Leve OoC - Estudio de personaje. El uniforme japonés es llamado Gakuran.

DISCLAIMER: Jojo's Bizarre Adventure no me pertenece, en su lugar pertenece a Hirohiko Araki y compañía. No escribo esto con ánimos de lucro.


El día de la graduación, el chico regala el segundo botón de la chaqueta de su uniforme, llamado daini batan(第二ボタン), a la chica que quiere o a aquella que se lo pide. El segundo botón es el más cercano al corazón, por lo que obtenerlo es como una metáfora de obtener el corazón de esa persona, es una confesión, es un objeto que lleva consigo no sólo el afecto de esa persona, sino también todas las experiencias y alegrías que ese estudiante ha ido acumulando durante sus años en el instituto.


Capítulo 1

A pesar de la terrible resequedad de su boca, Josuke Higashikata no podía evitar volver a tragar saliva, deseaba que aquel penoso espectáculo terminase pronto para así volver a la comodidad de su hogar, terminar su videojuego y tomar una soda estirado en la sala de estar sin ninguna otra preocupación más que la de acabar con el jefe final del calabozo.

Pero Josuke estaba nervioso, y no sabía si era por la penetrante mirada de su madre desde las filas de invitados a la que daba el escenario de la escuela o por el mero hecho de estar parado en un podio junto a sus compañeros y compañeras, esperando pacientemente que el rector terminara su discurso y prosiguiese con la entrega de premios. Haciendo caso omiso a su etiqueta, el joven peinó su extravagante pompadour con una peineta, codeando a sus pares sin ningún ápice de remordimiento.

— Si sigues haciendo eso tu mamá te va a matar, Josuke, — Sintió un ligero golpe en su costado. La rasposa voz de Okuyasu era incapaz de sonar discreta por mucho que el chico se esforzara en murmurar.

Observó el perfil de su amigo, más prolijo y sonriente que nunca antes; El vestón azul marino le quedaba mucho más holgado que el típico uniforme escolar, Okuyasu le había revelado que en vida había pertenecido a Keicho y que sólo lo utilizaba porque su estilizado gakuran comenzaba a quedarle estrecho por los hombros. Josuke sabía que, claramente, esa no era más que una excusa y que Okuyasu utilizaba el uniforme de su hermano con orgullo y algo de tristeza, sólo para sentirse cerca de él.

Josuke también sabía que nunca nadie se vería mejor que su amigo en ese momento. Era imposible verse mal con aquella aura de felicidad y radiante expresión, incluso había mejorado su postura.

— Que lo haga, — Respondió cabizbajo, evitando los numerosos flashes de las cámaras del público, — Preferiría morir a pasar otro segundo acá. Tantas luces me marean.

Nijimura Okuyasu frunció el ceño, considerando lo dicho por numerosos segundos cómo si de una verdadera oferta se tratase; Luego volvió la vista al frente, olvidando lo recién dicho con facilidad y retomando su alegre semblante. Josuke mordió su lengua, y lanzando un ahogado suspiro concentró su mirada en el suelo una vez más, esperando que la tortuosa ceremonia de graduación terminara de una vez por todas.

Habían sido años tranquilos, las amenazas seguían apareciendo de cuanto en cuanto, (Josuke, entre lágrimas, había aceptado que nunca cesarían) Pero ya no era nada que lograra quitarle el sueño. Ya no había asesinos seriales amenazando con destruir a sus seres queridos, no había terribles heridas que no pudiera sanar con Crazy Diamond, ya no existía el miedo de salir a la calle de aquella loca y bizarra ciudad.

Últimamente Josuke gastaba su tiempo jugando videojuegos con Okuyasu, comiendo helados con Okuyasu o simplemente paseando por las esquinas de Morioh junto a Okuyasu.

(Increíble como quién una vez fue su enemigo, se convirtió en un pilar tan importante en su vida.)

Era normal, se repetía, lo que cualquier joven en crecimiento debía hacer.

Pero seguía sintiéndose nervioso, ya fuese por el constante roce de su mano contra el muslo de Okuyasu, la terrible ceremonia sucediendo a su alrededor, o bien porque una tranquilidad cómo aquella sólo significaba un futuro problemático.

Cuando todo hubo acabado saltó del podio en dirección a su madre. No llevaba ninguna distinción bajo su manga, mucho menos un premio, supuso entonces que Tomoko debía conformarse con que su retoño se había graduado muy a pesar de su pésima conducta escolar. Josuke nunca se esforzaba en sobresalir, y si no fuese por su extravagante peinado y brillante adornos, podría pasar como cualquier adolescente ofuscado y sudoroso.

