Aclaración: Los personajes y todo aquello que identifiquen pertenece a J.K. Rowling, sólo la trama es mía, producto de mi retorcida mente.

Nenas! Akí les traigo un one shot melancólico, nacido entra lágrimas y lluvia, sin otro propósito que ser leído por ustedes.

Está inspirado sobre un bellísimo poema de Jaime Sabines, espero que lo disfruten.

"Like hate and love, worlds apart,

this fatal love was like poison

right from the start"

… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …

Trabajar con Granger.

Esas simples tres palabras aún giraban en su mente, pese a que hacía ya una semana que hubiesen sido pronunciadas por boca de McGonagall.

Trabajar con Granger… la insípida sangre sucia, la come-libros, la chica irritante y creída.

Dando un último par de pasos pesarosos entró a la biblioteca; ahí estaba ella, sola como siempre, esperándolo.

Trabajar con Granger.- Se acercó a la mesa y tomó asiento sin que ella levantara la mirada.- de ponto la idea no parecía tan temible.

En la sombra estaban sus ojos
y sus ojos estaban vacíos
y asustados y dulces y buenos
y fríos.

Sus largos rizos castaños caían sobre su espalda, encorvada sobre un grueso libro de tapas rojas, mordía su delicado labio inferior en un gesto ansioso.

Draco Malfoy la contempló de frente. Le molestaba que ella lo ignorase tan abiertamente; clavó su mirada gris sobre ella, esperando intimidarla.

Allí estaban sus ojos y estaban
en su rostro callado y sencillo
y su rostro tenía sus ojos
tranquilos.

-Malfoy.- pronunció ella sin mirarlo.

-Granger.- respondió Draco, y si querer sintió una punzada en el pecho al notar que ella seguía renuente a mirarlo.

En tres palabras más se dispusieron a realizar su tarea de transformaciones. Cada uno caminó por los pasillos llenos de polvorientos y ajados libros, tomando algunos de aquí y otros de allá.

El silencio asfixiante sólo era roto por los pasos fuertes y rítmicos del rubio, y por las pisadas ligeras y calladas de la castaña.

Draco se paró frente a un estante y tomó un sobrio libro negro. Algo oponía resistencia, como si algo lo tironeara desde el otro lado de la repisa… y así era.

Soltando una maldición por lo bajo, tiró aun más fuerte, y el libro quedó colgando de su mano.

Distraídamente observó el hueco que este había dejado en el estante, y se encontró con lo sojos de su enemiga, que evidentemente había sido la causa de las dificultades para sacar el volumen.

No miraban, miraban, qué solos
y qué tiernos de espanto, qué míos,
me dejaban su boca en los labios
y lloraban un aire perdido

El tiempo se detuvo, un polvo dorado remolineaba a su alrededor, matizado con el agonizante sol de la tarde que entraba por la ventana.

Agonizante… agonía.

Agonía era lo que leía en aquellos ojos castaños. Nunca lo había observado bien, y ahora ahí los tenía, en toda su magnificencia y esplendor.

Eran muy claros, casi dorados, como un par de avellanas al fuego; miles de larguísimas pestañas los enmarcaban, haciéndolos parecer aún más grandes. Sus pupilas eran dos fosos profundos… vacíos.

y sin llanto y abiertos y ausentes
y distantes, distantes y heridos
en la sombra en que estaban, estaban
callados, vacíos.

Sus miradas encontradas eran como la colisión mortal de dos mundos, el golpe de la piedra sobre el agua, el fuego que consume la sangre…

Y precisamente, él se estaba consumiendo, tal vez por la desesperación que lo invadía ante la quietud, tal vez por la sorpresa de encontrarla… no, él lo sabía, era por aquellas lágrimas incandescentes que estaban naciendo sobre esos ojos castaños.

Y una niña en sus ojos sin nadie
se asomaba sin nada a los míos
y callaba y miraba y callaba

Por qué lloraba? Por qué la perfecta e intachable Hermione Granger lloraba? Vivía pegada de sus perdedores amigos, sacaba buenas notas, casi todos la querían, incluso había domado el puercoespín que tenía por cabello… Por qué lloras, Granger?

y sus ojos abiertos y limpios,
piedra de agua, me estaban mirando
más allá de mis ojos sin niños

Ella clavó aún más su mirada llorosa sobre él, y por un minuto temió haber preguntado en voz alta. Si yo tuviera amigos tan estúpidos como los tuyos, probablemente también lloraría, Draco sonrió con aquel pensamiento, pero por alguna razón desconocida sintió un pincho en el pecho: Culpa.

y qué solos estaban, qué tristes,
qué limpios.

Lo ojos de Hermione se abrieron aún más, sorprendidos y extrañados, en seguida salió corriendo hasta la mesa, con actitud de aquí-no-pasó-nada.

Pero qué había hecho él para que ella corriese así? De no saber lo irresistiblemente apuesto que era habría jurado que su sonrisa la había asustado.

En un acto incomprensible para su naturaleza serpentina, Draco rodeó el librero y recogió los libros que Granger había dejado caer al piso con su huída, se encaminó hacia ella y la observó temblar casi imperceptiblemente, colocó los libros junto a ella, y la castaña saltó de nuevo, como asustada de su presencia.

Él no dijo nada, ella tampoco. Un libro volvía a cubrir su cara, mientras los ojos grises de Draco la inspeccionaban desde el frente.

