Resumen: Porque finalmente he encontrado una razón para cambiar lo que solía ser. Una razón para volver a empezar. Una razón para todo lo que hago… y la razón eres tú. DRARRY. Basado en la canción de Hoobastank. Este fic participa en el Reto "Canciones que inspiran" del foro "First Generation: The story before books"
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Rowling y Warner Bro. La canción The Reason con la cual está basado el fic le pertenece a Hoobastank.
Notas de autora: ¡Hola! He vuelto, esta vez con un fic inspirado en la canción de The Reason de Hoobastank; así que a los que gusten leer mientras escuchan música, les recomiendo que la escuchen de fondo mientras leen. Ahora sí, nos los entretengo más. Espero que les guste.
Aviso: Este fic participa en el Reto "Canciones que inspiran" del foro "First Generation: The story before books"
The Reason
"I've found a reason for me,
to change who I used to be.
A reason to start over new
and the reason is you".
The Reason-Hoobastank
No soy una persona perfecta. Esa fue a la conclusión a la que arribó cada persona que ha pasado por mi vida. Claro que yo jamás me percaté de ello, al menos no hasta que ya fue demasiado tarde. Porque durante toda mi vida no he hecho más que lastimar a otros. Incluso si eso no era lo que pretendía hacer, mi maldito destino siempre estuvo inequívocamente marcado y mostrándome una única dirección a seguir. Una que me llevaría a convertirme en lo que soy ahora.
Pero, ¿en qué otra cosa se suponía que me convertiría, siendo que toda mi vida me han preparado para ello? ¿Acaso había alguna forma de escapar de esos destructivos ideales y enseñanzas que tan fervientemente me han inculcado? ¿Era siquiera posible darle la espalda a mi familia y forjar un nuevo camino para mí?
La respuesta la tengo muy clara y es un rotundo no. No, no habría habido forma de convertirme en otra persona. Tarde o temprano el destino vendría por mí y como si de una feroz quimera se tratase, destruiría todo aquello que yo haya construido. Porque no existe forma de escapar de la oscuridad que siempre parece estar rondándome. O de esas asfixiantes sombras que me envuelven constantemente, asegurándose que se cumpla lo que ha sido destinado a ser.
No importa cuánto lo intente o la ayuda que implore, de una forma u otra, el destino siempre encontraría la manera de despojarme cruelmente de esa irreal tranquilidad. Porque una vez más entiendo que no hay nada que alguien pueda hacer para escapar de él. No hay forma de engañarlo y definitivamente no alcanzan las vanas plegarias para cambiar nuestra suerte, una vez que ésta está echada.
Siento mis ojos arder ante este desolador pensar, mas no le doy importancia alguna. Estoy apoyado sobre la corteza de un grueso roble, medio oculto del resto de los pocos alumnos que apresuran sus pasos para ir a cenar. Mis ojos se posan en la impresionante imagen frente a mí y no puedo evitar percibir cómo contengo el aliento, tratando de reprimir un asombrado suspiro.
Las pacíficas aguas del Lago Negro se extienden infinitamente hacia un azulado horizonte, levantando pequeñas olas sobre esa acuosa superficie al ser mecidas por una delicada briza. El cielo está totalmente despejado y ni una pequeña nube puede vislumbrarse. Sinfín de gama de colores se entremezclan en el ocaso, desdibujando exquisitamente ese lejano limbo y convirtiéndolo en el paisaje ideal para que cualquier artista intente retratarlo, pero sabiendo de antemano que jamás se podrá igualar esa natural belleza.
Me permito cerrar los ojos unos segundos, demasiado abrumado por toda esa magnificencia que la naturaleza nos regala, sin poder evitar que un pequeño pesar me invada. Es curioso cómo en otro tiempo el simple hecho de apreciar la belleza de un atardecer, o la forma en que el viento mece con pereza mi cabello y lo desordena de a poco, me hayan parecido algo sin importancia y ordinario.
Porque sí, estoy seguro de que el joven de unos años atrás se hubiera reído con cizaña de mis ñoñas apreciaciones, dejando en claro con hirientes comentarios lo patético que es el siquiera encontrar estas cosas algo relevante. Por fortuna, ese niño altanero ha muerto un par de años atrás, llevándose consigo mi inocencia; para pasar a dejar una triste y abrumadora madurez, la cual no deja de recordarme la horrible persona que fui.
Abro mis ojos y me fuerzo a tratar de escapar de estos desgarradores sentimientos que comienzan a apoderarse de todo mi ser. Un desganado suspiro escapa de mis labios, a la vez que vuelvo a perderme en este pacífico atardecer. No obstante, mi maligna conciencia hoy no parece dispuesta a dejarme en paz. Por el contrario, me recuerda una y otra vez con ponzoñosas memorias todos los errores que he cometido a lo largo de mis casi diecinueve años de vida. ¡Y sólo Merlín sabe los muchos que he cometido!
