Égida de un ruiseñor.
Disclairmer: Harry Potter no me pertenece, todo es propiedad de JK y de Warner, yo sólo me entretengo. No gano más que satisfacción personal al escribir esto.
Sinopsis: [AU a partir desde el quinto año.] Cuando Harry Potter nota que hay algo extraño en la casa de Slytherin ya es demasiado tarde; el Devotio ha comenzado y la cuenta atrás está por terminar. El sacrificio está hecho, las cartas ya están en la mesa y el juego por la supervivencia está acabando, Harry sólo debe recordar no enamorarse de uno de sus contrincantes.
N/A: Bueno, este es mi primer fic Drarry, y el primero que escribo en muuucho tiempo. Espero les guste, es una idea bastante loca que ha pasado por mi cabeza y he decidido comenzar a escribir.
Lo más posible es que haya una actualización por semana, pero no quiero prometerles nada al respecto debido a la carga académica que posiblemente tenga pronto. Sea como sea, me comprometo a no abandonar el fic.
Este fanfic es Slash/Yaoi. Contiene escenas para mayores de 18, las cuales estarán previamente señaladas en la mayoría de las ocasiones. Si cualquiera de los tópicos no es de su agrado, el botón de "atrás" está en la parte superior izquierda de la pantalla de su pc y nada les impide irse.
¡Que lo disfruten!
"Diálogos"
Pensamientos
"Hechizos"
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Capítulo I: Construir una salida.
Do you ever wish you'd never been born?
Rant, Chuck Palahniuk.
Mansión Malfoy, biblioteca central. Verano antes del sexto año.
El tiempo se estaba escapando.
El peso sobre sus hombros se hacía cada vez mayor, las miradas de orgullo que su padre le dedicaba al momento de hablarle se estaban volviendo insoportables, los "Draco, pronto vas a demostrar el valor de los Malfoy" que su madre le dejaba caer de cuando en cuando le estaban volviendo loco. Su familia caminaba directamente hacia su perdición y no podía hacer en razón a sus progenitores para que, por una vez en su vida, viesen más allá de sus propias narices e intentasen visualizar todo el cuadro.
Voldemort no cumpliría ninguna promesa, ese hombre (¿Era posible todavía llamarle así?) estaba loco.
Suspiró, cerrando sus ojos al tiempo que cerraba tras de sí la puerta del único lugar en el cual todavía se sentía a salvo. Sus finos y largos dedos se cerraron en torno al pomo de oro, acariciándole distraídamente, buscando el confort que esa familiar acción solía traerle.
No pudo encontrarlo. Ya tenía dieciséis años y, con cada día que pasaba, su libertad se reducía un poco a poco, evaporándose junto a su esperanza. Si la vida fuese un reloj de arena, el suyo ya estaría entregando sus últimos granos a la gravedad de un destino inamovible.
Horas después de que cumpliese la mayoría de edad su padre le haría arrodillarse frente a Voldemort y desnudar su antebrazo, jurando fidelidad a una causa que no era la suya. Luego le harían asesinar por primera vez, o quizá el orden se invertiría y su varita lanzaría un rayo verde que asesinaría dos almas a la vez. La de su víctima inocente y la suya propia, si es que lograba realizar el hechizo. Dudaba que el castigo por su eventual falla fuese algún hechizo legal.
Qué gran regalo de cumpleaños. Bufó internamente, dejando ir la cabeza de águila que servía a modo de pomo y caminando hasta su escritorio favorito.
Seguramente el resto de Slytherin estaría a su lado, meditó mientras tomaba asiento, esperando su turno para que la guillotina cayese sobre su cabeza. Él sería el primero, como buen Malfoy y cabecilla no oficial de los Slytherins en Hogwarts tendría que dar el ejemplo para que sus compañeros supiesen cuál era el camino correcto a seguir. El paraíso sin muggles que el Señor Oscuro prometía no era más que una mentira, un sueño utópico que se desmoronaría en cuanto se completase. Si Voldemort tuviese dos dedos de frente habría escogido un plan distinto, uno en el que la prioridad fuera obtener el apoyo de la comunidad mágica y ésta le siguiese ciegamente. Cualquier persona con algo de sesos sabe que torturar y asesinar personas definitivamente no trae una buena imagen; aunque sus padres se negasen a verlo y continuasen apoyando la búsqueda de una nueva era.
Una nueva era que, si todo seguía como estaba en ese momento, no lograría ver.
Demonios.
