Notas de autora
Hola buenas aquí Kirliana con mi primer fic de Inazuma Eleven Go, La Historia de Judith.
Esta historia ocurre después del capítulo 20 (más o menos). La mayoría de capítulos ocurrirán de manera ajena a la serie y algunos estarán basados en capítulos de esta.
Inazuma Eleven Go pertenece a LEvel 5. Judith Medina me pertenece a mi.
Aviso: Los personajes aparecerán con su nombre europeo (Lo siento pero solo me los sé así).
Aviso 2: Este será el único capítulo que estará escrito en primera persona.
Espero que os guste.~ :3
Hola, me llamo Judith Medina, y esta es mi historia.
Nada más nacer, mis padres decidieron mudarse a la ciudad de Inazuma, ya que mi padre había conseguido un trabajo de entrenador de fútbol gracias a su mejor amigo Percival Travis.
Al principio, todo iba bien, o así es como yo lo recuerdo, hasta que un día cuando yo tenía 3 años mi madre nos abandonó sin decir nada y sin dejar rastro. Eso fue un poco duro para mí, pero mi padre siguió cuidándome solo, intentando que no me preocupase de nada.
Poco a poco, fui superando lo de mi madre. Fue entonces cuando entré al colegio y conocí a Riccardo Di Rigo. Aunque él estaba en un curso mayor que yo nos llevábamos estupendamente. Solíamos pasarnos todas las tardes jugando al fútbol juntos, incluso nuestros padres eran amigos.
Todo iba perfectamente, mi padre y yo habíamos dejado la desaparición de mi madre atrás y habíamos seguido tranquilamente hacia delante. Superando todos los problemas que venían sin ningún problema.
Pero como siempre todo lo bueno llega a su final. Fue entonces cuando pasó el peor día de mi vida.
Mi padre y yo íbamos en el coche camino a casa cuando de repente los frenos fallaron y pasó lo inevitable. Mi padre falleció en el accidente y yo me fracturé las dos piernas. Después, de ese día Riccardo desapareció de mi vida.
En ese momento sentí por primera vez lo que era la soledad.
Tras la muerte de mi padre pensaba que me mandarían a algún orfanato o a alguna casa de acogida. Pero por suerte para mí Percival me acogió, y como agradecimiento acepté su apellido.
Debido al accidente tuve que estar dos años en el hospital. El primero de ellos fue el año más largo de mi vida.
Encerrada en una habitación, sin visitas, sin poder jugar al fútbol, sin compañía… solo con ganas de morirme. Percival no podía visitarme por temas de trabajo y Riccardo se había esfumado. Estar todos los días en aquel hospital, con un montón de cicatrices en el cuerpo y en las piernas que no paraban de recordarme el accidente de mi padre, era insoportable.
Por suerte para mí en el segundo año fue mejor. Apareció un chico que me sacó de aquel foso de desesperación, Víctor Blade. Era como el hermano que nunca había tenido. Me ayudó a quitarme de la cabeza lo del accidente y a pensar en el futuro.
Fue entonces cuando se me vino una idea en mente. Ya no podía hacer que mi padre resucitase, pero si podía recuperar el fútbol que tanto amaba. Decidí que tras mi recuperación me uniría al Raimon y recuperaría el fútbol de mi padre.
Es entonces cuando llegamos al día de hoy. Era una noche lluviosa, el viento y la lluvia zumbaban en mi cabeza sin cesar, dejándome un estúpido dolor de cabeza. Me encontraba junto a Percival en medio de la calle, camino a mi nueva casa.
-¿Estás seguro de esto? –pregunté un poco preocupada.
-Sí, estoy seguro. Además no vas a estar sola, conozco a alguien que estará pendiente de ti por si acaso. –respondió tranquilamente.
-No hace falta que nadie se haga cargo de mí… -dije algo deprimida, ya que no quería molestar a nadie.
-No te preocupes. –dijo intentando calmarme mientras me rebujaba el pelo.