— ¿¡Acaso yo te críe de esa forma!? — La voz de su madre resonó por sus tímpanos a la vez que una palma golpeaba su nuca, revolviendo el perfecto pompadour que tanto le había costado estilizar, — ¿¡Tanto te costaba mirar a la cámara?! ¡Parecía una idiota haciéndote señas!

Josuke sonrió avergonzado mientras devolvía las hebras de cabello a su lugar. Cada vez que alguien le reprochaba su pésimo carácter no hacía más que recordar a su explosiva madre, sin duda con los años no hacían más que parecerse.

Eso le hacía feliz, mejor parecer Higashikata que Joestar, lo últimos no hacían más que acarrear muerte, dolor y pérdida a las vidas de quienes los rodeaban. (Ya casi tres años y Josuke aún soñaba con el cuerpo inerte y frío de Okuyasu en sus brazos.)

— Sabías que no me darían ningún premio, Mamá, — Bromeó, intentando disipar el nudo en su garganta, — No sé por qué tanto alboroto.

— Puede que a ti no, pero a Okuyasu sí, ¡Ten algo de consideración por tu amigo! — Respondió la mujer a regañadientes, escurriendo sus manos por su vestón y arreglando la incómoda corbata que le habían obligado a usar.

Josuke no solía esforzarse en sus estudios, muy a diferencia de Okuyasu, el cuál sin confiarse de su naturaleza olvidadiza y relajada parecía tener que leer cien veces el mismo texto para apenas aprobar un examen; Y si bien nunca sacaba las mejores notas de todas, era obvio para cualquiera que el menor de los Nijimura se esforzaba día a día con tal de aprobar todos sus cursos.

Con el tiempo realizó que Okuyasu no era tonto, sólo ignoraba cosas que otros no, y así como podía ser malo en matemáticas y ciencias políticas, resultaba ser muy bueno cocinando o recordando películas de memoria. Cosas que al mundo no le importaban, pero que a Josuke le hacían inmensamente feliz.

Que su amigo recibiera una premiación de parte del club de cocina de la escuela no era algo que tomara a Josuke por sorpresa, y aunque sabía que el moreno lo tenía bien merecido, no creía fuera necesario un diploma para recordárselo.

Y es que Okuyasu era mucho más que un premio de felicitaciones.

Era una caminata por la playa al atardecer, una sonrisa al verlo en su puerta cada mañana, una carcajada después de terminar un juego y un abrazo después de terribles pesadillas.

Era su mejor amigo, claro, un mejor amigo que era capaz de ruborizar su rostro y acelerar su corazón.

Estaba en graves problemas.

— No dejará de hablar de ese diploma en meses, — Contestó sonriente, rogando porque confundieran el color de su rostro con la iluminación del anfiteatro, — Que le saques fotos sólo alimentará su ego, — Bromeó.

—Es un buen chico, se merece su momento después de tener que soportarte durante todos estos años, — Respondió Tomoko guiñándole el ojo. Josuke dudó, ¿Acaso su madre sabía de sus sentimientos, o realmente le agradaba su ruidoso mejor amigo? De una forma u otra, no podía evitar sentirse tremendamente avergonzado. — ¿En dónde se metió? Quedamos de ir por helado los tres y no sé cuanto más aguante rodeada de niños chillando.

—Pensé que te recordaba tu juventud- ¡Ah!, ¡Mamá!, — Reía cómplice de su madre a pesar de los fuertes golpeteos que daba en su pecho y su furiosa mirada. — Okuyasu debió haberse quedado atrás hablando con Koichi, iré por él. Tu espéranos en el auto.

Ambos eran amigos de hace casi tres años, el tiempo suficiente para acordar que ya no podían vivir sus vidas sin la presencia del otro. Donde quiera que Josuke fuera, Okuyasu le seguía y viceversa. Era aquel pacto silencioso ente ambos aquello que los hacía tan buenos compañeros; Reían juntos, lloraban juntos y parecían conocerse al revés y al derecho.

¿Y qué más daba si a Josuke le gustaba Okuyasu de otra manera? No era lo suficientemente estúpido como para arruinar su amistad por un hormonal capricho adolescente.

Josuke Higashikata era fuerte. Cada noche se recordaba en sus sueños, "El diamante es irrompible", murmurando entre sollozos y taquicardia.