Dejó caer su cabeza sobre sus brazos, apoyando los mismos sobre el escritorio en el cual había pasado gran parte de su infancia y adolescencia, tanto buscando soluciones como intentando escapar de las mismas. El deseo de volver a aquella época le invadió, pero sabía que huir de los problemas no lograría que los mismos desaparecieran. Tampoco tenía fuerza para luchar contra ellos, no cuando sabía cómo sería su futuro si algo no cambiaba en los próximos días, no cuando la esperanza se escapaba entre sus dedos como si fuese agua.
"Los Malfoys no se rinden" solía decir su abuela cuando iba a visitarle a Francia, aprovechando la necesidad de comprar de su madre y las horas de reunión de su padre para pasear juntos y comer algunas pastas dulces. "Los Malfoys toman un problema, lo desbaratan a base de lo que sea necesario y luego le hacen disculparse por hacernos perder el tiempo, mi Ángel."
"¿Y si el problema no quiere?" Había preguntado aquella vez, sentado frente a la anciana en una banca en los jardines.
"¿Qué clase de ser, cosa o bestia le negaría algo a un Malfoy, Draco querido? Si la vida te da jugo de calabaza, le lanzas "Crucios" hasta que obtengas lo que quieras." Fue la respuesta que la mujer dio con una amplia sonrisa en sus labios, tomando un breve sorbo a su taza de té antes de añadir: "Y, por supuesto, debes hacerlo ver como si la vida te hubiese pedido que la hechizases. Siempre elegante, mi Ángel, siempre digno."
Adhara Malfoy era una mujer aterradora si no se le conocía bien, conocida en los círculos sangre pura franceses como La Muerte Dorada, pero adoraba a su único nieto y siempre tenía tiempo para consentirle a escondidas de su hijo. Consentirle y enseñarle todo lo necesario para sobrevivir, a decir verdad, y en esos momentos Draco realmente necesitaba sus galletas con chispas de chocolate y sus sonrisas que ocultaban miles de secretos.
Estaba perdido sin su abuela, incapaz de comunicarse con la misma por obra de su padre tras una pelea que ambos Malfoy habían tenido. Lucius bloqueó toda entrada a la mansión que no fuese previamente supervisada por él y la Red Floo estaba vigilada constantemente por elfos leales al patriarca. Su águila mensajera había sido confiscada, por supuesto, y estaba completamente seguro de que en ese momento había alguien vigilando que no se acercase a la Lechucería.
"No debo rendirme..." Se dijo a sí mismo, aún con su cabeza enterrada en sus brazos. Su abuela nunca le perdonaría si se dejaba asesinar, posiblemente sería capaz de hacer algún ritual para revivirle y hacerle pasar por alguna tortura antigua antes de devolverle al mundo de los muertos. Además, claro está, del dolor de saber que había decepcionado a la única persona en el mundo que le interesaba aunque fuese un poco. En silencio, aún sin tener clara cosa alguna, meditó sus opciones.
Si tomaba la marca, el resto de Slytherin desnudaría su brazo y se entregaría sin chistar. Si desertaba, el resto de la casa lo seguiría por mera costumbre. Lo sabía, al igual que Voldemort, al igual que su padre, y por eso ambos se enfrascaban en mantenerle complacido con la causa. No, el Señor Oscuro no necesitaba que alguien más hiciese el trabajo de convencer nuevos seguidores; pero sería mucho más fácil si sus nuevos reclutas ya tenían un sistema de jerarquía establecido y sus posiciones de combate ya claras.
Si la vida fuese un tablero de ajedrez, él sería un peón a un movimiento de convertirse en reina.
"Joder, joder" gruñó antes de, tras levantarse abruptamente, golpear una de las estanterías cercanas. Sus nudillos se resintieron por el golpe, posiblemente tendría las marcas de aquello en unas cuantas horas, pero había algo que distrajo su atención de su futura mano hinchada. Un par de libros habían caído por el impacto, de esos tomos grandes y viejos que nadie saca por la pereza de devolverlos a su antigua posición.
Uno de ellos estaba abierto, mostrando sus hojas amarillentas y desnudas en dirección al heredero Malfoy.
No pudo evitarlo. Tras ver la imagen que el libro enseñaba y las palabras escritas en una esquina se lanzó a reír como si no hubiese mañana.
Al universo le gusta jugar conmigo, es definitivo. Pensó en cuanto logró sosegarse, apoyando su mano izquierda sobre su estómago por reflejo. Su abdomen dolía, pero se sentía más ligero y ya tenía una idea clara de qué era lo que debía hacer.
Sólo necesitaba un plan.
