A/N: Saludos. Me quiero disculpar por haber publicado este pequeño one-shot antes de que estuviera completo, pero temia no poder hacerlo en el futuro debido a ciertas complicaciones. Corregí y terminé este proyecto, así que si gustan volverlo a leer, me sentiría honrada. Sin más que añadir, espero que disfruten la lectura, de la misma forma en que disfruté escribiendo esta corta historia, cualquier error que noten por favor no duden en decirme.

Dame un Festín.

Permíteme arrancar tu carne, suave como seda, deja que haga un nido entre tus costillas, escuchando tus latidos al irme a dormir.

Déjame romper tus huesos y que tus extremidades cuelguen como ramas de árbol seco.

Deja que tenga un festín contigo, todo de ti.

Permíteme usar tus ojos brillantes y vidriosos desbordantes de lágrimas en mis dedos como anillos.

Deja que te vea en tu cama envuelto en cobijas, escondiendo -ocultando mal logradamente- tu palpitante corazón.

Sal, que quiero ver tu piel, tus ojos índigo-violeta, y tus labios entrecerrados sobre sonrojadas mejillas de pétalos de rosa.

Dí mi nombre en voz temblorosa con gruesas colchas tratando de bloquear el frío y la oscuridad -recuerdos de intrínsicas torturas-.

Deja que abrace, tu cuerpo frágil y tembloriento entre mis brazos bajo la luz de luna que se desborda por la ventana.

Mírame a los ojos e ignora el rojo sangriento que emana de ellos, y déjate caer en la falsa fachada que ostento frente a ti.

Déjate caer más profundo en esta telaraña de mentiras que hemos entretejido juntos, atentando contra nuestros propios corazones.

Bésame suavemente para que te pueda devorar sin miramientos entre las sábanas.

Déjate ver -lagrimeantes orbes heterocromáticos fijos en algún lugar del techo- sin tapujos ni pudor alguno -sollozos huecos cayendo en oídos sordos- y así poder disfrutar de tu belleza -de tu resquebrajada alma corrompida-.

Oh, cuán dulce es el néctar de tus labios y cuán tersa la tibia piel marmoleada que posees, áquella que acaricio suavemente con manos enguantadas bajo tus ropas.

Oh, cuán melodiosa es tu voz cortada y acelerada al gemir mi falso nombre, ése que escogiste en tu altanería, tratando de hacerte superior a mí.

Dime honestamente -sin mentiras clamando inocencia- a quién prefieres más, ¿los cerdos que te robaron la sonrisa? ¿O a mí, que te miento entre dientes tan cerca de tu rostro? Ya sé la respuesta, pero dime de todos modos, mi joven señor.

Las cuentas pendientes de mezquinas riñas entre los dos creadas durante la luz del sol se saldan de forma personal -con las sábanas enredadas en nuestros cuerpos a altas horas de la noche- con mordiscos superficiales y chupetones inexpertos.

Jadeante, sin aliento, con lava en las mejillas y sudor perlando la piel -sin la máscara altanera- te aferras débilmente a mis cabellos, satisfecho.

Pendes de un hilo al borde de la inconsciencia -sonrío con malicia escondiéndome en tus cabellos, complacido- y te acurrucas a mi lado. Al dejarte caer del precipicio te acuno en mis brazos, te revelo mis mentiras cuando no puedes escucharlas.

En un suspiro -inaudible- susurro tu verdadero nombre con anhelo.

Déjame que siga teniendo un festín contigo, todo de ti.