Mi Prioridad.

-¿Disculpa?- dos cejas blanquecinas se alzaron al escuchar la alocada proposición de Shiba Kurosaki Isshin, un simple médico clínico o eso aparentaba ser. -¿Quieres que me case con tu hija para restaurar el poder de tu clan?- lo miró con desprecio. –No te creí capaz de caer tan bajo como para ofrecérmela como si fuera un trofeo.- ¿pero en qué estaba pensando este idiota?

-Me has malinterpretado, Toshiro.- el hombre se limpió el sudor de la frente, dejando denotar su nerviosismo. –Me separe del poderoso clan Shiba en mi juventud para casarme con Masaki, la única sobreviviente de la familia Kurosaki que era una rama del clan Ishida. Nuestros clanes vieron mal nuestro matrimonio y nos desheredaron, pero con el tiempo fueron perdiendo fuerza y el clan Ishida casi desaparece mientras que el Shiba está luchando por volver a ser uno de los cinco grandes clanes Yakuza. Ahora que Masaki no está y mi primogénito Ichigo se casó con el gran clan Kuchiki, los Shiba esperan que yo sea el cabecilla para aliarnos con los Kuchiki y retomar el status, pero eso pone a mi familia en la mira.- apretó los puños. –Yuzu está bajo la protección de Urahara que forma parte del clan Shihoin al haberse casado con su hijo Jinta, pero Karin está indefensa… Los Shiba aún no recuperan su poder y tardaran bastante en hacerlo, mientras tanto, Karin es vulnerable.- lo miró suplicante. –Sé que sientes algo por mi hija Toshiro, por eso te pido que te cases con ella y la protejas de estas épocas de tensión entre clanes que se avecinan.-

-Entiendo perfectamente tu punto, sensei.- suspiró. –Pero aun así lo que me pides es una locura. –Soy uno de los líderes de pandillas del clan más poderoso, y tengo mucha influencia, es cierto, pero estoy bajo órdenes de Yamamoto. No puedo hacer nada sin el consentimiento de ese viejo, mucho menos casarme y menos sí es para asegurar la protección de una heredera del clan Shiba.-

-Las órdenes del clan del Gotei 13 se discuten entre el comandante y los doce capitanes, existe una posibilidad aun sí no es lo que el viejo desea. Además, no tienen por qué saber que te casas con ella para protegerla, Rangiku se ha encargado de hacerle creer a todo el mundo que estás locamente enamorado de Karin y estoy seguro de que al menos te gusta. Simplemente di que te casas con ella por amor y no te interesa en absoluto si es heredera del clan Shiba o no.- propuso seriamente.

-Es verdad que ella me gusta.- admitió. –Pero tenía planeado casarme con una mujer que me beneficiara más, en este momento Karin es más una carga que un beneficio. Sí me caso con ella deberé protegerla y tal vez pierda alianzas. Me pides mucho, Shiba-sensei. Encuentra a otro para que la proteja.- apreciaba a Karin, pero casarse con ella interferiría demasiado en sus planes.

-Toshiro… No quería tener que enseñarte esto, pero no me dejas más opción.- metió la mano en la manga de su Kimono y sacó una fotografía que se deslizó por la mesita de cristal que se interponía entre ellos. –Esto le hizo una pandilla enemiga a mi hija hace un mes. Observa y luego decide sí me ayudaras o no.-

Antes de dirigir sus ojos turquesas a la fotografía que había lanzado hacia él, Hitsugaya Toshiro supo de antemano que no le iba a gustar lo que vería. Y si, definitivamente no le gusto para nada.

Shiba Kurosaki Karin, de solo diecinueve años, una chica que conocía desde sus tiernos once años, se podía ver recostada en una cama de hospital con su blanco rostro lleno de moretones y una venda envuelta alrededor de su cabeza, con su labio inferior partido y un largo corte en su mejilla.

Una furia ciega lo invadió de pies a cabeza, sus puños se apretaron fuertemente y algo dentro de él juró vengarse horriblemente de todos y cada uno de los malditos que se hayan atrevido a ponerle un dedo encima. Tomó aire para calmarse y luego miró con furia contenida al padre de la chica herida estudiante de medicina.

-Eres un bastardo.- estaba a un pelo de perderle el respeto a aquel que fue su mentor antes de que se uniera al clan más poderoso de los Yakuza de ciudad Seireitei. -¿Por qué me muestras esto? ¿Quieres que me sienta culpable por tus errores?- el mayor bajo la cabeza con culpa y vergüenza. –Sí que has caído bajo. Sabes que sí aceptó esto Karin nos odiara a los dos. Pero bien, tú ganas.- escupió con rencor. –La desposare y la protegeré. Pero a cambio, quiero que rompa cualquier lazo tanto con los Shiba como con los Kurosaki, ella será una Hitsugaya y nada más.- el ver la mirada horrorizada de su ex mentor lo lleno de un sentimiento de satisfacción. –Es mi máxima condición. Sí quieres que la proteja entonces renuncia a ella por completo, será solo mía.- su tono era firme sin dejar lugar a replicas ni lloriqueos.

-De acuerdo.- el pelinegro sonrió tristemente. –Le diré que todo esto es mi culpa, porque en realidad lo es. Entonces tal vez ella no te odie tanto. Tal vez en el futuro ustedes puedan…- decidió frenarlo antes de que siguiera diciendo tonterías.

-Ni te atrevas a decirlo.- lo fulminó con la mirada. –Este es un matrimonio con motivos de interés por la seguridad de tu hija. Ella me gusta, pero quería casarme con otra. Será una carga para mí y mis planes. Tienes suerte de que tenga aprecio por tu hija, pero no quiero volver a verte la cara, Shiba.- se levantó de golpe de su asiento. –Matsumoto se encargara de todo respecto a la ceremonia, yo tengo que convencer al líder del clan y los líderes de pandillas, así que de nuevo gracias por poner de cabeza mi vida.- sin más cruzó la puerta y cerró la misma de un portazo.

