Disclaimer: Saint Seiya y sus derivados spin off no me pertenecen. Todos los derechos están reservados por Masami Kurumada, Shiori Teshirogi y la TOEI.
Cómplice por la eternidad
Capítulo 1: Bajo la luna te juro…
— La guerra contra Hades está por comenzar —susurró la diosa de negros cabellos y ojos grises desde la estatua de Athena mientras observaba el movimiento de las estrellas con seriedad.
Hacía poco su tío, el dios del inframundo, Hades, le había declarado la guerra por el control de la Tierra. Expuso que ella no era lo suficientemente dura con los humanos, que les daba muchas libertades, y que por consiguiente el mundo estaba lleno de pecadores; por lo cual, era necesario y primordial erradicar a esa imperfecta raza que sólo eran una imitación barata de los Dioses y crear una utopía.
Naturalmente Athena se negó y protegió a los humanos, poniendo las manos al fuego por ellos.
— Lo siento tío, pero mi respuesta es la misma… Protegeré a los humanos cueste lo que me cueste.
Hades ante tales palabras no pudo evitar soltar una carcajada— Sobrina mía, te cría más lista —declaró—. Los humanos no son más que basura, seres imperfectos que no tienen el más mínimo respeto por la vida de los demás.
— Es claro y obvio que los humanos cometen muchos errores, y que hay pecados que no pueden ser perdonados…. Pero, ¿castigar a todos sólo por las faltas de unos cuantos? Tío, hay seres en la Tierra que son capaces de perdonar y amar de nuevo a pesar de que los hayan lastimado. Esa grandeza es lo que caracteriza a los seres vivos que habitan ese hermoso planeta azul —comentó Athena con los ojos cerrados, hasta que decidió fijar su grisácea mirada sobre el dios del inframundo—. Pero por más que te explique sé que no cambiarás de opinión y seguirás en tu posición —declaró con lastima—. Por lo tanto, si quieres hacerles daño tendrás que enfrentarte a mí y a mis caballeros —informó—. No voy a permitir que les pongas un solo dedo encima, Hades…
Sabía que en esta guerra santa, habría muchas pérdidas… tanto del lado de Hades como del suyo… Pero no tenía más opciones… Debía proteger a los humanos a toda costa. Además, ella confiaba en sus preciados santos, y sabía cuánto valoraban la vida y la paz de su planeta… Estaba segura de que lucharían por protegerla a toda costa… Aún si esto les costara la vida.
— ¿Qué sucede? Te ves muy pensativa —llamó una voz, la cual logró sacar a la Diosa de sus pensamientos.
Fijando sus grisáceos ojos en la persona que la luna comenzaba a permitirle ver no pudo evitar sonreír con ternura. Quien se acercaba a ella era el único ser que había podido desmoronar su fría actitud para convertirla en la deidad que es ahora: Una bondadosa y amable que da su amor a todos por igual.
— Panthea… —susurró Athena al mismo tiempo que alzaba su mano hacia él para que la tomara entre las suyas. No se sorprendía de ver a ese caballero ahí, ella misma le había enseñado la forma de burlar al patriarca y poder llegar hasta ella.
El caballero de Pegaso de ojos arenosos y cabellos castaños tomó entre sus manos la blanquecina mano de su diosa y la besó con dulzura una vez estuvo cerca de ella. Ambos se sonrieron como no le sonreían a nadie más y se dedicaron a contemplarse, a transmitirse ese amor tan puro que sentían el uno por el otro…
Porque si, a pesar de que Athena amaba a toda su orden… uno en particular había logrado incrustarse mucho más profundo en su corazón y robarlo sin que ella pudiera hacer algo. Se había enamorado, de un humano, de uno de sus caballeros…
— ¿Estás preocupada por la guerra que se avecina…? —preguntó Panthea con seriedad, notando en la mirada de su diosa que no sólo había amor allí dentro, sino que también consternación y preocupación.