Por lo que cuando vio a Okuyasu sonrojado cerca de una linda chica, intercambiando el segundo botón de su traje por femeninos elogios y charlatanería romántica, Josuke nunca pensó le dolería tanto.

Su boca se volvió amarga y su estómago subió hasta terminar en su garganta, el sudor frío que corría por su frente se secó en su nuca, dándole escalofríos que amenazaban con quitarle la vista y el balance. Llevó una mano a su mismo traje azul marino, resguardando instintivamente el segundo botón dorado que reposaba más cerca de su corazón.

La ultima vez que se sintió así de mal tenía apenas cuatro años y su vida pendía del hilo del destino. Las solitarias noches en el hospital sólo se hacían cómodas una vez robaba el walkman de su madre, reproduciendo una y otra vez el casete de Pink Floyd, quedándose dormido con lejanos acordes y letras confusas. Pero ya no era un niño ni su vida corría tal peligro, sólo era un joven enamorado en un mundo que jamás aceptaría tal tipo de sentimientos.

Estaba condenado a sonreír como un idiota mientras observaba a su mejor amigo ofrecer su corazón a la primera chica que lo tratara bien.

Y no a él, nunca a él.

Ninguna canción de Pink Floyd podía aliviar aquel dolor.

Tomó del hombro a Okuyasu, interrumpiendo la entusiasta conversación con aquella desconocida chica. Observó a su amigo devolverle la mirada asustado y confundido, aún con el ligero rubor en sus mejillas, el mismo que le revolvía el estómago cada vez que lo consideraba.

— Mi mamá nos espera en el auto, apresúrate o iremos sin ti, — Escupió con cizaña, esperando que su temblorosa voz no delatara su nerviosismo. Apresurándose en darle la espalda a la fatídica escena, llevó su cuerpo hacia la salida.

Evitó cualquier contacto con chicas, profesores o conocidos. Una vez afuera prosiguió a patear repetidas veces un basurero mientras gritaba y descargaba su creciente ira en él.

Aquel maldito temperamento.

Okuyasu no lo siguió, y no fue hasta considerables minutos que se dignó a aparecer.


El azúcar de su postre había logrado aliviar el malestar de su pecho, disipando las náuseas de su estómago y estabilizando su visión periférica. Su corazón seguía roto, se lo recordaba el ahora inexistente botón en el traje de Okuyasu, quién sentado frente a él lo miraba preocupado y en silencio.

La noche transcurrió con elocuente calma, las sonoras carcajadas de su amigo hacían eco en la cafetería sólo para ser correspondidas por el incesante parloteo de su madre; Josuke se limitaba a asentir y bromear cuando le era permitido, tanteando el helado de un lado a otro en su copa, rogando que ninguno de los dos notara su fatiga, (Pero no parecía funcionar, cada vez que guardaba silencio por más de dos minutos Tomoko lo pateaba por debajo de la mesa, recordándole lo mal educado que era no seguir el hilo de una conversación.)

— ¡Okuyasu! — Musitó Tomoko cuando todo volvía a tomar su curso y Josuke por fin parecía disfrutar de la charla, — He estado ignorándolo toda la noche, pero la curiosidad me ha matado, ¿Quién es la afortunada que reclamó tu corazón? — Rió con fascinación, señalando el espacio en la costura del traje.

Esperaba su madre ignorase esa tradición, o que simplemente ignorase la vida romántica de sus amistades, ¡Qué torpe había sido! Si Tomoko veía la oportunidad para avergonzar a su hijo la tomaría sin dudas. Josuke pareció hundirse en su asiento, olvidando por completo su compostura y su copa de helado, fijándose en el ruborizado rostro de su amigo.

— Ah, ¿A-Ayame-chan? Me lo ha pedido después de la ceremonia. Fuimos compañeros en el taller de cocina, — Dijo con entusiasmo, su mano derecha acariciando su cuello con incomodidad, — Supongo que mientras no lo use para, no lo sé, brujería o algo por el estilo está bien. Ella es linda.

Josuke volteó sus ojos hacia el cielo, sólo a Okuyasu podían ocurrírsele situaciones así.

Su madre soltó una tierna risa, palmeando el hombro de Okuyasu con cuidado, — ¡Ah, el amor joven!, — Murmuró divertida, dándole un último sorbo a su café, — ¡Deberías invitarla a salir, Okuyasu! Ahora que tendrán tanto tiempo libre no les vendría mal conseguirse unas novias. — Tomoko mordió un trozo de su pastel, e insatisfecha con el tenso ambiente, agregó, — Y por favor chicos, no olviden usar protección.

