Nota del autor: Siempre pensé que Sirius no sabría muy bien que hacer con su vida, una vez terminada la guerra. Siempre luchando, batallando, cuidando de Harry. Es mi primer fic, no seáis demasiado malos conmigo...

Aclaración: A Tonks se le llama de distintas maneras según sea su interlocutor: Nymphadora o Dora la familia (Andrómeda, Lyall, Remus, Sirius) Tonks todos los miembros de la Orden, amigos antiguos y en el ministerio. Auror Lupin cuando está de servicio o patrulla. A la hora de presentarse ante desconocidos, sea donde sea siempre lo hará como Dora Lupin. Eso no quiere decir que en algún momento puntual o circunstancia, se tengan que referir a ella de forma distinta.

Como todos mis fics, se pueden leer por separados, pero tienen una cronología que podéis ver en mi bio.

Los personajes pertenecen a la gran JK Rowling.


Salió de su habitación dando un sonoro portazo. Suspiró y miró a su alrededor. Paredes oscuras. Bajó las escaleras con parsimonia, pasando la mano por la barandilla como el que acariciaba el lomo de algún animal y quisiera sentir su esencia. Llegó al descansillo de la primera planta y miró con desagrado el paragüero con forma de pata de troll.

Grimmauld Place. Odiaba esa casa, siempre lo hizo, pero ahora, Sirius Black, cerca de cumplir su cuarta década de edad, veía la vida con otros ojos.

Su ahijado se había ido a vivir a La Madriguera. Tuvo que amenazarlo con dejarle sin la posibilidad de engendrar descendencia como no se fuera de ahí y dejara de pensar en la soledad de su patético padrino.

Toda su vida había estado llena de tensión, incertidumbre. Solo sus años escolares eran recordados con paz y felicidad. Después vino una guerra, lucha, supervivencia, encarcelado en Azkaban durante doce años. Escapando y huyendo. De nuevo la guerra y otra vez lo mismo. Esa había sido su existencia hasta ahora. Se encontraba en una situación desconocida para él.

Ya no había ninguna amenaza, estaban en paz. Harry estaba a salvo, el mundo mágico estaba a salvo. Y él, Sirius Black, a las nueve de la mañana, estaba sentado en la cocina de la casa de su niñez sin saber qué hacer.

¿Oficio? No tenía. Nunca pensó en ninguno. Se pasó las manos por el pelo. Recordó a cuatro (si cuatro) chicos irresponsables que una vez pensaron que se comerían el mundo. Ahora solo quedaban dos de ellos y no podían diferir más de cómo eran en aquella época.

Al menos Remus, al final había encontrado la felicidad que siempre le había sido negada, por algo de lo que nunca fue responsable. Pensó en su amigo y lo complicado que tuvo que ser, no tener un rumbo claro en la vida, un motivo para poder levantarse todos los días, sabiendo que nadie daba nada por él.

Iría a visitarlo, sí. Subió corriendo las escaleras y se cambió de ropa. Se peinó un poco, aunque realmente no le hacía falta. El atractivo y carisma de los Black no le había abandonado del todo. Decidió aparecerse fuera de la casa. Era aún temprano y no le gustaba presentarse en una casa ajena, sin saber si podía molestar.

Hacía muy poco que se mudaron desde la casa de Andrómeda, donde habían vivido hasta ahora. La de ellos era coqueta. Edificación cuadrada de piedras blancas y grises, con dos plantas. El tejado, que caía en ambos lados con tejas planas que se solapaban unas sobre otras, era de color marrón, y la chimenea sobresalía por el lateral. Grandes vigas de madera sostenían ambos lados, y estaban recubiertas de enredaderas de hiedra que subían hacia arriba. Las contraventanas eran de madera con rendijas para dejar entrar el sol. Tenía un porche delantero con unas escaleras para llegar a la puerta principal y unos pequeños banquitos de madera justo debajo de las ventanas. Al lado había un pequeño caminito de piedra que subía hacia la parte trasera.

Llegó a la puerta de madera y llamó con la aldaba metálica que había debajo de una pequeña ventanita rectangular. Se colocó bien el cuello del jersey mientras esperaba. ¿Por qué estaba tan nervioso? Iba a visitar a su viejo amigo y su familia. Familia que también era la suya, no solo a nivel metafórico.