Lucía asustada, temerosa, indefensa… como si una sola palabra pudiese destruirla. No había que ser un genio para darse plena cuenta de que ese comportamiento era anormal.

Ella, la orgullosa leona de Gryffindor, la que siempre tiene una respuesta, una palabra, una sonrisa… una mirada.

Le partió el alma verla así; intentó ahuyentar aquel sentimiento doloroso y abrumador… ´pero no podía, no podía continuar observándola desmoronarse sin hacer nada para impedirlo.

Pero es una sangre sucia inmunda, y además amiga de Potter! Una parte de su mente se negaba rotundamente a la idea, pero su alma actuó por cuenta propia.

-Estás bien, Granger?.- preguntó con voz ronca.

Hermione se quedó paralizada, incluso dejó de temblar, cerró los ojos y levantó el rostro, un puchero casi infantil se dibujó en su rostro.

Draco contenía la respiración… era mejor preguntarle o insultarla? No lo sabía, lo único que sabía es que necesitaba que Granger fuera la misma sabelotodo insufrible de siempre.

Ella abrió los ojos, y él se sintió cegado, como si despidiesen toda la luz de la mañana en un solo parpadeo.

-No, no lo estoy.

No esperaba una respuesta sincera, ni tampoco aquel amago de sonrisa rota que se veía en su delicado rostro de alabastro.

Las palabras habían huido de su boca, y así, frente a frente descubrió la causa de aquella dolorosa melancolía. Ella estaba triste, y el temblor en sus labios le gritaba que él era la causa de tal dolor. Una sensación cálida recorrió su cuerpo, como si un ejército entero enarbolara estandartes de victoria dentro de sí. Él era feliz por su tristeza… pero no de una forma ruin, sino porque ahora sabía que si ella lloraba era por él, porque había algo más que odio corriendo entre ellos.

Premeditadamente él sonrió, sin malicia, sin rencor, sólo sonrió.

Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la chica… y ha! Qué placer sentía el rubio al saberse la causa de aquella reacción.

Pero no era un placer insano y corrupto, era el placer que siente un alma que ama al verse amada.

Y la verdad lo aplastó. Y los insultos, los gritos, las peleas y el rencor encontraron su razón de ser: eran la expresión ardiente y desesperada de aquel amor no verbalizado, de aquel amor reprimido que no había tenido permitido nacer… y sin embargo así era, estaba dando a luz en la fuente castaña de la luz misma.

-Valla que eres inteligente, hasta en esto debías superarme… tú lo descubriste antes que yo.- dijo quedamente el rubio.

Ella casi sonrió. Casi. Un entendimiento mutuo se había instaurado entre ellos. Probablemente dudara de sus palabras, y él no podía culparla. Una gruesa lágrima rodó por su mejilla encendida y un dedo níveo y frío la recogió.

Draco observó un segundo la lágrima cristalina y lentamente llevó el dedo hasta su boca, probando y saboreando aquella lágrima derramada por él.

Hermione lo observó en silencio, maravillada y atemorizada; pareció desear marcharse, pero en lugar de ello sólo sonrió, esta vez con una felicidad insegura.

-Siempre he sido más inteligente que tú.- dijo ella con expresión de fingida altanería.

La obscuridad comenzaba a caer sobre ellos, sin embargo, él nunca había visto con tanta claridad. Y qué si su padre lo desheredaba? Y qué si sus amigos le daban la espalda? Y qué si su orgullo muriera aplastado? Y qué si el mundo conspiraba en su contra? Si ella era capaz de llorar por él, él era capaz de cualquier cosa por ella.

Sonrió brevemente al pensar en ello, ¿cómo es que entras a una habitación llena de libros y de pronto estas enamorado de tu peor enemiga?

No, no seas cobarde, has estado enamorada de ella desde hace más tiempo del que podrías recordar, simplemente tu alma arrogante necesitaba saberse correspondida para aceptarlo. Cobarde.

Ella se levantó de la mesa y dirigió sus pasos hacia la puerta.

Él dudó un segundo.

-Granger!.- gritó, y ella se detuvo.

Sus miradas se encontraron de nuevo.

Y en la sombra en que estaban sus ojos
y en el aire sin nadie, afligido,
allí estaban sus ojos y estaban
vacíos.

A grandes pasos salvó las distancias, y ahí, sin testigos, ni ceremonias, la colgó a su alma, en un nudo permanente.

Ella lo abrazó temblando, y soltó un suspiro de alivio en cuanto sintió una mano delicada acariciando sus rizos.

Algo húmedo tocaba su mejilla, y de pronto se dio cuenta: Él también lloraba.

Lloraba de amor, de sorpresa, de desesperación… lloraba de ella.

Él besó su frente, y ella su mejilla, ella se dirigió hacia un lado del pasillo y él hacia el contrario. Y sin decirse nada, ahora sabían que se pertenecían, cuando las palabras sobran, sólo las miradas bastan.

Y ahora él caminaba hacia las mazmorras, y ella en un camino opuesto; el caminaba por el mal, ella sobre el bien, él sobre la obscuridad y ella sobre la luz… Qué increíble era que caminos tan distintos los llevaran al mismo punto: Estar en los brazos del otro.

Ahora la vería a diario, y con una mirada le diría Te Amo; ella se sabría amada y él correspondido… y que la vida siguiera corriendo, nada importaba porque ahora sabía que había una esperanza en aquellos ojos ya no tan vacíos.

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