UN CARNAVAL DE LOCOS

1

¿Saliendo de la rutina?

HARRY

Era una mañana soleada y Harry Potter miraba absorto el paisaje por la ventana de un aula del cuarto piso del castillo de Hogwarts, reposando su cabeza en el pupitre mientras escuchaba cómo sus compañeros tomaban notas de la pizarra durante la clase de Pociones que habían trasladado a esa planta debido a las reparaciones que se estaban llevando a cabo en las mazmorras del castillo y de que ese día la clase iba a ser sólo teórica.

Oía a Ron soltar un bostezo y juguetear con pedacitos de pergamino y a Hermione a su lado murmurando las notas que copiaba de la pizarra con un movimiento rápido y preciso de su pluma dejando una magnífica caligrafía a su paso. Sabía además que después de la clase, él y Ron le pedirían los apuntes.

Le costaba creer lo rápido que habían pasado los meses de ese último curso que debía pasar con sus amigos para acabar de conseguir el puesto en el Ministerio de Magia al que aspiraba para finalizar su entrenamiento como Auror. Ya estaban a mediados de abril y se sentía a gusto, de nuevo en casa, en el hogar más mágico que había conocido junto con La Madriguera, había seguridad. Los malos recuerdos de la guerra aún seguían latentes en la memoria de todos los residentes del castillo, pero la vida seguía…

Observaba cómo las motas de polvo contrastaban con los rayos de sol que pasaban por la ventana en un vaivén hasta sus libros de texto… Las contaba una a una mientras escuchaba la voz segura del profesor Slughorn, el cual les había empezado a relatar una de sus muchas anécdotas, poco a poco la voz iba transformándose en un eco.

Esa mañana sentía un sopor extraño, quizá fuera porque las semanas se le iban haciendo un poco más largas y similares a las anteriores.

Al acabar la clase, los tres amigos se levantaron de sus pupitres a la vez dispuestos a dirigirse hacia el Gran Comedor para el almuerzo.

-Buff… Hoy Slughorn se ha enrollado un montón… -dijo Ron soltando un suspiro mientras recogía.

-A mí me ha parecido interesante lo que ha contado de cómo ciertos tipos de calderos pueden contaminar una poción –repuso Hermione mientras se abrochaba la túnica-. Nunca se sabe lo que puede pasar.

-Ya, ¿pero por qué tenía que ser tan gráfico con eso de las pústulas de la poción para obtener un camuflaje como el de los camaleones?

-Sí, bueno, eso sobrara…

-¿Qué os apetece hacer después? –preguntó Harry.

-Después tenemos que terminar la redacción de Transformaciones –le recordó Hermione-. No os vais a escaquear hasta el último día de la entrega, además es mejor que avancemos y así tendremos el fin de semana libre para ir a Hogsmeade.

-Tienes razón…

-Se supone que en la cena nos presentarán a la nueva profesora de Estudios Muggles –informó Ron-. Ya era hora de que el Ministerio de magia se pusiera manos a la obra con los temas relacionados con los muggles tras la guerra.

-Pues sí –asintió Hermione-, además, a este paso íbamos a terminar el curso y sin casi profesores para cubrir todas las plazas.

-Eso no hubiera estado mal… si así nos quitaban exámenes –comentó de nuevo el pelirrojo mirando a Harry.

-Tengo curiosidad por saber cómo será esta profesora –siguió Hermione ignorando el comentario de su novio y pasándole el pergamino que tendría que estudiarse esa misma tarde en la biblioteca y que él cogió a regañadientes.

Ese año Ron le pidió a Hermione una ayuda extra en clase de Pociones para subir un poco su calificación y así tener otra mención honorífica para el departamento de aurores. Harry les dejaba a su aire porque intuía que la pareja sabría aprovechar las horas de estudio de diversas formas… En otras palabras, a Ron no le aburría tanto estudiar a solas con Hermione como antes y ella era una maestra muy atenta a su alumno preferido.

Ya estaban al pie de las escaleras del Gran comedor cuando se cruzaron con Neville y con Ginny, que venían hablando del último partido de Quidditch de Gryffindor y Hufflepuf.

La joven Weasley esbozó una amplia sonrisa al cruzarse con Harry y este la tomó de la mano para ir juntos a almorzar.

Cuando la miraba se sentía más que agradecido de la calma que les rodeaba.

De repente se escuchó por todo el pasillo una melodía de trompetas y tambores que hizo que todos los alumnos compartieran miradas de desconcierto.

-Pero, ¿de dónde viene? –preguntó Ginny dirigiendo la mirada a las escaleras.