Se marchó pisando fuerte. Este matrimonio sin duda será un obstáculo en todas sus estrategias, si fuera por él habría mandado a Isshin al diablo, pero Karin no tenía la culpa del mundo podrido en el que ellos vivían, y no soportaría que un unos meses le llegara la noticia de que esa hermosa joven llena de vida había muerto a manos de algunas bestias sanguinarias sin valor cuando él podría haber hecho algo al respecto.

Se subió a su auto más usado con el que daba cara a la sociedad la mayor parte del tiempo. El auto del capitán de la policía. Su fachada de protector de la ley seguro no se vería beneficiada al involucrarse con la hija de un futuro líder de un poderoso clan Yakuza, más desventajas de esta unión de último momento.

Costó convencer al viejo Yamamoto de que su matrimonio con la hija menor de Shiba Isshin era por amor, pero con la ayuda de Ukitake y Kyoraku finalmente se ganó el favor de la mayoría de los líderes y el matrimonio fue aprobado al prometer que ella rompería todo vínculo con su familia.

Matsumoto y Hinamori estaban absolutamente extasiadas con planear su boda, pero a pesar de sus insistencias él no dejó que organizaran ninguna cita para ver a Karin. La boda tardó un mes en realizarse desde su reunión con Isshin, y solo al estar parado en el altar listo para casarse fue que la vio por primera vez en meses.

El velo tapaba su rostro, pero por su postura podía notar que ella no estaba contenta. Cuando levantó el velo, pudo confirmar al ver sus ojos tristes que esto no era lo que ella deseaba pero se alivió de que fuera capaz de fingir una sonrisa para contentar al público.

Besarla fue más gratificante de lo que pensó. Sus labios eran suaves y cálidos, se alegró de que ya se hubiera curado de sus heridas, pero aun así la besó brevemente para asegurarse de que no la lastimaría pese a que no le hubiera molestado continuar.

La fiesta pasó bien en un ambiente de fingida alegría por parte de los recién casados. Cuando la llevó a su casa, también la llevó a su habitación esperando no recibir una bofetada por su siguiente propuesta pero le parecía necesario para no correr riesgos.

-¿Quieres que duerma en tu habitación, en tu cama, contigo?- al verla alzar ambas cejas con frialdad, suspiró, mentalmente agradeciendo que no lo hubiera dejado sin descendencia al menos hasta el momento.

-Nadie puede sospechar que este matrimonio es una farsa.- ella se estremeció ante la palabra, pero él continuó. –Ni los sirvientes, ni Matsumoto ni Hinamori. Nadie. Prometo que no te tocaré, y a cambio te pido que por favor no me toques. La cama es lo suficientemente grande para que dos personas estén cómodas así que por favor no hagas un escándalo al respecto.-

-No planeaba hacerlo.- se sorprendió al verla encogerse de hombros. –Ya debes saber que me gustas, ambos somos adultos y no es como si fuera virgen.- frunció el ceño ante sus palabras tan despreocupadas. –Sí quieres hacer esto más realista y consumar el matrimonio, no me opondré.- sonrió descaradamente.

Decir que estaba sorprendido era decir poco, pero sus palabras despertaron un lado más posesivo que seductor en él, por lo que no lo pensó mucho y antes de darse cuenta la tuvo desnuda entre sus brazos en su cama, gimiendo contra su boca mientras sus cuerpos se fundían en uno.

-Mentirosa…- la fulminó con la mirada mientras la miraba acurrucarse en su pecho con una sonrisa satisfecha después de un par de horas de mantenerlo despierto en la madrugada. –Definitivamente eras virgen.- ¿por qué le había mentido? No podía pensarlo.

-Sabía que sí no decía eso no hubiéramos acabado así.- su sonrisa era tan malvada como encantadora. –Tal vez este sea un matrimonio de conveniencia, pero quiero dejarte en claro que ahora eres mío.- su sonrisa se disolvió mientras lo miraba con seriedad. –Y sí te veo con cualquier otra mujer, te castrare.- su tono dejaba en claro que hablaba completamente en serio.

-De acuerdo. Pero lo mismo aplica para usted, Hitsugaya-san.- el sexo sin duda lo había puesto de mejor humor.

El sonido de su risa burbujeante lleno la habitación y él por un momento olvidó todas sus preocupaciones y se dejó llevar por la juventud y energía de esta adorable mujer de diecinueve años, aunque no es que él fuera viejo, solo tenía veinticinco, pero tener tantas responsabilidades pesando en sus hombros ya le habría sacado canas si no tuviera el pelo blanco.

No había planeado tener luna de miel, pero luego de su genial noche de bodas decidió tomarse un par de días libres para pasarlos con ella. Fue como un sueño del que no quiso despertar, unos breves momentos de paz y placer que pasó junto a ella, pero luego la realidad volvió a golpearlo en la cara.

Su jefe en la policía lo llamó un día a su oficina y le reclamó por su reciente unión con una heredera de una familia que estaba siendo investigada. Era obvio que no estaba contento, por lo que tuvo que volver con el cuento de que estaban locamente enamorados el uno del otro y se había desvinculado de los Shiba.

-Tenga mucho cuidado, capitán Hitsugaya.- el jefe de la policía, Hirako Shinji, alzó su ridícula boina para mirarlo con ojo crítico. –Me costó mucho creerte cuando me dijiste que querías acabar con los clanes Yakuza infiltrándote desde adentro. Aun dudó de ti y tientas mucho a tu suerte con ese matrimonio tuyo. Esperó no arrepentirme de confiar en ti.- lo miró con ojos entrecerrados.

-No lo hará, jefe.- frunció el ceño. –Odio a los clanes Yakuza, uno de los líderes de pandilla del clan del Gotei 13, Aizen Sosuke, violó a mi hermana adoptiva cuando era apenas una adolescente ingenua, juré que todos los de su calaña sentirían la ira de mi venganza.- apretó los puños. –Quiero salvar a Karin de todo eso, ella no está metida en eso, y cuando el momento de la verdad llegue, le pediré que la proteja aun si yo muero.- inclinó la cabeza ante el rubio.

