Hola gente, esto está sobre tiempo, así que no me extenderé mucho. Aparte de que el tema del reto habla de un tiempo límite, (cosa que he cumplido al extremo xd), he de decir que lo llevo escribiendo desde el día que me apunté, solo que a trozos pequeños por falta de tiempo. Meh.
Espero que les guste mucho :3
Disclaimer: los personajes de How to train your dragon no me pertenecen. Son propiedad de Cressida Cowell y Dreamworks. Este fic participa en el reto de Enero "Deadlines" del foro Canciones del Antiguo Berk. El icon es propiedad de funkytoes (deviantart)
Corre
En la residencia Haddock reinaba el silencio y la armonía. Halley, una pequeña niña de poco más de dos años dormía en el sofá. Su madre la tapó con una manta y se sentó en la otra esquina a ver la televisión y distraerse un poco. En su estado, los nervios eran como una bomba a punto de explotar. Encendió el televisor, pero no encontró nada para matar el tiempo.
No pasa nada. Es mejor así.
Astrid se sentía un poco incómoda desde la mañana. No es que extrañara a Hiccup por haberse ido muy temprano a la otra punta de la ciudad sin despedirse de ella. Tampoco era que se sintiera sola e indefensa porque las hormonas estuvieran a flor de piel. Quizá no era eso.
¿Será que ya es hora?
Miró a su hija, tranquila y dormida que no fue capaz de despertarla para llevarla a casa de Fishlegs, como habían acordado una vez llegara el momento. Estaba intranquila. Su intuición de madre le decía que algo andaba mal con ella.
No. No puede ser. Deja de ser pesimista.
No era que algo iba mal. No. Porque eso significaría que algo iba mal con su embarazo y no lo permitiría. No mientras estuviera a su alcance. Una punzada en su estómago le dijo que la pequeña criatura que había crecido en su interior por los últimos nueve meses, estaba queriendo salir. Su primera contractura fue dolorosa, pero no tanto como cuando tuvo a Halley.
Está bien, lo haremos a tu modo.
Agarró su teléfono móvil y buscó a Fishlegs en su agenda.
–¿Astrid? ¿Estás bien? ¿Ya es hora?
–Cálmate Fishlegs, estoy bien. – respiró hondo, intentando calmar el dolor – Pero quiero que vengas a quedarte con Halley, creo… que ya es hora de ir al hospital.
–¿Ya es hora? ¿Y quieres que me tranquilice?
–Es que… – alejó el teléfono para ahogar un gemido molesto – Fishlegs… – se quejó en un tono apenas audible.
–No te muevas, voy para allá.
Su amigo colgó. Miró la hora. 15:37. Hiccup no llegaría hasta pasadas las ocho, las siete si tenía suerte. Tocó su vientre, pensando en él.
Parece que papá no podrá verte hasta tarde.
Alejó ese sentimiento de soledad y pensó en su hija y su futuro bebé. La contractura que había sufrido durante la llamada, duró poco, pero bien sabía que las próximas durarían más.
Se fue a su habitación y agarró el bolso que tenía preparado para la ocasión. En él había todo lo necesario para su estancia en el hospital. Miró su mesilla de noche y vio la foto que yacía encima. Estaban Hiccup, Halley y ella. Pronto tendrían que cambiar la foto o la mesilla, y conseguir otro marco.
El timbre de la casa sonó y caminó para abrir la puerta.
–Hola Astrid, ¿estás bien? Tendrías que estar sentada, no esfuerzos ni cargar peso ni… ¡Auch! – Fishlegs había recibido un manotazo.
–Déjala respirar, está embarazada. No inválida.
–Gracias Ruff. – Astrid conocía a Fishlegs por años y sabía lo cuidadoso que era con el tema de los hijos. – No te preocupes Fishlegs, estoy bien y…
No pudo continuar hablando. Otra punzada la sacudió.
–¿Cuándo empezaste?
Miró la hora. 15:53
–Hace poco más de media hora.
