Disclaimer: Los personajes e historia original son sacadas de la genial mente de Stephenie Meyer y sus libros "Twilight", yo soy solo una simple mortal con algo de tiempo e imaginación.
Notas de la autora:
Siempre he pensado que la vida de Carlisle es la que más posibilidades da a la imaginación de nosotros los lectores, no por nada es quien lleva como vampiro alrededor de 400 años, para mi es un personaje interesantísimo, quizás el personaje de mayor complejidad "oculta"… probablemente es por eso que mi subconsciente se activó a inspirarse sobre como habría sido la vida de Carlisle mientras era humano… como sufrió su transformación…
No he tenido la buena fortuna de encontrar una historia que incluya a Carlisle más allá de su vida sentimental con Esme, es por eso que me animo a subir esta pequeña historia sobre él, precisamente sobre el día en que Carlisle fue convertido, una pincelada completa sobre todo lo que ocurrió ese 30 de Enero de 1663 en las callejuelas de Londres, cuando Carlisle era un joven humano de 23 años. Me dediqué a estudiar bastante el periodo histórico REAL en el que hipotéticamente vivió este personaje, todo lo que ocurría a nivel político y social en la segunda mitad del siglo XVII de Inglaterra, la época de Cromweel, su posterior derrocamiento, la importancia de la religión, etc, porque quería plasmar el personaje a partir de todas las aristas que lo componen, Carlisle llegó a ser lo que conocemos a partir de su historia, de lo que vivió…
Esta historia no fue escrita en capítulos, si no como un solo gran "capítulo" de él, pero dado los cánones de fanfiction no podía subirla de esa manera, por lo que la dividí en partes, si es que encuentran que el primer capitulo quedó en una parte sin clímax es porque originalmente la historia no esta pensada para ser leída por partes.
Saludos lectores.
Chanel Valjean.
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"30 de Enero"
Era 30 de Enero de 1663... lo recuerdo a la perfección porque la ejecución póstuma de Oliver Cromwell había sido exactamente hacía dos años antes, y el hecho de que su decapitada cabeza continuara empalada en las afueras de la abadía de Westminster, después de dos años, era el suceso del que todo Londres hablaba.
Carlos II había tomado el poder hacía un par de años, volviendo así al periodo monárquico en Inglaterra, pero aún continuaban las asiduas cacerías en contra de los cristianos, igual o inclusive más sangrientas que en la época de Cromwell, mas sádicas porque eran los bajos círculos los que se encargaban del trabajo sucio, dudo mucho que haya llegado a oídos del rey de Inglaterra lo que ocurría en las callejuelas de su ciudad, con un rey protestante a la cabeza, se creó en el país, y especialmente en Londres una especie de psicosis colectiva en contra de todo lo que no estuviera en sus propios cánones, los cristianos, los árabes, los marginados, los monstruos...
Mi padre, Leopold Cullen, era uno de los pastores anglicanos más famosos de esos tiempos, en la época de Cromwell había llegado a ser comisionado, era fácil saber porque había llegado tan lejos, Leopold Cullen era sinónimo del puritanismo extremo, por eso había calado tan bien con el pensamiento de Cromwell, por eso me había educado bajo su estricto pensamiento de lo que él llamaba la "purificación de Inglaterra". Me había obligado a estar a la cabeza de un grupo de "cazadores" que era como se nos llamaba en ese tiempo a los grupos de perseguidores, mi padre sabía que no quería seguir sus pasos, pero se afanaba en obstinar en su posición, y yo no podía abandonarlo a irme por mi lado, no era el tiempo, no aún...
- Debes entender Carlisle. ¡Si no acatas mis órdenes no serás nada!
- No pretendas hacer de mi una copia tuya padre.
- ¡Eres mi hijo y debes hacer lo que te ordeno!
- ¡Eres mi padre pero no Dios! ¡Alejaste a Claire de mi lado y no permitiré que continúes forjando mi vida por mi!
- Claire era una simple mujerzuela Carlisle! ¡Un hijo de un pastor NO PUEDE frecuentarse con una muchacha hija de una prostituta!
- Pregonas de amor en tu abadía pero tu odio hacia otros te carcome por dentro padre...
El golpe de la bofetada hizo ecos en el salón de piedra en el que nos encontrábamos...
Me estremecí levemente al recordar esa conversación hacía 5 años atrás, parecía irreal la manera en que había cambiado todo desde aquella conversación, había comenzado siendo un fiasco como cabecilla de los cazadores, porque era la forma de rebeldía que tenía en contra de mi padre, sin embargo me había visto obligado a dejar esa actitud, y comenzar a ser realmente útil en mi trabajo, porque Leopold era astuto... conocía de que formas podía forzarme a hacer las cosas a su modo, y la amenaza sobre Claire cambió mi manera de ver las cosas...
Es por eso que me encontraba ese 30 de Enero extrañamente ansioso, porque sabía que las decisiones que estaría pronto a tomar cambiarían mi vida rotundamente, sin embargo ni por todo el oro del mundo jamás hubiese llegado a adivinar que tanto cambiaron las cosas para mi ese día... de que manera las decisiones sobre mi porvenir las tomaron otros... de que manera recordaría ese 30 de Enero por el resto de mi vida, de que manera el tiempo se congeló y a la vez se hizo eternamente inherente a mis 23 años...