Hay tantas cosas que desearía no haber hecho… tantas que jamás debí decir… y otras varias que debí realizar y no acallar, para dejarle en claro al mundo que no soy sólo un alma despiadada. Para poder demostrar con ello que dentro mío también hay luz y calidez… que soy igual a cualquier otro ser humano, con cientos de defectos y virtudes… que yo también tengo sentimientos.
Pero nunca lo hice. Nunca expresé abiertamente mis emociones ni dejé que el resto descubriera al verdadero Draco Malfoy. Siempre reprimí con vehemencia cualquier vestigio de sentimentalismo. Oculté toda emoción, por más pequeña que esta fuera, detrás de una imperturbable máscara de frialdad. Me aseguré de jamás dejar que ninguna persona conozca al cien por cien todo de mí. Nunca me permití hacer a un lado mi orgullo para pedir ayuda cuando más lo necesité, porque sinceramente no quería parecer débil ni deberle nada a nadie. Y por sobre todas las cosas, jamás confié ciegamente en nadie. Ni siquiera en mí mismo.
Y son todas estas cosas las que me han convertido en lo que soy. Un hombre que ha tomado todas las decisiones equivocadas posibles, asegurándome con ello una vida de tristeza y desconsuelo. Una amarga risa intenta escapar de mi boca, mas logro reprimirla de inmediato. Es hasta casi gracioso el hecho de que todo se haya dado de esta forma. Porque cualquiera que tenga un mínimo porcentaje de materia gris en su cerebro, se daría cuenta de que yo jamás tuve opción alguna. No había forma de deshacerme del destino que me tocó, ya que este había sido grabado a fuego. No sólo por mi familia, sino también por el Señor Tenebroso.
Desde que tengo memoria, mi padre se ha encargado de enseñarme a ser un "respetable y poderoso Malfoy". En un comienzo, estas lecciones se basaban sólo en mostrarme la forma apropiada de sostener cada uno de los cubiertos y la manera correcta de masticar la comida, cuidando de jamás manchar mi boca o peor aún mi ropa. Además de asegurarse de que aprendiera a leer, escribir y vestir adecuadamente y de ser capaz de mantener una fluida conversación. Las lenguas extranjeras fueron lo próximo en la lista y meses antes de ingresar a Hogwarts, ya era capaz de hablar tres idiomas además del inglés.
Pero con el transcurso del tiempo, las cosas cambiaron drásticamente. Atrás quedaron las inocentes prácticas de baile en las que trataba de no pisar mi larga túnica. De repente todo había adquirido un matiz más serio y oscuro. Maldiciones y hechizos de lo más desagradables comenzaron a ser algo cotidiano en mi vida. Mi padre siempre se aseguró de que estuviera bien preparado para cuando me tocara unirme a las filas de ese demonio con cara de serpiente, sin importarle las súplicas de mi madre, la cual trataba por todos los medios de hacerlo entrar en razón y librarme así de una vida de servidumbre ante un despiadado ser.
Sin embargo, no surtieron efecto. Las arcaicas enseñanzas sangre pura de mi padre se antepusieron por sobre todo. No sólo sobre mi madre y mi padrino, el cual también trató de hacerlo desistir en sus planes por convertirme en un esclavo del Lord, sino también sobre mí. Poco le importaba lo que yo pensara o lo mucho que comenzaba a odiar todo esto. Sus lecciones siguieron implacables y para cuando quise darme cuenta, ya estaba listo para tomar el lugar de mi padre.
No seré tan hipócrita como para ponerme en plan de víctima indefensa. Sé que fui la mayor parte del tiempo un completo imbécil, repitiendo como si fuera un loro todas las creencias de mi padre. Mostrándole al resto del mundo el desprecio que me provocaban los nacidos de muggles y mestizos. Priorizando cosas tan insignificantes y vacías como el dinero y el poder, por sobre aquello que es realmente importante.
A mi mente llegan las incontables veces que llamé despectivamente "sangre sucia"a Granger, teniendo pleno conocimiento de que eso era lo que más la afectaba y sacaba a relucir sus inseguridades. O lo mucho que solía disfrutar burlarme del precario salario del padre de la comadreja; mofándome de cómo éste debía comprarles libros y ropas de segunda mano a sus hijos, para poder brindarles un plato de comida caliente en la mesa todas las noches. Eso sí, sin olvidarme jamás de alardear frente suyo de las enormes montañas de oro que abarrotan las cámaras de los Malfoy.
¡Qué estúpido he sido! ¿Cómo pude ser tan idiota para creer que el tener sangre pura me convertía inmediatamente en alguien mucho más inteligente y capaz? ¿En qué estaba pensando cuando me jacté de tener dinero e influencia, creyendo que sólo con ello tendría el mundo a mis pies? ¿Por qué siempre desprecié lo único que en verdad importaba? ¡Ahora entiendo por qué Potter rechazó mi mano en primero!
