Disclaimer: Hetalia ni LatinHetalia me pertenecen. El personaje de Tierra del Fuego es de mi propiedad.
Advertencia: ¿La ternura es una advertencia? Veremos a…Manuel cansado y gruñón. Y… ¡Abuelita Pueblo Mapuche entra en acción!
Pareja: ArgentinaxChile/MartínxManuel. Leve USAxUK.
Siendo Pαdres
Capítulo 1: Cagadita.
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Es un día lindo para salir a pasear. Arthur le encanta usar su magia en cosas que él quisiera que fuesen así para toda la vida. La semana pasada convirtió a Alfred en un niño dándole los hermosos recuerdos de aquellos tiempos. Se veía ta~n tierno. Las ganas de abrazarlo con fuerza no le faltaron a Inglaterra, para nada. Luego tuvo que devolverlo a la normalidad. Sin embargo su fantasía le pedía un poco más, ¿podría ser un pervertido pedófilo? ¡Jamás! ¡Menos con su pequeño y adorado y amante Alfred! Por lo menos no de niño. Aunque realmente se ve encantador de pequeñito son leves sonrojos y pucheros enfadados. ¡Era un encanto! Entonces, Arthur volvió a usar su magia en Estados Unidos para volver a verlo de pequeñito, pero…salió mal o por lo menos eso pensaba.
Inglaterra se rasca la cabeza viendo si se equivocó en algo, en alguna palabra o quién sabe. No se equivocó. ¿Entonces en qué habrá fallado? No lo sabe, hasta tiene que ir a ver a Estados Unidos si volvió a ser pequeño. No pasó nada.
Esto es muy extraño. ¿En quién habrá caído? Solo espera que no sea en alguien conocido, por lo menos no en un país.
Uhm~.
Recién despiertan. Martín da un largo bostezo rascándose su asombrosa e iluminosa cabellera rubia, y estira los brazos. Mira a su lado y sonríe al ver la cara del chileno. Se ve gracioso, tiene una cara de no haber dormido nada, porque en realidad no durmieron mucho por la actividad física que tuvieron a noche, claro que sin hacer mucho ruido para que Carlitos no ande con preguntas. Y hablando del pequeñín, debe prepararle el desayuno. Argentina sale de la cama dejando a Chile en su mundo tratando de averiguar que pasó anoche (aunque ya lo sabe), va la cocina abriendo la nevera, saca una caja de leche blanca verificando si está en la fecha para no enfermar el estómago del isleño. Está todo bien. Lo invierte en un vaso, saca unas galletas y va al cuarto del rubiecito.
Mientras tanto a Manuel le duele un poco el trasero. Le dijo que usara lubricante, no saliva. Bien, no entrará en más detalles porque se sonroja al solo recordarlo. Comienza a buscar los pantalones de pijama, los encuentra y se los coloca.
― ¡Ahh~! ¡Manu~! ―aquel grito lo desconcierta desde la habitación de Tierra del Fuego, esto debe ser grave proviniendo de allá. Chile no la piensa dos veces y corre urgido a su destino.
― ¿Qué pasa weón? ¿Por qué ese grito de maraco?
― ¿Podés dejar tus insultos inentendibles para otro momento? ―no es el momento como dijo el argentino― ¡Mira nuestro nene, es un nene! ―explica señalando al bebé sentado en la cama. Espera… ¿bebé?
Manuel lo ve pero no lo cree.
― ¿Dónde…está Carlitos? ―solo atina a preguntar sin darse cuenta.
―Che, ¿es que no te das cuenta? ¡Ese nene tiene el rizo! ¡¿Quién más tiene el rizo así? ―exclama una vez más dándole la explicación tan obvia, y Manuel entiende todo.
―No puede ser… ―modula acercándose a la pequeña criaturita observando sin entender por el escándalo de sus padres― ¿Pero cómo? ―se da vuelta mirando a Argentina.
