Capítulo 1: La joven misteriosa
Era una calurosa tarde de verano. Anochecía y la fragancia de las flores del parque impregnaba el ambiente. Una chica joven, de unos dieciséis años, vestida con ropa muggle, apareció corriendo asustada por uno de los caminos hasta llegar a un cruce. Se paró un momento, con la respiración agitada, tratando de escuchar si alguien la seguía y tratando de decidir qué hacer a continuación. Metió la mano en su ropa, pero no encontró lo que buscaba. Pronto oyó el ruido de carreras que se acercaban. Miró con miedo a su alrededor, y con un ágil movimiento se escondió detrás de un seto. Con un elegante movimiento de su mano hizo que éste creciese y la rodeara completamente, ocultándola de la vista. Por el camino por el que ella había llegado, aparecieron corriendo tres personas encapuchadas y totalmente vestidas de negro, con unas capas largas hasta los pies, que no dejaban ver quienes eran. Se detuvieron cerca del seto donde estaba oculta la joven, que contuvo la respiración asustada. Cuatro caminos diferentes se abrían ante ellos. Uno de los encapuchados no pudo evitar una exclamación de rabia:
-¡¡Maldita niña!! ¡Se nos ha vuelto a escapar! ¡Sois un par de ineptos!
- Ha.. ha podido ir por cualquier camino... - tartamudeó otro de los hombres.- Mi señor se va a enfadar mucho...
El primer hombre que había hablado y el tercero se miraron asustados. Sabían lo que les ocurriría si eran los portadores de tan malas noticias. Ambos volvieron la mirada al segundo hombrecillo, más bajo que los otros, que temblaba como una hoja.
-Tú se lo dirás- dijo el primero, con voz decidida.
-Pe... pe... pero Lucius, yo no...
El primero, al oírle, le empujó y le acorraló violentamente contra el tronco de un árbol.
-¡Cállate, rata inmunda, no pronuncies mi nombre!- miró nervioso a su alrededor, pero pronto vio que estaban solos y que nadie les había oído. Se volvió a encarar con él.
-Si no se lo dices, le contaré que intentaste avisar a Potter el curso pasado, y que gracias a ti consiguió salvar la vida e impedir que mi Señor completara su venganza.
-¡Pero eso no es cierto! Tu... tu sabes que yo... nunca... es mi Señor...
-Sé que no es cierto, que le temes demasiado para traicionarle, pero una rata es siempre una rata, haga lo que haga. ¿A quién crees tú que creerá? ¿A uno de sus más fieles seguidores, o a una rata de cloaca miedica y traicionera? Tú cargarás con todas las culpas. ¿Entendido?
-Pero... – protestó débilmente el hombrecillo, buscando la ayuda del tercer hombre, que se había mantenido silencioso hasta entonces. Éste, cruzando una mirada de inteligencia con el otro, sentenció:
-Con todas las culpas. - El hombrecillo no pudo evitar un gemido de miedo.
-No sé por qué tiene tanto interés en que encontremos a esa chiquilla. Parece muy joven como para haberle hecho algo, y no tiene los conocimientos suficientes.
-Ta...tal vez... quiera vengarse de alguien.
-No lo creo, me dijo que la niña sería una presa fácil ya que no tenía a nadie que la protegiera. Aún así...
-Pues se va a enfadar.
-Vámonos, aquí ya no tenemos nada que hacer.
Y situándose en el centro del camino, los tres desaparecieron. La joven esperó unos minutos, y cuando se cercioró de que realmente habían desaparecido y de que no era una trampa, salió de su escondite y echó a correr por el camino de la derecha.
**************
En una sala excavada en la roca, un hombre, sentado en una especie de trono de piedra, vestido completamente de negro, con la piel pálida, las facciones como esculpidas en piedra, se entretenía dándole de comer a una cría de serpiente de un metro y medio de largo, de color verde con manchas rojas en el lomo. El hombrecillo, quitándose la capucha, entró y se quedó parado, con la cabeza gacha, en una posición de total sumisión. La serpiente se acercó hasta él, como reconociéndole.
-Vaya, Colagusano, deja que te presente a Nargiri, ella es la hija de Nagini.
El hombrecillo se encogió muerto de miedo. A una señal del hombre sentado en el trono la serpiente se alejó en dirección a la pared y desapareció por un orificio circular que en ella había.