Athena no pudo hacer nada más que cerrar sus ojos y asentir. Estaba segura de la decisión que había tomado, pero no podía evitar sentir un inmenso dolor de tan sólo pensar en que muchos de sus queridos caballeros no saldrían vivos de la sangrienta batalla que se avecinaba…
— Si… temo por la vida de mis valiosos caballeros… —expresó ella con dolor mientras habría sus ojos grises y le dedicaba una mirada consternada a su más querido y leal caballero—. Panthea… sé que tomé la decisión correcta… Pero no puedo evitar sentir una inmensa tristeza en mi corazón. Lo que se avecina puede cegar muchas vidas en el proceso…
Panthea, sabiendo entender los sentimientos de su diosa sólo suelta sus manos y la rodea con sus fuertes brazos, permitiendo que Athena llorara levemente sobre su pecho.
— Es por eso que todos te amamos, mi querida princesa… Tu amor hacia nosotros es tan grande… que el tan sólo pensar en nuestra inminente muerte te desmorona —susurró él, acariciando su negra cabellera—. Pero por favor no temas más y confía en nosotros…
— ¿Cómo me pides eso…? —le pregunta alzando su rostro—. ¿Cómo me crees capaz de no temer por ustedes, por su vida… por tu vida?
Sabía que su diosa saldría con aquel argumento, con esas preguntas… La conocía muy bien como para poder anticipar su reacción. Acariciando su mejilla le planta un beso en la frente con dulzura.
Aquellas pequeñas demostraciones de amor sólo eran presenciadas por la enorme luna que yacía sobre ellos en el cielo, brillando intensamente como si por ese amor tan puro del cual era testigo hubiese renacido.
— Tengo miedo… —susurró Athena a Panthea, aferrándose más a su caballero—. Temo que pueda perderte durante esta guerra…
Sonriendo levemente y no negándole ese abrazo a su diosa, la apretó mucho más a él y susurró cerca de su oído…
— No temas por mí, mi dulce princesa… Te juro… bajo la luna que tenemos como testigo, que te protegeré eternamente —a estas alturas había vuelto a separarla levemente de él para poder verla a los ojos, los cuales permitían ver ilusión e infinito amor—. Si la muerte nos separa entonces la próxima vez que bajes a este mundo… yo renaceré a tu lado, todas las veces que sean necesarias… y mi amor por ti lo hará conmigo, trascendiendo las barreras del tiempo…
No hubo necesidad de decir nada más, aquellas palabras habían hecho eco en el corazón de la diosa con tanta facilidad… que lo único que ella pudo hacer fue unir sus labios con los de su caballero desesperadamente.
Sabía que eso no estaba bien, que era un amor prohibido en toda la extensión de la palabra…
Pero su amor era tan puro… que no habría razón para que estuviera mal, después de todo él era el humano que ella había escogido por voluntad propia. Si, probablemente eso molestaría a los dioses que habían intentado cortejarla y hacerla suya a la fuerza; sin embargo eso a ella le importaba poco. Panthea era el hombre que ella había elegido, quien había logrado cambiarla… que antes de ser sólo su caballero fue su amigo y le enseñó lo hermoso y maravilloso que era vivir.
Pero por sobre todo, fue el único que le demostró amarla por el simple hecho de ser una mujer… no por su condición de diosa, que al ser él un caballero bajo su mano veneraba, sino por ser ella… Athena, sólo… Athena.
Separando levemente sus labios se sonrieron con calidez..
— Te amo Panthea… mi leal caballero…
Volviendo a acercarse a su rostro el joven respondió— Y yo te amo a ti, mi dulce princesa —antes de volver a unir sus labios con los de su diosa, la mujer que amaba, bajo la enorme luna que era el único testigo ocular de su romance.
Y lo que más regocijo les daba es que… esta no podía ni podría pronunciar palabra alguna jamás…
Continuará…
Suki: Y bueno, aquí está la primera parte del reto que propuso Saori-Luna en la página de Saint Seiya - Unión Fanfickera. Hacía mucho que debía esto pero realmente no me había llegado la inspiración. En fin… Este fic constará de tres capítulos. En sí ya los tengo listos pero tengo que refinarlos un poco. Lo bueno es que no tendrán que esperar casi nada.
La descripción de Athena y Panthea le pertenecen a Mouxe. Yo sólo los emplee de diferente forma.
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Suki90, presentó.
Y tú, ¿has sentido el poder del cosmos?