―Tengo dos teorías ―antes de seguir, Martín da un sorbo a la leche que es el desayuno de Carlitos y se cruza de brazos―. La primera, fue Itzel, aunque dudo cual sea su intención en hacerle esto a su sobrino.
― ¿Y la segunda?
―El único que cree en la magia y la usa: Arthur. ―al solo pronunciarlo siente que se ensucia la boca, asique vuelve a dar un sorbo limpiándose.
Mientras, el chileno analiza las teorías de su pareja. El único que conoce y capaz de transformar personas es el inglés. Gira la cabeza viendo al bebé, no puede creerlo. ¿Qué harán ahora? Ni siquiera sabe cambiar un pañal. Está decidido, va ir a Inglaterra con Carlitos para que vea lo que se ha mandado por andar jugando con magia irresponsablemente.
Toma al rubiecito en brazos. Demonios, la ropa que trae puesta le queda grande y solo hace "Guh guh" a cada rato.
― ¿A dónde vas? ―pregunta Martín bebiéndose todo el lácteo y comiéndose las galletas.
―A Inglaterra.
― ¿Eh? Yo debería ir, ese maldito aprenderá que no debe meterse con nosotros tres, menos con Carlitos. Yo iré, ¿dónde están las llaves del auto?
―Tú te quedai' aquí. No solo porque vas a causar un escándalo peor que el mío ―siente que el pequeño le agarra el pelo con las manitos. El castaño trata de que no lo siga haciendo y continua, Martín lo encuentra tierno―, y no sabi' manejar. Así que yo voy y punto.
―Pero…
―Por esta vez olvidaré mi buena relación con Arthur, actuaré como…una madre ―no fue fácil decirlo, más en decir que es la mamá colocándose los pantalones en preocupación de su retoño. Chile se acerca un poco más a Argentina dejando todo en claro cargando al isleño―. Voy a ir, y va saber la cagaita que se mandó.
Martín no puede creer esas palabras tan lindas para sus grosos argentinos oídos. Es el mejor 'esposa' del mundo, y se ve re-lindo llevando a Carlitos en brazos.
El castaño se despide dispuesto a gritarle al cejudo, caminando hacia la puerta de salida de la casa.
―Manu ―lo llama el rubio, él otro voltea―. Te amo, enserio. ―le brillan los ojitos. Está ilusionando imaginando a Arthur arrinconado por las groserías de su Manuel. Por último le desea buena suerte.
Manuel amarra al isleño con todos los cinturones del auto para prevenir cualquier accidente. Luego va asentarse al asiendo de piloto. Se coloca el cinturón y da marcha al avión presidencial. ¿Qué creían? No irá en auto, ni siquiera vuela. Al llegar, ordena a sus servidores partir a Inglaterra sin que hagan preguntas sobre el niño que lleva.
En dos condenadas horas (Chile tuvo que ordenar a que se apuraran) llega a Europa. Mierda que hace frío, por suerte baja preparado para ambos. Enseguida ordena bajar el auto presidencial (sí, lo trae en el avión), y van directo a la casa de Arthur.
Baja a golpear la puerta todo enojado para después acomodar el gorrito en la cabecita de Tierra del Fuego, más la ropa abrigadora, aunque le quede grande. Lo importante es abrigarlo.
En eso, el británico abre la muerta. Saluda muy alegre por la linda visita, no se la esperaba pero no es tan linda cuando Manuel muestra el ceño fruncido cargando un bebé parecido a Carlitos.
¿No será que…? ¡¿Le cayó a él? Al parecer sí ya que el chileno está muy, pero muy molesto.
―Yo…creo que cometí un error… ―dice Inglaterra tratando de no sentirse nervioso, para mala suerte lo está― no quería hacerle nada malo a tu hijo…Manuel…enserio. Yo solo quería hacerlo con Alfred…
―Por la cresta Arthur, ¿Qué wea hiciste por la chucha? Si queri' tener tus fantasías con el Alfred, ¡perfecto! ―exclama sin importarle mucho, menos dándole vergüenza ajena al inglés― ¡Pero con mi hijo no! ¡Mira, es una guagua! ¡Regrésamelo a normalidad ahora! ¡Quiero a mi hijo devuelta, ahora! ―intenta no salirse de control, pero le es imposible, y sigue reclamando aunque Arthur no entienda mucho su español tan único observando con casualidad al pequeño que está a punto de llorar por tanto grito.