-Son esas esferas del techo –observó Hermione-. Son como lámparas que cambian de color.

-Será Peeves gastando otra de sus bromas pesadas… -dijo Ron pasándole un brazo por encima a Hermione-. Tápate con el bolso, no quiero que pase como la vez que le dio por robar de la cocina el puré de patata y usarlo como proyectil.

Cuando las extrañas lámparas esféricas recorrieron el pasillo dos veces se produjo un leve estallido y se deshicieron como si fueran una piñata lanzando confeti y caramelos por todo el pasillo. Eso terminó de inundar los pasillos de euforia.

Neville se agachó y cogió unos cuantos para repartirlos entre los demás entre risas:

-Estoy seguro que esto no es cosa de Peeves –dijo sacudiéndose el flequillo de confeti.

LUNA

-No llores…

Sollozos en el cuarto de baño.

La joven Lovegood ya estaba acostumbrada a esa extraña rutina que se había generado en torno al baño de las chicas del quinto piso a última hora: Salía de clase, cogía el maletín de curaciones de la enfermería, cruzaba los pasadizos para ir al baño y esperaba a que Lavender Brown se decidiera a salir de uno de los cubículos de los retretes secándose las lágrimas. Luego, la ayudaba a tomarse sus pociones para seguir una semana sin la necesidad de aullar a la luna llena.

Parecía que entre tanto oficio y llantina, se había creado una curiosa amistad, pero Luna siempre había sido algo precavida con la palabra "amistad", por lo que si así era, esperaba que Lavender lo diera más a entender antes que ella.

Ya llevaban con las curaciones cuatro meses, desde que Luna tuvo que ir un frio fin de semana de noviembre a la enfermería por culpa del arañazo de un duende en el bosque prohibido y observó desde la entrada cómo unas chicas de Slytherin se burlaban de Lavender al ver cómo la señora Pomfrey le hacía las curaciones.

Poco a poco iban hablando, más bien Lavender hablaba y Luna escuchaba con ojos atentos transmitiéndole afecto.

La chica de Gryffindor había mejorado bastante desde los ataques en la última batalla de Hogwarts el año pasado, pero las secuelas de su nueva condición de mujer-lobo, al haber sido atacada por el maldito Fenrir Greyback aún eran visibles. Todo ello le pesaba aún más sabiendo que el colegio entero estaba ya al corriente de su condición y de que algunos estudiantes le tenían hasta miedo. Las burlas podían con ella… Tenia cicatrices en el cuello y las manos, y unas marcas leves en rostro cerca de la nariz y la boca que se abrían cuando Lavender entraba en fase. Pero no todo era malo, se iba adaptando a su dieta y sus métodos de prevención. Los profesores y el Ejército de Dumbledore la habían acogido bien. Luna veía en ella una mejora física, pero no emocional…

-Venga, Lavender, puedes salir, solo estoy yo –dijo Luna dando golpecitos a la puerta del retrete con los nudillos-. Han repartido caramelos por los pasillos, ¿quieres?

-No…

-A nadie le amarga un dulce… ¿De qué sabor te gustan?

-Luna, por favor…

-A mí me gustan los de limón. Voy dejar unos cuantos en el lavabo por si quieres…

Al fin se decidió a abrir la puerta y se dirigió al lavabo cogiendo uno de los caramelos que la Ravenclaw le ofrecía.

-¿Qué ha sido esta vez? –se aventuró a preguntar Luna jugueteando con un envoltorio.

-Esa estúpida de Parkinson… -dijo la Gryffindor entre sollozos-. Se ha metido conmigo por las cicatrices otra vez en Adivinación. No para con las dichosas indirectas y me daban ganas de dejar su careto dibujado en la pizarra o de tirarle una bola de cristal a la cabeza… ¡Como si ella fuera tan guapa como se cree! La cara Troll…

-No puedes esperar que diga algo bueno de cosas o de gente que le da miedo solo porque no se atreve a conocerlas.

-Ya sé que lo que mejor se le da es burlarse… Es su estúpida forma de volver a sentirse integrada y de que sus amiguitas se olviden de lo cobarde que fue en la guerra.

-Entonces deja que diga lo que quiera… Tus marcas un día serán menos visibles, y, aun así, son un recuerdo de lo valiente que fuiste.

-Lo sé. Me has ayudado a entenderlo, pero aun duele, Luna –dijo lanzando un suspiro-. Sabes que ya la gente no me trata igual, soy medio invisible, me miran con pena... No me siento una chica de mi edad, ni… ni los chicos me miran como antes… Todo es tan raro.

