ECLIPSE DE LUNA

CAPITULO UNO.- Soledad

Había muchas cosas que Harry Potter odiaba.

Una de ellas, era el sentirse solo

Odiaba estar rodeado de personas, personas que tal vez no tuvieran ninguna relación con él, que simplemente lo ignoraban, o peor aún, amigos que reían divertidos, profesores que le llamaban la atención y que le vigilaban, Hermione intentando hacerlo estudiar y Ron tras ella haciendo muecas de asco, y a pesar de todo eso... sentirse solo, sin nadie que realmente comprendiera el dolor que sentía al haber perdido al único ser que tenía por familia... nadie lo entendía, solo pasaban a su lado mirándolo con pena o susurrando entre ellos y mirándolo de reojo, sin importarles realmente si su actitud lo lastimaba y sin preocuparse realmente por él...

Nunca se había sentido tan solo en toda su vida.

Harry se encontraba sentado contra la puerta de su vieja alacena en Privete, con sus piernas flexionadas contra su pecho y sus manos rodeándolas, justo enfrenten de él se encontraba a una pequeña ventana que daba hacia el exterior de la casa y en donde podía ver el cielo. Hacía horas que el sol se había escondido, y la luna creciente ocupaba su lugar, al mirar el cielo nocturno, podía hacer el intento de despejar un poco su mente, aunque sonara tonto, él podía ver en el cielo muchas cosas que se asemejaban a él, a su vida y a quienes le rodeaban, tal vez demasiadas semejanzas, y demasiadas dolorosas, como el que la luna era igual que él: estaba sola; y las estrellas, podrían ser las personas que le rodeaban, las que supuestamente estaban a su lado para iluminar su entorno, pero que en realidad no estaban tan cerca como decían estarlo, simplemente estaban ahí, brillando, sin tener otro motivo para su existencia. Recordó vagamente que una vez le había dicho a Hermione esa metáfora, y ella le había respondido que estaba equivocado, que él en realidad era parecido al Sol: brillante, cálido, amable, pero cuando se enfurecía podía irradiar tal calor que llegaba a quemar, y por sobre todo... poderoso.

Los Dursley dormían y solo se escuchaban sus ronquidos. No podía dormir, porque si lo hacía, volvería a soñar con el momento en que Sirius cayó por el velo, volvería a despertar gritando como loco, temblando y cubierto de sudor, con el corazón palpitándole tan fuerte que podría romper su pecho...

Y nuevamente Vernon lo golpearía.

Aunque sabía que eso solo fue el pretexto para golpearlo, la verdad, era que desde ese día en el expreso, cuando regresó de Hogwarts y fue amenazado por Lupin y los demás, el tío Vernon solo había estado esperando cualquier pretexto para desahogar su furia.

Y el pretexto había llegado...

Por esa razón lo había encerrado nuevamente en la alacena.

Una lágrima solitaria escapó de su control, viajando a través de sus delicados rasgos, pasando sobre una zona abultada de color morado, la retiró teniendo cuidado de no lastimarse más la mejilla hinchada.  Vernon lo había golpeado después de haberlo despertado en medio de una más de sus pesadillas. Fue tal la golpiza que podía sentir como sus costillas crujían cada vez que respiraba, pero no se quejaba, no le daría ese gusto a su tío, no le daría el gusto de verlo quejarse.

Suspiró sin despegar su vista del cielo

Era precisamente en esos momentos en que se sentía solo y humillando, cuando su mente remembraba todas las cosas que él había perdido desde el día en que Lord Voldemort lo había marcado como su igual.

Sus padres...

Una vida...

La vida de Cedric Diggory...

Sirius...

Y con él, la oportunidad de tener un hogar:

Una familia...

Tal vez, en una forma de cosuelo un tanto sádica, si contaba el hecho de que en realidad nunca había tenido una familia, el hecho de no poder tenerla nunca, no debía de dolerle de ninguna forma.

Sin embargo...

