Bien, esta es la respuesta al desafio que Wanda ha propuesto :)
Es un poquito largo para ser el primer capítulo (lo admito, se me ha ido de las manos) pero igualmente espero que os guste.
¡Besos y abrazos para todas!
El amor es el motor de este planeta no lo dudes, te aplasta cuando baja y te eleva cuando sube.
Se encontraba sentada tranquilamente en el alféizar de la ventana del cuarto que antaño compartía con una Susan que se había trasladado a Estados Unidos para ir a la universidad.
Miraba, despistada como se encontraba, las gotas de lluvia que caían del cielo y perdían su prematura vida contra el cristal, dejándolo más frío de lo que ya estaba.
Vagaba entre sus recuerdos, repasando cada una de las cosas que últimamente le habían sucedido. Ante esto, no podía evitar sentirse eufórica pues por primera vez notaba que todo empezaba a ir un poquito mejor.
Pero la realidad era…
Sintió su pecho oprimirse ante aquel sentimiento de profunda inseguridad, junto con su mano que estrujaba entre sus dedos la delicada tela de la ligera blusa que llevaba.
Todo había comenzado hacía unos escasos meses, cuando Lucy comenzó la Universidad y entró dentro de uno de esos proyectos en el que el centro escolar se volvía mixto y convivían tanto chicos como chicas, pues las Escuelas Experimentales se habían elevado hasta las Universidades.
Flashback
Quédate un momento así
No mires hacia mí
Que no podré aguantar
Si clavas tu mirada
Que me hiela el cuerpo
Me ha pasado antes
Que no puedo hablar.
Todo había comenzado hacía apenas dos meses, cuando habían comenzado a ir a la Universidad Experimental, la misma en la que estaba su hermano Edmund y a la que habían ido Peter y Susan, aunque ellos ya habían acabado sus respectivas carreras y estaban haciendo un cursillo fuera de Inglaterra.
Edmund sabía o tenía bastante pensado lo que sucedería cuando una hermosa Lucy de 18 años comenzara a ir a la Universidad, de manera que ahora, dos años más tarde, solo podía pensar que todo lo sucedido hasta aquel entonces había sido inevitable.
Ella se había convertido en una muchachita bastante hermosa de largos cabellos ondulados y rubios que caían sin control por su esbelto cuerpo y un adorable rostro enmarcado por unos expresivos y brillantes ojos verdes con una nariz pequeña inundada de pecas y unos rosados y vírgenes labios.
O al menos, lo habían sido hasta que había comenzado el primer año universitario.
Terminaría sucediendo, eso era algo que tenía bastante presente, por eso Edmund había tomado (sin que ella lo supiera) su primer beso en una obra de teatro que habían realizado hacía ya dos años en primavera. La magia del disfraz, supuso.
Lucy comenzó a salir con chicos, lo cual también era bastante predecible aunque a él no le gustara ni un pelo que aquellos hijos de sus madres se permitieran el lujo de poder tocar lo que él amaba con toda su alma y no podía tener.
Pero ahora en la actualidad de dos años más tarde, su cruda e insoportable realidad, es que Lucy estaba saliendo con un chico que no le gustaba ni un pelo. Es decir, si los demás no le habían gustado, este le gustaba muchísimo menos.
Y aún más reciente podía decir que acababa de presenciar como una furiosa Pevensie se perdía por el pasillo, haciendo que su reacción fuera casi rutinaria ante aquella situación: pasarse la mano desde la frente hasta la nuca, capturando entre sus dedos los rebeldes mechones negros.
La segunda reacción fue su puño incrustado en la pared que estaba a su derecha y que tendría como resultado un punzante dolor que se extendía desde los rojos nudillos hasta su codo.
Un dolor tan punzante que le recordó que aquella situación, latente desde hacía tres meses, era real.
- ¡Ed! – Michael asomó la cabeza por la puerta de la clase.- ¿No vas a entrar? El profesor está a punto de llegar – estaba apoyado en el umbral y lo miraba de forma extraña.
Edmund le dedicó una sonrisa cansada y angustiada a su amigo, aunque desde el punto de vista de éste, era más una mueca que aquello que pretendía ser.
- Claro, ahora mismo, Maik – aceptó, sintiendo su mente estar en otro lugar muy lejano.
Y dicho lugar se llamaba Narnia, un lugar donde siempre había podido matar a los pretendientes de su hermana o al menos pegarles un buen susto que los alejaran de ella… En aquella tierra había sido un Rey, pero ahora no era más que una pequeña hormiga en aquel inmenso hormiguero.
- ¿Estás bien? Llevas unos días muy distraído, ¿Es Lucy? – por la cara que tenía Edmund y conociéndole como lo conocía, sabía que en el fondo no necesitaba respuesta para su pregunta.
Se heló con tan solo oír su nombre y su piel se erizó. Resbaló por la pared hasta quedar sentado de cuclillas con la cara cubierta por sus brazos, no quería que Michael se diera cuenta de su fuerte sonrojo.
- Ella… La encontré llorando otra vez en el pasillo – dejó caer sus brazos, su rostro ahora reflejaba rabia y disgusto, su entrecejo fruncido así lo indicaba.- Y volvimos a discutir.
