Se dice que los humanos vivimos de ciclos, desde el principio de los tiempos de la humanidad. Hemos crecido y desarrollado una concepción del tiempo. Marcamos ciclos como los días, los meses, los años y las temporadas. Siempre que algo se abre se tiene que cerrar para dar paso a lo nuevo.

El amor es como un ciclo, mientras vamos creciendo y preocupándonos por encontrar eso que llamamos amor vamos experimentando una serie de largas emociones nuevas que al cabo de un tiempo empiezan a desaparecer y cerramos un ciclo para abrir otro con una persona totalmente nueva que nos haga repetir la montaña rusa de emociones.

¿Pero qué sucede con los amores que nunca terminan pero tampoco nunca comienzan?

Se abre el ciclo pero nunca se cierra. Es un amor intermitente, uno que pocos desgraciados pueden experimentar, porque el que ama de esa forma solo está destinándose al sufrimiento.

Hinata desde pequeña creyó en las historias de amor, los cuentos de hadas y princesas no eran su especial adoración pero no podía negar que la idea del príncipe ideal y perfecto que llegase un día a rescatarla le aceleraba el corazón. La hacía soñar y fantasear con un romance como los que veía en las películas románticas favoritas de su madre.

A sus tiernos 6 años conoció a su primer amor, cuando éste desapareció un día sin dejar rastro su corazón experimentó el primer quiebre. Su madre le aseguró que no tenía que tomarlo tan a pecho. "Los amores son efímeros, van y vienen y siempre son personas distintas las que te hacen sentir las mismas emociones"

Pero Hyuuga Hinata no estaba de acuerdo. Sin entender el verdadero motivo sabía con seguridad que lo que sentía por ese muchacho no lo sentiría por nadie más. Durante su último año de primaria comenzaría un breve y pequeño romance, que sería tan fugaz como inocente y puro. Rayando en lo idílico que por vez primera pensó que los cuentos de princesas podían hacerse realidad.

Pero esa relación terminó tan pronto comenzó. Y ella sufrió. Su madre le aconsejó "Es un mal de amores y esos rápido se olvidan Hina, aun eres muy pequeña para entender algo tan complicado como el amor" pero Hina sabía que lo que había sentido con ese chico no lo sentiría por nadie más.

La siguiente vez que se enamoró lo hizo durante un entierro. El momento fue tan milimétrico que pudo ser olvidado en las memorias que quedan bajo el tiempo, pero no sucedió así. Sus ojos se encontraron en una chispa de intensidad, de necesidad, de pertenencia y soledad. Y simplemente se enamoró y el amor fue mutuo. Pero tarde que temprano el romance terminó y su corazón se hizo casi pedazos, porque él simplemente desapareció. Su hermano mayor le aconsejó "Eres muy joven aún, a tu edad ningún romance es para siempre, es solo un mal de amores Hinata, todo terminará y lo olvidarás" Pero la chica de ojos perla sabía que lo que había sentido con ese chico no lo sentiría por nadie más.

Llegó a pensar que estaba loca, que su madre y hermano tenían razón, que debía olvidar a ese amor. Ella debía encontrar a alguien más, debía experimentar… pero no podía. Sus amigas le contaban de sus diversos novios, la animaban "Hay muchos peces en el mar Hina, tienes que probar salir con alguien más" Cuando lo intentó llegó a la misma respuesta de antes:Lo que había sentido con ese chico no lo sentiría por nadie más.

Ellas insistían "¿No crees que cuando llevas mucho con alguien simplemente el amor acaba?" pero para Hinata nunca había habido un "fin" pues parecía que la posibilidad siempre estaba abierta. Vivir diferentes tipos de amor era algo de lo que ella sí podía alardear, pero jamás entendía a sus compañeras cuando aseguraban que lo que sentían al empezar un noviazgo era siempre igual pero con diferentes personas.

Hinata también quería sentirlo, quería montarse en el carrusel de emociones del enamoramiento muchas veces con diferentes personas, y que por fin alguien le dijera que ahora entendía lo que era el amor. Pero eso no sucedía. La última vez se aseguró de grabarse en su mente aquella frase que se había repetido incesantemente desde su primer amor a los 6 años. En una cama de hospital, con una intoxicación por mezcla de drogas y recientes ataques de epilepsia volvió a concluir por última vez: Lo que había sentido con ese chico no lo sentiría por nadie más.