— ¡Mamá! — Llamó Josuke aterrado, sus mejillas rojas y su voz alterada. Sin duda la terrible lengua de su madre terminaría por matarlo antes que cualquier desengaño amoroso.

Okuyasu carcajeó con ligereza.

— Que aún no tengas a nadie especial no es razón para ser un aguafiestas, Josuke. —Respondió su madre con gracia, fingiendo molestia y altanería, — ¿No es así Okuyasu?

— De hecho, señorita Higashikata, — Dijo Okuyasu calmado, sólo frenando para dar una cucharada a su helado de chocolate antes de que se derritiera, — No creo pueda hacerlo. Comienzo a trabajar la próxima semana con Tonio y no sé cuanto tiempo libre tenga. — Alzó la mirada a Josuke y él no pudo estar más agradecido de que lo salvara de tan embarazosa situación. — No me gustaría prometer algo que no puedo cumplir. Soy pésimo con mis tiempos, ¿No es así, Josuke?

El muchacho del Pompadour pareció hundirse más y más en su silla, sólo reaccionando mencionó su nombre con inusual calidez.

Sí, puede que Okuyasu no fuese el mejor recordando fechas u organizando horarios, además de ser bastante despistado cuando de citas se trataba, sin embargo, se esmeraba en compensarlo de vuelta. Aún recordaba la vez que le cocinó un pastel de disculpas cuando olvidó que habían quedado en el parque, apareció el día siguiente con los ojos llorosos, rogándole que mantuviesen su amistad a pesar de sus descuidos.

— No seas tan duro contigo mismo, Okuyasu, — Le respondió con un suspiro. Okuyasu levantó la cabeza y alzó ambas cejas, observando a Josuke con admiración con cada palabra que decía, — Aunque quizá tengas razón, Tonio no deja entrar en su cocina a cualquiera y sería terrible que la cagaras con él tambi- ¡Mamá! — Paró de hablar en seco una vez Tomoko lo pateó debajo de la mesa.

— ¡¿Así te he enseñado a hablar en la mesa?! — Negó la mujer con cizaña, — Además, en vez de criticar a tu amigo deberías aprender de él, ¿O acaso planeas quedarte todo el verano en casa? Es momento de planear tu futuro, Josuke.

— Tu mamá tiene razón, —Dijo Okuyasu con preocupación en su tono de voz, encorvándose ligeramente, tal como lo hacía cuando se sentía intimidado o nervioso, — A mi me gustaría aprender de Tonio, ya sabes, ayudándole en la cocina y todo eso. Luego en un futuro podría abrir mi propio lugar… — El moreno dijo con un leve rubor en sus mejillas, — Es bueno soñar con esas cosas.

Josuke recordó entonces haber hablado del tema con anterioridad. Los recordó a ambos una noche de invierno, despiertos a altas horas de la madrugada a pesar del terrible frío, turnándose para ver las estrellas desde el cuarto de Okuyasu mientras compartían una taza de café instantáneo. En ese entonces se había sentido orgulloso de la perseverancia moreno, (El cual, si bien no cocinaba al nivel de Tonio, no se quedaba atrás a la hora de sorprender paladares.)

Cuando Okuyasu le preguntó que quería hacer con su futuro, Josuke guardó silencio severos minutos, luego se encogió de hombros y cambió el tema de discusión con preocupante calma.

En lo que Josuke respectaba, no era bueno en muchas cosas. Quizá su Crazy Diamond podía sanar personas a la perfección, pero esos momentos no hacían más que recordarle el lejano verano de 1999, y no sabía si quería vivir su vida recordando a todos aquellos que no pudo salvar.

No importa, el diamante es irrompible, se repetía cada noche después de una pesadilla.

Le gustaba proteger y ayudar a la gente de Morioh, sin embargo, no podía evitar pensar que estaban en peligro gracias a su mera presencia en el pueblo.

Entonces pudo entender a Jotaro, viajando de un lado a otro con tal de no llevar la tragedia a su hogar, incluso cuando eso le había costado la vida de su hija y el amor de una esposa. Josuke respiró agitado al pensar le podría pasar lo mismo, de tener que dejar Morioh por el bien de los demás, sacrificando un poco más de si mismo en el proceso.