-¿Y bien, Colagusano?
-Mi señor, nosotros... se... se nos ha escapado.
-¡¡¡¿QUÉ?!!!- rugió el hombre, levantándose y mirando completamente enfurecido a Colagusano. Éste no pudo soportar la fría y afilada mirada, y cayó al suelo de rodillas, mientras sus dos compañeros entraban en la sala.
-Lucius, no me esperaba esto de ti.- dijo el Señor con voz peligrosamente suave.
Lucius Malfoy, pues era a él a quien iban dirigidas estas palabras, no pudo evitar un escalofrío de miedo.
-Mi señor, lo lamento mucho. Casi la teníamos, pero la chica es demasiado lista y al llegar al parque consiguió darnos esquinazo.
-Mi señor... - se oyó una voz suplicante desde el suelo.- Mi señor... yo he tenido la culpa, to... toda la culpa, si hubiera sido más listo...
Una carcajada retumbó por toda la sala.
-¿Sabes, Colagusano? Creo que es por eso por lo que aún te perdono la vida, por tu sentido del humor. ¿Listo? Si hubieses sido listo, nunca te hubieras unido a mí. Sólo eres una rata.- dijo el Señor con una cruel sonrisa en los finos labios.- Lucius, Nott, volved a salir y esta vez quiero que me la traigáis. No es más que una niña. No me volváis a fallar.- Su voz sonaba amenazante, y sus palabras realmente lo eran.
Ambos asintieron con la cabeza, y poniéndose las capuchas salieron de la sala y se perdieron en la noche.
-Tu también me has decepcionado mucho, Colagusano, creí que la última vez te había quedado claro.
-Mi señor... le prometo... le prometo que no volverá a ocurrir.
-¿En serio? ¿Serás capaz? Lo dudo.- Dijo el hombre, que no había perdido su cruel sonrisa.- Habrá que verlo. Pero, mientras tanto, para que no se te olvide... - Y levantando su varita, apuntó a Colagusano.
-¡Crucio!
Lejos de allí, Harry se despertó bañado en sudor y con la cicatriz ardiéndole más que cualquier otra vez. Seguía bajo los efectos de la pesadilla, pero se le fue pasando poco a poco, mientras miraba a su alrededor. Estaba en su habitación, en casa de los Dursley, y podía oír a su primo Dudley, que roncaba acompasadamente en la habitación de al lado. Cogió las gafas que estaban a su lado encima de la mesilla, se las puso y miró el reloj. Las seis de la mañana. Otra vez esa pesadilla. Se levantó, cogió un trozo de pergamino, una pluma y escribió:
Querido Dumbledore,
Esta mañana me he despertado de nuevo con la cicatriz ardiendo. He
tenido otra vez la misma pesadilla, que se repite igual que las
anteriores veces, con los mismos protagonistas y las mismas
situaciones. Sigo sin saber quien es la chica a la que él busca con
tanto interés, pero esta vez él estaba realmente furioso.
Saludos
Harry
Enrolló el pergamino y se asomó a la ventana. Estaba amaneciendo. Una lechuza blanca estaba posada en las ramas de un árbol cercano y, al verle, voló hacia él y se posó en el alféizar de la ventana.
-Buenos días, preciosa. Me tienes que hacer un favor. Llévale esto a Dumbledore, es importante- dijo mientras ataba el pergamino a la pata de la lechuza.- Ten cuidado- dijo sonriendo.
La lechuza le dio un suave picotazo en los dedos, como para que se quedara tranquilo, y con un suave aleteo se alejó. Harry la siguió con la vista hasta que desapareció. Cerró la ventana y se dirigió al baño.
Bajo la ducha su mente volvía insistente a las escenas de la pesadilla. La había tenido durante todo el verano, desde que Voldemort, ayudado por los dementores, que se habían rebelado, había liberado a todos sus mortífagos de Azkaban, la prisión del mundo mágico. En la pesadilla, al igual que las otras veces, no conseguía ver la cara de la chica. De los demás sí, pero era como si su rostro le estuviera velado. Eso era raro, ya que en el resto de pesadillas que había tenido con Voldemort, siempre había visto las caras de los que aparecían en ellas.