Cuando el rostro del que ha sido mi rival por ocho años se cuela en mi mente, noto como un extraño escalofrío comienza a recorrerme por completo. Mis manos empiezan a sudar y a retorcer los dedos con nerviosismo. Rápidamente las cierro en puños para detener estos indecorosos movimientos y me obligo a calmarme. Una vez que recupero el autocontrol, las abro de nuevo y las mantengo lánguidas a los costados de mi cuerpo.
Otro débil suspiro se cuela entre mis resecos labios sin que consiga evitarlo. Parece ser que lo único que puedo hacer hoy es suspirar con pesar y hundirme aún más en este torbellino de desolación. Y sé que esto sólo es el principio de mi tortura, porque más rápido que un parpadeo comienzo a rememorar toda la historia que tengo con ese joven de gafas.
Desde el primer instante en que posé mis ojos en ese enclenque niño en la tienda de túnicas de Madame Malkin, vistiendo ropas que eran el triple de su tamaño, supe que él sería alguien importante en mi vida. No porque fuera el gran y famoso Harry Potter, ya que en ese momento no me había percatado de su identidad. Sin embargo, algo me decía dentro de mí que debía hacer lo que fuera para convertirme en su amigo.
Fue esa la primera y última vez que dejé a mis sentimientos tomar el control. Porque varios días después, cuando volví a reencontrarme con él en el expreso de Hogwarts, sufrí una de las mayores decepciones de mi vida. Es imposible explicar el agudo dolor que sentí ante su rechazo y estoy seguro de que Potter jamás supo cuánto eso me había afectado, ni lo que mi ofrecimiento de amistad significaba.
Porque esa fue la única vez que traté de apartarme de mi impuesto destino, para convertirme en una mejor persona. Estuve dispuesto a todo por obtener la amistad de ese chico de ojos imposiblemente verdes. Recuerdo claramente que no me afectaron todas las advertencias que mi padre me dio sobre acercarme al enemigo de su señor, ni los castigos que de seguro me prodigaría al haberlo desobedecido. Tampoco le di importancia a las incontables veces que Severus intentó explicarme, con toda la paciencia del mundo, lo peligroso que sería el que yo me acercara al niño que vivió. ¡Si hasta incluso mi madre me sugirió acatar las órdenes de padre en esta ocasión!
Y aun así, a pesar de que toda mi familia me había marcado un camino a seguir… yo los ignoré e hice exactamente lo opuesto. Le ofrecí mi amistad a Potter. Porque algo me decía que él sería quien podría darle un poco de luz a mi oscuro destino. Sólo él podría ayudarme a encontrar el valor necesario para tomar las decisiones correctas, por más difíciles que estas fueran. Porque en mi corazón yo sentía que, inexplicablemente, ambos estábamos destinados a estar juntos y brindarnos mutuo apoyo.
Pero no fue así. Potter rechazó mi amistad sin dudarlo ni un segundo, regalándome únicamente una gélida mirada. Ese fue el preciso instante en el que todas mis ilusiones se rompieron en miles de fragmentos imposibles de reparar. Una vez más el destino había venido por mí y me había dejado en claro que no me sería tal fácil escaparme de él. Que se necesitaba más que un simple ofrecimiento de amistad hacia el niño que vivió para poder cambiarlo.
Y nuevamente hice lo que mejor sé hacer. Tomé el camino fácil y seguí el sendero que me habían marcado otros, alejándome para siempre del de Potter. Mis deseos de convertirme en alguien importante para él se tornaron rápidamente en un efímero recuerdo, guardado en lo más recóndito de mi ser. Un destructivo odio comenzó a ganar terreno, destruyendo a su paso la escasa inocencia que me quedaba.
Me aseguré de encerrar en lo más profundo de mí todas mis emociones, ocultándolas de cualquiera que pudiera usarlas en mi contra para dañarme. Dejé de sentir y me transformé en una persona despiadada, con la única misión de hacerle la vida miserable a aquel que me había desilusionado… de hacerle sentir una mínima parte de todo el sufrimiento y dolor que me provocó su rechazo.
En ese entonces era un niño arrogante y con aires de grandeza, saturado con los ideales que mi padre se encargó de inculcarme y que no veía más allá de mi respingona nariz. Con el paso del tiempo, toda esa insolencia fue diluyéndose por obra del regreso del Señor Tenebroso. Ver en los periódicos todas las muertes y torturas que se estaban llevando a cabo, sólo por un ideal que había comenzado de a poco a parecerme cada vez más absurdo y sin sentido, ocasionaba que mi mente se replanteara seriamente el adentrarme en esa falsa excusa por la "limpieza de la estirpe".