Sin duda alguna, el linaje Joestar estaba maldito.

Pero Josuke Higashikata hacía hecho una promesa, no, un juramento; Juró que cuidaría de Morioh, aunque eso acabara con su vida, protegería la ciudad por la cual su abuelo vivió, haciendo que cada buena acción que brotara de sus manos fuera en nombre de Ryohei Higashikata, su abuelo.

Pasada una semana y con el tema de conversación olvidado, Josuke se acercó a Okuyasu en una tarde y entre partida tras partida de Mario Kart 64 el chico del Pompadour confesó sus intereses futuros independiente de su atraso.

— Me preguntaste que quería ser, ¿Recuerdas? — Le dijo mientras el moreno despegaba sus almendrados ojos de la pequeña pantalla, — Quiero ser como mi abuelo, ya sabes, proteger Morioh y eso.

Okuyasu lo había mirado impactado, olvidando por un minuto el desastre que su carro hacía en la televisión y fijando su mirada en él, con algo que Josuke podía jurar, era admiración.

Desde esa conversación ya iba un año y Josuke no había vuelto a cuestionar su futuro, dando por hecho que sus juveniles revelaciones se trataban de una verdad inminente; que efectivamente debería vestir un uniforme policial, rondar la ciudad en motocicleta y combatir el crimen a su bizarra forma.

Es decir, es lo que ya hacía.

Ahora miró a su madre desafiante, arqueando una ceja y sonriente, — ¿De qué hablas mamá? Yo ya sé lo que quiero para mi futuro, ¿Okuyasu, por qué no le dices?, — El chico con cicatrices en su rostro se alzó de hombros, viéndolo confundido. — ¿Lo olvidaste? Vaya memoria tienes, —Volvió a cruzar miradas con Tomoko, quién le devolvía el gesto desafiante, — Voy a ser policía, creí habérselos dicho.

Los ojos de Okuyasu parecieron relajarse, quizá recordando su charla de antaño, sin embargo, toda esa preocupación se vio reflejada en el rostro de su madre, quién con su mirada atónita y balbuceante boca dejó caer su taza de café ante la sorpresa.

— ¿Policía? — Preguntó Tomoko en casi un murmuro de voz, sorprendiendo a ambos chicos, que desesperados buscaban como limpiar la mancha de la mesa.

— Sí, quiero ser policía, ¿Tan bizarro suena? —Tragó saliva con temor, esperando una explosiva reacción por parte de Tomoko, sin embargo, fue cuando aquello nunca pasó y en su lugar su madre se levantó en total silencio y tristeza, excusándose conque necesitaba ir al baño, que Josuke supo que la había cagado.

El silencio reinó entonces, su madre se tomó su tiempo en el tocador dejando a ambos chicos en aterrador silencio, intercambiando miradas incómodas mientras el helado de chocolate se derretía de las copas de ambos.

— ¿Te vas a comer eso? — Okuyasu irrumpió en un fallido intento de subirle los ánimos. Josuke suspiró, vaya explicación le debía a su madre una vez llegaran a su casa.

Y así como poseía un talento sobrenatural para arreglar las cosas, Josuke Higashikata también poseía el maldito don de arruinar todo a su paso.


El viaje de vuelta a casa debieron ser los quince minutos más largos de toda su existencia, y si bien pudo distraerse señalando casas y chismeando junto a Okuyasu, nada era suficiente para romper el hielo que Tomoko había construido desde la última conversación. Su madre sólo se limitaba a manejar en total silencio, prendiendo un cigarrillo a mitad de camino y sólo abriendo la boca para expulsar el humo.

Despidieron a Okuyasu con rapidez, considerando que el chico vivía a apenas una cuadra. Josuke habría dado lo que fuera para que su amigo lo acompañara toda la noche, sabía que el menor de los Nijimura era capaz de calmar hasta el más tenso ambiente con sólo una sonrisa o una frase fuera de lugar.

Pero no podía seguir evadiendo aquella charla con su madre.

— Pensé que te lo había dicho, ¿Sabes? —Dijo reclinándose en el asiento de copiloto y suspirando con aspereza, la silueta del garaje de su casa frente al parabrisas, — Eso de ser policía.

Tomoko siguió guardando grave silencio, en su lugar concentrándose en terminar de aparcar el auto de forma correcta y prolija.