-Bien. Tienes suerte de ser mi único informante del Gotei 13, me eres tan imprescindible como Urahara Kisuke para acabar con esas malditas familias de una vez por todas.- se frotó las sienes. –Solo no olvides que tu prioridad es traerme información, no descuides tu trabajo por esa esposa tuya. Puedes irte.-

Se fue de la oficina con los puños apretados y su determinación más latente que nunca. Él iba a acabar con esas familias criminales, se lo había jurado desde que era un niño. Y desde que conoció a Karin, también había jurado que la salvaría de esa vida podrida que llevaban el resto de sus familiares. Había esperado que ella pudiera conocer a un hombre bueno en la universidad donde estudiaba, pero al final quedó atrapada con él que aún no se libraba de esas malditas cadenas.

Él no podía amar a Karin, no hasta librarse de todas las familias Yakuza, solo entonces se permitiría amarla y se la llevaría lejos donde no pudieran ser molestados y vivieran sin cargas en sus consciencias. Iba a salvarla de toda esa suciedad, se lo había jurado desde que conoció a esa niñita soñadora que lo obligó a jugar futbol y por primera vez en años le recordó lo que era la diversión.

Pero por el momento no podía arriesgarse a entregarle su corazón, ella se convertiría en una distracción y no podía permitírselo. Debía centrar su mente por completo en hacer caer primero al imperio del Gotei 13, luego al clan Kuchiki y Shihoin, después estaba seguro de que todo caería solo. Su trabajo era únicamente dar un ligero empujón y con la ayuda de Urahara y la policía lo lograría.

Pasaron los meses y su relación con Karin, que había empezado de lo más bien, se estaba yendo por el caño. Ella quería pasar tiempo con él y se lo reclamaba a cada oportunidad, pero él había optado por ignorarla. Finalmente había encontrado la forma de poner a Aizen contra Yamamoto, Ichimaru Gin lo estaba ayudando con eso pues él odiaba al tipo aunque no sabía de las segundas intenciones de Toshiro de ayudar a la policía, pero sí quería ayudar a hacer caer a Aizen.

Su esposa lo abofeteó por dejarla plantada en su aniversario, pero finalmente Aizen Sosuke, Tousen Kaname e Ichimaru Gin se separaron del Gotei 13 junto con sus respectivas pandillas y formaron su propio clan llamado Arrancar que le declaró la guerra al Gotei. Ichimaru estaba de su lado, pero solo Toshiro y su teniente en la policía Rangiku sabían eso.

-Sabes que lo nuestro es un matrimonio por conveniencia, Karin.- frunció el ceño al verla sollozando con la cabeza escondida entre sus rodillas. Se prohibió a sí mismo sentirse culpable. –No esperes que quiera ser un buen esposo. Agradece que te proporciono protección de los enemigos de tu padre.- se sentía una basura por hablarle así, pero en realidad el sentimiento no era nada nuevo. –No seas infantil. Sí quieres divorciarte no me opondré.- un nudo le apretó la garganta, pero no iba a retractarse.

-Se nota que no eres capaz de amar.- alzó la mirada con sus ojos grises repletos de lágrimas. –Y ya sé que no debería amarte, pero…-

-¿Qué? ¿Me amas?- le lanzó la más fría de sus miradas tratando de ocultar el miedo que le causaba la idea. Ella no debía amarlo. No.

-Estoy enamorada de tu recuerdo, supongo.- sonrió amargamente. –Solía ser tan feliz estando contigo, pero siento que mientras más tiempo pasó contigo y más me acercó, más tratas de alejarme.- se frotó los ojos. –Pero no puedo evitar aferrarme a cada pequeña migaja de afecto que me lanzas y me odio a mí misma por eso. Sí fuera más fuerte, me habría marchado de aquí y los habría mandado a la mierda a ti y a mi padre.-

-Sí, debiste hacer eso.- era la mejor opción para que se librara de esta ciudad y sus clanes malditos. –Aun puedes hacerlo, puedo organizarlo todo para que huyas y vivas cómodamente el resto de tu vida lejos de toda esta mierda.-

-El problema es que ahora no quiero irme. No sin ti.- una lágrima se deslizó por su mejilla. –Me odio por eso, pero te odio más porque sé que nunca me elegirás por encima de este montón de mierda como lo llamas. Estoy decepcionada de mí misma, pero más de ti.-

-Solo tienes que pedírmelo.- se lanzó a sentarse a su lado en la cama. –Solo pide que te mande lejos y lo haré, aunque me mate por dentro tenerte lejos lo haré. Porque cuando te conocí juré que no permitiría que te lastimaran como me lastimaron a mí y a mi familia.- tomó sus manos. –Solo pídelo y te libraras de todo esto, incluso de mí.-

-¡No quiero!- se zafó de sus manos con un movimiento brusco. -¡¿Por qué no lo entiendes?! ¡Soy una estúpida que no puede dejar de amarte a pesar de las cosas horribles que me dices!- las lágrimas comenzaron a bajar incontrolables por su bello rostro. -¿Pero por qué? ¿Por qué a veces me dices cosas tan hermosas y otras veces cosas horribles? No te entiendo y no puedo soportarlo pero a la vez no quiero perderte.- bajó la mirada. –Por favor solo dime… solo dime que soy para ti. ¿Soy tu esposa… o una carga?- lo miró suplicante. -¿Me amas o me odias? Dímelo por favor.-

Él la miró con completa seriedad, meditando qué hacer ahora. Ella estaba poniendo en crisis sus prioridades. No podía amarla, no todavía, primero tenía que deshacerse de la suciedad que impregnaba su alma.

