Para el año 2134 el mundo ya había sufrido diversas catástrofes, terremotos, incendios y enfermedades, que prácticamente habían diezmado a la población humana, sólo gracias a una nueva mutación, algunos humanos se habían salvado, logrando repoblar nuevamente la tierra.
Ahora la casta humana podía convertirse a conciencia en grandes bestias resistentes, muy similares a lo que alguna vez se conocieron como lobos, pero no sólo eso, ellos también se dividían entre alfas y omegas, dándole la capacidad a los hombres de procrear.
Sin embargo, algunos linajes humanos nunca mutaron, los ahora conocidos betas en general vivían en paz con sus hermanos mutantes, pero en algunas naciones las cosas no estaban tranquilas, específicamente en Genosha los betas adinerados estaban en guerra contra lo que ellos consideran una aberración a la raza humana, lamentablemente, eran ellos quienes contaban con armas y el dinero suficiente para comenzar una revuelta, una que lentamente estaba poniendo en peligro la existencia humana, tal como los libros de historia hablaban de unas mencionadas guerras mundiales.
— Tengo que volver al campo de batalla, me necesitan — dijo Charles con los ojos aguados mientras era consolado por su alfa. No podía creer que tendría que dejar a su pequeña bolita de pelos solo, algo que nunca había hecho, de solo pensarlo se le estrujaba el corazón.
Pero esta vez sería la última batalla, el destino de la humanidad se decidiría en el gran conflicto de Genosha, ambos bandos lucharían con todas sus fuerzas, era probable que algunos linajes humanos terminaran su existencia luego de la guerra.
— Tranquilo mi omega — Erik le besó con dulzura los cabellos, mientras lo acunaba con más fuerza entre sus brazos — ésta será la última batalla, lograremos acabar con el bastardo de William Stryker y toda su mierda religiosa — gruñó el alfa impregnando su esencia en el lugar.
Se acercaron y lentamente sus labios se juntaron de forma dulce, el beso era pausado, como si no quisieran que acabara, sentían el salino sabor de las lágrimas, el olor a pólvora les estaba haciendo picar la nariz, afuera se escuchaban los gritos y sus corazones latían con fuerza, se estaba desatando el mismísimo infierno.
— Cuídate anciano, patéales el culo a esos idiotas — pidió el platinado esbozando una sonrisa, mientras se limpiaba el hollín de la cara y movía sus hombros.
— Ni se te ocurra morir mocoso — fue lo único que pronunció el corpulento hombre, soltando el habano y dando un gran gruñido para luego convertirse en un gran lobo café oscuro de aspecto tosco, quien comenzó a correr dejando sus huellas marcadas en la tierra. A los pocos segundos un hermoso y elegante lobo de pelaje blanco le siguió el paso, mostrando orgulloso sus afilados dientes.
El conflicto llegaría a su fin, esa noche se decidiría absolutamente el destino de la humanidad, ¿los humanos lograrían la paz con sus hermanos mutantes?
