2001
El aire frío de aquella zona le raspó toda la cara, cortándola y haciéndola tiritar, maldiciendo a sus amigas por haberse convencido de ir hasta Edmonton. Odiaba el frío, odiaba el clima y odiaba la ciudad que estaba en constante rivalidad con la suya: Toronto. No es que despreciara a todo el mundo, sino que el equipo local había hecho perder a los de la capital varias finales importantes. Además, las peleas entre los institutos si coincidían en algún viaje eran evidentes, esperadas e inagotables, creyendo unos ser mejor que otros. Y viceversa.
Pero habían pasado cinco años de su graduación y nada quedaba en ella de aquella joven de instituto que buscaba llevar todo al día y sacar las mejores notas. Estaba ya en su tercer año de academia de interpretación en Boston – una de las mejores del mundo se había fijado en ella, era feliz – y todo le iba bien, en cualquier ámbito; y es que sus profesores gastaban el tiempo recordándole que algún día llegaría a ser una importante actriz a nivel mundial. No se lo creía.
A la noche, el centro de Edmonton se convirtió en una gran fiesta – era época de celebración – y no le quedó más alternativa a la serbia que salir a disfrutar. 'La noche es joven', repetía su amiga, 'y hemos venido a disfrutar.' Y así fue cómo las horas pasaban, hasta que un atractivo hombre, que parecía mayor, de ojos azules, barbita de dos días y sonrisa seductora se acercó a ellas.
-¿Nuevas por la ciudad?
-Yo soy Maddison, y ella es Stana, venimos de la academia de interpretación de Boston.
-Futuras actrices, me gusta.
-Ella tiene más potencia – volvió a pronunciar Maddison – Todo el mundo se lo dice.
-¿Eres modelo o algo por el estilo? – se dirigió a Stana – Yo soy Nathan.
-Encantada y… - pensó un momento – No, no soy modelo.
-Qué pena; a más de uno le alegrarías las noches en el baño.
-Gilipollas – masculló entre dientes.
-Ignoraré eso último y os invitaré a unas copas, vamos.
Entonces, todo se desmadró. El chico gilipollas ya no parecía tan gilipollas y se comportaba como un caballero, soltando una gran cantidad de piropos, cuya mayoría iban dirigidos a Stana, que se sonrojaba y sonreía. Aquel canadiense la estaba trayendo loca y hacía apenas unas horas que se conocían.
Y otro par de horas más.
Los gemidos retumbaron por todo el edificio, sus manos se perdían en el cuerpo del otro y las sábanas se enredaban hasta el punto de ser incómodas. Sexo, calor, sudor y placer eran las consecuencias de haberse pasado de la raya con las copas y de haberse dejado seducir por aquel sensual hombre. Después de cuatro intensos asaltos – sexo oral inclusive – cayeron rendidos, cada uno a un lado de la cama.
-Definitivamente deberías ser modelo, o actriz porno.
-Idiota.
Ambos jóvenes empezaron a reír, hasta que Stana se levantó y buscó por el suelo sus pertenencias y su ropa, vistiéndose.
-¿Te vas?
-Espero volver a verte pronto.
-Yo también.
Y hasta que no pasaron años, no volvieron a saber nada del otro.
2009
-Siguiente.
La actriz entró decidida al casting.
-Mi nombre es Stana Katic, nací en 1978 y vengo al casting porque me gustaría interpretar a la detective Kate Beckett.
Y entonces, sus ojos se cruzaron. Miradas que ninguno de los dos había podido olvidar en ocho años y miradas que le hicieron estremecer.
-Creo que ya tenemos una Kate Beckett – pronunció Nathan – El papel es tuyo.