-Karin, eres demasiado buena para mí.- le sonrió con ternura. –Tú aun tienes oportunidad de librarte de esta vida. Yo… hice dos juramentos en mi juventud que rigen la vida que llevó ahora. Uno fue que te alejaría del mismo destino que sufrieron todas las otras personas que ame. Y la otra promesa fue que dedicaría mi vida a vengarme de aquellos quienes lastimaron a las personas que amó y todos los de su calaña.- la miró con el ceño fruncido. –Y tendrás que perdonarme, Karin, pero mi prioridad es cumplir la otra promesa. No podré amarte y dedicar mi vida hasta que la cumpla.-

-P-pero…- su tono esperanzado lo hizo mirarla confundido. –Entonces, todo lo que tengo que hacer es esperar.- sonrió levemente. –Incluso si no soy la prioridad en tu vida por el momento… solo necesito esperar. Porque tú… tú eres mi prioridad.- la determinación brilló en sus ojos. –No importa qué, te esperaré.-

Sus ojos turquesas se ampliaron al escucharla tan segura y ver sus iris grises mirarlo con tanto amor, amor que él no merecía. Inevitablemente, su frío corazón empezó a derretirse. Acunó su mejilla en su mano y la besó con pasión que ella correspondió al instante, entonces ambos se entregaron mutuamente olvidando por un segundo todo lo demás, solo pensando en ellos y el amor que se tenían pero no podían declararse al menos por el momento.

A partir de ese día, ya con las cosas aclaradas con su esposa, Hitsugaya empezó a llevar una buena vida cotidiana sin necesidad de descuidar su trabajo. Ahora Karin era más comprensiva y no le reclamaba nada que no fuera comer la comida quemada que ella preparaba o abrigarse cuando el día estaba excepcionalmente frío.

Las cosas en la pandilla que él lideraba iban bien. Se suponía que su grupo de delincuentes se encargaba de apuestas ilegales, por lo que se concentraba en llevar bien ese negocio para que Yamamoto no sospechara. Por otro lado, las cosas en su empleo como capitán de la policía iban más que bien desde que Urahara llegó con un nuevo plan.

-Creí que cuando Aizen se separara del Gotei 13 ambos lados se debilitarían, pero todo lo contrario, han estado ganando fuerzas. Si siguen así serán los dos clanes más poderosos casi sin margen de diferencia. Y no nos conviene para nada que Aizen llegue a la cima o las cosas e pondrán aún peor de lo que ya están.- explicó el loco del sombrero para él y Hirako. –Al tener esto en cuenta he estado arriesgándome un poco y jugando por mi cuenta y finalmente conseguí buenos resultados.-

-Kisuke…- Hirako lo miró con ojos entrecerrados. -¿Qué demonios hiciste?-

-Solo conseguí que el clan Kuchiki y el clan Shihoin se pusieran de nuestro lado.- canturreó alegremente.

Esperen, ¿qué?

-Eso es imposible.- Toshiro lo miró con desconfianza. –Kuchiki Rukia y Shihoin Yoruichi nunca renunciarían al crimen organizado. No puedo creer que quieras…- el rubio mayor lo frenó casi abofeteándolo al abrir su abanico cerca de su cara.

-Con solo abrir la boca, capitán Hitsugaya, ya has cometido un error.- le sonrió burlonamente ante su mirada enfadada. –Kuchiki Rukia no es la líder del clan Kuchiki. El verdadero líder es Kuchiki Byakuya, su hermano menor, a quien tú podrías conocer mejor como el líder de la sexta pandilla del Gotei 13.-

-¿Senbonzakura?- se quedó sin aliento.

-Debí sospecharlo, sabía que ese mocoso se me hacía familiar.- Shinji sonrió mientras el albino no salía de su incredulidad.

-En cuanto descubrí a Byakuya, decidí comentarle los planes de Aizen de destruir al clan Shihoin y Kuchiki y adjudicarse sus tierras y recursos. Le dije que su única salida era colaborar con la policía puesto que el Gotei 13 era demasiado anticuado y arrogante como para darse cuenta de que realmente Aizen puede superarlos. Él estuvo de acuerdo y llegamos a un trato que nos pareció conveniente a ambos. Él dejara atrás el crimen organizado, pero debemos garantizar que conserve sus riquezas y proteger a su hermana menor.-

-Tener a Kuchiki de nuestro lado es una gran ventaja.- Hirako asintió solemnemente. –Accederemos a sus demandas y luego de detener a Aizen lo vigilaremos para asegurarnos de que efectivamente renuncie al crimen organizado. Pero por el momento es más importante acabar con Aizen y el Gotei 13.- reconoció.

-Reconozco que es cierto.- ¿era realmente buena idea confiar en Kuchiki Byakuya? Solo el tiempo lo diría, pero por el momento confiaría en el juicio de Urahara. -¿Y qué hay de Shihoin? ¿No quiso arrancarte la cabeza cuando descubrió que trabajabas con las policía casi desde el principio?- lo miró con una ceja blanquecina en alto.

-Mi querida Yoruichi-san siempre lo supo.- ambos se sorprendieron ante eso. –Ella odia ser la cabecilla del clan y está ansiosa por librarse de eso, pero su familia la ata. Ella planea ayudarnos ahora que tenemos más posibilidades con Kuchiki de nuestro lado, pero está limitada debido a que tiene que actuar a espaldas del resto de la familia. Aun así, su ayuda es muy valiosa.-

-Tiene razón.- Hirako volteó hacia el menor de los tres con autoridad en su mirada. –Con ellos tenemos más posibilidades que nunca de acabar con el Gotei y los Arrancar, y tú mismo Hitsugaya dijiste que hay posibilidades de que Ukitake y Kyoraku le den la espalda a Yamamoto cuando vean a los extremos a los que es capaz de llegar con tal de seguir siendo el clan más poderoso.-

-Muchas posibilidades.- asintió. –Ellos solo son proveedores de recursos y seguridad al Gotei, no son asesinos sanguinarios ni criminales despiadados como los otros capitanes. Confió en que sabrán de qué lado estar en el momento preciso.- al menos estaba seguro de Ukitake, pero tenía sus dudas respecto a Kyoraku.