―Manuel…tu hijo. ―le señala.
―No llori', no llori'. ―lo carga más a él, haciéndole movimientos muy sutiles de arriba hacia abajo para que no guarde las lágrimas. Finalmente, Inglaterra decide que mejor entre, así conversaran más tranquilos sin las miradas curiosas de la gente.
Nuevamente, Manuel pide una solución.
Arthur suspira. ―No puedo regresártelo, el efecto dura una semana. Solo pregúntale a Alfred, se ve tan lindo de pequeño. ―lleva las manos al rostro recordando la carita inocente del norteamericano. Quien sabe que cosas le hizo estando bajo el efecto de la magia tan solo al ver sonrojo en las mejillas del europeo.
―Me estai' webiando. ―no quiere creerlo.
―No te estoy we- Háblame en español, no entiendo lo que dices. ―frunce levemente el ceño, no es adivino para saber ese idioma.
―No es cierto. Martín y yo no vamos a soportar cambiarle los pañales, despertarnos en la madrugada para hacerlo callar.
―Ya dije, va estar así durante una semana. Pero ve el lado positivo.
― ¿Lado positivo?
―Tienen un bebé. Hagan su sueño realidad, como si hubieses dado a luz al hijo de ese argentino.
¿Lado positivo? ¿Cuál lado positivo? ¿Acaso aprovechar, convivir con Carlitos baby siendo una familia feliz? Eso…aprovechar…Ay no. Manuel no vayas al instinto maternal. Sacude la cabeza sacándose esas ideas estúpidas. Bien, no queda otra que volver a casa todo resignado, ni siquiera el grato ofrecimiento de tomar un té caliente le hace quedarse.
Y de regreso…
Martín a segura que va a matar a Arthur. ¡Una semana es demasiado! ¡Quiere a su hijo de vuelta! Aunque no está nada mal darle provecho a la situación. Carlitos se ve demasiado tierno para sus orbes verdes y en posición de padre, y lo carga. Pregunta si ha comido algo durante el viaje. Manuel le responde que no. Luego, el argentino lo acusa de ser una mamá irresponsable, le entrega el bebé y se va a preparar comida molida…por cierto… ¿Qué comen los bebés? ¿Cualquier clase de alimento pero molido?
― ¡Martí~n! ―ahora es el turno de Manuel en gritar. El aludido corre enseguida al cuarto.
― ¿Qué pasa? ¿Se pegó en la cabecita? ―deja de preguntar al sentir un aroma extraño dañándole el olfato. Se cubre la nariz― Che, ¿Qué es ese olor tan asqueroso?
El chileno también tiene la nariz tapada. ―Se cagó. Carlitos se hizo caca.
―Entonces limpiálo. ―dice como si nada siendo la responsabilidad de la mamá.
― ¿Qué? No, yo no lo voy hacer. Hazlo tú. ―niega enseguida, claro que no lo hará. Viene cansado.
―Vos sos la mamá.
―Eso no importa, imbécil. ―le mira de reojo no de buena manera.
―Gu~h… ―intenta decir el pequeño aguanto en estar con el trasero sucio, casi al borde de llorar.
―No llori'. Espérate, te cambiaremos ―le pide Manuel como si rogara, luego mira a Martín―. No sé cambiar y no voy a mirar ni a oler.
―Yo menos sé. No huele muy rico ―olfatea el aire―, está empeorando. Sos un cagado Carlitos. ―menciona divertido.
― ¿Enserio no sabi'? ―duda cruzándose de brazos― ¿Nunca le cambiaste el pañal a Victoria?