Escucho unos pasos. Suaves y calmados. Era obvio que no era Nymphadora. Ella seguramente habría tropezado con algo por el camino. La puerta se abrió.

- ¿Sirius? ¿Qué haces…? –Remus miró a un lado y otro de la calle.

- ¿Puedo pasar? ¿O me quedo aquí plantado como una Mandrágora? –miró a su amigo con la ceja levantada. Remus le hizo entrar.

El interior olía a té recién preparado, tocino y a huevos revueltos. Observó la estancia dándose cuenta de lo diferente que se veía de Grimmauld Place. Esto era un hogar.

- ¿Qué te trae por aquí tan temprano Sirius? ¿Ha pasado algo? –inquirió Remus.

- Si te digo la verdad, no sabía que hacer… -se metió las manos en los bolsillos. Remus lo miró pensativamente.

- ¿Has desayunado? –Sirius negó con la cabeza –Vamos, siéntate.

Sirius se quitó la capa de viaje, la dejó en el respaldo de la silla y se sentó. Dos platos llegaron levitando y uno se posó delante de él. Remus apareció con dos tazas humeantes en las manos.

- Gracias ¿Y Nymphadora? ¿No se ha levantado aún? –pinchó con fuerza los huevos revueltos.

- Se levantó antes que yo y se fue a casa de Andrómeda. No tengo ni idea para que –le dio un sorbo a su té.

- Andrómeda… Tengo que ir a hacerle una visita. Soy lo peor –colocó una mano en la frente.

- Sirius, de verdad ¿Qué demonios te pasa? Sabes que puedes contarme cualquier cosa. Somos amigos –Sirius levantó la vista y le miró, de la misma forma que se miraron hace tantos años cuando le pidió perdón por la broma a Snape.

- Me he dado cuenta de que mi vida ya no tiene sentido. Siempre había algo por lo que luchar, por hacer el bien. Acción. Ahora siento que estoy vacío y no me queda nada… -había dejado los cubiertos en el plato y se tapó la cara con las manos.

- ¿Y Harry? ¿El no significa nada para ti? –Remus se estaba empezando a cabrear con su amigo.

- ¿Qué? ¿Claro? Cómo se te ocurre… –se había quitado las manos de la cara y lo miraba enfadado.

- No sé, será porque dentro de la frase ¡no me queda nada! ¿es lo que da a entender? –no se podía decir cuál estaba más cabreado.

- No se te ocurra cuestionar mis sentimientos por Harry, Remus. Es mí ahijado y siempre daré mi vida por él. Pero ahora no me necesita. Ya no es un niño pequeño, huérfano. Tiene una gran familia alrededor…

Remus respiró hondo. Ahí estaba el problema o uno de los muchos que tenía. Harry ya no le necesitaba de la forma que lo había hecho siempre. Un estruendo provino de la chimenea del salón. Un ruido metálico y un improperio se escuchó hasta la cocina.

- ¡Maldito trasto del demonio, siempre tropiezo con él! ¡Vaya que bien huele! Espero Remus que… –Dora había entrado a la cocina, pero se detuvo sorprendida de ver a Sirius –¡Sirius! ¡Qué sorpresa!

- Hola a ti también Nymphadora –Sirius se había girado y la saludó con la mano.

- Vuelve a llamarme así y te tragas el plato que tienes delante –los observó con una ceja levantada –¿Qué os pasa a vosotros dos?

- Sirius está teniendo una crisis existencial a las nueve de la mañana. Piensa que ya no tiene alicientes en la vida, y que no le queda nada ni nadie… –Remus saboreó su té –¡Delicioso!

- ¡Oye! Yo no…no quise decir eso, es solo…bueno, ¡no sé lo que quise decir! ¡Maldita sea! Comprende Remus que esto es nuevo para mí. La sensación de peligro siempre ha estado en mi genética. Empezando por tener que defenderme de mi propia familia desde que era un crío.