— ¡Hey! Incluso me cortaré el cabello si es necesario. — Bromeó Josuke nervioso, pasando una mano por su prístino Pompadour de manera exagerada; sabía que su madre no era del todo fanática de su estilo de delincuente juvenil, y pensó que quizá el cambio de look sería suficiente para llamar su atención.

Que equivocado estaba.

La mujer siguió en silencio, deteniendo el auto con lentitud mientras una mano se escapaba a su entrecejo, masajeándolo lentamente.

El temperamento de su madre era explosivo, sí, más con el tiempo aprendió que las peores reprimendas no venían de desacuerdos vocales, sino de su atemorizante silencio.

Josuke suspiró con fuerza.

— Pensé que es lo que mi abuelo habría querido,— Confesó el muchacho, evitando mirarla directamente a los ojos,— Me pareció lo correcto.

Tomoko tomó su mano con fuerza, mirándolo a los ojos con determinación y coraje.

— No,— Le interrumpió su suave y peligrosa voz femenina. El agarre de su mano se había hecho cada vez más pesado y fue entonces cuando Josuke supo que debió haber guardado silencio desde un principio,— Él habría querido que vivieras una vida feliz y plena, no que cargaras con sus responsabilidades Josuke, ¿Cuántas veces lo hemos hablado?

Muchas veces.

Después de su funeral, aquella vez que ambos lloraron su cuerpo en vano; Ambos reclinados sobre el sofá, recordando momentos bellos y trágicos que ahora sólo vivían en sus memorias. O aquella vez en el hospital tras la pelea con Kira, cuando no era más que un manojo de carne y anestesia cuya única defensa había sido decir, "Es lo que el abuelo habría querido."

¿Realmente lo habría querido?

— Al parecer no lo has dicho lo suficiente,— Mintió, sabía que, aunque se lo repitiera todos los días lo ignoraría de igual forma. Era parte de su naturaleza terca y adolescente.— Quiero proteger Morioh, mamá. Protegerte a ti, a Okuyasu, Koichi, incluso al bastardo de Rohan, ¿¡Es tan difícil de entender?!

Alzó la voz sin querer, la acidez del argumento subía por su garganta sin que él siquiera se diese cuenta. Y es que, si Josuke Higashikata era bueno en algo en especial, eso era en ser temperamental cuando menos lo era requerido.

— ¡No me levantes la voz! Josuke, — Chilló su madre con fuerza, lo suficientemente fuerte como para hacer que el joven se escondiera tras sus hombros, lamentando en primer lugar siquiera haberle respondido. Ya no había vuelta atrás,— ¿¡Cómo planeas protegernos si apenas puedes protegerte a ti mismo!? Crees que no me doy cuenta, pero no soy tonta niño, ¡Siempre llegas lastimado! ¿Sabes cuántas veces estuvimos en el hospital el año pasado? ¡¿Ah?!— Josuke observó a su madre por el rabillo del ojo, y pudo jurar que en sus ojos vio asomarse las primeras lágrimas.— ¡Casi mueres! ¿Cómo quieres que no me preocupe por eso?

El muchacho sintió una horrible pesadez en su pecho, arrepintiéndose por el arrebato emocional en el cuál su madre se encontraba por su culpa. Quería decirle que no se preocupara, que el diamante era irrompible y que no importaba cuanto lo magullaran, él volvería a ponerse de pie.

Pasara lo que pasara, él seguiría brillando.

— No debería preocuparte, es todo. — Confía en mí.

— ¡Oh, ahí está de nuevo! Esa actitud arrogante y terca, ¡Soy tu madre Josuke! No puedes pedirme que no me preocupe.— Tomoko explotó en un arranque de ira y sentimentalismo, limpiando las lágrimas de enojo y desesperación que se habían formado en sus ojos. Guardó silencio por largos minutos, frotando las manchas de rímel con su manga, haciendo caso omiso a que en toda su vida Josuke nunca la había visto llorar, al menos no enserio.— Nunca me dices nada, lo haces todo más difícil.

Suspiró, quería abrazarla y pedirle perdón, ¿Pero luego qué? No es cómo si pudiese contarle de Stands, de flechas y maldiciones sanguíneas. Lo creería loco, y acá entre nos, Josuke ya creía estar lo suficientemente demente con tanto ajetreo en su vida personal.

— No lo entenderías.

Lo siento.

Tomoko suspiró cansada, estaba aburrida de enfrentar aquellas cortantes y frías respuestas. ¿Qué pasó con el amable y tierno niño que educó con tanto esfuerzo? Un día creció, (Y vaya que lo hizo) pero todo fue tan rápido, inesperado y cruel.

