Dolor. Era todo lo que sentía. Un punzante dolor de cabeza que ni le dejaba abrir los ojos. Intentaba hacer el esfuerzo de levantarse pero ni fuerzas tenía para ello.
-Ugh...
Tras varios intentos, al fin abrió los ojos.
Un techo blanco y luminoso, eso le daba a entender que ya hacía un buen rato que era de día.
Poco a poco fue recuperando los sentidos y se dio cuenta de otros detalles. Primero, estaba desnuda; segundo, estaba en una cama ajena y por último y no menos importante, unos brazos la rodeaban por la cintura.
Ella, Sonoda Umi, había bebido lo que nunca había bebido en su vida y se acostó con una persona que ni conoce de nada.
Ahí, en Las Vegas, o en algún lugar de dicha ciudad, estaba ella sin saber que hacer.
-(Mataré a Maki y a Eli con mis propias manos).
Ya era hora de reaccionar. Apartó un poco las sábanas para ver a quién correspondían esos brazos. Blancos, finos y suaves. Esos brazos eran de una mujer.
-(¡Una mujer!).
Y para empeorar las cosas había cierto detalle en el anular de su mano izquierda, un anillo de casada.
Se había acostado con una completa desconocida, en una ciudad muy lejos de su país natal y era casada.
Umi trató de hacer un esfuerzo por recordar algo de ayer. Pequeños fragmentos pasaban por su mente. Lo único que tenía claro era llegar a un bar con sus dos amigas y para animarse, decidieron hacer algo que nunca harían dada sus respetables figuras, una competición de bebida. De ahí todo esraba confuso y no sabía si algunas de las cosas habían pasado o no. Recordaba a una Maki medio inconsciente, una Eli tonteando con una mujer de pelo largo y morado... Aahhh y de prominente delantera. Y ella... Umi había conocido a una chica, con el pelo marrón en un tono grisáceo. Pero lo que más recordaba era aquella sonrisa, tan amable y gentil, una sonrisa que transmitía confianza y cariño.
Tomando valor miró a su derecha encontrándose con aquella mujer que todavía seguía dormida.
Suspiró y la volvió a mirar. Realmente era hermosa. Un belleza casi irreal a ojos de Umi. No sabía si sentir envidia o... O qué!?
Empezó a sonrojarse, más aún. Se había acostado con ella. Con esa mujer casada! Que por cierto, no recordaba su nombre.
Poco a poco su acompañante intentó abrir los ojos, pero al igual que Umi, fue incapa al primer intento. A Umi le pareció adorable el gesto que hizo y no pudo evitar sonreír.
-Owowowowow
Al fin lo consiguió. Y se dio cuenta que estaba abrazando a otra mujer y bastante atractiva. Una larga cabellera de un azul oscuro. Unos ojos ámbar que la miraban solo a ella y una leve sonrisa. Si, la mujer con la que se despertó era demasiado sexy. Pero era una completa desconocida.
Se miraron un rato hasta que Umi decidió romper el silencio.
-Bu... Buenos días, señorita. Mi nombre es Sonoda Umi. Y me disculpo por... Lo sucedido. Yo en verdad lo siento. Nunca me acostaría con una mujer desconocida, no por ser mujer sino por lo de desconocida.
Umi había desviado la mirada y a pesar de toda su formalidad y de haber usado un tono de voz neutral, no podía mirarla de nuevo por culpa de la vergüenza.
-No sabía lo que hacía... Nunca ligaría con una mujer casada-
-¿Casada?
La joven se había sorprendido, detalle que no pasó desapercibido para Umi.
-Esto... Si...
Dijo señalando a su mano.
-No, no puede ser.
De sorpresa pasó a terror.
-Yo...
Para la joven las imágenes de la noche anterior eran más claras que para Umi.
Se había encontrado con esa atractiva mujer por medio de su amiga, la cual estaba ligando con su acompañante, una mujer rubia de ojos azules y mirada algo fría. También había una tercera chica con ellas, pero no conseguía recordad nada claro de ella que no fuera su pelo rojo.
Habían hablado de muchas cosas triviales mientras bebían y bebían. Al rato empezaron los susurros al oído por parte de la peli azul, acompañados de traviesas caricias. Besos húmedos y sensuales a la vista de todos. Hasta que...
"-Yo soy una mujer de familia tradicional, no podría acostarme con alguien antes del matrimonio"
La peli azul había dicho eso con mucha determinación para lo ebria que estaba.
"-Pues casemonos."
Le contestó sonriente.
Y eso fue lo último que recordó. La joven empezó a ponerse pálida y sin decir nada señaló a la mano de Umi. Ésta la miró y con horror vio algo que acababa de ver en otra mano. No, no era el mismo objeto, sino uno igual a ese. Un anillo. Un anillo de compromiso.
-Me llamo Minami Kotori. Y soy tu esposa.