Se vistió y bajó en dirección a la cocina para desayunar algo. Trató de no hacer ruido, ya que era muy temprano y sus tíos dormían. Además, sabía que su tío Vernon montaría en cólera si le pillaba levantado a esas horas. Lo asociaría a su "anormalidad", como él llamaba a ser un mago, pensaría que estaba haciendo magia o algo relacionado con ella, y a buen seguro le castigaría después de pegarle una buena bronca. Y Harry prefería pasar lo más tranquilamente posible el día de su cumpleaños. También sabía que los Dursley no le felicitarían ni le regalarían nada, y si lo hicieran, sería algo aún más cínico que la vez en la que le regalaron un pañuelo de papel. Al principio a Harry le molestaba, pero había acabado por entenderlos: simplemente, tenían miedo de lo que no conocían. Y por eso el mundo mágico y todo lo relacionado con él les daba miedo. Un miedo tan terrible, que no se atrevían ni siquiera a mencionarlo. Por eso en la casa todo lo relacionado con Harry y sus poderes era un tema tabú. Pero en los últimos años las cosas se habían tranquilizado un poco, cuando los Dursley se enteraron de que tenía un padrino que era un conocido asesino que se había escapado de la cárcel. Sonrió. Si ellos supieran... Y entonces recordó. Recordó lo que había sucedido el curso pasado. Recordó su última lucha contra Voldemort, ayudado por sus amigos. La llegada de Dumbledore seguido por los miembros de la Orden del Fénix. Sirius luchando contra Bellatrix Lestrange. Recordó... Y en ese momento afloraron todos los sentimientos y emociones que había tratado de reprimir durante todo el verano, mientras una lágrima solitaria se deslizaba por sus mejillas. Sirius... Su padrino. Su amigo. El hombre que le había hecho tener esperanza. Sentía que algo se le desgarraba en el alma al recordar. A pesar de todo, no podía evitar sentirse culpable por su muerte. Si no hubiera sido tan estúpido como para dejarse engañar por Voldemort...
Un golpe en el cristal de la ventana le sacó de sus tristes pensamientos. La abrió y una lechuza gris, chiquitita, entró revoloteando animadamente en la cocina, yendo a posarse en la mesa, cerca de donde Harry preparaba el desayuno. Éste desató una carta de la patita de la lechuza.
Querido Harry,
¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo estás? Espero que bien, y que esos Dursley
se porten bien contigo. Fred y George dicen que si no lo hacen, les
pidas alguna de sus bromas, que les encantaría probarla con Dudley.
Espero que me contestes al menos a esta carta, ya que desde que
terminó el curso no nos has respondido a ninguna, y mamá está muy
preocupada. Dice que si sigues sin responder, irá a hablar con los
Dursley.
Hermione y yo hemos quedado el día 15 a las 10 de la mañana en el
Caldero Chorreante para ir al Callejón Diagon a comprar los nuevos
materiales. ¿Vendrás? Espero verte allí. Dumbledore nos dijo que no
podrías pasar el verano en la Madriguera, él tiene sus razones,
pero a petición de papá dijo que sí podrías venir al Callejón. Si
vienes, sólo dínoslo e iremos a recogerte.
Saludos
Ron
PD: le he dicho a Pig que no te de tu regalo hasta que no hayas
escrito una respuesta. Y que si no lo haces te obligue a ello ( Yo
lo haría, Pig da unos buenos picotazos)
Harry levantó la vista y sonrió a Pig mientras le daba parte de su tostada.
-¿Así que vas a obligarme?
Pig gorjeó de contento. En eso, otras dos lechuzas, una marrón y una negra, entraron por la ventana cargando un voluminoso paquete. Harry abrió la carta que llevaba encima.
Querido Harry,
¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Entiendo que
no quieras hablar de lo sucedido, pero, al menos, mándanos una nota
diciendo que estás bien. Nosotros también le echamos mucho de
menos, pero el apartarte no solucionará nada. Debes levantar la
frente y seguir adelante. Creo que eso es lo que él hubiera
deseado. Estamos muy preocupados por ti. No se si Ron te habrá
dicho que hemos quedado en el Caldero Chorreante el día 15 a las 10
de la mañana para ir a comprar los materiales para Hogwarts. Nos
gustaría mucho que vinieras con nosotros. Dumbledore nos dijo que
sí podrías venir al Callejón. Si vienes, dínoslo.