―No, nunca ―hasta hace memoria―. ¿Y vos a Tiare?
―Tampoco.
Se dan cuenta que clase de hermanos son (en el caso de Manuel con la pascuense).
― ¿A quién le pedimos ayuda? ―pregunta Manuel mirando a Tierra del Fuego, quien yace mirándose los pies sobre la cama. Debe estar atento a cualquier muestra de querer llorar.
―Uhmmm~ ―Martín ladea la cabeza buscando a las personas correctas, ¿quién puede cambiarle el pañal? ―. ¡Antonio!
― ¿Eh?
―Él nos cuidó, tiene que saber cómo cambiar un pañal, ¿no?
―Ah…sí teni' razón.
―Llamálo, yo cuido de Carlitos. ―propone y el menor acierta yendo a la sala a hacer la llamada. Argentina intenta aguantar el olor del rubiecito.
Chile marca el número, espera los punteros hasta lograr oír el acento español que a veces se le pega y a veces lo detesta.
―Aló Antonio, soy Manuel. ―habla sin mucho ánimo observando la pared. Debe darle un cambio, pero de la nada oye una alegría correspondiéndole el saludo. Posteriormente, el sudamericano le cuenta todo lo sucedido en el día, obviamente lo de su hijo.
― ¿Es coña? ―Antonio no lo puede creer rascándose la mejilla.
―… ―el chileno medita recordando ese significado― No, no lo es. Hablo enserio. No sabemos qué hacer, y pensamos que tú sabi' cambiar pañales. Digo…tú nos…cui-cuidaste.
―Eh~. Sí…puedo hacerlo ―ladea la cabeza siendo lo más sincero posible con su antigua colonia―. Es que…hace siglos que no cambio un pañal… ¡Pero no hay imposible para el Jefe! ―se entusiasma.
―Bien…entonces te esperamos.
― ¡Llevaré tomates para compartir! Quiero ver ese chaval, ¿es todo mono?
―Eh…sí.
― ¡Manu, tengo que hablar con vos! ¡Es urgente! ¡No le digas nada a Antonio! ―Argentina aparece en la sala agitando los brazos todo desesperado. El castaño lo ve y decide despedirse de España.
― ¡Dale, tío! Iré enseguida a ver a mi nieto. ―corta.
― ¿Qué pasó? ―pregunta dejando el teléfono.
― ¿Qué dijo?
―Vendrá, pero hace siglos que no ha cambiado un pañal.
―Lo sabía ―acierta algo enojado, debió decirlo antes―. Se me ocurrió llamar a la señora…Pueblo Mapuche.
―No. ―niega al instante frunciendo el ceño.
―Vamos Manu. No creo que Antonio recuerde como cambiar y lavar el traserito de un nene ―hace movimientos con las manos acompañando su razonamiento―. Tu mamá debe recordarlo.
―Dije que no. No me voy a rebajar en pedirle ayuda.
―Manu ―vuelve a llamar acariciándose la frente―, no se trata sobre sus diferencias, aquí importa Carlitos, no puede quedarse así, che. Y pensá un poco: Un padre no sabe mucho de estas cosas, una madre sabe mucho.
―Está bien ―acepta no del todo y se da cuenta que el argentino se despreocupó del bebé―. ¿Y Carlitos?
―Está… ¡Por Maradona! ¡Voy a verlo! ¡Vos llamas a Antonio y dile que no venga! ―corre apresuradamente al cuarto, y gracias al cielo, el pequeño está bien…bien defecado.
Manuel piensa en lo idiota que es Martín. No hay mucha novedad en eso. Luego vuelve a llamar al español, pero esta vez contesta el italiano sureño con deje de disgusto.
―No, el bastardo se fue a tu casa.
―Entonces lo llamaré al celular ―le corta. Marca el móvil del español y espera―. ¿Antonio?
―No ―contesta la misma voz desde el principio―. El bastardo dejó el celular aquí. Es un maldito idiota.
