Gajo de luna cálido y agridulce, curioso y casi pecando de inocencia se cuela por el ventanal inmenso y cae sobre el sitio donde yace la mujer recortada de lija acariciando al hombre hecho de terciopelo. La seda revuelta en forma de sábanas soporta el peso de los cuerpos semidesnudos que entrelazados parecen esculpidos en mármol. Al silencio lo desdibuja el susurro de los dedos que trazan el contorno de una anatomía y el murmullo de la boca que recorre sin prisa a la otra. La habitación en penumbras, una vieja radio encendida, la cinta del casete girando, la voz de John Lennon resucitando para protestar porque nadie le había dicho que 'habría días como estos', ellos dos recostados en el suelo de madera, la sangre meciéndose dentro de sus venas imitando los movimientos serenos del mar, el oxígeno fluyendo acompasado, dos corazones latiendo a un ritmo que imita al de las antiguas máquinas de escribir.
La escena carece de elementos literarios: simplemente es, cruda, pura y terriblemente real, a tal punto que el placer astilla los huesos y resquebraja el tejido. No hay un cenicero de bronce donde se acumulan cigarrillos a medio fumar; ni cristal moldeado en forma de copas corrompidas por el color uva oscuro del vino tinto, o velas consumiéndose al compás de sus respiraciones, y en ningún sitio como nubes de colores ancladas a la Tierra reposan almohadas de pluma o almohadones recubiertos en fundas de cachemira. Sólo ellos dos, y la luna rebanada en gajos, y el otoño antes amargo vuelto dulce en sus lenguas, y la combinación perfecta de calor frío, y el alivio del deseo acumulado, y las sombras observando, y la música existiendo en el mismo tiempo y espacio en el que ellos existen.
Gajo de luna cálido y agridulce, escena simple y profunda, sentimientos complejos escritos sobre la lija y grabados sobre el terciopelo. El artista y el escritor visten la misma carne, la musa y la detective se fusionan bajo la misma piel, ecuación extraordinaria la que los tiene de componentes, el orden de los factores no altera el producto y el resultado es lo que es, tal y como esa escena.
Y son al fin y al cabo sencillamente un hombre y una mujer a los que junio al morir halla con las mentes en blanco, vacíos del propio yo pero llenos el uno de otro luego del último estremecimiento, en el suelo por permitirle a la gravedad hacerlos sus víctimas, la seda como hiedra enredándose entre ambos. Un hombre y una mujer escuchando un viejo casete de John Lennon después de hacer el amor.
