero destruyo el campo de energía y todo lo que encontró a su pasos en varios cientos de metros. El lugar quedó en completo silencio después de eso, nada parecía tener vida en toda el área, cualquier resquicio de vida había desaparecido.

Inuyasha se quedó quieto mientras en su mente la verdadera lucha había comenzado. Después de eso salió corriendo lejos de ese lugar perdiéndose una vez más en el bosque.

FIN DE FLASH BACK

-Fue gracias a Kirara que llegamos a la aldea, a pesar de estar herida logró cargarnos y traernos consigo. Sango fue la única que mantuvo el conocimiento y limpio mi herida. Cuando desperté le pedí que no hablara de lo sucedido, pedí que nadie lo dijera. Sé que todo esto es difícil de creer pero fue lo que ocurrió señorita Kagome. Al parecer el conjuro que recitó Kaede sama, no fue para ella... lo hizo para proteger y ocultar el templo, ella supo que la barrera que cubría toda la aldea no resistiría el ataque de Inuyasha, pero si pudo ocultar y proteger el templo. Ella nos salvó la vida a todos nosotros.

Hubo un silencio total en toda la habitación que pronto fue interrumpido por grandes y dolorosos sollozos por parte de la joven Miko. Kagome se había mantenido callada durante el tiempo que escuchaba lo que le relataban. Cada palabra, cada oración ocasionaba en ella que el vacío en su estómago creciera. Sus ojos comenzaban a nublarse a causa de la aglomeración de lágrimas. Continuó escuchando con la esperanza que las cosas al final mejorarán, deseaba oír que al final, todo se resolvió y que Inuyasha estaba bien. Pero no fue así.

Kaede había muerto, sus amigos y varios aldeanos estaban heridos, la aldea completamente destruída e Inuyasha aún seguía vagando por ahí en su forma Youkai.

Era inevitable contener las lágrimas y sollozos, me era difícil creer todo lo ocurrido. Estaba asustada y un dolor estaba alojado en mi cuerpo y yo solo podía pensar una pregunta. ¿Que había ocurrido para que Inuyasha se transformará? Pues su espada no solo estaba con él, ¡se había transformado para atacar a humanos! Eso va en contra de todo lo que Colmillo de acero representa. No podía dejar de culparme, quizá si yo hubiera estado presente habría evitado todo eso.

-Lo siento...- Su voz sonó más ronca a causa del llanto. – Lo siento muchísimo- Kagome levantó su rostro para enfrentar las miradas, al tiempo que limpiaba con el dorso de su brazo los restos de lágrimas.

-Señorita Kagome, esto no es su culpa-

-Tampoco es su culpa- Dijo refiriéndose a Inuyasha. Ella lucharía por su inocencia. A pesar de oír todas esas atrocidades se negaba a creer que él lo hizo.

Los presentes la miraron de manera inquietante. No todos estaban de acuerdo con ella. Varios aldeanos parecían disgustados con la sola mención del nombre de Inuyasha; habían perdido sus hogares y su tranquilidad y no encontraban a otro culpable. Mientras otros solo sentían una gran tristeza por lo ocurrido, recurrir a la culpa no los ayudaría.

Kagome se dio cuenta de las miradas a su alrededor y entendió que no comprenderían. Se paró de manera brusca, su semblante cambio, mostrando decisión en su mirada.

-Iré a buscarlo-

*Escoliosis-Enfermedad de las vertebras.

**Kesa- es el manto morado que forma parte de su vestimenta.


¡Ta tan! Yo sé, algo violento. Pero solo vino a mi mente y
no me pude resistir. Esta cabeza loca suele tener estas ocurrencias. Es el primer Gore así que no sean tan malos. (Sé que para estas historias se necesita talento para narrar) Pero quise intentarlo. Las cosas ahora empiezan muy mal pero verán que termina divertido. Denle una oportunidad a esta historia. Espero sus respuestas para saber si debo continuar o morir como autora U.U. (Es mi primera historia totalmente creada por mi ^^)

Dejen sus Reviews, que para mí son mi mejor paga.

¡Ah! Si encuentran algún error ortográfico por favor haganmelo saber. ¡Tengo que corregir! (Soy muy mala con los acentos)

Nos estamos leyendo. DI.