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Llamar a reunión de emergencia había sido considerablemente fácil. Tres cartas, una breve charla con Narcissa avisando que tendrían invitados aquella tarde y asegurarse de que su padre no estuviese en casa fueron todos los preparativos. Una hora después de que la última carta fuese enviada el sonido de alguien llegando por Red Floo le hizo saber que la primera parte de su plan había salido perfectamente.
Para su disgusto, aquella era también la parte más sencilla.
El segundo problema era cómo introducir el tema. 'Hey, dejemos a Voldemort y encontremos un modo de salvar el pellejo sin tener que luchar contra mamá y papá' no era un buen modo de comenzar, eso estaba claro. Tenía fe en que sus tres amigos no iban a defraudarle, habían jurado mantenerse juntos el verano antes de entrar a Hogwarts y hasta el momento todos habían cumplido con aquello; pero apoyarse mutuamente dentro del castillo y planear una revolución eran dos cosas muy distintas.
Especialmente si todos eran hijos de mortífagos.
"Bien, tenemos que encontrar un jodido modo de salir de esta mierda". Fue el modo en el que Draco Malfoy rompió el silencio que había inundado la habitación. El segundo problema estaba solucionado y ahora sólo quedaba uno: cómo hacerlo.
No eran necesarias más explicaciones, todos sabían de qué estaba hablando el heredero Malfoy. La guerra contra Voldemort se estaba volviendo cada vez más sangrienta y no pasaría mucho tiempo antes de que sus padres les llevasen ante su Señor para jurarle fidelidad eterna.
Y, de paso, convertirse en trozos de carne a su disposición.
"¿Qué sugieres hacer, Angelito? Te recuerdo que no somos precisamente galeones" Theodore Nott fue el primero en hablar, pasando sus ojos verdes por el rostro de los presentes. La idea de 'pasarse' al bando de Dumbledore y su Orden estaba completamente descartada, no había modo en el que aquello fuese a terminar bien. Posiblemente los usarían como carnada para atrapar a sus padres, o les pondrían un guardaespaldas inútil que fingiría caer víctima de un "Desmaius" ante el primer ataque.
No, no podían contar con la Orden del Fénix (de la que, aunque sus miembros no supiesen, los mortífagos sabían todos sus movimientos), y buscar ayuda dentro de los miembros de Voldemort claramente estaba fuera de cuestionamiento.
"Snape podría ser de ayuda", sugirió Pansy tras unos instantes en silencio, "aunque todavía no tengo claro si está con Dumbledore o con el Señor Oscuro".
"Snape le lame el culo a ambos, Pans, y no sería capaz de sacarnos sin echar a perder todo su trabajo. No, Snape no es una opción tampoco."
Sin darse cuenta, las manos de Draco se habían vuelto puños tras la mención de su padrino por parte de Theo. No era su persona favorita en el mundo, pero sabía que había estado cuidándole a su propio modo y se lo agradecía (claro, jamás lo diría en voz alta), así que prefería evitar ponerle en una situación más complicada de la que ya estaba.
Los siguientes tres minutos fueron en silencio, cada uno de los cuatro presentes deliberando internamente sobre cuál sería el mejor modo de actuar. Sólo eran cuatro, tampoco contaban con gran cantidad de magia (a excepción de Draco, pero él no podría salvarlos a todos por su cuenta) y sus conocimientos eran limitados.
"Si tan solo pudiésemos quitarle la magia…" Se quejó Blaise antes de tomar asiento en el suelo, sus piernas cruzadas frente a él mientras sus labios formaban un puchero. Pansy y Theo, sentados respectivamente en una silla y en un cojín, ignoraron aquello, concentrados en buscar alguna solución que les brindase alguna oportunidad de salir vivos. "Sería tan fácil y gracioso. Imaginen, Potty lanzándole un "Ridikkulus" y el Señor Oscuro incapaz de defenderse…"
"Es una buena idea" La voz del único rubio presente hizo que los demás volviesen su rostro hacia él, tres pares de ojos mirándole desorbitados y tres bocas que no podían encontrar las palabras correctas para explicar a su amigo que aquello no iba a salir bien. "No, no, escúchenme." Se apresuró a explicar el rubio en cuanto vio sus reacciones, completamente seguro de que sus amigos pensaron en enviarle a San Mungo "Si le quitamos su puta magia todo estaría solucionado. No más Señor Oscuro y no más preocupaciones por ciertas personas. "
Más silencio, esta vez con tres Slytherins mirando fijamente a un cuarto de ellos como si le acabase de salir una segunda cabeza.
"Draco, ¿te das cuenta de que eso es imposible?"
Una sonrisa sarcástica se dibujó en los finos labios de Malfoy. Pansy le imitó a los pocos segundos mientras que el único italiano del grupo se echó a reír en voz baja.