Namikaze Naruto era una persona a la que no podías preguntarle qué era el amor. Siempre desviaba la conversación, no le gustaba tener que admitir que no tenía experiencia con mujeres, y que a sus 21 años conocía de mujeres lo que sabía de cocina. Solo hacer Ramen.

Su vida era un tumulto de sentimientos y vaivenes desastrosos; sentía que la muerte lo acosaba con una frecuencia casi infernal y que si en algún momento podía alardear de algo era de haber sido sobreviviente a una masacre que se acercaba constantemente a su integridad y amenazaba con llevárselo, pero nunca cumplía y alejaba de él a sus personas amadas. Dejándolo nuevamente sumido en la soledad.

Todos sus conocidos le decían constantemente "Consíguete una novia, eso te ayudaría a sentirte motivado" y él siempre aseguraba que ya tenía una. Para sus amigos esa afirmación era casi una mentira. Todos conocían la bella historia de romance del rubio. Pero le aseguraban que tenía que superarla y continuar con su vida.

Le decían de forma casi incesante que un amor tan juvenil no podía ser tomado tan enserio. Es más, le recordaban que de seguir así moriría sin experimentar el verdadero amor. Pero el chico siempre los ignoraba de una forma casi categórica.Él sabía perfectamente que lo que había vivido era verdadero amor.

Pero se había negado a dar explicaciones a sus amigos y se limitaba a mentir diciendo que de chicas no sabía nada, porque era totalmente cierto. Él no conocía el amor de diferentes mujeres a lo largo de su vida; solo de una. Y estaba totalmente seguro que sería la única vez que podría amar porque en alguna parte de su historia familiar su capacidad para amar se había limitado a esa única persona. Y por eso él sabía que lo que había vivido era verdadero amor.

Estaba consciente de que para todos un amor preparatoriano era casi una basura comparado con amores universitarios, o peor aún, con noviazgos de años. Pero Naruto sentía en lo profundo de su corazón que su historia era diferente a la de todos. Recordaba como aquél romance que lo marcaría por años comenzó con casi un adulterio. La chica tenía un sexy novio de su grupo y él había aparecido un día de la nada y simplemente se habían enamorado.

Fue en su primer encuentro, ni siquiera hablaron las cosas. Sus ojos se encontraron y la llama simplemente se encendió. Como la mecha que espera ser alcanzada por el abrasador fuego. Se besaron apenas se vieron. Dejaron a todos con la boca abierta, más que nada al novio de la chica. Era un impulso fuerte, más que la conciencia o la razón, pero fue un amor sano, equilibrado y atento, un psicólogo estaría orgulloso de su desempeño como pareja y para Naruto eso era verdadero amor.

La siguiente vez que se enamoraría, sus mejores amigos creerían que se trataba de una locura. Le repetían con incesante temperamento que aquella relación lo estaba destruyendo, que poco a poco sería tragado por sus propios demonios que se fundían con los de ella.

Pero para el rubio eso no era así, simplemente era una muestra de verdadero amor. La destrucción es la antítesis del amor, sin embargo para Naruto estaba claro que no se trataba de una contraposición, sino más bien de una complementación. El que ama y al mismo tiempo no destruye no puede haber realmente experimentado el amor. Cuando ella lo dejó, él la odió. La odió con la misma intensidad con la que la había amado.

Se sintió traicionado y completamente abandonado. Se sintió morir. Y su odio crecía entre más sufría por su pérdida. La odiaba de verdad y el sentimiento le carcomía el alma, no podía ver nada que se le relacionara, no podía escuchar su nombre, no podía quitarse el dolor punzante de su corazón herido. Y por eso la odiaba. La odiaba tanto que aquella noche que pasó en prisión al robar licor de una estúpida tienda de víveres llegó a su última resolución: Ese odio no podía venir de un espejismo, aquél odio había nacido porque lo que él experimento fue verdadero amor.

Con el corazón y las esperanzas totalmente encerradas en un baúl piensan rehacer su vida, paso a paso y encontrar el amor de su vida. Sin imaginar que en el trayecto solo se encontrarán el uno al otro.

Nuestro amor jamás podrá ser, porque ya se ha podrido con cada vez que lo hemos intentado.