Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son invención de la Reina J.K Rowling.

Café

Estaba totalmente cansada, aquel día en la Universidad la había dejado totalmente agotada, por lo que de vuelta al departamento que arrendaba había planeado pasar a comprar un pastel o alguna masa dulce con la que consentirse. La tarde estaba esplendida, la brisa no eran tan fría solo un poco fresca, y el cielo se encontraba completamente despejado como una buena tarde de primavera.

Cuando logró salir del campus, y dio vuelta en la calle siguiente, notó que habían abierto una cafetería nueva, se le antojó ir ya que el olor al más puro café se coló en su nariz de forma juguetona invitándola a pasar sin siquiera pensar si estaba bien o no. Caminó hasta el local en picada, y cuando logró entrar la calidez del lugar la azoto, adentro la gente sonreía y compartían una agradable tarde.

Se sentó en una pequeña mesa para dos, dejo sus cosas en la silla de junto y tomó el menú que se encontraba sobre la madera, lo ojeo con tranquilidad y se le antojó un Capuccino con crema doble. Cuando una de las meseras se le acercó y apuntó su pedido, cuando se fue, sacó de su mochila aquel libro que la tenía atrapada entre sus páginas, y comenzó a leer sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor.

- Señorita aquí traigo su pedido – escuchó que le hablaban, y una mano se deslizo a su lado, no le prestó mucha importancia hasta que sintió que el individuo se alejaba, levantó la vista y miró a lo lejos desaparecer una cabellera roja y una ancha espalda.

Después de tomar con mucho gozo su pedido y leer dos capítulos de su libro, notó que ya había oscurecido completamente, se levantó y guardo sus cosas, sacó de su monedero un billete y lo dejó donde estaba la boleta con el precio de su café, y un par de monedas para la propina. Se puso la mochila al hombro y se encaminó para salir del local.

- Muchas gracias, espero vuelva pronto – la misma voz masculina de quien le trajo el pedido la despidió, volteó su cabeza para sonreír con amabilidad cuando unos centelleantes ojos azules como el cielo la cegaron un momento, sonrió al aire y siguió caminando sin darse cuenta hasta que estuvo afuera del local.

Cuando se encontró afuera sonrió, nunca había visto ojos más bellos en su vida y sabía que nunca volvería a encontrar algunos como aquellos. La curiosidad en ese momento la atacó, no sabía el nombre de aquel hombre, por el simple hecho de ser muy despistada y cuando le habían llevado su pedido no levantó la vista.

Suspiró derrotada y emprendió el camino a su casa.

Pero luego sin darse cuenta, volvía al mismo café día tras día, con la intención de encontrar al chico de los ojos azules y la cabellera roja como el fuego. Pero no lo veía, no estaba por ningún lado, no lo distinguía y eso que movía su cabeza por todo el local en su búsqueda.

Había convertido en su delirio personal ir hasta el local para intentar buscarlo, y al mismo tiempo la llenaba de gozo saber que no estaba ahí, ya que no tenía que obligarse a hablarle o alguna cosa de la cual luego se avergonzaría. No tendría que contarle que había soñado con sus ojos varías noches, a pesar de solo haberlo visto un par de segundos. También había soñado con su voz, pero estaba completamente segura que la volvía más aguda o grave dependiendo del sueño que tenía, había imaginado un cuerpo para él y una personalidad característica para su nuevo amor platónico.

Ya a la tercera semana aburrida y hastiada de seguir con su rutina sin conseguir nada, fue al café para simplemente despedirse, había tomado el mismo pedido siempre y ya lo había convertido en una tradición, debía acabar con ella de una buena forma. Se sentó con gracia, y esperó a que fueran a tomarle el pedido, cuando llegó el chico le dijo lo de siempre.

- un capuccino con crema doble, por favor –

Y esperó a que este llegara, tibio y con la crema un poco más fría, con el olor de las galletas que venían de regalo en el platito. Cuando sintió el característico aroma, levantó la vista ansiosa y lo encontró, ahí estaba él mirándola con una sonrisa traviesa y su pedido humeando en una bandeja de plata.

- aquí está su pedido, señorita – sonrió, y ella sintió su mundo arder tras de si.

Y fue en ese momento cuando su propósito se cumplió, leyó la placa en su camisa y el poder saber su nombre le supo a gloria.

"Ronal Weasley"

Hola! Estaba dando vueltas en mi cama y como se supone que debería estar estudiando, y con el frío que hace no me da la gana de estudiar me puse a escribir. Fui donde una amiga y le dije "¡dame una palabra al azar que escribiré un drabble!" y pues aquí esta. Fue algo sumamente espontaneo y espero les guste, a mi me ha dejado satisfecha y logra consentirme con mis ganas de escribir sobre esta pareja.

Les dejo una invitación a enviarme palabras para escribir los siguientes Drabbles, con un tope de 20, nada más. ¡Haber si se animan!

Muchos saludos y que a todos les brillen los ojos de felicidad, eso espero.

Cariños, Eimi.