Espero que te guste el regalo,
Con todo mi cariño,
Hermione
Dejó la carta y el sobre a un lado, cogió el paquete y lo desenvolvió. El regalo de Hermione era un libro, "Los mejores equipos de Quidditch de la Historia" y unos dulces caseros. Sonriendo, les dio el resto de su tostada a las lechuzas, que ulularon agradecidas y salieron por la ventana. Se puso a hojear el libro hasta que un fuerte picotazo en el dedo le hizo reaccionar.
-¡¡AUCH!!
Era Pig, que siguiendo las instrucciones de Ron, le recordaba a Harry que esperaba una respuesta.
-¡Me había olvidado de ti!- Pig le miró enfadada- Está bien, voy a escribir a Ron y Hermione.- Dijo acabándose el desayuno, cogiendo el libro y las cartas y subiendo por la escalera.
Al llegar arriba, vio que Pig le estaba esperando en la ventana, con un paquetito de su mismo tamaño ( del de Pig, la verdad es que no se como pudo llevarlo *_*). Cuando el chico intentó cogerlo, la lechuza voló hasta la parte superior del armario que había en la habitación.
-¡Está bien, primero las cartas!- y, cogiendo pluma y pergamino, se puso manos a la obra.
Escribió dos cartas, una para cada uno de sus amigos. En ellas se disculpaba por haberlos tenido tan preocupados, les agradecía los regalos y les aseguraba que si Dumbledore se lo permitía, iría con ellos al Callejón Diagon.
Sabía que tendría que pedir permiso a sus tíos, pero también sabía que ello no representaría ningún problema. Desde que al final del curso pasado, en la estación de King's Cross, algunos de los miembros de la Orden del Fénix asustaran a su tío para evitar que le siguiera tratando como lo había hecho hasta entonces, las cosas habían mejorado mucho. Al menos ya no se metían tanto con él, y a veces daba la impresión de que le evitaban. Y si quería conseguir algo, bastaba una simple mención al ojo mágico de Moody para que su tío claudicase.
Cuando Pig vio que enrollaba los pergaminos, voló hacia la mesa y le entregó el paquetito a Harry. Al abrirlo, éste se quedó emocionado. Era un juego de quidditch en miniatura, para uno o dos jugadores ( para los que sean muggles: es un juego en el que hay un pequeño campo de quidditch, en el que los jugadores se mueven con el pensamiento y las bludgers y la snitch mediante magia. He de decir que la idea no es mía, lo leí hace tiempo en otro fic, no se en cual, pero me hizo gracia. Espero que si la autora de ese fic lee esto, no se enfade conmigo. ¡Es que me pareció una muy buena idea!(). Después de agregar unas líneas más a la carta de Ron agradeciéndole nuevamente su regalo, ató las cartas a la patita de la lechuza y le pidió que le entregara una carta a cada uno de sus amigos. Pig ululó en señal de asentimiento para que se quedara tranquilo y salió volando por la ventana.
Durante el día, el mal humor de tío Vernon fue creciendo hasta llegar a límites insospechados. Esto fue debido a que a Harry le siguieron llegando montones de felicitaciones y regalos vía lechuza de sus compañeros de Hogwarts y de algunos de los miembros de la Orden. La última felicitación fue la de Dumbledore, que acompañaba a la carta del colegio. En ella Dumbledore le decía que había hablado con Molly Weasley y que le daba su permiso para que fuera al Callejón Diagon con Ron y Hermione. Harry saltó de alegría.
Días después, recibió una llamada de teléfono que hizo que su tío volviera a ponerse rojo de furia, aunque al pensar en lo que le podía ocurrir si Harry lo contaba, trató de serenarse y no explotó. Eran Ron y Hermione, que le llamaban para quedar con él y para decirle que irían a recogerle una hora antes a su casa, puesto que aún estaba amenazado por Voldemort y necesitaba protección. La llamada fue muy divertida, ya que Ron no sabía como utilizar el auricular y la mayor parte de las veces le gritaba al altavoz en vez de hablar al micro. Cuando colgó, Harry no pudo evitar una gran sonrisa. Por fin los vería. Habían quedado en que los padres de Ron irían a buscarle junto con algunos de los miembros de la Orden. Harry rezó para que uno de ellos fuera Remus Lupin, que había sido uno de los mejores amigos de sus padres.
Cuando Harry subió a acostarse, recogió todas sus cosas dentro del baúl y se durmió con una sonrisa en su rostro.