-Bienvenida al mundo de lo raro –rio Lovegood encogiendo los hombros en una media sonrisa-, a veces no se está mal. Cuando dejamos atrás las apariencias, la mente de las personas puede llegar a ser más atractiva. Lo que pasa es que algunos necesitan más tiempo para dejar de mirar lo superficial. A lo mejor es eso, necesitas tiempo para ti.

-Tiempo… -la chica cogió otro caramelo y se secó las ultimas lágrimas que le caían por las sonrosadas mejillas- Bueno, a ver qué poción me toca hoy.

Según Llavender, Mirtle era muy cotilla y no quería que viera cómo se tomaba su poción contra los cambios en su estado de licantropía. Por ello, cada semana al acabar las clases matutinas, esperaban a que el quinto piso se vaciara de alumnos cansados y de ojos curiosos que iban a almorzar al Gran comedor y luego procedían con los remedios.

- Gracias, Luna.

-No hay de qué, pero sabes que algún día deberás volver sola a la enfermería al igual que vas a clase.

-Tiempo al tiempo.

DRACO

Ya llevaba un rato dándole vueltas a la crema de guisantes, absorto de todo el alboroto de la cena en el Gran comedor.

Fuera estaba chispeando.

La gente hablaba de cómo organizar su fin de semana, de cómo habían ido las clases de esa mañana, cosas banales. La comida ya estaba fría, pero no tenía apetito. Él solo miraba su cuchara y vez en cuando bebía un poco de zumo de calabaza. Estaba contento de que el día se le hubiese pasado rápidamente.

Esa noche era distinta porque a las típicas conversaciones se le añadía la charla entre grupitos de que algún profesor o fantasma había decidido sorprender al alumnado repartiendo caramelos y accesorios de fiesta a la salida de las clases, se sentía como en una ridícula fiesta de cumpleaños a la que no había sido invitado. No le había prestado demasiada atención al asunto.

El aburrimiento le inundaba a todas horas últimamente. Sin embargo, se sentía cómodo en esa anclada rutina porque le hacía sentirse seguro. Ya no se hablaba a todas horas de los efectos de la pasada guerra. Las lechuzas ya no revoloteaban tanto con los periódicos a la hora del almuerzo. No habría prohibiciones para caminar por ciertas zonas del castillo. Y los sistemas de vigilancia y hechizos protectores habían vuelto a un nivel de alerta moderada. No había frialdad en el ambiente ni Dementores que propagaran oscuridad. Estaban todos a salvo. Él joven Malfoy iba de su sala común a clase, de vez en cuando se paseaba por la biblioteca antes de que fuera hora punta para los estudiantes o deambulaba por la orilla del lago negro. Pero él y su antiguo círculo de Slytherins seguían siendo objeto de miradas furtivas y de cuchicheos. Al principio del curso hubo sorna y burlas como se esperaba de algunos descerebrados pero nada que no se esperase, luego todo se fue apaciguando.

Ahora su fachada de chico malo y popular se había transformado en una imagen de alumno mediocre que deambulaba indiferente entre los pasillos, los demás solo le miraban pero le castigaban con el silencio, sabía que se lo había ganado. Ni miedo ni admiración, solo indiferencia por parte de las otras casas. En Slytherin seguía teniendo sus típicos contactos, pero Goyle ya no hablaba con él desde la muerte de Crabbe. De todas formas sabía que siempre habían sido amistades forzadas, pero tras ese último año debía admitir que pese a sus ansias de soledad, a veces eran un consuelo.

Las vacaciones de Navidad habían sido lo más tranquilo de todo el curso ya que las pasó en el castillo. Ahora el Hogwarts al que tanto había criticado se había convertido en su fortaleza. Sus padres estaban en arresto domiciliario por sentencia del Ministerio tras la guerra, y a él le dieron la opción de elegir, o quedarse en casa o en el colegio, accedió a quedarse allí con la condición de cenar con su madre en nochebuena. Ambos opinaron que sería lo mejor tras la sentencia, Narcissa intentaba limpiar la imagen de su hijo como fuera posible, por lo que intentó no poner muchas objeciones a la sentencia y así conseguir que Draco con sus logros académicos tuviera opción a trabajar en el extranjero aunque siguiera vigilado por el Ministerio de magia.

El mientras contaba los días para que el curso acabara y hacer sus maletas.

Ya no le entusiasmaba nada a parte de viajar.

Observaba al resto de mesas de manera furtiva y perezosa.

