En español, porque se me ocurren más cosas, y el título… me pareció adecuado para una historia acerca de un lingüista.
Los personajes son de Disney, o al menos la mayoría.
Las Letras Mayúsculas se Acentúan
Prólogo
Todavía no podía creer que finalmente le hubieran prestado atención a su trabajo.
Tenía sentido pues el era el investigador más joven de todo el museo, y había aportado cosas al museo que ningún otro a su edad. Pero también era el más ignorado.
Durante años había investigado acerca de lenguas muertas y propuso a la junta del Museo de Washington D.C. darle importancia a la traducción de lenguas muertas (algunas consideradas míticas solamente).
A lo cual le respondieron sacándolo de la junta.
Las primeras veces que trató de probar su punto, se rieron en su cara. Pero el joven no parecía desanimarse, así que comenzaron a evitarlo y tirarle sus papeles en la cara, hasta que ya hartos desvanecieron su oficina y lo mandaron a trabajar en el sótano, donde no podría asustar a otros investigadores, accionistas ni visitantes. No obstante eso no le impedía seguir intentando.
Esa mañana en otro de sus intentos de pedir financiamiento, el jefe de la junta se encontraba enseñando a otro caballero el museo.
"Pero… si se da cuenta en este idioma se encuentran escritos varios libros de historia-"
"¿Y qué haces tú aquí?"
El jefe de la junta lo miró con terror, sabía que iba a dejar en vergüenza al museo como lo había hecho veces pasadas con otros accionistas quienes se convencían que el museo no se tomaba en serio lo suficiente.
"-encontrados en Siberia, se da cuenta que-"
"¿¡No se supone que te encerra-?" El caballero que había puesto atención a lo que decía el muchacho, miró al jefe con extraño ante la última palabra. "Eh… Ehem, lárgate ya de una vez."
"¡Pero puedo probar que esta civilización existe! Si tan solo me dejan-"
"¡Ya cállate muchacho deja de hablar disparates, todas las civilizaciones antiguas o no, ya han sido descubiertas! ¡Ahora vete y no te molestes en regresar!"
El joven se detuvo en sus palabras. "Pero..."
Su jefe indicó al caballero el camino al cuarto consiguiente y desde la puerta le gritó "considérate despedido."
Por fin lo habían vencido. Se marchó al sótano para empezar a recoger las pocas pertenencias que podía tener, cuando sonó el teléfono anunciando que lo necesitaban en la sala de juntas.
Subió con desgane y en cuanto abrió la puerta el jefe empezó a hablar. "Empezamos esta junta el día 10 de Abril de 1915 a las 17 horas."
El muchacho recorría con la mirada a todos los presentes, las caras de júbilo de la mayoría le restregaban su infinita superioridad por sobre él, nada nuevo. Pero al llegar a la mitad de la sala, se fijó en el del jefe de la junta, quién tenía una cara de entre sorpresa y confusión con la que no podía cargar, lo cual lo confundió.
"Thatch, supongo que sabes que desde este día tu trabajo aquí termina-" empezó el jefe. "¡O SEA QUE AL FIN TE LARGAS DE AQUÍ!" terminó por él otro investigador, comentario al que le siguieron hurras y carcajadas.
Sin embargo el jefe se mantuvo callado y fue solo en ese momento cuando al fin notaron que su cara era de color rojo, casi como si hubiera estado aguantando la respiración. Entonces continuó imperturbable. "Debes saber que ahora trabajas para el ejército de los Estados Unidos" un grito ahogado sonó al unísono por toda la sala después de que hubiera terminado con su discurso que pronunció como si le hubiera costado trabajo decirlo y creerlo. Lo mismo pasaba para todos en esa sala, sus caras de incredulidad reflejaban lo que había pasado, una bofetada a sus egos.
En ese momento se dio cuenta que el jefe miraba a alguien que no era parte de la junta, el mismo caballero al que le estaba dando un recorrido en el museo. A su lado se encontraba un hombre más alto y serio quien se le acercó con un papel enrollado en su mano. "Soy el comandante Lyle Rourke, bienvenido al ejército de los Estados Unidos."
La sala se encontraba en silencio total de asombro, inclusive le tomo un momento al muchacho creer lo que estaba viendo. Sin embargo, se recuperó rápido y tomó el papel.
-.-.-
A muchos kilómetros lejos de ahí, en ese mismo momento, una muchacha de apenas 17 años repartía con rapidez las órdenes de los clientes en el restaurante.
Ese día, como en otros a la hora de la comida, el restaurante había estado lleno. Las calles al igual estaban llenas, con gente danzando por ellas y otras ansiosas por llegar a sus hogares. La muchacha escuchaba las sonoras canciones que sonaban desde la calle cuando pasaba de la cocina a las mesas del restaurante, sus movimientos eran rápidos pero calculados que era casi como verla bailar.
Para ella, el día había sido agotador, pero con un restaurante lleno podía conseguir y ahorrar más dinero; es por eso que atendía a todos los clientes con una sonrisa y con gran entusiasmo. Ella ocupaba dos turnos al día, los dos de cada uno cinco horas, así había sido desde que cumplió los 15 años. Ese día como muchos otros, se sentía aliviada de que en unos minutos saldría de su actual turno a descansar. En cuanto entregó el último plato, se dirigió a la cocina a lavar los platos que faltaban, "¿sigues pensando que vas a conseguir el dinero para abrir tu restaurante?" escuchó que le decían desde las estufas. Ella suspiró. Sí, ella sabía que para tener por fin tener su restaurante iba a ser necesario mucho trabajo, muchos turnos extra y ella estaba dispuesta a hacerlo. "Buford, estoy segura" contestó ella con calma. "¿Oh bueno, eso si lo sé, pero cuando?" le dijo él con tono de burla.
"Estoy más cerca de conseguirlo que ayer, y eso es todo lo que debes saber" le dijo ella con seguridad y tomó la jarra de café para servirle a un cliente en la barra. Mientras él se reía, ella se daba ánimos de continuar, después de todo lo que ella había dicho era cierto. Los minutos que faltaban pasaron rápido y pronto tras el último cliente salió del café la muchacha le siguió, se puso su abrigo y subió el tren a casa.
En cuanto entró, encontró a su madre cosiendo los últimos detalles de un vestido azul brillante, inmediatamente ella supo que el vestido era otro de los encargos de su mejor amiga Charlotte.
"Que alegría que ya llegaste hija, ¿como te fue hoy?" le dijo su madre que detuvo su tarea y la volteó a ver. "Estuvo muy bien, esta vez recibí más propinas que ayer-" dijo ella mientras le entregó parte de su salario "me voy a descansar ma, estoy exhausta" su madre solo le sonrío y le dio las buenas noches.
Cuando cerró la puerta de su habitación enseguida sacó las propinas que había podido ahorrar ese día y las puso sobre su cama, con alegría contó varios centavos más que ayer. "Cada día te acercas más Tiana, sólo ten un poco de paciencia"
Tomó todas las propinas y las puso sobre su falda que uso como bolsa. Abrió el cajón de arriba de su cómoda y las colocó dentro de un bote de café. En su cajón había 3 de ellos y el último casi llegaba a llenarse. Con alegría los contempló por un momento antes de cerrar el cajón y cambiarse al pijama para dormir.
N: Una miradita en las vidas de los protagonistas.