-Yo también confió en esos dos, son hombres demasiado buenos en comparación con el resto de capitanes.- Urahara asintió. –Aunque Kyoraku necesita dejar de sacar provecho a los prostíbulos que maneja el Gotei, pero por lo demás no es tan malo.-

-Entonces está decidido. Empezaremos a planear la caída de Aizen y Yamamoto.- Hirako Shinji sonrió complacido.

Sin dudas tenían buenas oportunidades contra los clanes más poderosos, pero Toshiro empezaba a preocuparse de su posición en el Gotei 13. Últimamente algunos capitanes lo miraban con desconfianza y ya no tenía tanta información útil como antes, Yamamoto se limitaba a hablar con Soi Fong y Kurotsuchi para los trabajos sucios, dejándole más difícil su trabajo de frustrar sus movimientos.

¿Podrían estar sospechando? Sí lo hacían, estaba perdido. Encontrarían una forma de darle la más dolorosa de las muertes por traidor después de torturarlo y también matarían a toda su familia, eso incluía a Hinamori, Matsumoto y su esposa, por supuesto. Y no podía permitirlo. Había prometido que no dejaría que esos malditos Yakuza lastimaran a Karin como lastimaron a otras personas que amaba. Cumpliría su promesa a toda costa.

Sí bien quería derribar al Gotei y a Aizen, y no dejaría de quererlo, sabía que ahora, sí le daban la opción de abandonar la misión con tal de dejar vivir a su mujer, la abandonaría sin pensarlo. Después de dos años estando casados, la amaba más que a su propia vida aunque no aún no había sido capaz de decirlo. Mientras más se acercaba a la victoria de la policía sobre los Yakuza, más peligro corría su hermosa Karin y el miedo de que algo le pasara no lo dejaba dormir por las noches.

Despertó una mañana abrazado a la cintura de la mujer que amaba después de una noche apasionada y una pequeña sonrisa brotó en sus labios. Pese a que el miedo era una preocupación constante flotando en su subconsciente, ella era capaz de hacerlo olvidar toda su angustia con sus besos y la forma en la que sus ojos le decían que lo amaba pese a que sus labios no habían vuelto a decirlo.

-Mmm… buenos días.- ella despertó y le sonrió adormilada.

-Buenos días.- besó su frente. –Ven, vamos a desayunar.- la tomó de la mano obligándola a levantarse riendo cuando intentó protestar y seguir acurrucada en la cama. –Vamos, Karin, hoy quiero ir temprano a la oficina para regresar a tiempo para cenar. Lo hablamos ayer, ¿recuerdas? Tengo que aprovechar cuando hay poco papeleo por hacer.-

-Hmm, sí, lo que sea.- se levantó a regañadientes.

Pasaron un grato desayuno y compartieron incontables besos hasta que él decidió que ya era hora de irse y la besó apasionadamente a modo de despedida deseándole suerte en la universidad antes de marcharse a la jefatura de policía.

Estuvo todo el día en su oficina atendiendo asuntos tanto de su puesto de capitán en la policía como de líder de la pandilla de apuestas ilegales todo como parte de su misión para seguir teniendo la confianza de Yamamoto. Tal vez sí le traía más ganancias a ese viejo le compartiría algunos secretos que lo ayudarían a acabar con él y su clan de asesinos de una vez por todas.

A poco tiempo de terminar sus horas de ese día, Shinji entró viéndose agitado a su oficina. Pero lo más preocupante era la mirada en sus ojos y los papeles en su mano. Sin duda algo malo acababa de pasar, solo esperaba que nadie haya muerto o estuviera por morir.

-Esto es terrible, Hitsugaya.- Shinji azotó los papeles en su escritorio. –Uno de nuestros espías casi muere consiguiendo la información, pero finalmente pudimos confirmar que Yamamoto sospecha de ti.- los ojos turquesas se ampliaron. ¡Maldita sea! –Ya no nos sirves ahí adentro, todo se fue al traste con esa ligera sospecha. Nadie va a decirte nada útil, tal vez hasta te han estado dando información errónea, lo que explicaría varios fracasos recientes en nuestros operativos. Pero más importante aún, tienes que escapar. Escapa y llévate a tu familia lejos antes de que el Gotei decida tomar represalias.-

-¡Pero no puedo!- pese al miedo que invadió su corazón, chocó las palmas de sus manos contra su escritorio. -¡Debo matar a Aizen! ¡Debo acabar con el Gotei! ¡Si no puedo hacerlo como infiltrado lo haré como policía! ¡Tiene que dejarme hacerlo!- suplicó.

-Tal vez algún día pero ahora no es el momento.- lo miró con lastima. –Ya has hecho demasiado, déjanos el resto y huye con tu familia a un lugar seguro.- suspiró. –Te llamaré cuando ganemos más ventaja y sea seguro para ti volver, pero en este momento no tengo los medios suficientes para garantizar tu seguridad ni la de tu familia. Tu mejor opción es irte y rápido.-

El albino bajó la mirada y apretó los puños. Quería seguir protestando, pero el recuerdo de Karin sonriéndole esa mañana se lo impidió. Aun quería venganza, pero más que nada quería su seguridad. Tal vez fuera una buena idea pasar un tiempo ocultos y tener más tiempo para ellos como matrimonio, brindarle un poco de la atención que le había faltado estos dos últimos años.

-De acuerdo.- asintió cabizbajo. –Gracias por preocuparse por mí y mi familia, jefe.-

-No hay de qué, ahora empaca tus cosas y lárgate. Te contactaremos cuando llegue el momento.-

No tuvo que decirlo dos veces. Se apresuró en guardar en una caja que afortunadamente tenía a disposición todo lo que le pareciera imprescindible. Ni siquiera perdió tiempo en despedidas, ni siquiera notificó a Matsumoto, solo tomó sus cosas y se fue tratando de llegar a su casa lo más rápido posible. Tenía un mal presentimiento y rogaba por estar equivocado.