Y entonces ocurrió. Habían capturado a mi padre en el Ministerio, tratando de robar una estúpida profecía para su señor. Luego de eso, el Lord mandó a llamarme y me encomendó una imposible misión. Porque sí, asesinar a Albus Dumbledore era algo que yo jamás podría haber hecho. No importaba cuánto odiara al viejo come caramelos de limón, simplemente no podía alzar mi varita y quitarle la vida. Ni a él ni a nadie más.
El Señor Tenebroso tenía pleno conocimiento de ello y sólo estaba haciéndolo para castigar a mi padre por su falla, dañando a la persona más importante para él en represalia. Sí, sé que mi padre fue el principal responsable de haberme arrastrado a una vida de dolor y desgracia, pero aun así no puedo negar que él me quiere. A su extraña y retorcida manera, pero lo hace. Es por ello que no me rendí y traté de hacer todo lo que estuviera a mi alcance para cumplir la misión; teniendo la ingenua esperanza de que quizás, si yo lograba llevarla a cabo exitosamente, mantendría a mi familia a salvo.
¡Qué inocente fui! ¿Cómo pude siquiera creer que nos perdonaría? ¿Acaso pensé que todo el terror que estábamos viviendo culminaría cuando Dumbledore muriera? ¿De verdad creí que después de ello lograría recuperar mi tranquila vida, preocupándome sólo por asistir a las pomposas fiestas de gala en las mansiones de renombrados magos?
Sin duda mi incauta mente así lo había creído. Quizás porque en verdad confiaba en la veracidad de esa suposición o posiblemente porque utilizaba ello como la única motivación para no rendirse, confiando en que tal vez el destino cambiaría y alguien me salvaría de todo ese horror. Sí, esto suena mucho más lógico y algo como lo que yo pensaría. Después de todo, no sería la primera vez que pusiera todas mis esperanzas en un héroe que consiga rescatarme de esta oscuridad que reina mi vida.
Pero una vez más, el destino me demostraría con ferocidad que nada de eso ocurriría. Ningún héroe vendría en mi auxilio. Irónicamente, sería justamente uno con una cicatriz en forma de rayo en la frente quien terminaría de arruinar por completo mi cordura, aniquilando con frialdad cualquier rastro de felicidad que me quedase.
Gracias al Sectumsempra que me lanzó ese fatídico día en el baño, por fin comprendí el motivo por el que le tenía tanta manía a Potter. Con ello terminé de entender por qué aún me dolía su rechazo, siendo que ya habían pasado varios años de esto. El sólo hecho de estar desangrándome en el empapado suelo, fue más que suficiente para darme cuenta de por qué siempre sentía una amarga sensación acometerme cada vez que él me repetía lo mucho que me detestaba. Porque sólo necesité estar a punto de morir por un hechizo que él me lanzó, para finalmente aceptar lo que tanto tiempo estuve reprimiéndome a mí mismo. Y eso es nada más y nada menos que haberme enamorado de Harry Potter, mi rival… y quien se supone debía morir, para que "mi amo" tomara el control del mundo.
Todavía puedo recordar la gran desesperación que me asaltó al arribar a esta conclusión. Como era de esperarse, traté de utilizar la negación para convencerme de que yo no sentía nada por él. Era un total disparate el pensar que me había enamorado de Potter, siendo que durante tantos años sólo había querido verlo sufrir. Sin embargo, una molesta vocecita en mi cabeza no paraba de bufar con incredulidad, repitiéndome una y otra vez con un sarcástico tono que ya dejara de mentirme y aceptara la verdad.
Mi risueño corazón estuvo completamente de acuerdo ante esta afirmación y no cesó en sus intentos por demostrarme que mi razón estaba en lo cierto. Cada vez que lo veía a la distancia, éste saltaba desbocado y extendía una cálida sensación por todo mi cuerpo. Mi mente comenzaba a perder argumento a una velocidad alarmante y constantemente se perdía en irreales fantasías en donde Potter posaba sus ojos en los míos, descubriendo a la buena persona que se ha escondido dentro de mí todo este tiempo.
Ya no sabía qué hacer para apartar estas tontas ilusiones que no me llevaban a nada más que destruirme de a poco. Y justo cuando creí que la locura finalmente ganaría la batalla… el destino hizo acto de presencia una vez más, devolviéndome de la forma más cruel a mi desgarradora realidad.
Ver a Potter besar con entusiasmo a la chica Weasley en un desolado pasillo cercano al séptimo piso, sirvió para despertarme de ese iluso sueño en el que me había perdido. No recuerdo mucho más de ese día, sólo sé que tomé un atajo por uno de los corredores menos concurridos y me encerré en la Sala de los Menesteres. Curiosamente, ésta no se transformó en la habitación donde tenía escondido el armario. En cambio, una pequeña habitación con unos pocos muebles apareció frente a mí.