Era una calurosa tarde de verano. Anochecía y la fragancia de las flores del parque impregnaba el ambiente. Una chica joven, de unos dieciséis años, vestida con ropa muggle, apareció corriendo asustada por uno de los caminos hasta llegar a un cruce. Se paró un momento, con la respiración agitada, tratando de escuchar si alguien la seguía y tratando de decidir qué hacer a continuación. Metió la mano en su ropa, pero no encontró lo que buscaba. Pronto oyó el ruido de carreras que se acercaban. Miró con miedo a su alrededor, y con un ágil movimiento se escondió detrás de un seto. Con un elegante movimiento de su mano hizo que éste creciese y la rodeara completamente, ocultándola de la vista. Por el camino por el que ella había llegado, aparecieron corriendo tres personas encapuchadas y totalmente vestidas de negro, con unas capas largas hasta los pies, que no dejaban ver quienes eran. Se detuvieron cerca del seto donde estaba oculta la joven, que contuvo la respiración asustada. Cuatro caminos diferentes se abrían ante ellos. Uno de los encapuchados no pudo evitar una exclamación de rabia:
-¡¡Maldita niña!! ¡Se nos ha vuelto a escapar! ¡Sois un par de ineptos!
- Ha.. ha podido ir por cualquier camino... - tartamudeó otro de los hombres.- Mi señor se va a enfadar mucho...
El primer hombre que había hablado y el tercero se miraron asustados. Sabían lo que les ocurriría si eran los portadores de tan malas noticias. Ambos volvieron la mirada al segundo hombrecillo, más bajo que los otros, que temblaba como una hoja.
-Tú se lo dirás- dijo el primero, con voz decidida.
-Pe... pe... pero Lucius, yo no...
El primero, al oírle, le empujó y le acorraló violentamente contra el tronco de un árbol.
-¡Cállate, rata inmunda, no pronuncies mi nombre!- miró nervioso a su alrededor, pero pronto vio que estaban solos y que nadie les había oído. Se volvió a encarar con él.
-Si no se lo dices, le contaré que intentaste avisar a Potter el curso pasado, y que gracias a ti consiguió salvar la vida e impedir que mi Señor completara su venganza.
-¡Pero eso no es cierto! Tu... tu sabes que yo... nunca... es mi Señor...
-Sé que no es cierto, que le temes demasiado para traicionarle, pero una rata es siempre una rata, haga lo que haga. ¿A quién crees tú que creerá? ¿A uno de sus más fieles seguidores, o a una rata de cloaca miedica y traicionera? Tú cargarás con todas las culpas. ¿Entendido?
-Pero... – protestó débilmente el hombrecillo, buscando la ayuda del tercer hombre, que se había mantenido silencioso hasta entonces. Éste, cruzando una mirada de inteligencia con el otro, sentenció:
-Con todas las culpas. - El hombrecillo no pudo evitar un gemido de miedo.
-No sé por qué tiene tanto interés en que encontremos a esa chiquilla. Parece muy joven como para haberle hecho algo, y no tiene los conocimientos suficientes.
-Ta...tal vez... quiera vengarse de alguien.
-No lo creo, me dijo que la niña sería una presa fácil ya que no tenía a nadie que la protegiera. Aún así...
-Pues se va a enfadar.
-Vámonos, aquí ya no tenemos nada que hacer.
Y situándose en el centro del camino, los tres desaparecieron. La joven esperó unos minutos, y cuando se cercioró de que realmente habían desaparecido y de que no era una trampa, salió de su escondite y echó a correr por el camino de la derecha.
**************
En una sala excavada en la roca, un hombre, sentado en una especie de trono de piedra, vestido completamente de negro, con la piel pálida, las facciones como esculpidas en piedra, se entretenía dándole de comer a una cría de serpiente de un metro y medio de largo, de color verde con manchas rojas en el lomo. El hombrecillo, quitándose la capucha, entró y se quedó parado, con la cabeza gacha, en una posición de total sumisión. La serpiente se acercó hasta él, como reconociéndole.
-Vaya, Colagusano, deja que te presente a Nargiri, ella es la hija de Nagini.
El hombrecillo se encogió muerto de miedo. A una señal del hombre sentado en el trono la serpiente se alejó en dirección a la pared y desapareció por un orificio circular que en ella había.
