Este es mi primer FanFic. Esta basado en el capitulo Zuko Solitario, aunque se desarrolla despues de los eventos de Los Cruces Del Destino. No incluye prácticamente ningún spiler del libro 3 para los que, como yo, no han visto mucho de él.
Era extraño poder decir que estaba en casa. Pero así era, después de tanto tiempo, al fin estaba en casa. A lo lejos se podía ver la costa de la Ciudad Imperial, el lugar del que había partido hace tres años como un exiliado, para regresar ahora como un héroe.
Pero… ¿Por qué se sentía como un traidor?, ¿Acaso no había ayudado a derrotar al avatar, el mayor enemigo de su nación?, ¿No había detenido a su tío en su intento de derrumbar lo que había tomado 100 años de ardua lucha construir?
¿Por qué se sentía tan vacío?, ¿Por qué se sentía tan culpable?
Pronto tocaron puerto. Los príncipes del fuego encabezaron l marcha hacia el palacio, rodeados de una exaltada multitud que no cesaba de vitorearlos y aclamarlos a su paso.
Sí, Zuko estaba al fin en casa, pero…
¿Por qué se sentía tan lejos de ella?
ooo
Desperté en medio del fragor de la batalla revivida en mis sueños. No recordaba mucho, solo fragmentos; pero, ¡Dios, que horribles eran!
Mire a mi alrededor, todo estaba en penumbras. A mi lado pude sentir, y hasta cierto punto distinguir, los cuerpos semiinconscientes de mis compañeros, algunos de los cuales comenzaban a despertar. No tenía idea de donde nos encontrábamos, solo de que se trataba de una habitación metálica (Seguramente para inhabilitar a los maestros tierra de nuestra división) y demasiado estrecha, considerando la gran cantidad de personas que la ocupábamos (Obviamente deseando hacernos sentir lo menos cómodamente posible).
La puerta de la cámara se abrió ruidosamente. Mis ojos, acostumbrados a la sombra, quedaron momentáneamente deslumbrados. Dos pares de brazos me tomaron y bruscamente me sacaron del reducido cuarto mientras sujetaban mis manos por la espalda, pronto encontré que estábamos en un barco enemigo, en calidad de prisioneros. Con la misma tosquedad de antes me sacaron de la embarcación, obligándome a ponerme boca abajo en el suelo para así poder sujetar mis manos y pies con grilletes, fueron haciendo lo mismo con cada uno de mis compañeros y empezaron a ponernos en hilera. Al terminar unieron nuestras ataduras con una larga cadena y nos forzaron a andar por el puerto.
Al pasar, pude notar lo atemorizados que se veían las personas y no pude evitar el preguntarme que les infundía tal miedo.
Pasaron al menos un par de horas hasta que llegamos a un terreno baldío, frente al cual había una gran plataforma desde la cual nos observaba un capataz con cara de pocos amigos rodeado de guardias y de unos cuantos hombres que cargaban algunos papeles.
-¨ ¡Bienvenidos sean a la gran Ciudad Imperial!, capital de nuestra gloriosa nación¨ -Dijo el capataz con voz potente-Ustedes, guerreros de la Tierra, pueden considerarse afortunados, pues hemos decidido perdonarles la vida y emplear sus dones en pro del progreso de nuestro gran país¨.
No recuerdo bien el resto de su discurso, estaba muy ocupado lidiando con mis propios pensamientos. Por un lado me repugnaba la idea de tener que servir a los intereses de nuestros enemigos, por otra parte me confortaba la idea de que no me lastimarían, me daba la esperanza (Aunque algo débil) de poder regresar a casa. A continuación nos dividieron en dos grupos: Los que eran maestros tierra y los que no.
A los maestros se les dio la tarea de usar sus poderes para mover y manipular materiales de construcción como grava, cemento, granito y ladrillo. Claro que debido a las cadenas esté era un tanto torpe, además de que había tres guardias por cada uno de ellos, eliminando la oportunidad de poder amotinarnos. Los que carecíamos de tierra control nos encargamos de las labores de limpieza y de trabajar con la madera y el acero (Imposibles de manipular para ellos); aunque no se nos vigilaba tan de cerca como a nuestros compañeros no se nos trataba con menos dureza, si alguien trabajaba muy lentamente o cometía cualquier error era tomado por dos escoltas, lo apartaban del resto y lo golpeaban hasta que sangrara. Como los odiaba.
Nuestro trabajo se extendió hasta el anochecer. Al grupo de maestros los llevaron de regreso al puerto, a nosotros por otro lado, nos condujeron a unas chozas cercanas a la zona de construcción, pero apartadas del resto de la ciudad. Cada una constaba de un solo cuarto, apenas más grande que una alacena, el inmueble constaba solamente de una cama y la única luz era la que se filtraba por una ventana con barrotes. Me dejaron a solas en mi nuevo ¨hogar¨, cerrando la puerta con llave. Viéndome completamente solo caminé hasta la cama, con los grilletes todavía puestos, me recosté y miré a la luna desde mi ventana, mientras el sueño y el cansancio se apoderaban de mí pensé en mi hermano, me pregunté si estaría bien y deseé con todas mis fuerzas estar pronto con él.