Percival se paró de repente frente a los apartamentos Winsor. No tenía muchas ganas de mudarme, pero no me quedaba otra si quería unirme al Raimon. Necesitaba estar cerca del instituto, pero me preocupaba la idea del alquiler.
No quería preocupar a Percival así que, a sus espaldas, le pedí a un viejo amigo suyo, Archer, que me dejara trabajar en su restaurante a cambio de una pequeña paga.
Nos paramos un momento frente al edificio. Percival tenía que volver a su casa antes de que el tiempo empeorase así que nos despedimos rápidamente.
-Ya continuaremos en otra ocasión con la mudanza, tú ahora vete a descansar que mañana es tu primer día en el instituto. –dijo Percival, despidiéndose rebujándome el pelo otra vez.
-Vale, ya nos veremos… -respondí.
Me quedé quieta en el sitio, viendo como Percival se alejaba hasta que ya no podía verle.
Me encontraba sola otra vez.
De repente, una mano se apoyó en mi hombro dándome un gran susto.
-¡AH! –grité al notar la mano, girándome enseguida.
-Tranquila, soy amiga de Percival. Me llamo Silvia, encantada. –dijo amablemente- Tu debes ser Judith, ¿verdad? –preguntó.
-Esto… sí. Soy Judith encantada… -respondí todavía un poco en shock.
-Siento haberte asustado… -dijo preocupada- ¡Venga! Vamos a dentro antes de que llueva más.
No respondí simplemente esbocé una pequeña sonrisa.
Entramos en el portal y subimos al segundo piso. Nos paramos en frente de la puerta mientras Silvia sacaba la llave del piso y abría la puerta.
-Bueno… esta es tu nueva casa. –dijo nada más abrir la puerta, mientras me entregaba las llaves en la mano- Ahora mismo te traigo la cena. –dijo saliendo por la puerta rápidamente.
-No… si no hace falta… -intenté contestar, pero fue inútil, ya se había ido.
Me quedé quieta en medio de la habitación. El piso era pequeño pero tenía todo lo necesario: cama, baño, escritorio… Me dispuse a colocar las pocas cosas que traía.
Me acerqué al escritorio y coloqué mi ordenador. A un lado puse la única foto que tenía de mi padre, no pude evitar soltar unas pequeñas lágrimas.
De repente, apareció Silvia por la puerta. Se me había olvidado por un momento que la puerta estaba abierta. Cogí la foto de mi padre y la escondí tras mi espalda para evitar malentendidos. Silvia dejó la bandeja con comida encima de la cama.
-Aquí tienes tu cena. –dijo mientras colocaba la bandeja cuidadosamente encima de la cama. Después se viró hacia mí.- No tienes por qué esconder la foto, Percival me lo ha contado todo. –dijo con una sonrisa.
Me quedé muda mirando fijamente a Silvia. ¿Por qué le había contado eso? No quería que todo el mundo supiera lo de mi padre, no quería que nadie se preocupase por mí. Pero ya se lo había contado, y ya no había marcha atrás así que me limité a volver a colocar la foto encima del escritorio.
-Bueno… será mejor que te deje a solas. Mañana será tu primer día en el Raimon y necesitarás descansar… -murmuró mientras se iba hacia la puerta- ¡Ah! –Exclamó parándose en seco al lado de la puerta- No te preocupes por la comida que yo me encargo, ¿vale? –Dijo con una sonrisa mientras cerraba la puerta-
-Esto… está bien. –respondí, aunque no quería ser una carga.
Me quedé sola en la habitación. Me senté en la cama frente a la bandeja, dispuesta a comer mi cena.
Todavía seguía en mi mente la idea de que Silvia supiera lo de mi padre. No quería que me viera como si fuera débil o algo parecido, ni tampoco quería que se preocupase mucho por mí. Pero aun así me gustaba la idea de tener a alguien de confianza en el edificio.
Dejé a un lado mis pensamientos y seguí comiendo. Ahora lo único que importaba era el día de mañana.