Los Gryffindors estaban muy animados esa noche, ya ni siquiera le producía motivación el ganar la Copa de la casa, en el caso de que Slytherin mejorara su imagen ese año. Si lo lograban sería gracias a la disposición de Slughorn.

Ya no creía que todas las serpientes fuesen iguales.

HARRY

Todo el mundo hablaba de manera animada de las sorpresas que esa mañana habían aparecido en cada uno de los pasillos del colegio: piñatas explosivas de confeti y caramelos, matasuegras, un montón de silbatos, guirnaldas, gorros de pico y antifaces multicolores se iban esparciendo por arte magia, y nunca mejor dicho, por las escaleras, los bancos y se dejaban caer en las armaduras haciendo que los retratos soltasen todo tipo de quejas y exclamaciones tanto de aprobación como de desagrado junto a un montón de caramelos de varios sabores mezclados con Grajeas Bertie Bott.

Casi todos los alumnos llevaban algún accesorio de motivo carnavalesco resaltando en su túnica reglamentaria que había ido recogiendo del suelo. Harry notaba que algunos de los alumnos no habían visto nunca ciertos objetos, pero les hacían gracia y los intercambiaban con sus compañeros. Otros miraban de vez en cuando al techo en busca de más lámparas musicales y piñatas con la esperanza de seguir llenándose los bolsillos de dulces.

-Sigo diciendo que ha sido algún profesor, sino no estarían tan tranquilos –comentó Ron-. Además, el espectro rastrero de Peeves no es generoso. No tiene pinta de haberse vuelto más loco de lo que ya está. Habría rellenado los caramelos con surtidos saltaclases o algo así.

-He visto a la señora Hooch y al profesor Flitwick llenando sus túnicas de caramelos de café en el primer piso –dijo Ginny entre risas. Harry y ella estaban compartiendo una tarta de manzana.

-De todas formas, ¿qué más da quién haya sido? –cuestionó Dean Thomas animado–. Puede que este haya sido uno de los mejores días de la Historia de Hogwarts.

-Pediremos que lo incluyan en el libro oficial–dijo Hermione sarcástic pero mostrando una media sonrisa-. "Historia de Hogwarts: El día que nos invadió el azúcar".

-Tu padre estaría en encantado siendo médico de los dientes.

-Dentista, Ronald –corrigió riendo.

-A lo mejor es el cumpleaños de alguien –señaló Harry.

-El hijo de Willy Wonka –dijo Ron.

-¿Quién? –preguntó su hermana.

-Un personaje de ficción del mundo muggle –aclaró la chica Granger-. Poco a poco voy introduciendo a tu hermano en algunas curiosidades no mágicas.

Esa noche Neville estaba muy animado y entretuvo a casi toda su mesa con una anécdota de lo que le ocurrió esa mañana con una mandrágora.

Ya estaban a punto de terminar la cena cuando la directora McGonagall hizo tintinear su copa de cristal para pedir atención, y, como siempre, todo el Gran Comedor quedo en leves susurros con la mirada dirigida al atrio.

-Ruego a todos un minuto de silencio –dijo la profesora poniéndose en pie con un semblante amable e imponente-. Hoy hemos podido disfrutar de varias sorpresas a la salida de clase, todo el profesorado esperamos que este gesto atípico os ayude sobrellevar la dura jornada de estudios que aún están por venir, sobre todo para los curso superiores, pero tal detalle de hoy viene, no solo para animarnos sino, para concienciarnos de los próximos eventos que van a tener lugar en el colegio a lo largo de este mes. En primer lugar, como algunos ya sabréis, bien por el periódico o por la revisa escolar, me alegra comunicaros que por fin, tras un largo trámite, contamos con la presencia de un nuevo miembro en el equipo docente, la señora Olma Dinlake que será la encargada de impartir la a partir de ahora obligatoria asignatura de Estudios muggles.

De repente la mesa empezó a temblar. Harry recorrió el comedor con la mirada y observó que Gryffindor no era la única mesa: Las copas se tambaleaban vertiendo parte de su contenido y Ron cogió una fuente de gelatina de la que se estaba sirviendo para que no se derramase y otros miraban al techo lleno de velas en el que poco a poco de la nada apareció una espesa nube que aterrizó junto al atril de la directora y en la que, una vez en el suelo, se materializó una mujer menuda, de pelo corto y castaño lleno de mechas arcoíris, con una llamativa y elegante túnica color morado. Era una hermosa mujer detrás de sus llamativas expresiones y maquillaje definido. No dejó indiferente a nadie.