Sé que me senté en el sillón que allí había y comencé a llorar. No por el hecho de haber visto cómo Potter intentaba succionarle el alma por la boca a esa comadreja, sino por lo injusto que era todo. El destino que me había tocado era por demás devastador y sólo continuaría empeorando con el tiempo. Y lo peor de todo era que nada de lo que yo hiciese podría cambiarlo. Esa fue la última vez que me permití un momento de debilidad, porque al día siguiente la imperturbable máscara volvió a alzarse y en mi mente sólo había lugar para una única cosa. Encontrar la manera de reparar el armario y salvar a mis padres. Una semana después, lo conseguí.
Claro que no todo salió como estaba planeado. A pesar de que no pude asesinar a Dumbledore, mi familia logró sobrevivir a la ira del Señor de las Tinieblas. Aunque si uno se pone a pensarlo detenidamente, quizás hubiera sido mejor que nos matara esa misma noche y así no habríamos tenido que pasar por todo ese horror que se cernió sobre nosotros, una vez que éste tomó el control del Ministerio.
Cada vez que escucho a un estúpido ignorante decir que nosotros disfrutamos en demasía esos tiempos oscuros, mis instintos asesinos se despiertan y tratan de cerrarle la boca a maldiciones. Pero ni siquiera esto puedo hacer, porque el hechizar a alguien del "bando de la luz" sólo ocasionaría que me manden directo a Azkaban. Así que lo único que hago es morderme la lengua y contener el mordaz insulto que anhela escapar de mi boca.
Es que en verdad no entiendo cómo hay personas que pueden creer que vivíamos felices en ese reinado del terror. ¿Acaso creen que era divertido que utilizaran tu mansión como cuartel general? ¿Creen que en las reuniones de Mortífagos nos sentábamos a tomar el té e intercambiar frívolas conversaciones? ¿En verdad piensan que el Señor Tenebroso jamás nos torturaba o amenazaba?
Sí, sin duda esos ineptos deben de creer que todo ha sido un lecho de rosas para nosotros, cuando lo cierto es que… fuimos los que más sufríamos. Porque éramos nosotros quienes debían lidiar con la furia del Lord, cada vez que uno de sus planes fallaba. Y eso sólo se traducía en una cosa, ver cómo éste descargaba sus frustraciones con el primero que se cruzara en su campo de visión, ya sea con la Cruciatus o sirviendo de comida para Nagini.
Y también fuimos los que debíamos torturar a los prisioneros, sin importar cuánto alguno de nosotros no quisiera hacerlo, para no enfurecerlo y demostrarle así total soporte a la causa. Entonces, después de todo esto que hemos vivido… ¿Aún tienen el descaro de decir que nosotros extrañamos estar bajo las órdenes del Señor Tenebroso?
Siento una desagradable sensación bullir en mis entrañas y me veo forzado a tranquilizarme, antes de que las emociones me sobrepasen y termine dejando salir toda mi rabia con un enérgico grito. Respiro con dificultad un momento, pero afortunadamente consigo controlarme a tiempo. En mi rostro vuelve a reflejarse una vacía expresión, similar a la que he tenido desde mi sexto año. Sólo un apagado suspiro escapando de mis labios demuestra el pesar que me invade el alma.
Tratando de escapar de estos angustiantes recuerdos, levanto la mirada e intento posarla en algo que pueda distraerme de todo este sufrimiento. Pero una vez más, el destino demuestra lo mucho que me odia y no me permite huir de esta desdichada realidad. En cambio, hace que mis ojos se posen en la silueta de Potter. Para no variar, Granger y Weasley caminan uno a cada lado de él.
No puedo oír lo que están diciendo desde mi lugar, ya que me encuentro bastante alejado de ellos y estos ni siquiera me han notado aún. Sin embargo, por los toscos gestos que realiza el alto pelirrojo y por la forma en que Granger asiente vigorosamente a cada palabra de su novio, puedo decir que están manteniendo alguna especie de discusión. Mis ojos se clavan de inmediato en Potter y en su rostro reconozco una exasperada mueca, similar a la que dejaba salir cada vez que discutía conmigo.
Sonrío involuntariamente ante esto, mas no le doy importancia. Ya no hay forma de que pueda negar lo que siento por él y sinceramente no tengo las fuerzas suficientes como para intentar convencerme de lo contrario, porque sé más que nadie que es una batalla perdida de antemano. Así que resuelvo sabiamente concentrarme sólo en beber a la distancia cada simple gesto y movimiento que Potter realiza. Mi ponzoñosa conciencia me susurra que estoy comportándome como si fuera un maldito acosador, pero aun así no le pongo atención y continúo con mi silenciosa observación.