-¿Y bien, Colagusano?
-Mi señor, nosotros... se... se nos ha escapado.
-¡¡¡¿QUÉ?!!!- rugió el hombre, levantándose y mirando completamente enfurecido a Colagusano. Éste no pudo soportar la fría y afilada mirada, y cayó al suelo de rodillas, mientras sus dos compañeros entraban en la sala.
-Lucius, no me esperaba esto de ti.- dijo el Señor con voz peligrosamente suave.
Lucius Malfoy, pues era a él a quien iban dirigidas estas palabras, no pudo evitar un escalofrío de miedo.
-Mi señor, lo lamento mucho. Casi la teníamos, pero la chica es demasiado lista y al llegar al parque consiguió darnos esquinazo.
-Mi señor... - se oyó una voz suplicante desde el suelo.- Mi señor... yo he tenido la culpa, to... toda la culpa, si hubiera sido más listo...
Una carcajada retumbó por toda la sala.
-¿Sabes, Colagusano? Creo que es por eso por lo que aún te perdono la vida, por tu sentido del humor. ¿Listo? Si hubieses sido listo, nunca te hubieras unido a mí. Sólo eres una rata.- dijo el Señor con una cruel sonrisa en los finos labios.- Lucius, Nott, volved a salir y esta vez quiero que me la traigáis. No es más que una niña. No me volváis a fallar.- Su voz sonaba amenazante, y sus palabras realmente lo eran.
Ambos asintieron con la cabeza, y poniéndose las capuchas salieron de la sala y se perdieron en la noche.
-Tu también me has decepcionado mucho, Colagusano, creí que la última vez te había quedado claro.
-Mi señor... le prometo... le prometo que no volverá a ocurrir.
-¿En serio? ¿Serás capaz? Lo dudo.- Dijo el hombre, que no había perdido su cruel sonrisa.- Habrá que verlo. Pero, mientras tanto, para que no se te olvide... - Y levantando su varita, apuntó a Colagusano.
-¡Crucio!
Lejos de allí, Harry se despertó bañado en sudor y con la cicatriz ardiéndole más que cualquier otra vez. Seguía bajo los efectos de la pesadilla, pero se le fue pasando poco a poco, mientras miraba a su alrededor. Estaba en su habitación, en casa de los Dursley, y podía oír a su primo Dudley, que roncaba acompasadamente en la habitación de al lado. Cogió las gafas que estaban a su lado encima de la mesilla, se las puso y miró el reloj. Las seis de la mañana. Otra vez esa pesadilla. Se levantó, cogió un trozo de pergamino, una pluma y escribió:
Querido Dumbledore,
Esta mañana me he despertado de nuevo con la cicatriz ardiendo. He
tenido otra vez la misma pesadilla, que se repite igual que las
anteriores veces, con los mismos protagonistas y las mismas
situaciones. Sigo sin saber quien es la chica a la que él busca con
tanto interés, pero esta vez él estaba realmente furioso.
Saludos
Harry
Enrolló el pergamino y se asomó a la ventana. Estaba amaneciendo. Una lechuza blanca estaba posada en las ramas de un árbol cercano y, al verle, voló hacia él y se posó en el alféizar de la ventana.
-Buenos días, preciosa. Me tienes que hacer un favor. Llévale esto a Dumbledore, es importante- dijo mientras ataba el pergamino a la pata de la lechuza.- Ten cuidado- dijo sonriendo.
La lechuza le dio un suave picotazo en los dedos, como para que se quedara tranquilo, y con un suave aleteo se alejó. Harry la siguió con la vista hasta que desapareció. Cerró la ventana y se dirigió al baño.
Bajo la ducha su mente volvía insistente a las escenas de la pesadilla. La había tenido durante todo el verano, desde que Voldemort, ayudado por los dementores, que se habían rebelado, había liberado a todos sus mortífagos de Azkaban, la prisión del mundo mágico. En la pesadilla, al igual que las otras veces, no conseguía ver la cara de la chica. De los demás sí, pero era como si su rostro le estuviera velado. Eso era raro, ya que en el resto de pesadillas que había tenido con Voldemort, siempre había visto las caras de los que aparecían en ellas.