Le había dolido... y aún le dolía...

Había tenido a su lado lo más parecido a un padre y ahora... ya no lo tenía, lo había perdido para siempre, nunca más lo volvería a ver sonriéndole o animándolo a quebrantar las reglas o defendiéndolo, nunca más podría ver sus ojos azules mirándole con ese cariño paterno... nunca más...

Una parte de él se había ido junto con Sirius, al caer por ese velo.  Había perdido no solo la esperanza de tener un hogar, sino los deseos de vivir.

Su vida ya no tenía sentido  ¿Alguna vez lo había tenido? Siempre luchando contra un mago maniático que lo que mas deseaba era matarlo desde que tenía un año, y ahora, él tenía que matarlo, tenía que convertirse en un asesino para poder tener una vida tranquila ¿Pero de que le sería una vida tranquila si no tenía con quien compartirla?

De nada...

No le servía de nada...

El suave ulular de Hedwig le distrajo, haciéndolo mirar hacia la mesita al lado de su vieja cama, donde un pergamino le regresó la vista, era de la Orden, más específicamente de la señora Weasley, en él le preguntaba sobre su estado, si se encontraba bien o los muggles con los que vivía le habían causado algún problema.  Sonrió de forma irónica.

Oh, claro que estaba bien, nunca había estado mejor en su patética vida.

Y como siempre, nunca se molestaban en cerciorarse si eso era verdad, solo veían lo que querían ver. Porque mejor en lugar de enviar cartas, no iban y se cercioraban ellos mismos de las condiciones en que vivía en el "hogar" que lo protegía de Voldemort, ¿Acaso no les interesaba la vida de aquel quien se supone va a salvarlos? Al parecer no, su vida no le interesaba a nadie, solo les interesaba el supuesto poder que tenía, aunque tampoco debía de importarles demasiado... tal vez a sus amigos... pero aún así, ellos no podían entender lo que él sentía... no podían sentir la forma en que la soledad se ceñía a su alrededor, envolviéndolo lentamente, tratando de asfixiarlo... no, ellos no lo sabían.

Ron, tal vez era su mejor amigo, pero aún siéndolo, era también incapaz de comprender lo que sentía.  Él sí había tenido una familia, él sí había tenido el amor de una madre y el ejemplo de un padre, y tenía el cariño y compañerismo de sus hermanos... y  Hermione, con todo y su inteligencia, tampoco tendría idea de lo que sentía, ninguno de ellos podía imaginar siquiera el dolor que lo carcomía por dentro, que le destrozaba el alma y le hacía desear que su vida se extinguiera.

Regresó su vista hacia la brillante luna.  Tal vez Hermione tuviera razón al final de cuentas, pero de cualquier forma, estaba más solo que la Luna, porque por lo menos la Luna tiene a las estrellas a su alrededor, y el Sol...

El Sol no tiene a nadie...

Si, definitivamente odiaba sentirse solo...

Remus Lupin había aprendido a sobrellevar la soledad.

Él siempre había estado solo, o al menos desde que podía recordar.  Y eso no cambió cuando lo mordieron convirtiéndolo en un licántropo, al contrario, eso, solo provocó que la soledad se ciñera a su alrededor como una segunda piel.

Pero el que fuera su segunda piel no significaba que no le quemara.

Y quemaba...

Quemaba como fuego ardiente sobre su piel, lacerando sus terminales nerviosas con una sensación tan dolorosa que lo hacía querer gritar hasta desgarrarse la garganta y quedarse sin voz, pero no gritaba, nunca lo hacía...

Nunca le gustó estar solo, pero estaba conciente que debido a su condición y por más que le doliera, tendría que mantenerse alejado del resto del mundo, era lo mejor para quienes lo rodeaban, y para él mismo, porque él no soportaría resultar lastimado, al ser despreciado por algo que él no eligió padecer.

No odiaba la soledad, pero tampoco la amaba.