Los tres Gryffindors siguen acercándose en dirección hacia el lugar en el que me encuentro, pero aún están muy lejos como para que se percaten de mi presencia. Su discusión no parece disminuir, en cambio, se torna aún más acalorada. Potter, el cual ha permanecido en absoluto silencio hasta ahora, se gira hacia su amigo y le espeta algo entre dientes, incrementando con ello el enojo de Weasley. Intuyo que Granger trata de apaciguar un poco las cosas porque también le dice algo a la comadreja, haciendo que sus orejas se enciendan. ¡Incluso a esta distancia puedo ver lo rojas que se han puesto!
Caminan unos metros más hasta detenerse junto a unos arbustos. No están lo suficientemente lejos de mí como para que no pueda escuchar parte de su conversación, especialmente si ésta se está llevando a cabo a los gritos. No obstante, aún nos separa una importante distancia, la cual contribuye a que todavía no se hayan percatado de mi presencia. Afortunadamente, ninguno ha posado su vista en el árbol en el que estoy apoyado.
Los bruscos gestos de Weasley vuelven a llamarme la atención y su voz se eleva lo suficiente como para que pueda captar algunas palabras de su interminable monólogo. Granger muerde sus labios con nerviosismo, a la vez que observa de reojo a su moreno amigo con algo similar al miedo. Pero lo que más me sorprende es la intensidad de esas esmeraldas, las cuales parecen querer hacer desaparecer a la comadreja de la faz de la tierra.
La tensión en el cuerpo de Potter es casi palpable y la irritación que lo carcome comienza a nublar su autocontrol. El casi imperceptible temblor en sus manos es lo que termina de delatar los increíbles esfuerzos que realiza para no partirle la cara a su amigo de un puñetazo. Internamente me encuentro rogando porque pierda el control y se decida a dejarle un ojo negro a Weasley.
─ No puedo creer que… Debiste… antes de ilusionarla… Ginny no es… ¡Y tú no puedes simplemente…!
Escucho atentamente los fragmentos que llegan hasta mis oídos, mas no logro encontrarles un significado. Los entrecortados palabreríos no me son suficientes para darle sentido a esa discusión. Por lo poco que pude captar, tiene algo que ver con la comadreja junior y con Potter. Al parecer éste le ha hecho algo a la chica Weasley, despertando un gran enojo en el pelirrojo. ¿Pero qué era?
¿Acaso la comadreja los habría descubierto teniendo sexo? Un doloroso nudo se instala en mi corazón al pensar en Potter haciéndole el amor a esa zorra, pero me obligo a no adentrarme en esas desoladoras imágenes. Escondiendo mi cabeza en la tierra como un avestruz, me convenzo de que no es ese el motivo de tal enfado. Ya que si esto fuera así, Weasley no habría dicho lo de "haberla ilusionado".
Sí, estoy en lo cierto. Las recriminaciones no son por haberlos encontrado in fraganti. Entonces, si no es por esto… ¿Por qué es? Nada parece encajar con nada y por más que lo intento, no puedo encontrarle ningún sentido a sus gritos. Agudizo mi oído para tratar de oír algo más que me pueda dar un indicio de lo que está ocurriendo, pero descubro para mi horror que Granger y Weasley se han apartado un poco y están discutiendo por su cuenta, mientras que Potter mantiene la vista fija en mí.
¿En qué momento se percató de que estaba aquí? No es como si hubiera estado escondiéndome, pero dadas las circunstancias, en verdad parecería que los estoy espiando. Le sostengo la mirada firmemente, sintiendo mi cuerpo ser recorrido por un placentero escalofrío, el mismo que me asalta cada vez que sus hermosos ojos se posan en los míos.
Pierdo la noción del tiempo que pasamos en esta especie de trance hipnótico, sólo observándonos fijamente el uno al otro. Estoy casi seguro de que mis grises ojos están iluminados con un extraño brillo y que para nada se corresponde con mi característica frialdad, aunque no es como si pudiera evitarlo de alguna forma. Los sentimientos que me arremeten piden a gritos ser expresados y la única forma que tienen de hacerlo es a través de mi mirada, pese a todos los infructíferos intentos que realizo por mantenerlos a raya.
¡Y maldita sea! Estoy tan cansado de luchar con mis demonios… tan harto de tener que fingir siempre ante todo el mundo alguien que no soy, sólo por ese asfixiante miedo a ser rechazado una vez más… que ni siquiera atino a detener la cálida sonrisa que comienza a formarse en mi rostro y que está dirigida únicamente al joven que me observa con recelo.
Me quedo parado en donde estoy, completamente estático, pero regalándole a Potter la primer sincera sonrisa que he dejado salir en un largo tiempo. Ya ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que éstas no estuvieron repletas de desdén y maldad, pero tampoco es como si me importara. No sé qué es lo que pretendo obtener con esto, mas no permito que mi sonrisa decaiga.