Condujo velozmente entre las calles y llegó a su hogar antes de siquiera darse cuenta. Por fuera todo parecía tranquilo, tal vez demasiado teniendo en cuenta que Karin ya debería haber llegado de su universidad. El corazón se le oprimió en el pecho.

Salió del auto apenas acordándose de llevar las llaves con él y entró a su casa asegurándose de no hacer ningún ruido. Todo parecía en orden, excepto por el hecho de que no se veía a ninguno de sus sirvientes dando vueltas por ahí. Había demasiado silencio.

Buscó en el comedor, en la sala y en el jardín, pero no había nadie. Subió al segundo piso y miró a su alrededor, aun nadie. Al llegar al tercero y último piso, buscó en su habitación y se mordió el labio al ver que Karin no estaba allí, luego se decidió por buscar en su oficina ya que a veces ella iba a estudiar allí luego de volver de su universidad.

Abrió la puerta y la buscó con la mirada, suspirando aliviado al verla sentada en su escritorio, pero un poco de pánico lo invadió al verla inconsciente. Corrió hacia ella y la sacudió bruscamente, notándola fruncir el ceño y abrir los ojos mirándolo molesta.

-Toshiro.- bostezó. -¿Qué demonios te pasa?- miró la hora en el reloj colgando de la pared ignorando su cara de inmenso alivio. -¿Hmm? ¿No debías llegar una hora más tarde?- se frotó los ojos poniéndose en pie. -¿Pasa algo? Te ves raro.- acarició su mejilla.

-Te amo.- la boca de ella cayó ante su repentina declaración. –Sé que he cometido muchos errores pero finalmente admitiré que estaba equivocado, tú siempre debiste ser mi prioridad y quiero demostrártelo desde ahora.- se sentó en la silla detrás de su escritorio y la jaló para que se sentara encima de él.

-Toshiro.- lo miró con una sonrisa feliz y lágrimas en los ojos. –También te amo.- besó suavemente sus labios. –Pero, no entiendo… ¿Por qué te ves tan asustado?- lo miró con sus ojos brillantes por el llanto reprimido y la preocupación.

-Lo siento, te he ocultado muchas cosas hasta ahora, pero ya no más.- tomó aire. –Quiero que conozcas todo de mí y que me dejes conocer todo de ti. Desde ahora quiero concentrarme en ti.- apoyó su frente contra la suya. –Ya sabes que yo tome el lugar de tu padre como líder de la décima pandilla del Gotei 13, soy un Yakuza y mi fachada es ser un capitán de la policía.- tomó aire. –La verdad es que en realidad, es al revés.- su gesto se oscureció. –Soy un capitán de la policía infiltrado en el clan más poderoso, el Gotei 13, que desde niño ha soñado con destruir a Aizen Sosuke y a todos los Yakuza de su ciudad. Odio tener que cometer crímenes, pero he hecho lo necesario para ganar la confianza de Yamamoto y esperar el momento exacto para acabar con él y el bastardo de Aizen.- gruñó con rencor. –El problema es que después de tantos años apuñalando por la espalda en cada ocasión que podía a esos bastardos, han empezado a sospechar de mí y es probable que por intentar dañarme te dañen a ti.- enterró la nariz en su sedoso cabello, disfrutando de su aroma a rosas y miel. –Quería quedarme y luchar aun cuando me enteré que mi vida corría peligro, si no es como infiltrado, al menos como policía. Pero tu vida también corre peligro aquí, y es por eso que tomé la decisión de dejar de lado mi venganza al menos por ahora. Llegó el momento, Karin. Quiero huir contigo, quiero escapar juntos.- se separó para sonreírle.

Su sonrisa se desvaneció, sin embargo, al sentir el ruido de un arma ser accionada y un dolor punzante atravesar su estómago. Le… ¿le habían disparado? ¿Pero cómo? Sintió la sangre filtrarse en su camisa y aun así no pudo creerlo. ¿Quién lo había hecho?

Miró hacia atrás lentamente, encontrándose con la puerta perfectamente cerrada. Miró hacia sus costados, no viendo a nadie. Miró al frente, todas las ventanas estaban cerradas y las cortinas cubrían la vista del mundo exterior.

Escucho un sollozo y miró hacia abajo, viendo las lágrimas fluir incontrolables por el rostro de Karin. Ella sostenía un arma humeante en medio de sus pequeñas y temblorosas manos salpicadas con su sangre.

Sus ojos turquesas se ampliaron horrorizados, pero por más que lo pensó, por más que no quiso creerlo, su mente no dejaba de llegar a una única y horrible conclusión. Karin, su esposa, la mujer que amaba, acababa de ser la que le disparó.

-¿Por qué?- ella sollozó una y otra vez, de forma incontrolable. -¡¿Por qué?!- gritó. -¡¿Por qué tenías que ser tú el traidor?! ¡Pudimos haber vivido felices! ¡Sí solo no fueras un traidor! ¡Pudimos ser felices los tres como una familia!- se llevó una mano al vientre haciéndolo sentir aún más sorprendido de lo que ya estaba. -¡Sí solo no fueras un traidor!- sollozó desconsolada apuntando a su rostro con el arma.

-Karin… no entiendo…- su voz salió en apenas un susurro, rota, quebrada, total y completamente perdida y confundida. Su corazón estaba hecho trizas y el dolor en su estómago no lo dejaba pensar. –Tú…- entrecerró los ojos, tratando de poner su mente de genio a trabajar por una respuesta coherente pese al dolor.

Recordó a la inocente niña de once años que lo arrastró a jugar futbol la primera vez que la conoció. Recordó ayudarla con sus tareas de la secundaria y espantar a sus pretendientes en la preparatoria, recordó cómo la ayudó a elegir la carrera que quería seguir para decidir su futuro. Recordó aquella reunión que tuvo con Isshin, la foto que le mostró de ella herida después de lo que le dijo fue un ataque de una pandilla enemiga del que por poco pudieron escapar. Entonces, la respuesta lo golpeó dolorosamente.