Era un conflicto que continuamente sufría.  Estando en soledad, podía ser él mismo, podía quejarse de su condición, podía quejarse de su suerte, podía tal vez compadecerse, podía actuar sin necesidad de esconder que era un hombre lobo, pero aún así, no le gustaba estar solo, porque estar solo significaba que nadie se preocupaba por él, significaba que no había alguien que se interesara en su bienestar, significaba... que no tenía a nadie...

La soledad había sido su eterna compañera... hasta que llegó a Hogwarts.

En Hogwarts la soledad fue desplazada lentamente, sus amigos siempre estuvieron a su lado, aún y cuando descubrieron que era un licántropo, pero en lugar de alejarse como él temía, convirtieron esas noches que para él eran pesadillas, en las más grandiosas experiencias que pudiera recordar.  Pero todo se desmoronó con la muerte de Lily y James.

Nuevamente, la soledad buscó ser su única compañera... sus únicos amigos lo dejaron solo.  Lily y James habían muerto, y durante años creyó que también Peter, y Sirius había sido encerrado en Azkaban, por ser el culpable de la muerte de sus únicos amigos.  Esos fueron los peores años de su vida, llenos de soledad y de oscuridad, de pesadillas que lo atormentaban echándole en cara el no haber hecho nada por evitar quedarse solo...  Sin embargo, algo cambió, Dumbledore le dio la oportunidad de ser profesor en Hogwarts, dándole también la oportunidad y los deseos de continuar con su vida, y entonces, su soledad comenzó a desfragmentarse, porque conoció a Harry, al hijo de dos de sus mejores amigos y poco a poco la luz penetró en su mundo de oscuridad, terminando por extinguirse cuando finalmente recupero a un amigo: Sirius Black.

Pero ahora, ya no había más Padfod...

El había muerto al traspasar el velo...

Ya no habría más bromas, ya no habría más insultos hacia Snape, ni actitudes sobre protectoras hacia con Harry, ya no volvería a escucharlo cantar Hacia Belén va un hipogrifo en Navidad, ya no tendría a su mejor amigo a su lado... ya no...

Suspiró.

La soledad volvía a llenar su mundo poco a poco, pero esta vez no era como antes, esta vez había una pequeña luz que destellaba frente a él, pero que amenazaba con apagar su brillo.

Harry

Por esa razón, el Profesor Dubledore le había mandado llamar, le había comentado no dejar más a Harry en casa de sus tíos y llevarlo a algún lugar seguro, alejarlo de esa soledad que le buscaba, y quien mejor para ayudarlo que él, que el propio Remus, pensaba que de esa forma, ambos podrían ayudarse a salir de la soledad que los envolvía, y por ello se encontraba frente a unas casas muggles que le eran dolorosamente familiares.  Cerró los ojos tratando de reprimir el dolor que amenazaba con agobiarlo y se concentro en la dirección que buscaba

-"El Cuartel de la Orden del Fénix se encuentra en el número 12 de Grimmauld Place" – pensó y enseguida una casa emergió de entre el número 11 y 13, empujando a ambas casas y apartándolas de su camino hasta recobrar su tamaño natural.

Se ajustó su vieja capa de viaje e inconscientemente dirigió su vista hacia el cielo, el manto estelar estaba totalmente negro, lo que provocaba que las estrellas  resplandecieran notoriamente, claro que su brillo era opacado por el de la Luna creciente.

Desde que le habían mordido, en su interior, iba guardando un intenso temor hacia la Luna, en especial la Luna llena, aunque algunas otras veces había llegado a odiarla con todas sus fuerzas, porque representaba la maldición que había recaído en él, porque simbolizaba el que fuera excluido y humillado, e incluso, el que fuera temido y despreciado, por ello, eran pocas las veces en que se permitía apreciarla, porque sin lugar a dudas, si dejaba de lado su simbolismo, la Luna era hermosa, y era en esos pocos momentos donde se daba la oportunidad de apreciar su belleza.