La joven madre nunca había previsto que todo terminaría así.

— No te atrevas siquiera a insinuarlo, Josuke, — La mujer suspiró, retomando la compostura y con cada palabra dicha en casi un susurro. — Si te pasara algo no lo soportaría.

Josuke lo sabía, era aquello que le preocupaba cada vez que debía luchar contra un nuevo usuario de Stand, era algo que carcomía su mente al momento de explicarle sus heridas y cicatrices, ¿Cuántas veces le había mentido? Cielos, ya había perdido la cuenta.

Sin duda era un hijo terrible.

— Quizás no eres tan fuerte como crees serlo, Mamá.— Habló aquella lengua bífida, repleta de rencor y temores. En respuesta sólo obtuvo prolongado silencio, una mirada espantada y la cruel promesa de un nuevo desencuentro familiar.

Luego su madre salió del auto dando un claro portazo de despedida, dejándolo una vez más con sus aletargados pensamientos y terribles decisiones. Peinó su cabellera con una helada mano, estirándose en el asiento de copiloto mientras ideaba cómo solucionar el problema en el que se había metido.

—Josuke, eres un idiota, —Murmuró.

Quizás no eres tan fuerte como crees serlo.

¿Eso se lo decía a su madre o a él mismo?

Sentado en la acera y sólo iluminado por la luz de los lejanos faroles de las calles colindantes, así es como Josuke Higashikata pasó la noche de su graduación. Demasiado orgulloso para compartir el techo con su madre después de aquella discusión, y demasiado ocupado buscando la forma de disculparse sin perder la compostura.

Era una contradicción andante.

Abrazó sus piernas, escondiéndose del fresco viento nocturno, característico de Morioh en estas épocas del año.

De repente, el golpetear de finos zapatos contra el concreto llamó su atención; Ahí, parado frente suyo, se encontraba Okuyasu Nijimura, con un atuendo que recordaba a su pijama más que a otra cosa y sus propios brazos desnudos rodeándolo en un patético intento de buscar calor corporal. El moreno lo observó de vuelta con grandes ojos repletos de curiosidad.

Josuke tuvo que parpadear repetidas veces para comprobar que no se tratara de un sueño, (O bien, una pesadilla, ¿Por qué Okuyasu tenía que verlo así? Ojos hinchados y mueca desganada, seguramente su pelo era un desastre.)

— Te vi desde el jardín dando vueltas, creí que sería bueno pasar a ver,— Okuyasu suspiró, tomando asiento en el pavimento sin titubear; acercando su cálido semblante contra el frío uniforme de Josuke,— ¿Tan mal está?

— Debí habérselo dicho antes,— Musitó en respuesta, un sabor amargo apoderándose de su boca así como el calor se apoderaba de sus mejillas. — Vaya graduación de mierda.

Tomó una piedra y la lanzó hasta el otro extremo de la calle. El mero hecho de recordar lo sucedido hacía que la ira se apoderara de su cabeza, pero enojado consigo mismo no lograría más que espantar a Okuyasu, y Josuke sabía que no podría soportar tantas decepciones en un solo día.

— Ni que lo digas. — Respondió el menor de los Nijimura, rascando la parte trasera de su nuca sin saber cómo abordar el tema con total madurez. Josuke suspiró, rogando porque el aura de la conversación no se volviera cada vez más incómoda, — …Pero, el helado estuvo bien, ¿No?

Soltó una triste carcajada. Sin duda era imposible permanecer molesto cuando Okuyasu estaba a su lado para tranquilizarlo.

— Sí, el helado estuvo bien.

Contento con su respuesta, el moreno soltó una sonora carcajada. Arrimando su cuerpo contra el de Josuke procedió a interrogarlo sobre el postre que habían compartido, y cómo en su sano juicio aquella deliciosa copa de helado sólo estaba "bien."

El muchacho del Pompadour rió calmado, atesorando aquél precioso momento dentro de tan ajetreado día.

Observó las rudas facciones en el rostro de su acompañante; Como su nariz se arrugaba al recordar los momentos incómodos de la tarde, como sus ojos se iluminaban cada vez que mencionaba la más torpe nimiedad que le entretuviese. La luz nocturna bañaba cada sonrisa de aquél despistado rostro, dándole un aura casi espectral y divina. Podía sentir el peso de Okuyasu contra su costado, acercándole su pecho de forma natural mientras narraba sus impresiones de la graduación.