En la imagen, se notaba claramente que habían golpeado con puños desnudos a la joven, pero el trabajo era de una sola persona, no de un grupo como debió haber sido de ser atacada por una pandilla, tenía un corte largo pero lo suficientemente superficial como para no dejar cicatriz con el tratamiento adecuado, sin embargo, seguía siendo doloroso a la hora de efectuarse. La primera señal de alerta había estado clara ante sus ojos y él no pudo notarlo por estar demasiado horrorizado. Eso no fue un ataque, eso fue tortura.

¿Por qué Isshin le había mentido? Eso solo tenía una respuesta: la tortura dio buenos resultados para los torturadores. Tanto a padre como hija debieron ponerlos en un complot para lograr ese matrimonio que, por lo que decía Karin, era con el propósito de confirmar sí él era el traidor del Gotei y eliminarlo apenas confirmar las sospechas. Su esposa era la encargada de descubrirlo y la encargada de matarlo, e Isshin lo sabía bien.

El dolor de la traición ardió más que la herida de bala, pero pronto su atención se volvió a Karin al escucharla sollozar y gritar revelando las piezas de información que le faltaban a su hipótesis incompleta.

-¡No tenía otra opción!- el arma temblaba incontrolable en sus manos. -¡Me dijeron que sí lo descubría debía matarte inmediatamente o matarían a toda mi familia! ¡Incluso mi hermano, a pesar de su alto status! ¡Pero yo… estaba confundida! ¡No quería hacerlo! ¡A veces estaba dispuesta a simplemente huir contigo y mandar al diablo a mi familia! Pero otros días… como hoy… no puedo permitir que mi familia salga perjudicada por tu estupidez al creer que eres capaz de derribar al Gotei 13.- lo miró con sus ojos grises desprovistos de cualquier brillo. –Pero, sí te mató… nos permitirán vivir. Restauraran el honor del clan Shiba, mi padre tomara tu puesto en el Gotei que nunca debió dejar, mi hermano estará a salvo y Yuzu vivirá una vida tranquila y lujosa.- una sonrisa un tanto desquiciada tiró de sus labios. -¡¿Entiendes, Toshiro?! ¡Solo debo matarte y todas mis preocupaciones se irán! ¡Eso me prometieron!- soltó una risa corta y demente. –Pero… Hubiera sido mejor si simplemente no fueras el traidor. Mi familia no correría riesgos en primer lugar y nosotros podríamos ser felices. Los tres podríamos ser una familia.- las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas. –No quiero matarte…- apuntó el arma directo a sus ojos. –Pero debo… debo…- de repente, sus manos dejaron de temblar, y su mirada se tornó completamente sin vida. –Esta es la misión que me encomendaron hace dos años, infiltrarme como tu esposa para recaudar información, confirmar tu condición de traidor y eliminarte a la brevedad posible una vez segura de tu colaboración con la policía a espaldas del líder Yamamoto.- su dedo rozó el gatillo. –Adiós, Toshiro. Prometo que cuidare bien a nuestro bebé.- el sonido de la bala al ser disparada lo aturdió momentáneamente mientras sentía la sangre bañar su visión.

El dolor en su estómago había aumentado, pero no fue nada comparado con la confusión que sintió al escuchar a Karin gritar y apartarse de él, con su arma cayendo de su mano a la par que la sangre resbalaba por todo su brazo. Ella no llegó a dispararle, alguien lo había salvado a tiempo aunque disparándole a ella en el brazo para eso.

Volteó con las pocas fuerzas que le quedaban, viendo a Matsumoto parada en la puerta con su arma en alto y lágrimas corriendo por sus ojos celestes acompañadas de una expresión de completa furia y tristeza combinadas con decepción.

-Aléjate de mi capitán ahora, maldita traidora.- sollozó en medio de sus palabras. –No podría haberlo creído de ti si no lo veía con mis propios ojos, Karin-chan.- sacudió la cabeza para alejar las lágrimas. –Aun puedo salvarlo, y será mejor que tú corras a un hospital ahora mismo para asegurarte de que ese bebé está bien, sino fuera porque estás embarazada del hijo de mi capitán, ya estarías muerta.- la miró con profundo desprecio. -¡Veté antes de que me arrepienta!- no dejó de apuntarla con el arma ni por un momento.

Un poco de brillo había vuelto a los ojos grises de la mujer de veintiún años de edad, mientras se llevaba su mano no ensangrentada al vientre y lo palpaba con cariño, luego, se volteó hacia él sollozando y sonrió amargamente, acercándose a la puerta de salida mientras Matsumoto se movía sin dejar de apuntarla para ponerse más cerca de su capitán.

-Sálvalo, Rangiku-san.- sonrió tristemente. Rangiku gruñó, sin creer para nada su tristeza, ella ya no volvería a creerle nunca. –Yo no quería esto… hubiera preferido escapar contigo, pero la misión era mi prioridad.- se abrazó a la herida de bala en su brazo. –Escapen ahora, yo no informare nada de esto hasta mañana así que tienen tiempo. Y aunque no me creas…- lo miró con seriedad directo a los ojos. –Te amo.- sin más cruzó la puerta y desapareció de su vista.

-¡Vaya amor el tuyo!- gritó Rangiku completamente fuera de sí, para luego hincarse a su lado y revisar su herida con ojos preocupados. –No te preocupes, capitán. Llamé a Urahara y Hirako-san, estarán aquí en poco tiempo y te salvaran.- le sonrió con lágrimas en los ojos. –No pienses en esa traidora, piensa en mí y en Momo-chan y recupérate. Estarás bien.- él apenas fue capaz de entender lo que decía, todo se escuchaba como si estuviera detrás de un cristal y su vista se nublaba cada vez más.

Sus ojos se fueron cerrando lentamente mientras a lo lejos escuchaba los sollozos de Matsumoto y posteriormente gritos de Hirako y Hinamori, sintió como era llevado por un par de manos y colocado en un automóvil o eso creía, siendo eso lo último de lo que fue consciente antes de perderse en la bruma de la oscuridad.