Una vez, hace muchos años, Sirius había intentado obsequiarle un dije de plata con la forma de una Luna Creciente, él le había dicho que lo había comprado porque le recordaba su personalidad: bello, melancólico, pero con un brillo apacible que no lastimaba, pero que si iluminaba su entorno, los iluminaba a ellos, sin embargo, Remus había rechazado el obsequio amablemente, no solo porque era un objeto de plata, sino porque al aceptarlo, llevaría atado al cuello la condena que forzadamente cada mes cumplía.

Pero estaba hablando de Sirius, y él no se dio por vencido había alegado que él, Remus, era quien los mantenía unidos, iluminando sus vidas en un oscuro cielo, mientras ellos, Sirius, James y Peter, eran las estrellas, siempre brillando y las que siempre estarían a su lado... pero su brillo se extinguió, dejándolo solo en medio de un oscuro firmamento... sin ningún motivo para brillar.

Negó con movimiento de cabeza, a la vez que en su rostro se dibujaba una triste sonrisa.  La luna siempre continuaría brillando, aunque ya no hubieran más estrellas que le acompañaran, simplemente porque la Luna dependía del Sol para brillar.

Y mientras el Sol existiera...

La Luna mantendría su brillo...

Harry seguía en la misma posición, las horas pasaban, pero él no las sentía alejarse, su mente y corazón estaban impregnados de dolor, dolorosos recuerdos y dolorosos sentimientos lo embargaban, lagrimas corrían por su rostro, empañando sus ojos, ojos esmeraldas cubiertos de sombras y dolor. Su rostro estaba manchado, pero no le importaba, la calidez de las lagrimas le daban un poco de alivio a su rostro lastimado y le ayudaban a desahogar el dolor que comenzaba a ahogarlo.  Cerró los ojos, dejando de ver a la Luna, pero en su lugar, en su mente se formó la imagen de Sirius cayendo por ese viejo velo, con una sonrisa en sus labios, pero a la vez con temor en sus ojos... sabía que caía hacia el velo, sabía que moriría, y sabía... que lo dejaría solo...

Había muerto.

Era lo que se repetía en su cabeza una y otra vez, torturándolo sin piedad.  Muerto... muerte, eso era lo que atraía, primero habían sido sus padres al intentar protegerlo, luego Cedric al estar a su lado... y ahora Sirius por quererlo... La única persona que lo había llegado a amar realmente... Todos habían muerto, todos murieron por su culpa, debido a una estúpida profecía, si no hubiera sido por esa maldita profecía, ahora tendría a sus padres y seria únicamente Harry, no el Niño-Que-Vivió, no quien se supone es el Salvador del Mundo Mágico, no quien se supone deba convertirse en un asesino para que el resto del mundo siga con su patética existencia, totalmente ajeno a lo que él tenía que sufrir, él no quería eso, él solo quería ser Harry... un Harry... con una familia.

Escondió su rostro entre sus piernas, tratando de reprimir las lágrimas

Llorar no le servía de nada, no arreglaría lo sucedido, no haría que Sirius volviera, y solo demostraba que era débil, que no tenía la suficiente fortaleza como para resistir, sabía que no debía de ser débil, que debía de ser fuerte, muchos dependían de el, sin embargo, no encontraba la fuente para ser fuerte, no encontraba un motivo para serlo, no quería ser fuerte, y ciertamente no lo era. No era un héroe, mucho menos era el salvador que todos querían que fuera, simplemente no podía serlo, en todos esos encuentros con Voldemort, en todos esos momentos de peligro en donde arriesgaba su vida y la de otros, solo había tenido suerte... suerte de que otras personas murieran en su lugar.

Dumbleore estaba equivocado, al igual que la estúpida profecía, ambos debían de estarlo, él no podía ser quien derrotara a Voldemort, él no tenía ningún poder especial para hacerle frente, mucho menos quería convertirse en un asesino.