- ¿Y porque no vives tranquilo de una vez Sirius? Te lo has ganado con creces ¿no crees? –Dora se había sentado a su lado –¿Y qué es eso de que no tienes a nadie? ¿Harry no es nadie? ¿Remus? ¿Mamá? ¿Teddy? ... ¿Yo?

Sirius negó con la cabeza y quiso decir algo, pero no lo hizo. Miró a la hija de su prima favorita. Recordaba las cenas en casa de Andrómeda, hace muchos años. Una niña con el pelo de colores, normalmente rosa, acababa subida a su espalda, jugaban a que era un hipogrifo desbocado y terminaban destrozando el jardín de Andrómeda, para enfado de ella. Ahora Nymphadora tenía su propio pequeño de cabello multicolor.

- Voy a ver a Teddy –Remus se levantó y se dirigió a las escaleras. Sirius lo siguió con la mirada. Sentía la de la bruja sobre él.

- Nymph… -se detuvo cuando vio la cara de la bruja –Dora ¡Sois mi familia! ¿Te haces una idea de cómo me sentí cuando supe que Remus y tú os ibais a casar? ¡El último de mis mejores amigos, el chico inseguro con el que crecí, del que llegué a dudar miserablemente, se iba a unir a la rebelde hija de Andrómeda! Estaba enormemente orgulloso y feliz…

- ¿Entonces porque piensas esas cosas Sirius? –Dora le había pasado el brazo por encima.

- Siento que no encajo entre tanta felicidad –se volvió a girar cuando escucho pasos detrás de él. Remus llevaba a Teddy en brazos.

Dora se levantó y se colocó junto a Remus. Le dio un beso al bebé y lo arropo mejor con su mantita. Sirius no les quitó la vista de encima. Ambos tenían expresión de adoración. Por su hijo, entre ellos. Un mechón turquesa y unas manitas sobresalían de la manta.

- Toma Sirius, cógelo –se puso de pie como si un montón de púas de Nundu estuvieran en su silla. Se frotó las manos por el pantalón y estiró los brazos. Remus le puso al bebé en ellos. Era tan pequeño. El último bebé que había tenido en brazos fue Harry.

- Hola pequeño –el niño abrió sus ojitos. Eran de un intenso verde avellana, y dependiendo de cómo les diera la luz eran o más verdes o más marrones. En un segundo su pelo paso de turquesa a negro –vaya, cachorro ¿ya empiezas a imitarme?

- No le llames así – gruñó Remus.

- Vamos, es de forma cariñosa y lo sabes – dijo Sirius.

- En realidad, ese es su color natural de pelo. Negro. Como casi todos los Black –sonrió Dora. Su primo la miró.

Teddy alzaba las manitas delante de la cara de Sirius. Sintió un calor por ese niño muy parecido al que sintió por Harry en una situación muy similar. Se giró. Remus y Dora cogidos de la mano lo observaban con una sonrisa. Volvió a mirar al pequeño. Quizás tenían razón después de todo.

Un año después…

-Dora, vamos a llegar tarde, como de costumbre –Remus estaba parado frente a la chimenea esperando.

- ¡Ya voy! Tú hijo desde que ha aprendido a caminar parece un Diricawl. Aparece y desaparece como por arte de magia, y no intento que sea chistoso el comentario –la voz agitada provenía del piso de arriba. Parecía que acabara de terminar una carrera de obstáculos – ¡Te pillé!

La bruja bajaba por las escaleras con Teddy abrazado a ella y riéndose. Cuando llegó abajo el niño se soltó y fue andando dando tumbos hasta su padre.

- ¡Papi! ¡Gua gua! –le enseñaba el peluche de un perro que llevaba arrastrando. Hoy no llevaba al lobo Manchitas. Remus lo cogió en brazos –Entro primero –las llamas verdes los engulleron a ambos. Dora los siguió.

Cuando la bruja salió de la chimenea, alguien la cogió con fuerza y la abrazó. Sirius Black la soltó entre risas.

- Sirius, haces como si no me hubieras visto en meses cuando te tengo pegado a mí, todos los días en el ministerio –le dio un manotazo –Hola mamá.

Andrómeda se acercó a su hija y le dio un beso. Llevaba a su nieto en brazos, el cual enredaba las manitas en su pelo.