En mi mente parece estar librándose una sangrienta guerra entre dos facciones de mi ser. La parte sensata intenta hacerme entrar en razón y forzarme a dejar de exponer tan abiertamente mis sentimientos, insinuándome con malicia que no obtendré nada con ello más que mostrarme como un patético enamorado sufriendo por su amor no correspondido. Por otro lado, la parte más emotiva y sensible rebate cada cruel argumento de la razón con esperanzadoras palabras, diciendo que aún no es posible asegurar si es un amor no correspondido, siendo que jamás le he demostrado lo que siento ni recibido algún claro rechazo de Potter por esta cuestión en particular.
Imperceptiblemente sacudo mi cabeza, tratando de despejarla de toda esta bataola dentro de mi mente y vuelvo a prestar atención a cada pequeño rastro de emoción en el rostro del que se ha convertido en mi perdición. Y es allí donde descubro que mi parte racional, una vez más, estaba en lo cierto. Debí haberla escuchado cuando me gritó con enfado que sólo yo saldría lastimado con esto. Porque los verdes ojos de Potter refulgen con marcado rencor y enfado; mientras que sus tupidas cejas se fruncen en un disgustado mohín, formando alguna que otra arruga en su frente.
Entonces lo entiendo. El destino nunca me dará un respiro. Siempre se asegurará de dejarme en claro que nunca podré ser feliz y esto queda confirmado con el nítido resentimiento con el que Potter me observa. Podría apostar todo el dinero que se encuentra en las bóvedas de Gringotts, a que cree que mi sonrisa es falsa y sólo estoy burlándome de él como siempre. En ningún momento ha pasado por su cabeza el simple pensamiento de que quizás ésta sea verdadera y sin malvadas intenciones detrás, porque no hay forma en que Potter me observe con algo distinto al odio.
Siento claramente cómo mi sonrisa decae de a poco, hasta convertirse en nada más que una afligida mueca. Mis ojos empiezan a picar y debo hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejar que las lágrimas comiencen a formarse y nublen mi visión. En algún punto de toda esta diatriba interna, consigo apartar la vista del que nuevamente ha encontrado la forma de lastimarme de la manera más cruel posible y sin siquiera proponérselo.
Me digo a mí mismo que la vida no es nada justa y parece estar ensañada con algunas personas en particular. Yo soy un claro ejemplo de ellas. Sin embargo, rápidamente acuden a mi mente todas las veces en que le hice cosas horribles a Potter, tales como burlarme de sus difuntos padres o de aquellos a los que considera como su familia. Fugaces recuerdos de las distintas veces que insulté a sus amigos por su estatus de sangre o posición económica, taladran mi conciencia y me hunden aún más en este pozo de tristeza. Todo el dolor que le causé con mis mordaces comentarios y las incontables veces que intenté lastimarlo para obtener algo de consuelo por su rechazo, sólo contribuyen a que mi arrepentimiento crezca.
Y utilizando estos recuerdos, el destino me espeta con perversidad que me merezco todo el sufrimiento que estoy sintiendo, sin darle importancia alguna al trasfondo que me llevó a actuar de esa manera. Porque en realidad, nunca quise hacerle todas esas cosas a él… jamás pretendí herirlo de esa forma… yo sólo… yo sólo quería que me diera una oportunidad de mostrarle quién soy en realidad. Pero eso nunca podrá ser posible y es algo con lo que deberé vivir día a día.
Tendré que encontrar la manera de que estos desoladores sentimientos no terminen de ahogarme en este mar de desconsuelo. Deberé hallar una forma de controlar las irrefrenables ganas de decirle a Potter cuánto lamento todo lo que hice… de cómo quisiera poder volver el tiempo atrás y quitar todo el dolor que le causé… de lo mucho que desearía ser yo quien seque todas sus lágrimas de tristeza, consolándolo e intentando hacer que una de sus cautivadoras sonrisas se instale en su rostro.
No obstante, nada de eso podré hacer y sólo deberé conformarme con verlo a la distancia, ansiando engañar a mi corazón de que no me duele el hecho de que Potter me odie. Abro mis ojos, los cuales no recuerdo haber cerrado, agradeciendo a cualquier deidad que me esté escuchando porque ninguna lágrima haya escapado de ellos. Ya es lo bastante malo que me delatara con mi estúpida sonrisa, como para tener que quedar como un débil niñito frente a él.
Levanto la mirada y estoy dispuesto a regresar a la seguridad del castillo, donde no tenga que ver todo el desprecio que profesa el héroe del mundo mágico hacia mi persona, mas algo me retiene en el lugar. Potter ya no está observándome con odio, en cambio, sus verdes ojos reflejan sorpresa y algo de curiosidad difíciles de ocultar. Esa enfadada mueca que sus cejas formaban ha desaparecido por completo y su cabeza está ligeramente ladeada, como si intentara descubrir algo en mí.