"Theo, somos Slytherins. Nada es imposible."
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Hogwarts, Gran Comedor. Cinco semanas luego del inicio del sexto curso.
Había algo extraño en los Slytherins.
Ya habían pasado más de cinco semanas desde el inicio de curso y todos los días habían sido maravillosamente tranquilos.
Sospechosamente tranquilos.
Todavía había algunas peleas, especialmente iniciadas por Ravenclaws o Gryffindors en búsqueda de liberar algo de tensión, pero la casa de Slytherin se había mantenido a un costado de todo enfrentamiento. Apenas hablaban en clase, nunca iban solos y (según lo que algunas Hufflepuff habían comentado en su sala común) ya no celebraban aquellas fiestas ilegales por las cuales eran tan famosos.
"Sospechoso", fue todo lo que Harry dijo en cuanto Lavender le comentó que incluso los de séptimo año se habían unido a la idea de ir siempre en grupo.
Su mente trabajaba rápidamente, estaba seguro de que el comportamiento de los Slytherins significaba que estaban planeando algo. Y fuese lo que fuese que estuviesen planeando, seguramente terminaría afectándole de algún modo.
Especialmente tomando en cuenta que Malfoy, ¡Malfoy! no le había dedicado más de una mirada desde el principio de curso.
Mientras más tiempo se mantengan así, más grande será su plan. Pensó antes de beber algo de su jugo de calabaza, ignorando las miradas preocupadas que recibía por parte de Hermione y Ron. Ya tendría tiempo de explicarles su razonamiento, en ese momento sólo le apetecía comer y echar miradas de reojo a las puertas del Gran Comedor a esperas de que algo, o alguien, llegase.
Todos sus problemas, por supuesto, se reducían a la existencia de cierta cabellera rubia.
"Harry, ¿has avanzado en el ensayo de pociones?"
La voz de su mejor amiga le hizo dejar sus pensamientos de lado y concentrarse en lo que estaba ocurriendo en la mesa de Gryffindor, al menos, por unos instantes. Su plato estaba aún a medio comer, la comida seguramente ya algo fría, y estaban sentados en medio de un grupo de primer año. No había modo de fingir que no le había escuchado, por lo que decidió dejar aquello de lado y mirar a la chica.
"Hermione, lo hicimos juntos ayer. Tú misma lo corregiste, los errores en el uso de la Amortentia, ¿te acuerdas?." Le recordó con una suave sonrisa, de esas que aseguran que todo irá bien. La mueca de fastidio que recibió como respuesta fue todo lo que necesitó para saber que tenía permiso para seguir en su mundo.
Ahora, ¿qué pueden estar haciendo? Quizá intentan ganar la confianza de todos… O quizá están preparando alguna clase de poción que necesite mucha gente.
Todos sus pensamientos se redujeron a cero en cuanto vio entrar a Malfoy, rodeado por Nott, Zabini y Parkinson en vez de los habituales Crabbe y Goyle. El rubio ni siquiera le dedicó una mirada mientras avanzaba a su mesa, aunque Harry notó que sus tres acompañantes se dieron el tiempo de hacer un par de gestos en dirección a su mesa antes de volver su atención a su camino. Los ojos verdes del Gryffindor siguieron su avance, sólo dejándoles en paz una vez que cada uno estuvo ocupando su lugar respectivo.
Eso había sido lo más cercano a una afrenta con Slytherins que había tenido desde el comienzo del año escolar.
"Viajan como manadas, nunca menos de cinco, siempre con dos de sexto o séptimo vigilando a los menores." Escuchó decir a uno de los de primer año a sus amigos en cuanto el grupo de Sly estuvo suficientemente lejos. Pronto uno más, de segundo o tercero, se unió a la conversación.
"No salen de su sala común más que para comer e ir a clases, ¡ni siquiera están en la biblioteca!"
"¿No crees que es hermoso, Harry?" La voz de Ron le hizo volver su atención a su sector de la mesa, "cinco semanas en clases y ni un solo problema con las serpientes. Incluso podrían darles un premio por ser la casa más huidizzzza y sssilencciioossa."
Las risas de los de sexto y séptimo siguieron al comentario del pelirrojo; Hermione bufó antes de enterrar su rostro en algún libro y Harry sólo movió su cabeza afirmativamente.
Definitivamente los Slytherins estaban preparando algo.
Y él iba a averiguarlo.
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El lugar del sacrificio. Viernes 4 de Octubre.
