Hola, si. Soy yo, MissPrimrose reportándose luego de siglos y siglos sin actualizar.
Para ser honestas tuve un quiebre demasiado grande a nivel personal que me impidió escribir o hilar algo decente por mucho tiempo. No había día en el que me sentara escribir y me sintiera conforme con lo que leía frente a la pantalla. Borré, redité muchas veces pero las cosas que estaba viviendo fuera del mundo fanfiction definitivamente estaban socavando mi inspiración. La vida universitaria puede ser maravillosa si estás seguro de lo que estás estudiando, pero en el momento que te das cuenta que no es lo tuyo y que has seguido los deseos de tus padres por tres años... el nivel de frustración es demasiado grande, sumado al hecho de tener que empezar de nuevo y comunicar a todos tu decisión.
Pero bueno, dejando eso de lado puedo asegurarles que me encuentro mejor, estudiando lo que me gusta y con todas las ganas de seguir plasmado mis ideas con cada OTP de los distintos fandom que sigo.
Si todavía queda alguien que me lee, quiero decirle GRACIAS por no perder la fe y seguir apostando.
¡Nos vemos en la próxima actualización!
ATENCIÓN: He decidido comenzar por reeditar finalmente este fic que en principio empezó como un mero ONESHOT y tenía vistas de ser un LONGFIC. Decidí convertir el resto de lo que llevo escrito (y que no he publicado desde hace... siglos) en una serie de escenas que no tienen mucha conexión entre sí pero que hacen a la historia en general. También he borrado el resto de los capítulos por dos razones:
1- estaban pésimamente escritos,
2- pierden coherencia con lo que acabo de reeditar del primer capítulo.
Realmente espero que no les molesten mucho estos cambios, pero les aseguro que vale la pena.
Sin más vueltas, aquí la historia.
CAPÍTULO 1
1.
"¿Te hubiera gustado besar a Tom Felton?"
En muchas ocasiones, es inevitable preguntarnos la razón por la que nos vemos envueltos en situaciones que, el noventa y nueve por ciento de las veces, deseamos evitar. Sin embargo, en el hipotético caso de que sucedan, solemos creer que la experiencia nos proveerá de suficiente material como para saber improvisar y zafar del momento. Pero lo cierto es que, llegada las circunstancias, generalmente quedamos expuestos ante el ridículo y luego de un par de años, somos nosotros mismos los que terminamos riéndonos del asunto asumiendo la gracia del momento.
Emma, quién tuvo la oportunidad de comprobar esa ley universal en más de una ocasión, estaba lejos de encontrar lo cómico del asunto. Habiendo finalizado la entrevista, se puso de pie y caminó escaleras abajo junto al resto del reparto, lejos del panel. Dejando atrás la aclamación del público y los flashes de las cámaras, agradeció que la jornada terminase pronto. No veía la hora de poder refugiarse tras las paredes de su habitación, apartada de la mirada crítica de todos, especialmente la de Tom Felton.
"¿Te hubiera gustado besar a Tom Felton?"
Fue la pregunta que no habría esperado ni en un millón de años. Ella sabía que los rumores de su amorío adolescente habían trascendido los estudios de grabación y constituían un mito entre los fans. Pero definitivamente le habían pillado con la guardia baja y ante tal sorpresa su primera reacción fue reír, con evidente inquietud cabe aclarar. ¿Quién podría culparla? Se suponía que "aquél" asunto estaba zanjado, olvidado.
-Mi pregunta es para Emma - expuso una de las tantas reporteras de la sala, con una sonrisa entusiasta.- ¿Podrías comparar el beso que tuviste con Daniel y el que tuviste con Rupert? Y... - tras una leve pausa de suspenso agregó - ¿Te hubiera gustado besar a Tom Felton?
En ese instante, creyó que el corazón escaparía de su pecho, que sus latidos podrían oírse claramente ante el silencio sepulcral que inundó la sala. Pero profesionalmente supo disimularlo bastante bien. Emma recordó como sus ojos habían buscado involuntariamente a Tom en busca de ¿qué? ¿ayuda?. Intentó no ruborizarse. Ni ella misma comprendía . El problema residía en que los minutos pasaban y una multitud expectante aguardaba por su respuesta.
-Debí haber sabido que preguntarían eso - respondió al fin con una sonrisa, esforzándose en ocultar lo avergonzada que estaba, fallando estrepitosamente en esto último puesto que sus manos habían comenzado a dar pequeños golpecitos involuntarios sobre la mesa.- Bueno, Daniel no está aquí así que no será tan difícil. Besar a Daniel, besar a Harry tenía que verse como un mero efecto de la mente de Ron, obviamente tenía que ser pasional. Estábamos cubiertos de pintura plateada, rodeados por muchas cámaras y aparatos que lanzaban humo. Fue muy extraño.
