Como ya saben los personajes a continuación son producto de la mente de Stephanie Meyer o la mayoría al igual que parte de la historia.


.

Prologo:

.

Se había ido.

Le seguí, adentrándome en el corazón del bosque, con las piernas temblorosas, ignorando el hecho de que era un sinsentido. El rastro de su paso había desaparecido ipso facto. No había huellas y las hojas estaban en calma otra vez, pero seguí caminando sin pensar en nada. No podía hacer otra cosa. Debía mantenerme en movimiento, porque si dejaba de buscarle, todo habría acabado.

El amor, la vida, su sentido... todo se habría terminado.

Caminé y caminé. Perdí la noción del tiempo mientras me abría paso lentamente por la espesa maleza. Debieron de transcurrir horas, pero para mí apenas eran segundos. Era como si el tiempo se hubiera detenido, porque el bosque me parecía el mismo sin importar cuán lejos fuera. Empecé a temer que estuviera andando en círculos —después de todo, sería uno muy pequeño—, pero continué caminando. Tropezaba a menudo y también me caí varias veces conforme oscurecía cada vez más.

Al final, tropecé con algo, pero no supe dónde se me había trabado el pie al ser noche cerrada. Me caí y me quedé allí tendida. Rodé sobre un costado de forma que pudiera respirar y me acurruqué sobre los helechos húmedos.

Allí tumbada, tuve la sensación de que el tiempo transcurría más deprisa de lo que podía percibir. No recordaba cuántas horas habían pasado desde el anochecer. ¿Siempre reinaba semejante oscuridad de noche?

Un ruido en alguna parte de la oscuridad reclamaba mi atención. Pero me sentía tan cansada y mi cuerpo tan pesado, que no me moví.

Otro sonido, tal vez el mismo, se volvió a escuchar, esta vez era más cerca —como pisadas.

Tampoco me moví, aunque tal vez debí hacerlo. Y la quietud característica de una noche de luna llena como hoy, fue interrumpida por la repentina presencia de alguien.

Alcé mi vista; un hombre, que por un momento creí que era un vampiro por sus rasgos, me miraban con unos intensos ojos de color cafés.

Cerré mis ojos. Sabía que debería de sentir miedo o algo por la forma en que me miraba el extraño, pero en mi aturdimiento poco me importaba realmente.

Un sonido me hizo dar cuenta que el extraño se volvía a mover.

No sé cuánto tiempo transcurrió antes de sentir una punzada de dolor en mi cuello, y abrí mis ojos como acto reflejo.

El desconocido se cernía sobre mí, mordiendo mi cuello, sabía que estaba bebiendo de mi sangre —por el olor que entraba a mis fosas nasales y el agotamiento que me impedía cualquier movimiento.

Me reí. Me reí de la ironía —tal vez con una risa un poco histérica—: por el primer pensamiento que tuve sobre él y había descartado.

Mátame —dije, en medio de mi histérica risa— tal vez eso alivie mi dolor. Haz lo que él no hizo.

Cerré mis ojos y dejé de sentir.

Sentía como algo líquido se deslizaba por mi garganta, pero no sabría decir lo que era antes de que desapareciera, antes que algo como un olisqueo cerca de mi rostro clamara mi atención, para luego desaparecer.

—Bella —escuche que llamaron.

Alcé mis ojos, no sin esfuerzo, al hombre que tenía al frente mío, y que era tan diferente al anterior.

Todo fue tan extraño después de eso. Aquel hombre —que ahora sabía se llamaba Sam— me había estado buscando de parte de Charlie, y, mientras me llevaba a él, un hormigueo, como el de después de un calambre, se empezaba a expandir por mi cuerpo, empezando por un costado de mi cuello. Y supe, sin saber, que todo iba ser muy diferente a como debería de haber sido a causa de lo que sucedió antes en el bosque.

Solamente me podía preguntar, mientras tanto, lo que esto significaría para mí.

.