Josuke pensó moriría ahí mismo

— ¿Sabes? — Okuyasu confesó tajante, cambiando el tema de conversación con total naturalidad. — Cuando me dijiste que querías ser como tu abuelo nunca imaginé que te referías a ser policía, — Frunció el ceño confundido, mirando sus manos de forma lejana y analizando palabra por palabra lo que acababa de decir.

— ¿Qué imaginabas entonces? — El muchacho del Pompadour alzó una ceja, dándose el tiempo justo y necesario para girar su cuerpo en dirección al moreno.

Peligrosamente cerca de él.

Josuke concluyó que no era irrompible ni inalcanzable, sólo era un chico de diecisiete años hormonal y estúpido, lo suficientemente iluso como para enamorarse de su mejor amigo. Veía cada mala decisión de su vida frente a sus ojos y aun cuando era consciente de cada uno de sus errores, no podía hacer nada frente ese sentimiento tan, tan cálido.

¿Por qué de él?

Por su parte y con sorprendente calma, Okuyasu frunció el ceño, dudando por un momento de su respuesta.

— No lo sé, ¿Qué todo seguiría igual? No soy muy listo, ¿Sabes? — Confesó, el tono de su rasposa voz desvaneciéndose mediante hablaba. — A lo que quiero llegar es que tu ya proteges Morioh, Josuke, siempre lo has hecho; Y si ahora quieres hacerlo tras un uniforme, bueno, yo estaré ahí para ayudarte.

Josuke sintió un nudo en la garganta, aquella emocionalidad escondida tras capas y capas de carisma salió a relucir en un ahogado suspiro; Tuvo que llevar una mano a su boca para evitar soltar un gimoteo, y aunque sus brillantes ojos azules parecían asomar lágrimas de afecto, Josuke rogó porque el cielo nocturno fuera capaz de ocultarlas.

— Okuyasu…

Tuvo que reponer su orgullo cuando en cuestión de segundos el moreno se abalanzara hacia él, abrazándolo por el cuello y zamarreándolo de manera afectuosa. Con el tiempo descubrió que, mientras él se conformaba con una sonrisa tranquila o suaves golpeteos amistosos, Okuyasu demostraba su amistad tocándole, abrazándole con fuerza y de manera un poco tosca para su gusto.

Pero lo aceptaba viniendo de él.

— ¡Hey, somos un dúo! Y nada podrá cambiar eso,— Replicó, agarrando el hombro de Josuke, y acercándose de manera cómplice, lo miró una sonrisa marcada en sus labios y preocupación latente en sus ojos. — ¿No?

— Claro que no. Nada lo cambiará.

De pronto Josuke dejaba de sentirse solo en un mundo tan grande. Aún atrapado entre el fuego de su niñez y el brillante futuro de la adultez, dejó de temer por un pequeño fragmento de tiempo. ¿Qué importaba si el diamante no era irrompible? Okuyasu estaba ahí para arreglarlo, para parchar cada una de sus heridas con sus abrazos bruscos y sonrisas cálidas.

No cambiaría eso por nada

—Oku, yo…

Pero no cambiaría eso por nada.

No podía decirle, no podía arriesgar perderlo todo por sus caprichos adolescentes. A Okuyasu le gustaban las chicas, a Josuke le gustaba Okuyasu.

La pieza faltante de su uniforme, aquella forma en que hablaba del amor de forma tan lejana e inalcanzable, mirando siempre hacia cualquier lado que no fuese justo frente suyo.

— ¿Sí?

Suspiró, podía vivir con eso.

— Gracias.

Pasó esa noche en la residencia Nijimura, olvidando que la realidad dolía, camuflando sus inseguridades y miedos con risas infantiles y miradas distraídas tal como siempre lo había hecho. Y es que, si se trataba de distender el presente, podía aguantar un poco más.

Roto, pero aún brillando.


Estos ships serán mi ruina.

Hace un tiempo quería hacer un pequeño estudio de personaje mediante mi escritura. Josuke es sin duda el personaje que más me llama la atención de todo Jojos y me he quedado con gusto a poco con su desarrollo en el canon. Tardaré en actualizar, pero lo hago más que nada por mi persona, escribir esto me ha hecho darme cuenta de una que otra cosa de mi vida privada.

Hay pequeñas referencias a la letra de Shine on you Crazy Diamond de Pink Floyd, me cuentan si las han podido pillar.

Gracias por leer.