Se vistió y bajó en dirección a la cocina para desayunar algo. Trató de no hacer ruido, ya que era muy temprano y sus tíos dormían. Además, sabía que su tío Vernon montaría en cólera si le pillaba levantado a esas horas. Lo asociaría a su "anormalidad", como él llamaba a ser un mago, pensaría que estaba haciendo magia o algo relacionado con ella, y a buen seguro le castigaría después de pegarle una buena bronca. Y Harry prefería pasar lo más tranquilamente posible el día de su cumpleaños. También sabía que los Dursley no le felicitarían ni le regalarían nada, y si lo hicieran, sería algo aún más cínico que la vez en la que le regalaron un pañuelo de papel. Al principio a Harry le molestaba, pero había acabado por entenderlos: simplemente, tenían miedo de lo que no conocían. Y por eso el mundo mágico y todo lo relacionado con él les daba miedo. Un miedo tan terrible, que no se atrevían ni siquiera a mencionarlo. Por eso en la casa todo lo relacionado con Harry y sus poderes era un tema tabú. Pero en los últimos años las cosas se habían tranquilizado un poco, cuando los Dursley se enteraron de que tenía un padrino que era un conocido asesino que se había escapado de la cárcel. Sonrió. Si ellos supieran... Y entonces recordó. Recordó lo que había sucedido el curso pasado. Recordó su última lucha contra Voldemort, ayudado por sus amigos. La llegada de Dumbledore seguido por los miembros de la Orden del Fénix. Sirius luchando contra Bellatrix Lestrange. Recordó... Y en ese momento afloraron todos los sentimientos y emociones que había tratado de reprimir durante todo el verano, mientras una lágrima solitaria se deslizaba por sus mejillas. Sirius... Su padrino. Su amigo. El hombre que le había hecho tener esperanza. Sentía que algo se le desgarraba en el alma al recordar. A pesar de todo, no podía evitar sentirse culpable por su muerte. Si no hubiera sido tan estúpido como para dejarse engañar por Voldemort...
Un golpe en el cristal de la ventana le sacó de sus tristes pensamientos. La abrió y una lechuza gris, chiquitita, entró revoloteando animadamente en la cocina, yendo a posarse en la mesa, cerca de donde Harry preparaba el desayuno. Éste desató una carta de la patita de la lechuza.
Querido Harry,
¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo estás? Espero que bien, y que esos Dursley
se porten bien contigo. Fred y George dicen que si no lo hacen, les
pidas alguna de sus bromas, que les encantaría probarla con Dudley.
Espero que me contestes al menos a esta carta, ya que desde que
terminó el curso no nos has respondido a ninguna, y mamá está muy
preocupada. Dice que si sigues sin responder, irá a hablar con los
Dursley.
Hermione y yo hemos quedado el día 15 a las 10 de la mañana en el
Caldero Chorreante para ir al Callejón Diagon a comprar los nuevos
materiales. ¿Vendrás? Espero verte allí. Dumbledore nos dijo que no
podrías pasar el verano en la Madriguera, él tiene sus razones,
pero a petición de papá dijo que sí podrías venir al Callejón. Si
vienes, sólo dínoslo e iremos a recogerte.
Saludos
Ron
PD: le he dicho a Pig que no te de tu regalo hasta que no hayas
escrito una respuesta. Y que si no lo haces te obligue a ello ( Yo
lo haría, Pig da unos buenos picotazos)
Harry levantó la vista y sonrió a Pig mientras le daba parte de su tostada.
-¿Así que vas a obligarme?
Pig gorjeó de contento. En eso, otras dos lechuzas, una marrón y una negra, entraron por la ventana cargando un voluminoso paquete. Harry abrió la carta que llevaba encima.
Querido Harry,
¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Entiendo que
no quieras hablar de lo sucedido, pero, al menos, mándanos una nota
diciendo que estás bien. Nosotros también le echamos mucho de
menos, pero el apartarte no solucionará nada. Debes levantar la
frente y seguir adelante. Creo que eso es lo que él hubiera
deseado. Estamos muy preocupados por ti. No se si Ron te habrá
dicho que hemos quedado en el Caldero Chorreante el día 15 a las 10
de la mañana para ir a comprar los materiales para Hogwarts. Nos
gustaría mucho que vinieras con nosotros. Dumbledore nos dijo que
sí podrías venir al Callejón. Si vienes, dínoslo.