Salí de casa aquella mañana como tantas otras, mi padre ya se encontraba realizando el servicio en la abadía, por lo que tenía que organizar bien los detalles de la cacería de ese día, había descubierto el acueducto exacto donde las bestias se escondían, no podía precisar el numero exacto de cuantos habitaban ahí, ya que no me podía acercar sin ser detectado, había comprobado que el olfato de aquellas criaturas era muy agudo. Fui directamente a la casa de Corbeus, mi mano derecha, mi gran amigo en esa época, lo consideraba el hermano que jamás tuve... el ser humano al que le debo más que a ningún otro...
- ¿Todo listo Carlisle?- preguntó Corbeus apenas hubo entrado junto a mi a la segunda plana del edificio, un sector mas despejado de su estudio, ya que el primer piso lo ocupaba como bodega y casi nunca utilizaba la primera planta, lo cual le era de utilidad, los ojos curiosos que intentaban visualizar el trabajo de mi amigo se llevaban una gran decepción al vislumbrar solo sacos de verduras, semillas, y unas cuantas herramientas. Corbeus era un inventor, bastante hábil e inteligente, sin dudas un hombre visionario para aquella época. Su casa quedaba casi en la periferia del Londres de ese tiempo, era un sujeto que prefería la privacidad y estar lejos de los ojos curiosos, quizás por eso encajé tan bien con él desde un principio.
- Todo marcha a la perfección- respondí mientras echaba un vistazo a los nuevos inventos- he reunido a los hombres que me acompañarán esta noche, están listas las trampillas y las escaramuzas distribuidas...
- Supongo que has venido por alguna ayuda extra...- replicó con su típica sonrisa de suficiencia.
- Supones bien Corbeus... a ver si de una vez dejas de recelar con tus inventos...
Su risa invadió la amplia sala en donde nos encontrábamos. Corbeus se entretenía creando, no precisamente armas, pero en sus innumerables intentos, creaciones militares dignas habían salido de ellos, y yo era uno de los pocos que había tenido acceso a conocerlas, Corbeus sabía mi fascinación por poseer alguna de sus invenciones, sin embargo aún no me había concedido ese placer.
- ¿Seguirás con el plan verdad?- preguntó de pronto.
Me volví hacia él con una sonrisa en el rostro, sabía a lo que se estaba refiriendo.
- Si- me limite a responder.
- Sabes que Leopold Cullen barrerá cielo y tierra si su único hijo desaparece...
- Hará más interesante mi travesía- respondí jovialmente, en ese entonces era bastante simplista en mis pensamientos, y me limitaba a pensar lo menos posible en las limitantes que tenía mi plan de independencia a llevar a cabo.
- Y supongo que la señorita Gomberg accederá a vagar como fugitiva por todo Europa... – replicó Corbeus mirándome fijamente y con el ceño levemente fruncido, en muestra reprobatoria a mi actitud.
- Claire me ama y yo a ella, es suficiente.
- ¡Para ti, pero no para ella Carlisle! ¡Ella merece una vida de libertad! Suficiente ha sufrido siendo la hija ilegitima de un sacristán...
Tragué saliva en grueso ante las palabras de mi amigo, Corbeus era el único que en esos tiempos lograba hacerme frente a mis pensamientos obcecados.
- ¿Que pretendes que haga Corbeus? – le grité bastante alterado- ¡Sabes muy bien que esto nunca ha sido lo que he querido hacer con mi vida! Sabes muy bien que llevo años en esto solo por proteger a Claire y todos quienes mi padre se ha encargado de sentenciar en cacerías injustificadas. ¿Tienes idea de lo que es vivir evitando secretamente todas las matanzas ordenadas por mi propio padre?
Corbeus relajó su mueca y me miró con comprensión.
- Enfréntate a tu padre Carlisle.
- Sabes que no cambiará.
- No es necesario que huyas para seguir tu propia vida.
- Es lo que quiero hacer Corbeus, y te agradecería que esta vez no interfirieras...- dije con voz firme dejando en claro que daba por zanjado el tema.
Corbeus me miró por última vez antes de desviar la mirada hacia un gran armario en el fondo de la sala, tan grande que fácilmente cabrían unos 8 hombres de pie dentro, abrió ambas puertas de este y comenzó a buscar algo. Me giré hacia el otro extremo de la habitación, donde había un retrato pintado de Corbeus y mío, lo había pintado la fallecida madre de él hacía 6 años atrás, cuando recién nos habíamos conocido, cuando ninguno de los dos imaginaba que lograríamos forjar una amistad tan grande como la que teníamos, convirtiéndonos en hermanos.