–Bien, vámonos. – sentenció Ruff.
–Fishlegs, Halley está dormida. Ya sabes dónde está todo. Te llamamos si pasa algo.
–¡Cuídense!
Astrid se sentó en el sitio del copiloto en el coche de Ruffnut. La rubia de trenzas largas prendió la radio, poniendo música al ambiente.
–¿Llamaste a Hiccup?
–La verdad es que no. Está en una reunión importante y no quiero preocuparle.
Ruffnut paró en seco. Justo a tiempo, porque el semáforo que tenía delante seguía en rojo.
–Pero Astrid, es el padre. Me corrijo. Es Hiccup de quien hablamos. Él querrá estar aquí para entonces.
–Está en la otra punta de la ciudad, no creo que llegue de todos modos.
–Aún así. Deberías dejarle un mensaje.
–Está bien.
"Ruff me lleva para el hospital. Halley está en casa con Fishlegs. Te quiero."
Ruffnut no entendía por qué Astrid quería alejar a Hiccup de esto. Supuso que sería por las hormonas y todo el tema del embarazo. Escuchó un quejido de Astrid y se preocupó un tanto, pero recordó que Fishlegs le había advertido que eso era normal.
"Son las 16:05 en la capital. Hace una tarde espléndida, ¿quién diría que un día como hoy saldría el sol en lo alto? Desde la central tengo unas hermosas vistas de la hermosa ciudad que es…"
Ruffnut había apagado la radio. Paró el coche en frente del hospital, en la zona de maternidad.
–¿Estás bien? – Astrid parecía consternada y preocupada. ¿Le estaría afectando que Hiccup no estuviera a su lado?
–Sí, es solo que… no sé, creo que son los nervios.
–Oh, bueno.
Astrid bajó del coche cargando con su bolso. Ruffnut aprovechó y envió un mensaje rápido a la única persona que sabía que estaría con Hiccup.
"Emergencia. Astrid. Bebé. Avisar. Hiccup."
–¿Vienes Ruff?
–Enseguida.
.-^.o.O.o.^-.
En algún alto edificio, a una hora de trayecto en coche del hospital, Hiccup ordenaba papeles llenos de apuntes para su exposición frente a la empresa donde trabajaba. Era importante que esa reunión se realizara con éxito, de ello dependían próximas inversiones.
–Hey Hiccup ¿cuánto falta para el comienzo?
–Pues… son y veinte pasadas… Apenas me quedan diez minutos.
–¿Cómo lo llevas?
–Quiero pensar que bien. – contestó – Por cierto, gracias por acompañarme Eret.
–Nada de agradecimientos, me debes una… – su teléfono sonó. El pitido indicaba que había llegado un mensaje.
"Emergencia. Astrid. Bebé. Avisar. Hiccup."
–Eh… Hiccup…
–¿Qué pasa?
–Esto no te va a gustar…
Eret le enseñó el teléfono con el mensaje que Ruffnut le había enviado casi veinte minutos antes. Esas simples palabras formaron un mundo de posibilidades en el que la principal causa de preocupación era que Astrid estaba de parto y Hiccup no estaba allí con ella.
–¿¡Qué!? – chilló Hiccup, ganándose miradas de enfado de gente de la sala de espera.
Enseguida sacó su teléfono del bolsillo de su chaqueta y vio que tenía un mensaje sin ver.
"Ruff me lleva para el hospital. Halley está con Fishlegs. Te quiero"
Oh, no.
–Yo…
–Eret, tengo que irme. Astrid está en el hospital. ¡Mi hijo está en camino! – empezó a recoger papeles que inmediatamente volvía a desordenar – Tengo que irme, ¡necesito un medio de transporte!
De repente Hiccup, que estaba poniendo de los nervios a su compañero de trabajo, se quedó en silencio. El mismo Eret le había dado una cachetada para que reaccionara.