¿Por qué él? ¿Por qué no podía ser otro? ¿Porqué no podía ser Neville? Tal vez hubiera una confusión y no fuera él quien debía enfrentarse a Voldemor, tal vez fuera Neville. Él lo único que quería era una vida normal, sin otras preocupaciones que los estudios y sus amigos.

Sus amigos...

Otro peso sobre sus frágiles hombros, ya los había puesto en peligro, no podía arriesgarlos más, apenas y habían salido con vida del Departamento de Misterios el curso pasado, no debía de ponerlos en peligro una vez más, no soportaría ver morir a uno de ellos por ayudarlo.  Si alguien moría, debía de ser Voldemort...

O él...

Y si moría, lo haría solo.

Como siempre había estado...

-Buenas noches Profesor – lo saludó cortésmente

-Buenas noches Remus, por favor, toma asiento – le dijo Dumbledore amablemente, Remus se sentó frente a él, ignorando el pinchazo de dolor en su pecho por estar en ese lugar, tratando de centrar toda su atención en la persona frente a él. Dumbledore observó con tristeza el demacrado aspecto del hombre, Remus estaba pálido y delgado, debajo de sus bellos ojos dorados tenía unas grandes bolsas oscuras, y su cabello castaño estaba aún más veteado de gris que la última vez que lo vio, eso, sumando al alarmante decaimiento de su fuerza, le hacía pensar que la muerte de su último amigo estaba acabando poco a poco con lo que quedaba del hombre, reprimiendo el repentino sentimiento de culpa que le embargó, adquirió una expresión seria y continuó con lo que planeaba a hacer – Como te informé en mi última carta, Molly envió una carta a Harry preguntándole su estado, él no ha respondido, lo que la tiene muy preocupada, ella insiste en que algunos de los miembros deberían de ir a cerciorarse de que se encuentre en buen estado

-¿Y usted que piensa profesor? – preguntó Remus, él también estaba preocupado, no le había gustado para nada la expresión de Harry al final del curso, cuando ellos le habían sugerido a sus tíos que lo cuidaran mejor, en sus ojos vio... tanta emoción, era como si nunca antes alguien se hubiera preocupado por él, algo que le hizo sentirse una alimaña por no haberse preocupado antes por el hijo de James.

Dumbledore se recargó contra su silla, en ese momento, por alguna razón, Remus pensó que se veía más viejo, como si se sintiera cansado y de repente todos esos años de vida se plasmaran en su rostro ensombreciéndolo

-Yo pienso que Harry necesita a alguien que comprenda su soledad, a alguien en quien pueda y quiera confiar, y lamento decir que yo no puedo ser esa persona – la voz del profesor fue pausada, como si le costara decir cada palabra

-Pero profesor...

-No Remus, aún no termino – lo interrumpió – Harry ha cambiado, todo ese dolor lo ha cambiado, pero aún le falta mucho por cambiar – hizo una pausa como si pensará con detenimiento las siguientes palabras que diría. Remus miró extrañado a Dumbledore, ¿qué quería decir con que a Harry aún le faltaba mucho por cambiar? – lo mejor sería que tu, acompañado de algunos miembros de la Orden, fueran por Harry, creo que lo mejor para él sería sacarlo de ese encierro, además, Molly ha estado insistiendo en que estará mejor entre personas que comprendan su dolor y le quieran, y yo estoy totalmente de acuerdo con ella – Remus sonrió discretamente, al recordar lo sobre protectora que era Molly con Harry, pero algo en las palabras del profesor le hizo fruncir el ceño.

-Profesor, ¿me esta diciendo que traeremos a Harry a Grimmauld Place? – preguntó con recelo

-Me temo que si – respondió Dumbledore con pesar

-Pero él no lo soportará, éste lugar se encargará de destrozar lo poco que queda en él – alegó el licántropo, comenzando a enfadarse con el profesor por no comprender el dolor de los demás, incluso su propio dolor al mandarlo traer a un lugar donde los recuerdos se abalanzaban contra él torturándolo, él podía seguir adelante, con esfuerzo, pero podía hacerlo, pero Harry había sufrido demasiado en tan poco tiempo, y el regresar al lugar que Sirius odiaba y en el que había sido tan desdichado no lo ayudaría a recuperarse de la perdida, aunque el regresar a esa vieja mansión, también traería otra consecuencia que le preocupaba – ¿Y qué pasará con Krecher? – Remus observó como los ojos azules de Dumbledore se oscurecían.