Le sostengo la mirada un poco más, tratando de no comenzar a babear al verlo morderse su labio inferior. Justo cuando estoy por dejar esto por la paz y reemprender el camino hacia el interior del castillo, algo que jamás creí que pasaría ocurre. Potter está devolviéndome la sonrisa. Y no es mal intencionada ni sarcástica, es una genuina. Pequeña, prácticamente imperceptible, pero aun así allí está elevándose sobre una de las comisuras de sus labios, casi con timidez. Entiendo de inmediato el porqué de su vacilación, seguramente debe de pensar que sólo estoy jugando con él y que en cualquier momento, el malvado Draco Malfoy saldrá a la luz y se reirá con cizaña de su ingenuidad al haber caído en la trampa.
Pero como ya lo he dicho antes, ni un leve rastro ha quedado de ese idiota joven que fui en el pasado. Así que sin perder más tiempo, hago lo único que podría hacer en este momento. Correspondo su sonrisa, pero dejo que la mía se alce un poco más que la última vez, demostrándole con ello que no tiene nada que temer… que no estoy burlándome de él… expresando con ella lo que aún no puedo decirle en palabras.
No sé cuánto tiempo pasamos así, simplemente sonriéndonos como dos idiotas descerebrados, mas no me importa. Porque jamás me he sentido tan feliz y en paz conmigo mismo. Y es entonces, cuando finalmente lo comprendo. Sí hay una forma de ganarle al desolador destino que me fue marcado. Aun no es demasiado tarde para cambiarlo y forjar un nuevo camino. Sólo tengo que encontrar aquello que me dé las fuerzas necesarias para hacer lo correcto y apartarme de toda esa oscuridad.
Y yo lo he encontrado. Por fin he hallado la forma de cambiar quién fui, dejando atrás mi pasado como Mortífago y sirviente de Voldemort. Me percato de que por primera vez en mi vida el nombre de ese demente asesino sale de mi boca y no puedo evitar sentir un leve rastro de orgullo recorrerme por dentro; porque ésta sólo es otra demostración de lo dispuesto que estoy a cambiar, a no tener ningún respeto por quien ha hecho tanto daño a mi vida y la de cientos de otros más.
Observo la intensa mirada con las que me ven esas dos esmeraldas y percibo un cálido sentimiento extenderse desde mi pecho hacia todo mi cuerpo. Porque éstas irradian curiosidad y algo que todavía no alcanzo a comprender, pero sin duda puedo decir que no es algo malo en lo absoluto. Giro un poco mi rostro y descubro para mi pesar que Weasley y Granger parecen haber terminado su discusión y se dirigen a captar la atención de su amigo. No quiero que ellos comiencen a hacerle preguntas sobre el por qué nos estamos sonriendo, ya que esto es algo que ni siquiera yo entiendo aún. Así que los dejo resolver sus problemas y emprendo mi camino de regreso al castillo.
Siento claramente cómo una penetrante mirada aún sigue clavada en cada paso que doy, mientras subo por una gran extensión de húmedo pasto. Ni siquiera intento reprimir un poco la boba sonrisa que todavía baila en mi rostro. Después de todo, no tengo intención alguna de traer de nuevo al despiadado ser que fui antes. A partir de ahora seré el verdadero Draco Malfoy. Sin máscaras ni mentiras.
Sigo alejándome de los tres Gryffindors, pero un renovado entusiasmo empieza a formarse en mi interior. La cálida sonrisa que me regaló es motivo más que suficiente para brindarme algo de esperanza en que tal vez las cosas cambien. Quizás hasta pueda conseguir que algún día eso que tanto he anhelado se cumpla y él me corresponda. Ahora sé más que nunca que no debo rendirme y tratar de encontrar la mejor forma de hacerle saber de mis sentimientos a ese despistado moreno.
Porque finalmente he encontrado una razón para empezar de cero y no cometer los mismos errores. Una razón para mostrarle al mundo una parte de mí que nadie conocía pero que siempre ha estado ahí, rogando por salir a la luz y revelar quién soy en realidad. Una razón para todo lo que haga a partir de ahora… y esa razón es Harry.
oOoOoOo
Notas finales: La verdad es que nunca podré terminar de expresar todos los sentimientos que me provoca el personaje de Draco. Muchas veces quiero golpearlo por comportarse tan arrogante y despiadado, repitiendo los ideales de su padre. Y otras sólo quiero abrazarlo y decirle que todo va a estar bien, que no todo fue su culpa… que Harry algún día se dará cuenta de que hay mucho más en él que lo que ha dejado ver hasta ahora. Y un poco de eso fue lo que quise expresar con este fic.
En fin, si llegaron hasta aquí, se los agradezco infinitamente. Ahora voy a pedirles que se tomen dos segundos más de su tiempo para hacer feliz a esta humilde "autora" y me digan qué les pareció en un comentario. En verdad me alegran el día con sus palabras y me ayudan a saber si estoy haciendo las cosas bien. ¡Así que no sean tímidos y los espero con sus sinceras opiniones! Besito enorme y ya nos leeremos. ^_^