La mayoría empezó a compartir miradas de desconcierto y diversión ante el pintoresco estilo que le hacía desentonar del resto de profesores, quitando a la profesora Trelawney, con la que es posible que pudiera compartir estilo.

A Harry le pareció una perfecta mezcla entre Luna y Tonks, a la que rememoró en ese momento con un suspiro...

La mujer dio un cálido saludo con la mano a todas las mesas y un abrazo a McGonagall.

Todo el gran comedor aplaudió como recibimiento y McGonagall continuó:

-Hola a todo el mundo –dijo con una voz sonora y muy alegre- Siento la tardanza y perdonadme esta intrusión pero la tormenta me retuvo el Expreso de Hogwarts- Al decir eso sacó un paraguas multicolor de una de las mangas de su túnica y sacudiendo el agua de lluvia transformó las gotas en caramelos y fuegos artificiales en miniatura. Lo que le sacó a los alumnos otro aplauso y unas risas.

La profesora parecía una alegre cómica profesional, de esas que al tío Vernon le hubieran sacado de quicio si las viera por la tele los sábados por la noche.

-Me siento orgullosa de decir que Olma es una antigua colega con la que algunos de nosotros hemos podido convivir como estudiante del colegio y es perteneciente a la casa Hufflepuff –comentó la directora-. Muy profesional en el campo de la Psicología de los muggles y de ahora en adelante, nos ayudará a organizar cierto proyecto que nos ha parecido tanto a la asociación de padres como al resto profesores muy apropiado para fomentar la integración de magos de diferentes procedencias, sin tener en cuenta su estatus mágico.

Tras eso el comedor volvió a inundarse en una ovación de aprobación.

-No queremos oír más la palabra "sangre sucia" –dijo esta vez la profesora de Encantamientos con un tono firme y seguro, lleno de sentimiento.

De nuevo se volvió a escuchar otra ovación pero esta vez la mesa de Slytherin proclamó menos su entusiasmo por parte de los alumnos más mayores.

Ahora le cedo la palabra a mi compañera para os explique de qué se trata.

-Muchas gracias Minerva, y gracias al equipo docente y a vosotros chicos por la acogida. Debo decir que por un lado me siento muy agradecida de que se me haya tenido en mente para el puesto. Por otro, sé que ahora estamos en un proceso de cambio y al principio no me gustaba mucho la idea de que estudios muggles fuera una asignatura obligatoria. Sé que algunos menosprecian o tienen miedo a lo que no conocen, y mi misión es que conozcamos de forma amena lo que nos rodea, observando que lo no mágico también puede ser especial. A algunos os aburriré, otros solo me buscarán por la nota y otros pocos pensaréis que estoy chiflada después de lo que os voy a proponer. Pero buscamos que en Hogwarts nos conozcamos mejor, por ello este año, la mayor participación en mi clase, para todos los cursos, será un baile en el que celebraremos un concurso de disfraces con motivo del Carnaval… "¿Carna qué?"... "Diréis algunos "¿O sea que no hay examen ni deberes?" preguntaréis otros.

La profesora Dinlake iba provocando miradas divertidas entre varias multitudes.

-Esto no consiste en una competición, ni entre casas ni entre clases, consistirá en culturizarnos, en ser originales y sobre todo en divertirnos acercándonos al mundo muggle. Estudiaréis, sí, y trabajaréis compartiendo vuestras opiniones de la experiencia. Pero sobretodo, abriréis vuestra mente.

En ese momento Harry tenía claro que parecía estar escuchando a la profesora de Adivinación sin ninguna duda, los Gryffindors compartían miradas y muecas de aprobación entre todos.

-Como todo concurso –continuó la peculiar profesora nueva- Habrá varios premios. Y por lo tanto nos ceñiremos a una serie de normas para participar. Para los tímidos; sí es obligatorio, y si será por parejas. Puede que no os guste, pero no lo sabréis hasta que os disfracéis. Con el paso de las semanas iremos aclarando las normas y las tareas para el concurso y cada uno tendrá siempre algo que hacer. No nos vamos a aburrir.

Con una reverencia la profesora se desvaneció entre un montón de cintas de confeti dejando llenos de dudas, entusiasmo y desconcierto a los alumnos del colegio de magia y hechicería entre aplausos por parte de los profesores y de los chicos y chicas más animados.

-Definitivamente, no habrá ningún curso normal en Hogwarts –comentó el chico de la cicatriz sus amigos encogiéndose de hombros-. Solo espero que esta vez no metan mi nombre en ningún cáliz.