En el comedor de un restaurante.
- ¡Por más noches como esta! - Quedaba constancia del estado de embriaguez de los comensales al escuchar las risas que secundaron la exclamación. Se notaba que el camarero no sabía si seguir proveyendoles de más alcohol, de todas formas les sirvió, tenía que ganar dinero de las propinas al fin y al cabo. Procedía a retirarse.
- Eh, tú, ¿serías tan amable de darme la mano? - El policía moreno extendió su mano mientras flexionaba el torso sobre el respaldo de la silla.
- No soy tú, me llamo Kagami Taiga. - Había sido cortante con un cliente, miró a sus laterales esperando que Midorima no le hubiera escuchado, no quería que se quejaran de su actitud, así que le correspondió el gesto que aún seguía en el aire.
- ¿Sientes algo? - Preguntó con los ojos cerrados y aire místico.
- No. - Estaba extrañado por su petición y comportamiento, lo cual se reflejaba en su cara. Las risas de los compañeros del peliazul no se tardaron en escuchar. El contrario apretó un poco más el agarre en el que tenía envuelta su mano.
- ¿Estás seguro? - El chico abrió sus ojos azules y le miró con cara de súplica, al estar de espaldas al resto no vieron tal acción. Decidió compadecerse.
- Oh, espera, creo que siento algo. - Le siguió el juego, aunque le hiciera gracia la situación debía seguir atendiendo sus mesas. Su mano se vio liberada. - Si me disculpáis.
- ¿Cuándo terminas el turno, pelirrojo? - Aquellos ojos azules no se apartaron de él.
- No te importa, peliazul. - Hizo énfasis en la última palabra. Le había dicho su nombre, lo recordaba claramente, y no tenía por qué responder. Se sentía orgulloso de su respuesta y aún más cuando el resto de la mesa 2 hizo el típico sonido conflictivo.