―Por la mierda. ―maldice, ya no tiene como comunicar a su antiguo tutor. Entonces decide despedirse, pero Lovino lo frena.
―Oye, mándale saludo a Martín. Ciao. ―y rápidamente cuelga.
El chileno da un suspiro y llama a la mapuche, solo espera que no lo rete o lo critique en que le regrese las tierras. Al principio sucede, luego se calman las cosas cuando Manuel le cuenta los sucedido con su hijo, estando desesperado en cambiarle el pañal.
―Espera ahí, voy enseguida. ¡Y solo lo hago por él! ―le grita casi al borde de dejarlo sordo. Y…solo queda esperar al más rápido, es claramente que es la mapuche la primera en llegar. El español recién sube al avión personal.
Solo pasan quince segundos donde Martín trata de que no llore el isleño, este no da más con lo sucio que se encuentra y procede a llorar, y justo a tiempo aparece la salvadora, frunciendo levemente el ceño diciéndose a sí misma la clase de padres que son, sin ser capaz de cambiarle un simple pañal. Hombres.
Los países le quedan mirando con su entrada parecida a "Soy Alemania, me voy a raptar a Italia". Muy ruda, hasta música de fondo le acompaña, bastante…estilo ejército. Entra al cuarto. Y Carlitos no para de llorar.
Se quita algunas prendas que lleva puesta para que no estorbe en la mudanza. Se truena los nudillos, toma al menor sentándolo en una mesa y le quita el pantalón dejando a la luz la cagadita que tiene.
Martín y Manuel toman atención y aguantan el olor con unos tapones de algodón en las narices.
Los tres se dan cuenta que desde que se convirtió en bebé, no usa pañales y entienden el porqué de la escapatoria del insoportable olor. Pobrecito.
La mapuche le limpia un poco con un paño y se lo lleva al baño a darle una lavadita. Pasa un rato y regresa a su posición anterior. Tierra del Fuego ha dejado de llorar.
―Quiero que tomen atención, porque no vendré otra vez para esto ―dice autoritaria girando la cabeza fulminándolos con la oscura mirada―. ¿Entendido?
― ¡S-Sí! ―aciertan tartamudeando. De verdad, prestaran toda la atención posible.
―Me di el lujo de comprarle pañales, porque sé que ustedes dos no lo hicieron. ―tiene mucha razón, ninguno de los dos fue capaz de pensar en aquello. Entonces, la mujer saca un pañal y ordena unos implementos para cuidar el traserito del pequeño para que no tenga ningún tipo de irritación. Pide por ejemplo: talco, crema o pomada, toallitas, entre más. Las naciones obedecen y se lo traen.
En abrir y cerrar de ojos, Carlitos queda listo y limpiecito. Él ríe.
―Terminé. ¿Algo más antes de irme? ―pregunta preocupada por el isleño mirando fijamente al chileno.
― ¿Qué comen los nenes? ―Martín da a conocer su duda, en verdad lo hace por los dos.
―Si van al supermercado encontraran comida picada. También la pueden hacer en esas cosas…de… ―se le olvida el nombre― preparar comida molita. ―dice simplemente.
―Ya, ¿y cómo que cosa? ―es turno del chileno― ¿Verduras, frutas?
―Les entregaré una lista. Solo advierto ―mira al argentino, este se tensa un poco―, no puede comer asado ni siquiera molido…Martín.
―Ya entendí, che. ―se deprime un poco, pero es por la salud de su hijo hasta que regrese a la normalidad.
Posteriormente, Pueblo Mapuche les entrega un listado con todos los cuidados hacia un bebé. Cualquiera diría que son anotaciones de cuando Manuel era pequeñito, claro que la pareja no se da cuenta.
Tierra del Fuego se siente mejor y tomado por las manos del castaño. Solo balbucea incoherencias agarrando la camisa de su mamá, viendo la textura y el color.