Espero que te guste el regalo,
Con todo mi cariño,
Hermione
Dejó la carta y el sobre a un lado, cogió el paquete y lo desenvolvió. El regalo de Hermione era un libro, "Los mejores equipos de Quidditch de la Historia" y unos dulces caseros. Sonriendo, les dio el resto de su tostada a las lechuzas, que ulularon agradecidas y salieron por la ventana. Se puso a hojear el libro hasta que un fuerte picotazo en el dedo le hizo reaccionar.
-¡¡AUCH!!
Era Pig, que siguiendo las instrucciones de Ron, le recordaba a Harry que esperaba una respuesta.
-¡Me había olvidado de ti!- Pig le miró enfadada- Está bien, voy a escribir a Ron y Hermione.- Dijo acabándose el desayuno, cogiendo el libro y las cartas y subiendo por la escalera.
Al llegar arriba, vio que Pig le estaba esperando en la ventana, con un paquetito de su mismo tamaño ( del de Pig, la verdad es que no se como pudo llevarlo *_*). Cuando el chico intentó cogerlo, la lechuza voló hasta la parte superior del armario que había en la habitación.
-¡Está bien, primero las cartas!- y, cogiendo pluma y pergamino, se puso manos a la obra.
Escribió dos cartas, una para cada uno de sus amigos. En ellas se disculpaba por haberlos tenido tan preocupados, les agradecía los regalos y les aseguraba que si Dumbledore se lo permitía, iría con ellos al Callejón Diagon.
Sabía que tendría que pedir permiso a sus tíos, pero también sabía que ello no representaría ningún problema. Desde que al final del curso pasado, en la estación de King's Cross, algunos de los miembros de la Orden del Fénix asustaran a su tío para evitar que le siguiera tratando como lo había hecho hasta entonces, las cosas habían mejorado mucho. Al menos ya no se metían tanto con él, y a veces daba la impresión de que le evitaban. Y si quería conseguir algo, bastaba una simple mención al ojo mágico de Moody para que su tío claudicase.
Cuando Pig vio que enrollaba los pergaminos, voló hacia la mesa y le entregó el paquetito a Harry. Al abrirlo, éste se quedó emocionado. Era un juego de quidditch en miniatura, para uno o dos jugadores ( para los que sean muggles: es un juego en el que hay un pequeño campo de quidditch, en el que los jugadores se mueven con el pensamiento y las bludgers y la snitch mediante magia. He de decir que la idea no es mía, lo leí hace tiempo en otro fic, no se en cual, pero me hizo gracia. Espero que si la autora de ese fic lee esto, no se enfade conmigo. ¡Es que me pareció una muy buena idea!(). Después de agregar unas líneas más a la carta de Ron agradeciéndole nuevamente su regalo, ató las cartas a la patita de la lechuza y le pidió que le entregara una carta a cada uno de sus amigos. Pig ululó en señal de asentimiento para que se quedara tranquilo y salió volando por la ventana.
Durante el día, el mal humor de tío Vernon fue creciendo hasta llegar a límites insospechados. Esto fue debido a que a Harry le siguieron llegando montones de felicitaciones y regalos vía lechuza de sus compañeros de Hogwarts y de algunos de los miembros de la Orden. La última felicitación fue la de Dumbledore, que acompañaba a la carta del colegio. En ella Dumbledore le decía que había hablado con Molly Weasley y que le daba su permiso para que fuera al Callejón Diagon con Ron y Hermione. Harry saltó de alegría.
Días después, recibió una llamada de teléfono que hizo que su tío volviera a ponerse rojo de furia, aunque al pensar en lo que le podía ocurrir si Harry lo contaba, trató de serenarse y no explotó. Eran Ron y Hermione, que le llamaban para quedar con él y para decirle que irían a recogerle una hora antes a su casa, puesto que aún estaba amenazado por Voldemort y necesitaba protección. La llamada fue muy divertida, ya que Ron no sabía como utilizar el auricular y la mayor parte de las veces le gritaba al altavoz en vez de hablar al micro. Cuando colgó, Harry no pudo evitar una gran sonrisa. Por fin los vería. Habían quedado en que los padres de Ron irían a buscarle junto con algunos de los miembros de la Orden. Harry rezó para que uno de ellos fuera Remus Lupin, que había sido uno de los mejores amigos de sus padres.
Cuando Harry subió a acostarse, recogió todas sus cosas dentro del baúl y se durmió con una sonrisa en su rostro.