Despertó con una luz cegadora bañando su vista, antes de que los rostros sonrientes de Rangiku y Momo se asomaran ante sus ojos.

-¡Despertaste!- Momo de inmediato se lanzó a abrazarlo. -¡Estoy tan feliz de que estés bien!- casi lo ahorca, pero su teniente la apartó antes de que lo dejara por completo sin aire.

-Nos alegra que esté bien, capitán.- le sonrió tristemente. -¿Recuerda… todo?- él suspiró tristemente.

-Había esperado que fuera una pesadilla.- sus ojos se aguaron, pero no iba a llorar delante de su hermana que ya estaba bastante llorosa de por sí. –Pero por la mirada en tus ojos puedo ver que todo es cierto. Karin me traicionó, quiso matarme.- también estaba embarazada, y esa era la única razón por la que no estaba muerta por mano de su teniente ahora.

Momo al parecer aún no aceptaba la idea, porque se largó a llorar de modo tan desgarrador que hace años no veía en ella y Matsumoto tuvo que sacarla de la habitación. En ese momento entraron Hirako, Urahara y Shihoin Yoruichi con expresiones serias en sus rostros, algo raro para el rubio con sombrero.

-El Gotei fue muy inteligente al poner a Karin en tu contra, solo puedo pensar que fue idea de Soi Fong.- comentó la mujer chasqueando la lengua. –Es un plan despiadado pero eficaz, típico de ella.- negó tristemente.

-Debieron lavarle el cerebro a la chica incluso antes de que se casara contigo.- Urahara abrió su abanico y lo miró por detrás de este. –Es un método deficiente para traiciones a largo plazo, más teniendo en cuenta que ella te ama la hizo desarrollar una actitud bipolar. A veces olvidaba su misión y te amaba sin restricciones queriendo pasar toda su vida contigo, a veces recordaba su misión y fingía amarte mientras estaba lista para volarte la cabeza en cualquier momento. Sí ella ayer hubiera estado en su ánimo de que te amaba más que a nada probablemente se habría ido contigo y poco a poco habría olvidado el lavado de cerebro al sentirse segura lejos, pero como ella ayer estuvo en su ánimo de que era una espía protegiendo a su familia, decidió matarte.- cerró su abanico. –Es lamentable, tuviste mala suerte.- sonrió burlonamente, recibiendo un golpe en la cabeza por parte de la mujer morena.

-Nunca habríamos sospechado de Karin-chan.- Shinji suspiró. –En realidad tiene sentido. Descubrieron que ella era la debilidad del mocoso y la torturaron y le lavaron el cerebro para convertirla en su peón, enloqueciendo a la niña en el proceso. A pesar de todo no puedo evitar sentir lastima por ella y ese bebé que lleva en el vientre. ¿Quién sabe lo que le espera ahora?- se frotó el cuello con cansancio. -¿Qué hay de ti, Hitsugaya? Tardaras un par de meses en recuperarte del todo y tenemos que esconderte ya que ahora mismo eres el prófugo número uno del Gotei 13 ya que tu linda esposa te delató para salvar su pellejo al haber fallado su misión. ¿Qué es lo que quieres hacer a partir de ahora?- entrecerró los ojos. –Sí planeas seguir con tu venganza, tendrás que estar dispuesto a enfrentarte a tu propia esposa. Ah, y tu suegro querido, ya están iniciando los preparativos para que tome tu lugar en el Gotei. ¿Qué harás, capitán Hitsugaya?-

Toshiro no respondió inmediatamente, demasiado hundido en sus pensamientos como para dar una respuesta inmediata. No es como que fuera una pregunta sencilla y la respuesta aún menos. Ni siquiera sabía que sentía. Se sentía traicionado y engañado, pero también estaba preocupado por Karin y su hijo, quería alejarlos de esa vida Yakuza pero no estaba seguro de sí quería estrangular a su esposa o quería abrazarla y perdonarla. Pese a que se había jurado que la mantendría alejada de esa vida llena de mierda, perdió la batalla antes de siquiera empezar a pelearla, ella se casó con él con su joven mente ya hecha pedazos por esos bastardos. Y ahora estaba con ellos, no con él.

Sin dudas quería a su hijo, era la única razón por la cual no cedía a la locura aún y la pasión del deseo de luchar todavía corría por sus venas pese a que su corazón estaba casi hecho trizas por completo, pero Karin… un odio enfermizo lo llenaba de los pies a la cabeza con tan solo pensar en ella, pero también un férreo amor que aún se negaba a creer que todo estaba perdido y seguía insistiendo tercamente en que podría vivir feliz con su mujer algún día.

-Quiero…- su voz salió ronca y quebradiza, las lágrimas aún le ardían en los ojos. –Quiero a mi hijo. Lo tendré aunque deba arrancárselo de los brazos una vez nazca.- frunció el ceño. –Para eso, humildemente solicito su ayuda.- los miró suplicante.

-Eso ya es un hecho.- los tres asintieron sonrientes. –Pero… ¿Qué harás con Karin-chan? ¿La quieres devuelta… o quieres matarla?-

-Sinceramente no lo sé.- suspiró. –Tomare la decisión cuando llegue el momento.- sonrió amargamente. –Nunca creí que el odio y el amor fueran capaces de convivir con la misma fuerza en un solo cuerpo destinados a una misma persona, pero llevando esta vida ni siquiera sé por qué me sorprendo.- una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla. –Ahora mi prioridad es vengarme de Karin, quitarle a mi hijo y decidir sí la quiero muerta o la quiero conmigo. Solo el tiempo lo dirá…- por ahora, solo le quedaba odiar amarla.

Fin.

Otro q hice para face... uno de los más largos creo xD

Espero q les haya gustado, y tal vez haga una continuacion algun día... o tal vez no :v

Los personajes de Tite!

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CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!