¡Oosh, minna! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal os va la vida? Bueno, que me salgo del tema. Estabamos en el Club de Facebook (Parece que últimamente solo saco inspiración de ahí) y colgué una pequeña imagen que me gustaría pasar a escrito, así que, empecemos…

Como no podía ser de otra forma, y es que por muchos años que pasasen seguirían siendo los mismos, la Mugiwara kaizoku-dan estaba sumida en una de sus cenas, o eso había parecido al principio, hasta que, sin poder evitarlo, la música comenzó a sonar y se convirtió en una gran fiesta.

Como era normal, dos de nuestros nakama se encontraban sentados aparte, disfrutando de la fiesta con su típica tranquilidad y su copa de vino, o botella de sake, en la mano.

Había sido un día bastante normal, apenas un pequeño enfrentamiento con una banda suicida que fue reducida en menos de cinco minutos. Después de eso se dedicaron de nuevo a sus cosas, sin embargo, Zoro había pasado toda la tarde sintiéndose observado.

El kenshi se vió sacado de sus pensamientos cuando percibió un movimiento por el rabillo del ojo. Levantó la vista y vió a Robin acercarse a él. No pudo evitar sorpenderse cuando la vió agacharse a su lado, inclinándose hacia él. Notó como el cabello de la ojiazul se deslizaba por su rostro y se percató de donde se encontraba.

Se había agachado hasta su oreja, rozado sus labios con el lóbulo de ésta e introduciéndoselo en la boca para pegarle un pequeño mordisco, haciendo que Zoro diese un pequeño respingo, llamando la atención de sus nakama, que se giraon y vieron a Robin, agachada frente al peliverde, con una mano apoyada contra su hombro y la otra sobre el sofá.

-¡Robin-chwan! ¿¡Por que..!?- Sanji lloraba a lágrima viva mientras sus demás nakama observaban boquiabiertos lo que sucedía entre esos dos. Zoro simplemente apretaba los dientes para no soltar alguna barbaridad.

El kenshi trataba de no mirar hacia donde se encontraba Robin, exponiendo un amplio escote con la camiseta de tirantes de color azul marino que llevaba. Tampoco quería mirar hacia lo bien que le quedaba ese pequeño short vaquero de color gris, que se encontaba al alcance de su mano. Ni sus largas y esbeltas piernas, acabadas en dos tacones del mismo color que su camiseta, y que resaltaban su longitud. Tampoco quería sentir ese suave cabello azabache, que le acariciaba el pecho desnudo, mandándole escalofríos por toda la columna vertebral.

-Kenshi-san, llevo observándote todo el día.- Comenzó la morena en un tono de voz que casi hace explotar a Zoro. -Te espero en el puesto de vigía en diez minutos, no tardes…- Pegó otro pequeño mordisco al lóbulo de su oreja y, tras clavar sus ojos en los del kegou con una mirada penetrante que casi le deja de piedra, salió por la puerta de la cocina contoneando sus caderas, de camino hacia el puesto de vigía.

Zoro se quedó observando la puerta durante unos escasos segundos antes de darle un largo trago a su sake y, girando la cabeza, ver como todos sus nakama, menos Sanji que estaba deprimido en una esquina de la cocina, no le quitaban el ojo de encima. Era obvio que no habían oido lo que dijo Robin, pues se lo susurró a la oreja, pero la posición en la que se había colocado la morena para hablar con él era mucho más cercana que la que se solía tener con un tomodachi.

-¿Qué?

¡Yataaaa! Me ha quedado raro, ¿no? No se, algo para que podais entreteneros antes de iros a dormir. Deciros quería que estoy tratando de meterme en el lemmon y es probable que publique uno pronto, pero no os lo puedo prometer. Espero que os haya gustado la imagen y un saludo a Laura, que lo más probable es que sea de las primeras en leerlo.

-Muco! ;D