Detuvo su perorata tres segundos para llenar de aire sus pulmones y ganar tiempo, antes de que continuar.
– Besar a Rupert…
Su compañero de reparto tampoco daba signos de encontrarse del todo cómodo, también sonreía afectado y bebía agua, aferrado al vaso, demasiado sediento, avergonzado casi tanto como ella. Estaba segura de lo cómico que debía de resultar la escena desde fuera, pero ahora solo quería acabar con la ronda de prensa o que al menos la atención se enfocara en alguien más. El solo imaginar los titulares de los medios mañana le impedía continuar formulando una respuesta coherente.
- Estábamos empapados y nos tomo mucho tiempo hacerlo.
Tanto ella como Rupert soltaron una carcajada ante el recuerdo. Emma tenía muy presente la sensación de mariposas en el estómago pero no precisamente porque hubiera algo romántico en aquella escena. Dudaba incluso que hubieran logrado transmitir eso debido a la amistad casi de sangre que la ataba al pelirrojo. Realmente había llevado varias tomas dar con el enfoque perfecto, uno que convenciera a Yates de que el beso reflejara un par de tórtolos enamorados y no un mero rose de bocas que se asemejaba mucho al incesto.
- Nos hemos visto como hermanos desde hace 10 años pero sabíamos que esto tendría que pasar en algún momento. Aunque no deja de ser extraño. Así que… si, eso es todo.
"Escapando por la tangente", ignorando haber escuchado la última pregunta, Emma intentó dar por finalizada su exposición. Aunque fue evidente en el brillo curioso de más de la mitad del público presente, que nadie se marcharía sin escuchar la respuesta. Cuan equivocada estaba si creía que escaparía tan fácilmente. Para su mala suerte, escuchó por los altavoces, mortificada, a Jason que, divertido por la situación, insistía en que continuara.
- ¿Y Tom, que está sentado aquí?
Oh, sí. Cuan jovial y entretenido podía resultar para el resto. Un coro de risas se dispersó por la sala al mismo tiempo que Tom se animaba a ser partícipe de las circunstancias. Su rostro estaba acompañado por una sonrisa divertida que nada tenía que envidiar a la sofocada mueca de frustración de Emma.
- Gracias Jason.
Nunca antes había experimentado el poder de una mirada tan profunda como la que destacó entre los cientos de pares de ojos que la observaban en todo salón. Seguramente fue un par de segundos en los que su atención se cruzó con Jade que, tan expectante, pero de seguro más preocupada que el resto, aguardaba con actitud crítica lo que Emma tuviera para decir al respecto. Odió la facilidad con la que los nervios hicieron control de la situación. Había balbuceado, lo que a ella le pareció una eternidad, antes de lanzar una respuesta que a primeras sonó a evasiva.
- Bueno… Su hermosa novia está sentada entre el público. Pues, no lo creo.
Esperaba haberlo dicho con la suficiente convicción de que eso alejara cualquier duda o sospecha. No obstante, de soslayo vió a Rupert lanzar una mirada cómplice y divertida en dirección a Tom, logrando que su corazón latiera con mayor prisa. ¿Puede entonces que su respuesta sonase a excusa? Nuevamente se apresuró a tomar la palabra para agregar con cierta urgencia.
- Yo a mis 12 años si, sin dudarlo. Yo a mis 21, definitivamente no.
Parte del público emitió coro de decepción, algo risueño, y para fortuna de Emma la atención se desvió totalmente hacia Tom esta vez. El orador tuvo la decencia de cambiar rotundamente el tópico de las preguntas y esto le permitió relajarse y aceptar de buena gana el vaso de agua que le ofreció Rupert. Había cierta curiosidad y entretenimiento en los ojos azules de su amigo; un sin fin de preguntas silenciosas que él no se atrevería a hacer, no ahora. Emma estaba segura que habría bromas al respecto, pero estaba convencida de que no le daría importancia al asunto. Zanjar el tema, dejarlo pasar. Hacía tiempo que los sentimientos por Tom no le habían dado problemas y Emma no pretendía comenzar ahora. Para él y para el resto del mundo podría resultar de lo más divertido. Pero habían tres personas en esa sala que, definitivamente, opinaban lo contrario.
2.