–Lo siento Hiccup, pero algún día me lo agradecerás. Pensemos…
–¿Cómo quieres que piense en una situación como esta? Mi hijo va a nacer y… no tengo con qué llegar. ¡Ay dioses!, ¿porqué justo hoy decidí tomar el bus?
–Viniste conmigo en coche, idiota. Yo te llevaré al hospital y estarás justo a tiempo.
A Hiccup se le iluminó el rostro. Ya tenía con qué ir al hospital. Solo le quedaba un problema que solucionar: la presentación.
–Necesito que alguien haga la presentación por mí… ¡Ya sé! ¡Gustav!
Gustav era el joven becario que trabajaba para su padre, pero que siempre estaba con él para aprender de sus cualidades empresariales. Por no decir, que la presentación fue un trabajo conjunto.
–Sí señor, ¿qué necesita?
–Por favor Gustav, necesito que tú hagas la presentación. Mi esposa está en el hospital y tengo que irme ya y…
–¿Le ha pasado algo grave?
–No, está de parto y…
–Hiccup, tenemos que irnos. Ya darás más explicaciones luego – Eret apuró a su amigo. El tiempo corría y ni siquiera habían salido del edificio. – ¿Podrás encargarte de esto Gustav?
–Eh… – el joven dudó, pero no le dieron tiempo a negarse. Eret se llevaba a rastras a Hiccup.
–¡Esta empresa confía en ti! – gritó Hiccup desde el ascensor.
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Astrid ya estaba tumbada en una camilla, esperando que en algún momento se la llevaran a la sala de parto. Al parecer, todavía no estaba preparada para ello. La enfermera había salido apenas unos minutos antes para tener la sala de parto en orden.
Ruffnut estaba nerviosa. No había recibido un mensaje en respuesta al que había enviado hace más de media hora y Astrid ya había roto aguas, pero seguía con contracciones cada vez más seguidas y más largas. El tiempo se acababa.
–¿Qué te pasa Ruff? – preguntó la rubia
–Nada… ¿no te preocupa que Hiccup no esté aquí? – realmente, a ella le preocupaba más la ausencia del castaño.
–Bueno, yo…
Pero no pudo seguir hablando. Una contracción le quitó el aliento. El bebé se estaba preparando. Ruff la miraba sin saber qué hacer. Cuando la recostaron en la camilla, Ruffnut la tomó de la mano, como vio en muchas películas, pero cuando llegó la contracción, decidió que no era buena idea.
Astrid soltó una bocanada de aire cuando por fin se calmó.
–Claro que me preocupa. Me encantaría que estuviera aquí a mi lado, pero está trabajando y no puede detener el mundo por mí.
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–Eret, date prisa – protestaba Hiccup – Tengo que llegar a tiempo.
–Amigo, si tuviera una máquina para detener el tiempo, créeme que lo haría pero…
–¡Cuidado!
Eret dio un volantazo hacia la izquierda cuando Hiccup gritó. Casi chocaba con otro coche sin darse cuenta. Los bocinazos no se hicieron esperar.
–¡Perdón! – gritó por la ventanilla.
Ambos siguieron con la vista en frente, teniendo la precaución de no chocar con nadie más. Seguramente les llegaría una multa bien grande por saltarse el límite de velocidad, pero a Hiccup no le importaba si ese era el coste de llegar a tiempo con su esposa.
–Creo que llegarás justo a tiempo – dijo convencido Eret.
Fue nada más decirlo y doblar en una esquina para encontrarse con un atasco de por lo menos media hora.
–¡¿Para qué hablas?! – Hiccup empezó a darle manotazos al piloto, maldiciendo su mala suerte. Luego de desahogarse, se puso histérico por su falta de tiempo – No voy a llegar, no voy a llegar…
–Estamos a diez minutos del hospital, llegaremos.
De repente Hiccup vio frente a sí un abanico de posibilidades. O bien se quedaba en el coche, esperando o bien, avanzaba corriendo.
Sin previo aviso, bajó del vehículo.