Los gritos no se detenían, pero el resto de los legionarios había aprendido a ignorarlos con el paso de los días. Sabían que no podían ayudar al General en su tarea, no al menos en la parte que implicaba soportar el dolor producido por su batalla. Mas podían ayudarle de otro modo, manteniendo la cabeza baja y sin llamar la atención del resto del mundo.
No malgastar magia, esa era la regla más importante.
"Voldemort va a matarnos a todos", había anunciado su líder en su primer encuentro, semanas atrás, luego de que les hubiese explicado con cuidado cuáles serían las consecuencias reales de todo lo que estaba ocurriendo.
"Nadie va a salvarlos, nadie va a venir a buscarlos. Les van a torturar, verán gente ser asesinada antes de que ustedes mismos sean la víctima. Sus padres, sus hermanos, su familia y amigos; todos van a caer, uno por uno, hasta que no quede nadie vivo."
La verdad había sido cruda y dolorosa, su orgullo, sus principios, todo destruido por las palabras de la persona que, en teoría, debería estar guiándolos en la dirección opuesta.
"¿Alguna vez le han visto tener piedad? ¿Le han visto ser algo remotamente cercano a un ser humano?"
"¿Qué creen que hará cuando fallen? Porque van a fallar, son humanos y tarde o temprano cometerán un error, por más pequeño que sea. Y su vida va a depender del humor que un lunático tenga cuando ocurra."
La vida de su General era hipnotizante. Poderosa, llena de pasión y seguridad. Casi adictiva, para quienes no estaban acostumbrados a ella. Pero aquello no era lo que les hizo confiar en él, por mucho que sus palabras tuviesen sentido y supiesen que a su lado era donde más oportunidades tenían de sobrevivir.
No, lo que les hizo confiar en él fue otra cosa.
"Ustedes no serán nada para él, no SON nada para él. Podrían morir ahora y no le importaría, podrían haber muerto ayer y no se habría enterado. ¡El señor al cual tanta reverencia le tienen ni siquiera sabe que existen!"
Fue el modo en el que sus ojos se fijaron en cada uno de ellos, al menos una vez, durante todo su discurso. Aquellas pupilas negras fijas en su rostro, dejándoles ver personalmente la sinceridad en ellas, la pasión. Y la desesperación de saber que era la única opción que realmente tenían.
"Nadie va a ayudarles, nadie ha querido hacerlo y cuando todo acabe estaremos solos nuevamente. Entregaremos nuestro dinero, nuestro honor, con tal de mantener la vida. ¡Y lo tendremos que hacer, sea quién sea que gane! ¡Voldemort no sabe que existen! ¡A Dumbledore no le importan! ¡Están solos, son los olvidados, son magos y brujas a los que ninguno de los dos va a recordar ni mañana ni en diez ni en veinte años!"
"Pero… Pero yo estoy aquí, frente a ustedes. Y sé tu nombre, Marcus, y sé el tuyo, Francesca, y el tuyo, Donatella. Y sé que el rubio que está a la izquierda de Siara se llama Paul, y el que está a la izquierda de Paul es su mejor amigo Brandon."
Y los fue nombrando, uno a uno, tocando el botón necesario para ganarse la lealtad de cada uno de los presentes. Incondicional, ciega.
"Yo estoy aquí, yo me acuerdo de ustedes. ¡Me acordaré de ustedes cuando muera! Y si deciden apoyarme, me acordaré de cada uno de ustedes cuando salgamos de esto."
Y lo había cumplido. Incluso semanas después de su juramento, el General (como insistía que le llamasen cuando se referían a él) recordaba cada uno de sus nombres, comía con ellos y se aseguraba de mantenerse al día de cada una de sus necesidades. Les enseñaba cada vez que le era posible, o dejaba todo orquestado para que alguien más lo hiciese.
Estaban orgullosos de él, de lo que había logrado, de lo que estaba haciendo con tal de salvarles. Estaban orgullosos de su tenacidad, de su resiliencia, de que se levantase cada mañana a pesar de que todos supiesen del dolor por el que pasaba cada noche.
Estaban orgullosos de ser sus legionarios.
Y harían cualquier cosa por él.
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NT: Bueno, eso fue todo por el momento. ¿Les ha gustado? Espero que sí~
Bien, para hacer esto más interesante podemos hacer un pequeño juego. Haré algunas preguntas, quien sea la primera persona en tener alguna respuesta buena tendrá un pequeño adelanto de lo que va a pasar próximamente en el fic, ¿les parece bien?
Primera pregunta: ¿Qué canción creen que fue la inspiración para este capítulo? Pista: La primera frase del capítulo es parte de su letra.
Segunda pregunta: ¿Qué imagen era la que el libro mostraba y por qué?
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
Pai pai~