El resto la tarde transcurrió sin mayores contratiempos para Emma. Luego del encuentro con los periodistas, todo el elenco fue guiado hacia las afueras del The Renaissance St Pancras Hotel para una corta cesión de foto grupal. Posar y sonreír ante la cámara, aún cuando en ocasiones Tom terminó de pie a su lado, no fue difícil. Ambos eran personas adultas y maduras que podían pretender perfectamente que el momento incómodo de hace una hora nunca había sucedido. Pero parte del reparto, solo aquellos que conocían y sabían leer a ciencia cierta a los involucrados, jurarían que hubo cierta tensión palpable en el ambiente cada vez que los dos terminaban a un lado del otro. Sin embargo, nadie emitió comentario al respecto y continuaron con su rutina de sonreír y dejarse llevar.
Solo en dos ocasiones la mano de Tom rosó accidentalmente la mano de Emma. Fue inevitable que ella se voltease y entrecruzase sus ojos con los de él, quien por supuesto no había evitado su mirada como todo un cobarde. En esos escasos segundos, Tom le dedicó una pequeña sonrisa ladina, gesticulando un silencioso "perdón" con sus labios. Emma por su parte, hizo acopio de todo su profesionalismo para devolver el gesto mientras aceptaba con resignación lo fácil que podía caer ante sus encantos: su sonrisa era adorable y aquel traje de azul petróleo combinaba perfectamente con el celeste de sus ojos.
3.
Bajo la privacidad que otorgaban las cuatro paredes de su habitación en el hotel, Emma contemplaba la bandeja de aperitivos con aspecto algo ausente. La trayectoria de sus pensamientos le mantenía lo suficientemente ocupada como para no probar bocado. Había dos emociones que batallaban por manipular su reflexión nocturna.
Por un lado, la rabia. Le molesta sentirse demasiado afectada por la pregunta de aquella tarde. Resultaba muy invasivo tener que dar respuesta a cuestiones que tuvieran que ver con su intimidad. Era uno de los tantos precios que debía pagar por la fama. Pero Emma tenía el vicio de ser una persona demasiado analista que perdía el rumbo cuando algo terminaba rompiendo sus estructuras. Resulta agobiante sentir que una sola persona puede afectarte tanto al punto de que tus nervios se apoderen enteramente de tu parte racional y quede en evidencia que no eres tan indiferente a él como creías que lo eras. Dejando el pasado atrás, solo una cordial amistad de colegas la vinculaba a Tom. Las cosas se habían enfriado entre ellos desde hacía tiempo y no compartían más tiempo que el necesario. Fuera del set de filmación eran dos completos extraños que ni siquiera se escribían. Y no obstante, la sola confirmación de que una parte de sí misma no se hubiera negado a besarle hoy, le enfadaba.
Lo que entonces llevaba a la segunda emoción contra la que luchaba esa noche. Nostalgia. Si, Tom Felton constituía lo que cualquiera habría catalogado en la lista de "primer amor de la infancia". Tenía 9 años, apenas comenzaba a desarrollar un pequeño interés en el sexo masculino y él había aparecido entonces como la encarnación de lo perfecto. Simpático, divertido, skatter; todo un caballero a los ojos de una niña inocente que poca idea tiene del amor. Vergonzoso era lo obvio que había sido para todos su enamoramiento. Él gentilmente se había encargado de mostrarle que el aprecio que le tenía no iba más allá de una buena amistad. Que las cosas se retorcieran un poco y cobraran otro rumbo cuando después ambos maduraran con los años, bueno, esa ya era otra historia oculta bajo el telón. Poco sentido tenía reflexionar al respecto.
Emma llevó amabas manos a su cabeza y dejó escapar un suspiro que no era más que la frustración contenida. Decidida a ocupar su mente en algo más sano, buscó su playlist favorita y dejó que la música fluyera por los auriculares mientras se disponía a cenar. Era ridículo desperdiciar aquel vino y ese exquisito platillo. Vistiendo ropa holgada y un par de medias, dejó que el ritmo y la letra de las canciones apagaran el ruido de sus preocupaciones. Casi una hora después, cuando terminaba de enjuagar su boca de todo resto de pasta dental, escuchó que alguien llamaba a la puerta. Echando un vistazo a su reloj de mano, confirmó que había pasado más de hora y media de medianoche. Emma no esperaba visitas nocturnas y era lo suficientemente tarde para que el resto se encontrase durmiendo.
Un poco soñolienta a causa del vino, caminó hacía la puerta acomodando un poco su blusa. Para cuando giró el pomo de la puerta, la razón de sus cavilaciones se materializó frente a ella. Intentó no mostrarse sorprendida. Por el contrario, mantuvo una expresión neutra que, de no ser por el brillo que provocaba el alcohol en su sangre, era la perfecta máscara de la indiferencia.