-Me temo que seguirá aquí, no podemos darnos el lujo de perderlo, sabe demasiado

-Pero Sirius era el último de los Black, eso significa que ya no tiene un dueño al que obedecer y puede hacer lo que desee y eso incluye decirle todo sobre nosotros a Narcisa Malfoy

-No exactamente Remus – Dumbledore sacó un pergamino de entre todos los que tenía a su alrededor, extendiéndoselo al licántropo, incitándolo a leerlo. Remus lo tomó, y lo primero que notó fue el sello del Ministerio, lo leyó rápidamente para luego quedarse en silencio, sintiendo como su corazón palpitaba con fuerza, y los ojos le escocían amenazando con verter lágrimas, e intentando asimilar lo que acababa de leer. Dumbledore, viendo la situación en que Remus se encontraba procedió a explicarle lo que necesitaba saber – Sirius lo hizo a insistencia mía, como padrino de Harry y como el último de los Black, creí conveniente estar preparado para cualquier cosa

-Su... testamento – murmuró Remus, sin despegar la vista del pergamino, y sin notar que su cuerpo temblaba ligeramente

-Así es, en él, nombra a Harry como su único heredero y a ti, como su albacea mientras él cumple la mayoría de edad. Lo cual significa que Harry es dueño, entre otras cosas, tanto de Grimmauld Place como de Krecher, y por lo tanto éste esta obligado a obedecerlo

-Lo cual es algo cruel – la voz de Lupin llevaba un tono lúgubre – Harry no querrá ser dueño de aquel que lo instó a ir al Departamento de Misterios y que le dio información a Voldemort sobre Sirius

-Lo se, pero es necesario.  Harry es un chico fuerte y sabrá sobrellevar esto – la voz tan segura de Dumbledore, por alguna razón, le hizo enfadarse.  Claro que Harry era un chico fuerte, pero aún así, aún el más fuerte tiende a caer, y al traerlo a Grimmauld Place, lo hundiría en un abismo, pero aún así, sabía que no podía oponerse, no a Dumbledore al menos, y lo mejor sería permanecer cerca de Harry para evitar cualquier tipo de "complicación"

-¿Cuándo partiremos? – pregunt

-En este mismo instante.

Había dejado de llorar, aunque su corazón siguiera ahogándose en el dolor, al menos las lágrimas ya no corrían por su rostro, tal vez ya no tenía más lágrimas para llorar, no lo sabía. Le dolía la cabeza y sentía que todo le daba vueltas, tal vez la falta de comida durante los últimos días ya estaba haciendo estragos en su cuerpo. Se sentía terriblemente mal, no tenía fuerza ni para sostener su propio peso, por esa razón no se movía de donde estaba.

Levantó su rostro de entre sus piernas y pudo observar claramente la mirada de Hedwig sobre él. Los ojos ambarinos de su lechuza le miraban con preocupación e impotencia. Ella, al igual que él, estaba encerrada en su jaula y parecía más delgada que cuando dejaron Hogwarts, hacía apenas unas semanas, pero no se quejaba, solamente lo miraba con preocupación, queriendo hacer algo para ayudarlo, sin embargo, no podía hacer nada, los barrotes de su jaula se lo impedían, y sabía que si intentaba escapar, los Dursley vendrían y le harían más daño tanto a ella, como a Harry.