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La respiración agitada de Astrid auguraba lo que pronto pasaría. Ruffnut cada vez estaba más nerviosa. Había recibido un mensaje de Eret diciendo que Hiccup había bajado del coche para intentar llegar por el atasco en el que se veía atrapado.
Hace nada que había llamado a la enfermera para que vieran a su amiga. Apenas la miró, habló con ellas.
–Tenemos que ir a la sala de parto.
Y Hiccup seguía sin llegar.
Ruffnut estaba dispuesta a entrar en la sala con su amiga para darle apoyo. Si su amigo no llegaba a tiempo, no dejaría que pasara ese rato sola.
La camilla avanzaba con Astrid en ella. Ruffnut miraba su teléfono desesperada. Las enfermeras y la matrona ya estaban con sus EPI correspondientes. El padre seguía sin llegar.
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Esquivar los coches de la avenida más concurrida de la ciudad había sido toda una proeza para el castaño. Había corrido con todas sus fuerzas para llegar a la parte Materno-Infantil del hospital y cuando hubo llegado, estaba tan agitado que apenas pudo articular palabras para preguntar dónde podía encontrar a Astrid.
Le dieron indicaciones vastas que apenas supo interpretar. Aparte de que también le advirtieron que no le dejarían pasar, poco le importó. Llegó a los ascensores dando la casualidad de que todos estaban en proceso de llegar a la planta baja. Miró las escaleras y siguió corriendo.
Le costaba respirar, le costaba orientarse, le costaba distinguir entre pacientes y médicos. Un cartel que indicaba la zona de parto fue lo único que alcanzó a distinguir.
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Estaba nerviosa, muy nerviosa. Astrid vio en el rostro de su amiga que no quería entrar con ella al paritorio. No podía obligarla, así que le pidió que se quedara fuera.
La rubia pelilarga estaba sentada, moviendo con insistencia el pie derecho, mordiéndose las uñas con nerviosismo. Esperaba que Hiccup apareciera pronto, porque Astrid estaba sola y ella no fue capaz de entrar con ella.
–Hiccup… por todos los dioses, ¿por qué no apareces?
Fue en ese instante que oyó gritos desesperados que ella conocía bien.
–¡Por favor! ¡Déjeme pasar! ¡Necesito saber dónde está Astrid Hofferson! ¡Soy su esposo! ¡Mi hijo está naciendo!
Sin dudarlo, Ruffnut se puso en pie, echó el bolso de Astrid al suelo y también gritó.
–¡Hiccup! ¡Aquí! ¡Astrid ya está dentro!
Como pudo se deshizo del guardia y el enfermero que lo retenían y corrió hacia su amiga. Ésta le dio la bata verde que ella no usó. Se miraron y él, con cuidado, entró. Caminó hacia Astrid y se agachó a su lado.
–Hiccup… – Astrid apenas pudo sonreír cuando le vio. Estaba ocupada empujando.
–Ya estoy aquí, m'lady – la tomó de la mano y aguantó el apretón que Astrid le daba al hacer el esfuerzo del parto.
Nadie notó la presencia del joven Haddock, todos estaban ocupados por la criatura que venía.
–Un último esfuerzo Astrid, solo un poco más.
Un quejido, un grito, un llanto.
La sala, completamente sumida en silencio –salvo por el sonido de las máquinas–, se llenó con el solo llanto del bebé.
–Es un niño.
Hiccup y Astrid por fin se permitieron respirar con tranquilidad. La pareja miraba atentamente como la matrona envolvía a la pequeña criatura en una manta delicada.
–Tenga señorita Hofferson. El primer contacto es mágico.
Ella lo recibió con ternura. Él miró con cariño a ambos. Desearía que Halley estuviera ahí con ellos para celebrar la llegada de un nuevo miembro a la familia.
Era una estampa conmovedora. La familia Haddock crecía.
La nueva aventura apenas comenzaba.
Espero que les haya gustado, ya saben, pasen por el foro :)
Pd: El niño no tiene nombre, so... ¿cuál le pondrían al pequeño Haddock-Hofferson?
- Heimao3
