N.A: La página de fb "Es de Fanfics" subió un desafío relámpago sobre los clichés que me pareció divertido, y me tenté. Además, es la excusa perfecta para escribir algo de la shipp homo que me mueve el piso actualmente, ups.
Cliché 8: Esclavo sexual.
Paring: Aquiles/Héctor.
Créditos respectivos a quienes correspondan, no poseo nada excepto las locas ideas de emparejar a estos dos porque mi cerebro sugiere que juntos son una bomba sensual(?).
Ley de guerra.
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Era la ley de la guerra, siempre había sido así. La supremacía del vencedor. El saberse mejor y ver a tu oponente humillado a tus pies.
Era el regocijo de tener al otrora orgulloso príncipe heredero al trono de Troya destrozado entre las mantas, gimiendo por un poco de misericordia. Era la sensación de infinito placer que le recorría la columna vertebral cada vez que enredaba los dedos en la masa de rizos brillantes y obligaba la cabeza noble a apretarse contra su entrepierna, ahogando así cualquier reclamo que esa boca aún pudiera sostener; el deseo primario que le hervía en la sangre ante la vista del cuerpo moreno, desnudo, cruzado por unas cuantas cicatrices viejas y muchas nuevas (cortesía propia, claro). Aquiles se regocijaba de saber que él era el único en lograr marcar esa piel bronceada; nadie hería al poderoso Héctor, ninguna espada o punta de lanza había dañado ese cuerpo atlético…hasta él. Los moretones en el pecho, las marcas de sus dedos en las caderas, el labio partido que resaltaba entre las facciones armoniosas (la afición nacida hacia ese rostro lo había librado de tener más magulladuras), todo esos indicios gritaban –a cualquiera que los mirase– que ese hombre era suyo, para hacer y deshacer con él como le pareciese.
Era el frenesí de sentir su corazón latiendo rápido a medida que empujaba su peso sobre el otro cuerpo que emitía quejidos ahogados entre las pieles de la cama. Era por eso –por la sensación excitante y brumosa de poder– que no podía dejar ir el regalo que los dioses le habían enviado. Él era su botín de guerra, a pesar de lo que opinara Odiseo; su esclavo personal preparado para su disfrute.
Porque Troya con sus murallas inalcanzables y toda Grecia y esa guerra absurda podían irse al carajo siempre y cuando él tuviese la satisfacción de tener bajo su dominio a su antiguo rival y cogérselo cuando se le daba la gana.
Porque, a fin de cuentas, era la ley de la guerra.
Y debía respetarse como tal.
Fin.