Me acerqué al pequeño retrato y lo saqué de la pared para observarlo más de cerca, yo salía sentado en una silla con los brazos cruzados y mirando hacia el frente con expresión algo enfadada; a mi lado, Corbeus apoyado en el respaldo de la silla con gesto indiferente, tan típico de él cuando algo le parecía absurdo... Sonreí al recordar que discutimos por horas para decidir quien sería el que saldría sentado en la silla, ninguno de los dos quería, ya que decíamos que los retratos de caballeros eran de pie y no sentados, pero la madre de Corbeus, Anne, nos amenazó con no retratarnos nunca si no nos poníamos de acuerdo, al final lo decidimos a la suerte, quien obtuviese la mejor puntería lanzando una flecha se quedaría de pie, como es obvio Corbeus ganó, pero fue suerte, ya que desde siempre había sido mejor que él en el uso de armas de guerra, incluso Corbeus se mostró sorprendido al verse vencedor.
- Si quieres puedes llevártelo.
Me volteé rápidamente al escucharlo hablar.
- Después de todo te vas de Londres y no creo que vuelva a verte en un tiempo, y como es más probable que con los meses seas tú quien se olvide de mi rostro...- sonrió socarronamente-... llévatelo...
- Pero lo hizo tu madre...
- Si, ese y otros 30 más que tengo en la bodega, en mi estudio, en la abadía de tu padre...
- Esta bien- lo interrumpí. De pronto mis ojos se posaron en el objeto que traía entre sus manos.
- ¿Interesante?- preguntó son su sonrisa tan típicamente soberbia.
- Bastante- respondí con sinceridad- Es una... ¿ballesta?
- Algo parecido, es obvio que tiene una familiaridad con las ballestas clásicas, pero esta es mejor, esta no lanza flechas Carlisle...
Me quedé mirándolo con expresión sorprendida esperando que continuara.
- Lanza pequeñas capsulas de un compuesto químico interesantísimo...
Lo miré de manera recelosa, en parte porque me enervaban esos momentos en que Corbeus se jactaba de saber algo que yo no, lo sabía y disfrutaba haciéndome sufrir con la incertidumbre.
- Al romperse esta pequeña capsula- dijo mostrándome una pequeña burbuja de vidrio oscuro del tamaño de una nuez con liquido espeso en su interior - se libera un compuesto que al contacto con el aire crea un campo inhabilitador de olfato, se podría explicar que es como un olor que predomina sobre todos, un olor imperceptible al humano pero si al sentido… no se si me sigues...un olor que...
- ...que inhabilita la posibilidad de percibir otros olores, otras esencias, mi esencia...- dije de pronto completando su frase.
Sonrió con complicidad.
- Me inspiró esa interesante conversación que tuvimos hace algunos meses, cuando me dijiste lo increíblemente agudas que eran en el olfato, te aseguro que al inhalar esto no les quedará ni una pizca de percepción olfativa...
- Pero..¿y si yo lo inhalo?
- Eso es algo que no pude resolver- respondió rápidamente y por primera vez lo vi completamente decepcionado consigo mismo- Sin embargo tienes un punto a favor contra esas bestias...
- ¿Cual?
- Tu habilidad para combatir no ha dependido nunca del olfato...
Luego de agradecer a Corbeus por la ballesta, bajamos al primer piso de su casa, la bodega, lugar donde pasaría luego de terminar la escaramuza de esa noche, ya tenía todo planeado hace meses, mi bolso lo había dejado ahí, aprovecharía la confusión normal luego de atrapar a las, en ese entonces llamadas, bestias; pasaría por casa de Corbeus a buscar mis cosas y me marcharía en busca de Claire para irnos de Londres, probablemente a Paris, aún no lo habíamos decidido.
- Te veré esta noche Carlisle – dijo Corbeus, no era una suposición, era la constatación de un hecho, que todo iba según los planes.
- Si todo sale como estipulo estaré antes de media noche acá...
- Y si no...
- Sabes que siempre me salgo con la mía Corbeus...- dije con una sonrisa de soberbia.
- Sabes que siempre te digo que un día no lo harás...- replicó él articulando la misma mueca que yo.
Salí de la casa de mi amigo con la ballesta envuelta en unas telas, aún así llamaba bastante la atención portando el bulto de forma extraña mientras caminaba por las calles de Londres.
Escuché a lo lejos las campanas de la torre de la ciudad, anunciaban el medio día, miré hacia el cielo, ese sería mi último medio día en Londres, al medio día siguiente estaría rumbo a Francia. Las nubes se dibujaban oscuras y bajas ese día, Londres estaba cubierto por un manto gris y lúgubre, el viento gélido se sentía en la piel, y se colaba por los orificios de la nariz, mi aliento se trasformaba en vapor que iba dejando una estela mientras seguía caminando, mis sentidos me decían que ese día era distinto a cualquier otro.
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Hasta aquí va la primera parte de esta pequeña historia, me gustaría saber sus opiniones, en serio, animan a los escritores a seguir escribiendo, a atender sus sugerencias, y porque no decirlo, nos satisface enormemente saber que hay personas que se dan unos pocos minutos siquiera para opinar sobre lo que escribimos.
Saludos cordiales lectores.
Nos leemos en la continuación.
Chanel Valjean.
