Corro, corro, y no miro hacia atrás.

No me volteo por dos razones: porque no puedo, no quiero; la otra razón es porque soy una cobarde.

¿Robar la diadema de mi madre, para tratar de ser más inteligente, más poderosa, más importante que ella? Una locura. Lo peor es que lo hice aún sabiendo que jamás podre serlo, ni aunque lo quisiera, ni aunque me lo propusiera.

La robé para concentrar su poder en mí, y alcanzar la gloria que siempre anhelé, pero nunca fui capaz de poseer.

Y digo que soy una cobarde porque huyo, defraudando a mi madre, a mi apellido, a todo y a todos.

Cobarde, cobarde, cobarde. Siento que me canturrea el viento del bosque. Cobarde, cobarde, cobarde, huyes como una cobarde...

Cobarde porque no afronto lo que sucede. Quién soy y quién seré.

Cobarde porque huyo de mi destino; de lo que soy, de lo que veo en el espejo, de lo que tengo ante mis ojos.

Cobarde, Cobarde, Cobarde. Canta el viento invernal.

Y sigo corriendo, y sigo corriendo, y no miro hacia atrás.