- Buenas noches.
- Tom ¿sucede algo? - se limitó a responder.
Era demasiado extraño verle, solo, sin la constante presencia de Jade. Que Emma supiera, esos dos no se separaban nunca. ¿Qué se suponía que hacía él allí? No podía pretender que la situación le resultase normal.
- ¿Puedo pasar? Necesito hablar y no es una conversación que me gustaría tener en el pasillo, a merced de los oídos de todos.
Tom percibió algo nervioso, la inquietud y el mudo interrogante en el rostro de ella. Si pensaba con coherencia, no había nada tan urgente que justificara el aparecerse por su habitación a altas horas de la noche. Lo cierto es que había abandonado la suya propia para dar una vuelta ante el insomnio recurrente que le aquejaba, esperando que una caminata nocturna calmara su ansiedad. Pero entonces, había pasado frente al cuarto en el que sabía se hospedaba ella y en un impulso de idiotez había acabado llamando a su puerta.
4.
Ni bien puso un pie dentro de la habitación, Tom sintió que la sensación de inquietud aminoraba. Observó en silencio a Emma cerrar la puerta y en seguida pasar a su lado para sentarse en el sillón de la ante sala. La notaba un poco tensa, pero disimulaba bastante bien bajo a esa nota de impasibilidad que tanto le caracterizaba cuando tenía que referirse a temas que le incomodaban. Sonrió para sus adentros, habían cosas que nunca cambiaban. Emma era una perfecta actriz que sabía ocultar sus verdaderas emociones bajo ese rostro impoluto que volvía loco a los fans y en varias ocasiones, a él mismo. Pero la ventaja de conocerle desde hacía años le proveía la capacidad de saber leerla, percatándose de los pequeños detalles que denotaban cuando algo la traía mal o simplemente la tomaba con la guardia baja. Como esa tarde. La semilla de la curiosidad se había arraigado en él desde el instante que escuchó las palabras de la reportera y vio a Emma vacilar, con ambas mejillas sonrosadas, el movimiento inconsciente de sus manos y su mirada fija en el mantel de la mesa, como si este contuviera todas las respuestas.
Tom no lo admitiría nunca, pero llevaba tiempo lamentando la distancia que se había instaurado entre ellos desde que él decidió hacer su propia historia al lado de Jade. Sabía el papel que él jugaba en el pasado de Emma, y el hecho de que confesase haber estado fascinada por él durante su temprana adolescencia le hacía sentirse totalmente alagado. Pero las vueltas de la vida había querido que él finalmente terminara fijándose en alguien más y que la poca claridad con la que ambos manejaron sus sentimientos en aquel entonces terminara por distanciarlos al punto de que sus interacciones tuvieran que ver solamente con el trabajo.
Un golpe de realidad había sacudido su mundo perfecto junto a Jade al caer en cuenta de que no le resultaba incómodo la idea de tener que besar a Emma. Había intentado disimular su fastidio frente a todos cuando escuchó la pregunta, pero no porque el hecho de besarle le molestara, sino que detestaba la facilidad con la que su cuerpo y mente lo habían traicionado. Lo peor, era que ni siquiera la presencia de su novia lo intimidaba los suficiente para querer desistir de ese capricho. Porque sí, no encontraba otro nombre para definir lo que estaba experimentando.
- ¿Y bien? - le llamó ella al presente.
- Lo lamento. ¿Estabas por irte a dormir?
Fue lo primero que se le ocurrió decir. Aún no tenía idea de cómo explicar qué exactamente le había llevado a tal imprevista visita nocturna.
- No pero...- Emma desvió su mirada hacía la alfombra de la habitación, evidenciando su nerviosismo una vez más .- ¿Qué es tan urgente que no puede esperar a mañana?
Directa, concisa y sin vueltas. Así era ella.
Tom estaba convencido de que no había manera de encarar el asunto de manera delicada o al menos ahora no encontraba las palabras justas para dirigir la conversación hacía el tema. Siendo sincero consigo mismo, estaba allí por impulso más que por racionalidad. Caminó un par de pasos hacía el ventanal antes de decir algo. Palpó el terciopelo de las cortinas, que impedían la vista hacia la noche de la ciudad, buscando ganar tiempo.
- Estoy un poco preocupado... - llevó ambas manos a sus bolsillos y agregó finalmente.- por tus declaraciones.