- La comida está lista. Harry y Ginny ya están aquí. Así que ir sentándose, en seguida estoy con vosotros. ¡Vamos hombrecito! Te dejo en brazos de mamá.

Dora se fue hacia la mesa donde estaban ya todos sentados. Sirius y Harry estaban riéndose o discutiendo, no se sabía muy bien cuál de las dos.

- No por favor, dime que no están otra vez con lo mismo –Dora dio con la cabeza en la mesa. Remus le dio palmaditas en la espalda entre risas.

- En serio Sirius, le vas a quitar el título de auror paranoico esquizofrénico a Moody –Harry se reía con la cara de su padrino.

- Tu calla aspirante ¿Cómo se supone que tengo yo que saber lo que es un muggle gótico? Yo vi a unos tíos de negro, en un cementerio haciendo cosas raras –levantó las manos en señal de indiferencia.

- Si no llego a ir con él, los deja allí tiesos. Creo que Robards está empezando a pensar en que fue mala idea en dejarte formar parte de los aurores. Los desmemorizadores tuvieron bastante trabajo –Dora intentaba ser lo más seria posible al hablar.

Finalmente, Sirius había conseguido entrar como auror en el ministerio. Era obvio que hacía falta personal tras la guerra y él era un mago altamente cualificado. Su necesidad de acción y lucha estaban cubiertas. O casi. Veía magos tenebrosos donde no los había.

- Gajes del oficio, que le vamos a hacer. Yo intento ser profesional –se rascaba la nuca.

- Suena tan creíble como afirmar que Snape era profesor porque le gustaban los niños –Remus tamborileaba con los dedos sobre la mesa.

- Remus, vete a la… ¡La comida! ¡Por fin! Andrómeda, te has superado esta vez.

La comida transcurrió sin incidentes reseñables. Andrómeda era una gran anfitriona. No podía evitar sacar a relucir que había sido educada en una de las casas más antiguas del país. Aunque siempre renegaba de ella. El carácter de Sirius se ponía mustio cuando salía el nombre de la Noble y Ancestral Casa de los Black.

Ginny informaba que cuando terminará Hogwarts entraría a formar parte de las Arpías de Holyhead como reserva. El equipo de Quidditch profesional. Dora se levantó y abrazó efusivamente a Ginny. A pesar de no tener ningún parentesco entre ellas, parecían hermanas. Además, las dos eran grandes amantes del deporte de los magos. En seguida la tertulia pasó a convertirse en un programa deportivo de los viernes.

Ya había pasado la hora del té. Estaban mucho más relajados y Sirius había tomado una o dos copitas de más de brandy. Explicaba a Remus y Harry las bondades de la soltería contra el compromiso.

- A nosotros nos va bien el compromiso ¿verdad Remus? –el hombre lobo afirmaba moviendo la cabeza. Una sonrisa se dibujaba en su rostro.

- ¡Harry! ¡Harry! -Teddy intentaba llamar la atención de su padrino.

- ¡Qué pasa campeón! ¿Vamos a jugar? –Harry lo levantó en el aire.

- ¡Sí! ¡Hipogrifo desbocado! –Sirius cogió a Teddy de los brazos de Harry y se puso a imitar al animal.

- ¡Oye! El padrino soy yo, no tú –ahora fue Harry el que cogió de nuevo al niño.

- Vosotros dos, mi hijo no es una quaffle –Nymphadora miraba a los dos con mala cara.

Harry con Teddy en brazos y Sirius empezaron a corretear por todo el salón, tirando por el camino alguna lámpara. Sirius hizo señas de ir al jardín.

- ¡Ah no! Mis plantas no Sirius Black ¿Me has escuchado? –Andrómeda señalaba acusadoramente con el dedo a su primo.

Harry salió gritando junto a Teddy quien reía escandalosamente. Sirius se paró en la puerta. Su pequeño ahijado se había convertido en padrino. Una sonrisa nostálgica cruzó su rostro. Siguió observando a la pareja. La vida era cíclica. Aunque en esta ocasión el pequeño llevaba el pelo turquesa y no rosa.


Se agradecen los comentarios, buenos o malos. Nos dan la vida y nos sacan una sonrisita.