Cuando la sangre comenzó a emanar de la prominente herida, al contrario de lo que Nnoitra pensaba, no sonrió. Cuando fue salpicado por aquel líquido carmesí no pudo hacer más que girar las comisuras de sus labios en una mueca.

Aquello… no era nada gratificante.

Lo más probable era el indigno hecho de haberse valido de Szayel para acabar con Nell. O al menos eso servía como buena excusa.

Pero lo cierto es que una vez Nelliel yacía en el suelo no pudo evitar limpiar parte el rostro que había quedado ensangrentado. Y así, sin quererlo, delineando sus fracciones llegó al estigma, a la nariz, a los labios…

Esos labios… cuyas únicas palabras hacía él eran calificativos tales como "Animal" "Bestia" y tantos otros. Los labios que solo mascaban una y otra vez los malditos principios e ideales de la joven. Los labios que hacía a Nnoitra llegar a tales extremos, con tal de acallarlos.

Como los odiaba.

La inoportuna silueta de Szayel apareció tras él. Nnoitra chistó, molesto e interrumpido.

-¿Aprovechando hasta el último suspiro, Nnoitra? –No se digno a girarse, tan sólo apretó su puño cerrado.

-Szayel… ¿Qué buscabas ahora? –Gruñó no con mucha paciencia.

Pavoneándose, como el estúpido creído que era, rió suavemente.

-Venía por interés científico, pero tú, veo que te has quedado por otro mucho más morbos…

No pudo acabar la frase, la media luna que era entonces Santa Teresa, quedó clavada por encima de Szayel, en la pared.

-Cállate. Y acabemos con esto ya.

Cargaron los cuerpos, salieron a donde la oscuridad autentica de Hueco Mundo les revitalizaba, y allí, tras un hondo suspiro, Nnoitra lanzó el cuerpo de Nelliel a la arena. La dejó caer. Trató girarse y no volver a mirar atrás.

Aun quedaba mucho tiempo para acallar el sonido de esos labios. Aunque fuese haciéndolos chocar contra los suyos propios.

Haineko.