Emma se cruzó de brazos a la defensiva involuntariamente al mismo tiempo que enarcó una de sus cejas, dejando en claro que entendía a que "declaraciones" se refería exactamente.
- Lo siento, no pretendía decir nada que pudiera ofenderte a tí o a Jade.
- Lo sé, pero sabes como funciona esto. La prensa ha de tergiversa todo y... aunque intentaste manejarlo con calma fue un poco evidente que...
- ¿Te preocupa que no fuera lo suficientemente convincente, Tom? - le interrumpió ella, dejando escapar una sonrisa que sonó mitad diversión, mitad sarcasmo.
Se puso de pie, y sirvió un poco más de vino. Necesitaba un trago para poder pasar esta conversación. Emma tenía la impresión de que él estaba allí para reclamar ante su falta de profesionalidad a la hora de responder preguntas tramposas y lo mucho que eso podía fastidiarle la vida a él y a su pareja. Volvió a sentirse estúpida por haber confesado alguna vez su infantil enamoramiento.
- Descuida, puedes decirle a Jade que descanse tranquila. No tengo intenciones de complicar las cosas. Lo cual por cierto, me recuerda... ¿sabe ella que estás...aquí? - gesticuló con la copa en mano, despreocupadamente.
Él no pudo continuar viéndola. Escucharle hablar de manera tan desinteresada había herido un poco su orgullo. Además guardaba razón. El hecho de que estuviera en su habitación a altas horas de la noche poco aportaba a la inseguridad que pudiera tener Jade respecto a sus intenciones con ella. Se sentía tan ridículo. Había cedido a sus impulsos y ni siquiera tenía la valentía de ser sincero acerca de sus verdaderas preocupaciones. ¿Por qué había ido, en primer lugar? ¿Pretendía que Emma se retractara? No era estúpido y sabía que lo que significaba que le diera tanta importancia.
- Entonces, te hubiera encantado besarme cuando eras una niña pero ahora te negarías rotundamente ¿no? - dijo si miramientos.
Odió el tinte de reprocho que impregnaba cada una de sus palabras. Si alguien quería darle el premio del año por idiota que aprovechara y lo hiciera ahora. Acaba de exponerse a sí mismo de la manera más irreflexivamente posible.
5.
Para Emma era casi hilarante que le tomaran de imprevisto por segunda vez en tan pocas horas. ¿Había escuchado bien o era el efecto del vino? Dejó a un lado la copa sobre mesa al mismo tiempo que enfrentaba su mirada a la de él. Tom lucía tan afectado y contrariado como ella lo había estado durante la entrevista. Con que facilidad la vergüenza de sentirse expuesta se apoderaba de ella al escucharle formular la misma pregunta, el desencadenante de tantas dudas. Sería demasiado humillante que él se diera cuenta que había mentido frente a todos. Que en el caso hipotético de tener que besarle le sería difícil negarse, y que su maldita presencia comenzaba a despertar emociones que creía profundamente enterradas con los restos de su historia.
Hubo un claro silencio en donde lo único que le pareció oír fue sus propias respiraciones.
Tom sintió que una fuerza de hilos invisibles lo arrastraba a acortar la distancia y borrar todo signo de incomprensión que Emma ya no luchaba por ocultar. Se detuvo a tiempo para comprobar que había avanzado un par de pasos y que en sus manos comenzaba a imperar el peligroso deseo de tomarla del rostro y terminar con ese capricho de una buena vez.
- ¿A que viene "esa" pregunta? - le detuvo ella entonces, retrocediendo, consciente de cuan cerca se encontraba.- No veo la necesidad de responder a eso, "de nuevo".
- No estás en una de tus entrevista para que respondas con evasivas, Emma.
Emma temía que pudiera estar malinterpretando su expresión pero sus palabras y gestos denotaban que existía una parte sobre la que Tom no estaba siendo completamente honesto. Y para ser francos no quería indagar en el asunto, no cuando se sentía exhausta, algo nublada por el alcohol y él parecía indispuesto a cooperar.
- Creo que será mejor que te vayas.- sentenció.
No pasó por alto el modo en que su semblante mudó a la decepción pero Tom se recompuso rápidamente y suspiró aliviado de que ella lo detuviera de cometer una imprudencia que podría haberle costado bastante caro a ambos. Sin embargo, una parte de sí mismo todavía sentía el poder de esa fuerza invisible que clamaba por probar esos labios. Con gran voluntad Tom le dedicó una última mirada de disculpa y tras un escueto y sombrío "Buenas Noches" abandonó la habitación con más preguntas que respuestas de las que su subconsciente había ido a buscar.
