Este fic participa en el reto "I love Crack" para el foro de La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Disclaimer: Nada del potterverso me pertenece, todo es de J.K Rowling.


CABRÓN


Corría el año que me da a mí la gana, en un lugar que no me apetece mencionar y con unos personajes que reconoceréis sí o sí porque los mencionaré.

Aquella noche, Aberforth se sentía solo, pensaba que su vida estaba siendo desperdiciada y que todavía no había encontrado al amor de su vida, sufría, en silencio, porque tenía almorranas. Pero, además, es que ninguna de las mozas que había conocido por Badoo le gustaban, no conseguía que ninguna de ellas le enamorasen ni le pusiesen cachondo. ¿Qué hacer? Eso era exactamente lo que se preguntaba. Tampoco se había enamorado de Gellert que era muy buen mozo, tal y como había hecho su hermano, así que no podía ser que le atrajeran los tíos. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no encontraba el amor?

Sabiendo que no conseguiría conciliar el sueño, salió a dar un paseo en pantuflas, marcando estilo, por la ladera del monte que no es que le pillara cerca de casa, pero el tiempo y el espacio no existen en esta historia. Me los invento según escribo y, así, quedará algo completamente irreal y denunciable. Guay, ¿no?

Caminaba por el monte solitario, sintiendo el aire colarse entre su fina prenda y acariciar partes de su cuerpo que nadie había acariciado antes. Y, justo cuando pensaba que su futuro era despeñarse por unas rocas, la vio. Exultante, bella, demostrando de lo que era capaz, saltando de una roca a otra, con la luz de la luna llena dando de lleno en su pelaje. Allí estaba ella, al verla, sintió su corazón más ligero, lo sintió latir rápidamente, marcando el ritmo de un perreo que solo bailaban ellos dos. Se acercó a ella, lentamente, cambiando su soso pijama por una brillante túnica y emitiendo sonidos agudos.

Una vez estuvo a su alcance, le vio, aquel cabrón que intentaba arrebatársela. Aumentó la cadencia de sus cantos para atraer a la cabra, pero él también lo hizo. Aberforth frunció el ceño, disgustado de que los sonidos de ese fueran mejores que los suyos. Comenzó a rodear a la cabra, siendo imitado por el que le desafía con la mirada. Aberforth no se intimidaba por esos cuernos puntiagudos que resplandecían, él era más listo que ese cabrón y podría ganarle. Cuando este fue a embestirle, Aberforth sacó la varita y conjuró un agujero en el suelo como trampa. El cabrón cayó en ella de lleno y Aberforth se acercó a la cabra, victorioso, cogió una de sus patas y le besó las pezuñas viendo como su amada se sonrojaba y le guiñaba un ojo.

Aquel guiño despertó el instinto animal que tanto tiempo había permanecido dormido y que, en aquel momento, ardía sin tener muy claro un final. Acariciando sensualmente el pelaje del animal lo condujo de vuelta a su casa, donde tendría lugar la culminación del ritual de cortejo que había comenzado minutos antes.

Así, años después, cabra y humano se casaron a escondidas, para poder disfrutar de su vida juntos, sin embargo, la presencia del cabrón deshonrado y humillado les seguía de cerca y planeaba su venganza.


FIN