Prefacio

Abro la puerta del taxi con rapidez y la cierro con demasiada fuerza.

- Hacia el Aeropuerto – espeto con desesperación.

Me pongo el cinturón de seguridad y me dejo caer en el asiento. Cierro los ojos.

El dolor de cabeza es tan fuerte y potente que no sé cómo lo he soportado. Si sumamos todo lo que he dormido en estos tres días, a lo mucho tendr horas. A pesar de todo lo que he hecho, y lo que haré me recuesto porque necesito dormir, aunque sean solo los veinte minutos del viaje en taxi. Sé que no lograre nada presionando al taxista para que vaya más rápido y solo me estresare más. De alguna manera, el Starbucks que decidí comprar antes de la llamada aun no me hace efecto, lo cual es bueno… por ahora.

Llegue y saco un billete de cincuenta dólares de mi bolsillo y se los lanzo al taxista.

- Quédese el cambio - le digo.

Salgo corriendo del taxi e inmediatamente empiezo a buscarlo.

Esta es una de las pocas veces que me arrepiento de haber venido a vivir a Nueva York, porque este maldito aeropuerto es inmenso, tardare años en encontrarlo.

Ultima llamada para el vuelo 723 a Ohio, salida por la puerta 25.

Ese es, ese debe ser su vuelo.

Corro con una velocidad a la Daniel Craig en Skyfall y me abro paso entre la gente. Empujo a un señor de mediana edad, con tanta fuerza, que veo como cae al suelo.

Puerta 22.

Dios, ya casi, ya casi.

Saco mi iPhone y busco su número de teléfono en mi registro de llamadas.

Puerta 23.

Presiono marcar y corro con más rapidez.

Puerta 24.

Carajo, respóndele, por favor.

Puerta 25.

Está cerrada.

Corro hacia atrás y miro por la ventana. Ahí, a lo lejos, esta él, tan guapo como siempre, pero tiene la mirada baja.

Remarco su número y veo que saca su teléfono.

Gracias a Dios, me responde.

-Blaine – dice con su hermosa voz.

-¡Kurt! ¡Kuuuuuurt! Por favor, no te vayas, por favor. Espera – mi voz empieza a sonar un poco llorosa.

-Blaine, no hagas esto más difícil, por favor, sabes que no puedo quedarme. Y la verdad, sigo sin saber porque quieres seguir aquí después de todo.

-Por favor, no me dejes. Te amo. Lo sabes. Mírame, estoy aquí arriba – las primeras lagrimas empiezan a salir.

Voltea a ver hacia a todos lados y me encuentra.

Nuestras miradas se encuentran, aun a metros de distancia.

-Por favor Kurt, dime algo.

En ese momento, es cuando sabía que era el final.

Había miles de Respuestas posibles. La más común era que me dijera "Lo siento". La siguiente respuesta en la lista era que no me respondiera, colgara el teléfono y subiera al avión.

Mi mente seguía pensando en todas las opciones, analizando cual era la respuesta más dolorosa que podría decirme.

Entonces me responde en lo que, para mí, fueron horas.

De todas las respuestas, la que me dijo era la que estaba hasta el final de la lista, la que no me había detenido a pensar, por la poca probabilidad de que fuera.

-Ven conmigo.