Luego Chile dice que es mejor que se vaya ya que el español puede llegar en cualquier momento. Ella ni ganas tiene de ver a ese tipo, mejor irse enseguida, pero…
― ¡El abuelito jefe ha llegado! ―llega para su mala suerte abriendo la puerta quien sabe cómo alzando los brazos todo alegre― ¡¿Dónde está mi nieto? ¡Le cambiaré el pañal!
―Ya no es necesario. ―le informa Chile sin dejar de sostener a Carlitos, este se chupa el dedo pulgar. España los mira y mira a la señora. Ella lo fulmina con la vista. Él sonríe como siempre.
―Hola, ¿cómo has estado? Ha pasado mucho tiempo de- ¡Ahhh~! ―corre el cuerpo hacia a un lado salvándose de un plato que lanzó Pueblo Mapuche estrechándose con la pared― ¡Ten cuidado con eso! ―y cuando exclama en modo de advertencia y rogando por su vida, la mujer procede a tirar más platos hasta sacar al español de la casa. Y no solo eso, lo sigue hasta lograr apuntarle a la cabeza, cosa que no lo logra. Antonio se salva entrando a un restaurante italiano, luego regresará a casa, es lo mejor que puede hacer para estar lejos de esa señora que no cambia nunca.
Martín y Manuel se quedan parados preguntándose qué demonios fue todo esto. Aunque en el menor no le sorprende mucho. Siente una caricia en el rostro, baja la vista y es el pequeño. Ahora recuerda que deben darle la comida.
―Martín, tenlo ―el rubio lo observa mientras el castaño le entrega al isleño―. Voy hacerle la comida, tú lo cuidai'. ―dice yéndose a la cocina con las listas en las manos.
Argentina hace caso. Le sonríe a su ahora bebé argentino-chileno. Lo acerca más a su cuerpo llevándolo al cuarto. Se sienta en la cama y se recuesta levantando los brazos sin dejar de sujetar a Carlitos quien mueve los piecitos averiguando si está volando. Los orbes verdes del argentino no dejan de mirar los marrones del infante. Entrecierra los ojos escuchando atento los balbuceos del pequeño. Enmarca una sonrisa.
―Tenés el lado positivo. Manu y yo aprovecharemos tu linda condición, mi nene.
Ahora solo espera a Manuel a que traiga la comida.
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N/A: ¡Muy crack! Idea inspirada del doujiinshi "3way". [Conclusión interna: Arthur es un pedófilo, que cosa le habrá hecho a Alfred transformado en pequeñito] Hubiese preferido ver a Martín gritándole un montón de verdades y groserías, pero quise poner a Manuel actuando como una mamá prefiriendo el bienestar de su retoño antes que la amistad con Arthur. ¿Se imaginan a Carlitos baby? ¡Es todo una cosita tierna y moe y kawaiisimo! =3
El fic no durará más de tres capítulo, es más o menos lo que tengo pensando. Habrá participación de los tíos latinos, solo tres de ellos. Perdón, pero no puedo con todos, por lo menos esos tres son los que más manejo.
El nombre el capítulo hace referencia como la cagadita de Arthur y la de...bueno...la de Carlitos x3
Esperemos que a los padres no tengan tanto estrés, y que los concejos de Pueblo Mapuche les sirvan. [Lo duda]
Por fin terminó esas protestas en Magallanes... ¡Ahora Carlitos puede regresar a la isla y Martín ir a verlo! ¡Wii~! Manuel se puso los pantalones.
Eso por el momento.
Saludines! ¡Nos vemos!
¿Review's?
O a Carlitos no le cambiaran el pañal de las 3 de la madrugada
¡Wajajajajaja!
Les dejo un regalito. Un nuevo dibujo. No lo hice yo, lo hizo una amiga, yo solo lo coloreé. Eso es mas o menos parte de la escena, claro que en el fic salen abrigados xD
Aquí el link, junten los espacios: h t t p : / / s840. photobucket. com/albums/zz321/Anni_Beilschmidt/Decorated%20images/Hetalia%20OCs/?action=view¤t=porlaculpadeArthur. png&newest=1