Pero su lechuza no se merecía ese destino, ella siempre le había sido leal, y era su única compañera en medio de toda esa soledad y sufrimiento, al menos debería liberarla y darle la oportunidad de libertad que él no tenía.  Intentó ponerse de pie, apoyándose contra la pared, su cuerpo estaba entumido y no tenía mucha fuerza, pero aún así, y tras unos minutos de lucha, consiguió mantenerse en pie. Dio un paso hacia delante, sintiendo como su cuerpo se rehusaba a obedecerlo, pero aún así consiguió dar otro paso, luego, comenzó a sentir nauseas, lo que era algo irónico, ya que su estomago había estado vacío durante varios días, y un escalofrío recorrió su cuerpo, sin embargo, dio otro paso más, ya estaba más cerca, un par de pasos más y llegaría hasta donde estaba Hedwig. Un paso más, pero esta vez, sintió un repentino mareo que casi le hace perder el equilibrio, haciéndolo trastabillar, apenas y alcanzó a sujetarse del borde de la mesita donde estaba su lechuza, logrando mantenerse en pie de milagro, pese al dolor de sus costillas.

Hedwig lo observaba con un miedo tan genuino que por un momento le hizo sonreír con ironía, su lechuza se preocupaba por él, cuando sus propios tíos lo mantenían encerrado en una alacena sin comida durante días, ese era el hogar que Dumbledore le había dicho lo protegería de Voldemor, pero que irónicamente, eran sus tíos quien lo estaban matando.

Extendió sus manos hacia la jaula, pero en ese momento, sintió algo que lo dejó paralizado. Un aura... un aura poderosa que nunca antes había sentido, pero que extrañamente le resultaba familiar.  Junto a la jaula de su lechuza, algo comenzó a tomar forma, algo aperlado y semitransparente, tal vez se trataba de un fantasma.  Harry reprimió el impulso de retroceder de un salto cuando pudo ver claramente la figura frente a él: era una mujer, su pálido rostro era enmarcado por una cabellera negra, tenía los ojos cerrados y sus labios formaban una pequeña sonrisa. Lentamente la mujer abrió los ojos, Harry ahogó un grito de terror que amenazaba con salir de sus labios, al ver que en el lugar donde debía de haber un par de ojos, solo había un par de cuencas vacías, no había ojos, ni tejidos, solo... vacío.  Como si se tratará de un pozo sin fondo, un vacío que lo llamaba, porque de alguna manera le parecía fascinante, pero que sin embargo, le causaba un temor inexplicable.  Intentó retroceder cuando ella levantó su mano en un intento por alcanzarlo, pero en ese momento toda la fuerza que había logrado reunir se escapó de sus miembros, todo a su alrededor se volvió borroso para terminar siendo negro, su cuerpo se dejó caer contra el suelo, sintiendo un dolor agudo en su cabeza, para luego escuchar como su lechuza ululaba con fuerza, y sentir unos fríos labios sobre su mejilla, antes de sumirse en la más completa oscuridad.

-Pues parece que no hay nadie – murmuró Tonks

-Tiene que estar por algún lado, Arabella no lo ha visto salir – la gruesa voz de Kinskley resonó en el lugar

-Pues Potter no se ve por ningún lado

-¿Han notado que en ninguna fotografía aparece Harry? De hecho, de no ser porque el año pasado lo vimos en esta misma casa, yo juraría que aquí no vive otro chico fuera de esta bola de grasa – las palabras de Tonks hicieron eco en la cabeza de Remus, pero no era momento de pensar en eso, tenían que encontrar a Harry.

Cuatro miembros de la Orden del Fénix se encontraban en la estancia de la casa de los Dursley en busca de Harry Potter, sin obtener resultados de su búsqueda. Los Dursley no se encontraban, lo que les daba la libertad de revisar la casa. Habían entrado a todas las habitaciones, pero no había señales de Harry, ni siquiera habían encontrado sus cosas de la escuela, o como decía Tonks, no había señales de que otro chico, aparte de la bola de grasa, viviera en esa casa

-Esto es estupendo, tal vez los mortifagos llegaron antes que nosotros y se lo llevaron – masculló Ojo loco

-No seas pesimista Ojo loco – lo amonestó Tonks – debe de estar por algún lado

-¿Pero dónde? – preguntó Kinskley

-"¿Dónde?" – repitió la mente de Remus comenzando a preocuparse por no encontrar a Harry. Habían revisado cada habitación de la planta superior, esperando encontrar a Harry, pero nada, no había rastros de él

-¿Remus qué hacemos? – le preguntó Kinskley

-Tal vez si esperamos un poco aparezca – sugirió Tonks situándose al lado del licántropo, pero éste no pareció reaccionar ante su presencia

-No podemos esperar, el tiempo es valioso, tenemos que encontrarlo ya – El ojo mágico de Moody daba vueltas, inspeccionando todo a su alrededor, desde la cocina hasta la sala

-¿Pero dónde pudo haberse metido? – preguntó Tonks a la vez que movía de arriba a abajo una mano delante del rostro de Remus, pero él no tuvo reacción alguna ante el movimiento, ni siquiera pareció parpadear, la joven auror ya comenzaba a preocuparse por el estado emocional de Remus, en las últimas semanas su rendimiento había decaído, por no decir que se había vuelto más solitario, pero el no reaccionar ante su realidad ya comenzaba a preocuparle.

Por su parte, Remus se encontraba concentrando tratando de identificar algún sonido, algo que le indicara donde estaba Harry, pero las voces de Tonks y los demás no lo dejaban hacerlo.  De pronto, en medio de esa gama de sonidos, le pareció escuchar algo.  Levantó su mano pidiendo silencio a su alrededor. Tonks saltó asustada por el repentino movimiento, pero aún así guardó silencio.  El sonido llegó con mayor claridad a sus oídos, era el ulular de una lechuza, muy posiblemente se trataba de la lechuza de Harry.  Se concentró en averiguar de donde provenía su ulular, caminó unos pasos hacia la escalera, ignorando las miradas interrogantes de sus compañeros.

Al detenerse al pie de la escalera, se dio cuenta de que el sonido provenía de una pequeña puerta bajo de ésta.  ¿Qué eso no era una alacena? ¿Y porqué tenía tantas cerraduras y candados?  ¿Qué hacía la lechuza de Harry en una alacena?  ¿Sería acaso que Harry también se encontraba ahí?  Ante ese pensamiento, rápidamente sacó su varita y abrió las cerraduras y candados de un solo movimiento.  Entró a la alacena y la vista que le recibió lo dejo aturdido momentáneamente. Dentro, no solo se encontraba la lechuza de Harry quien lo miraba casi con alivio, sino también el propio Harry, quien yacía en el piso inconsciente y con una herida en su cabeza que sangraba abundantemente. En dos zancadas llegó hasta el chico, colocó su mano en la herida tratando de detener el flujo de la sangre.

-¡Rápido! – les gritó a Tonks y los demás que veían horrorizados la escena – ¡Recojan sus pertenencias y alcáncenme en el cuartel!

-¿Qué vas a hacer? – le preguntó Ojo loco acercándose a él y mirando preocupado el estado del chico

-Voy a aparecerme con él en el Cuartel

-Pero es peligroso aparecerse con él en ese estado – objetó Moody

-Es más peligroso esperar a que la ayuda llegue – alegó Remus

-Pero... – Remus no supo que más dijo Ojo loco, él ya había tomado a Harry entre sus brazos y ahora se encontraba frente al Cuartel de la Orden del Fénix.

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Hola!!!!  ¿Qué les pareció?  Espero que les haya gustado este primer capítulo tanto como a mi.  No se que me pasó que de repente me dieron unas terribles ganas de escribir un Harry/Remus a pesar de que aún no termino con "Devuélveme la Vida" y apenas estoy comenzando con la secuela de "Por un Juego", pero no pude resistirme y aquí esta. Ojalá y al menos reciba un review, así que no sean malos y envíenme algunos. Bien, nos vemos en el siguiente capítulo.  Bye.