Normalmente lo hacían a menudo, lo cual pensaba Edmund que comenzaba a deteriorar la relación tan estrecha que tenían ambos desde que habían vuelto de Narnia la primera vez, y siempre era por el mismo tema: el desgraciado de Jhonnatan, o como lo solían llamar, Jhonny.
-¿Ha sido otra vez por ese estúpido? - Maik chasqueó la lengua con fastidio.
- ¿En serio qué tiene él que no tenga yo? – zarandeó a Maik con fuerza, aunque el tono de Edmund quería fingir estar despreocupado la tristeza de sus ojos era inmensa.
- La respuesta es evidente, ¿no te parece? – Maik le miró con ternura, revolviéndole un poco el pelo.- En serio, amigo, no me gustaría estar en tu situación.
- Vaya, Maik, muchas gracias. Me has hecho sentir mejor – le miró y el otro chico se encogió de hombros.
- Es porque las cosas imposibles me causan angustia e impotencia.
¿Angustia? ¿Impotencia? La palabra imposible abarcaba mucho, mucho más. Tanto que Edmund no estaba seguro de poder soportarlo, llevaba así muchos años y cada vez se hacía más insoportable.
Estiró todo su cuerpo sobre la mesa, y hundió su cabeza en sus manos.
- Maik, esto es terriblemente complicado.
- Lo sé, aunque no entiendo la magnitud exacta, puedo imaginarme un mínimo de dolor bastante elevado.
- Eso son términos completamente contradictorios.
- Lo sé – con una sonrisa se levantó de su asiento y le tendió la mano.- Vamos, toca educación física y hoy hay cancha, ¿sabes lo que eso significa?
- Sí, el que juegue a portero va a perder sus manos – dijo, con una sonrisa maliciosa mientras sonaba la campana del final del descanso y cogía su equipaje de deporte.
- "Debería prohibírsele jugar al fútbol cuando está cabreado". Para tu próximo cumpleaños te voy a regalar una pelota anti stress.
- Ya tengo una.
- ¿En serio?
- Sí, aunque está estallada contra la pared de mi cuarto. No sabía que tenían arena dentro.
Maik simplemente no supo que contestar ante aquello y solo sonrió nervioso.
Para él, Edmund era la persona más valiente que había conocido.
Tal vez piensas que estoy loco
Y es verdad un poco
Tengo que aceptar
Pero si no te explico
Lo que siento dentro
No vas a entender
Cuando me veas llorar.
En primero de carrera de la misma universidad, una planta más abajo y en una clase más alborotada se encontraba ella.
- ¡Eh, Lu! ¡Edmund tiene ahora su clase de gimnasia! ¿Vas a ir a verlo jugar?
Lucy.
- Claro, Ali, ahora mismo vamos. Estoy terminando de recoger mis cosas – le respondió a la chica que había llamado su atención desde la puerta de la entrada.
- Es realmente una suerte que hoy no haya venido el profesor, ¿verdad? – acercándose a Lucy.
- Sí, lo es – ella sonrió, una mueca hermosa que hacía que todos a su alrededor se sintieran tranquilos en su presencia.
- ¡Lucy!
La aludida se congeló en el sitio al oír aquella grabe voz de chico que la llamaba y Alice a su lado emitió un bufido de molestia ante lo que estaba a punto de pasar, no era nada nuevo.
- ¿A dónde te crees que vas? – le cogió del brazo y le hizo voltear para mirarlo.
- Voy a ir a ver a Edmund jugar al fútbol. Sabes de sobra que me gusta ver sus partidos – le respondió desafiante.
- Perdona, pero no. Vas a pasar esta hora libre conmigo – la mano de él pasó de la cintura de la chica a su culo, lo cual provocó que Lucy lo empujara con fuerza alejándole de ella.
- No, voy a ir a ver a Edmund – volvió a replicar, lo más calmada que pudo.
- ¡Te quedas conmigo!
- ¡No!
- ¡Casi parece que estés enamorada de él! ¿Qué haces conmigo entonces?
La primera parte de sus palabras la dejaron completamente anclada en el sitio, cerró un puño con fuerza. Aún estaban demasiado cerca para su gusto, y ella sabía que eso era peligroso, pero era el momento. No volvería a discutir más con Edmund por aquella escoria.
- Pues si te digo la verdad, él vale mucho más que tú.
¡Plaf!
Ninguno de los que ocupaban la clase en aquel momento habría podido imaginar que él fuera capaz de hacer aquello.
Alice, la persona que estaba más cerca de Lucy, no tuvo tiempo a reaccionar y miró horrorizada a su mejor amiga, que se cubría la mejilla roja con la mano y las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.
- No te atrevas a compararme con él, no te atrevas – le amenazó, señalándola.
Pero entonces ella bajó la mano, le miró con rabia y con un ruido seco le escupió sangre en los zapatos.
- Bien, Jhonnatan, entonces esto acaba aquí.
Y con paso firme y decidido salió de la clase, cerrando la puerta tras sí.
En el momento en el que Alice pudo reaccionar, después de devolverle el golpe a Jhonnatan, ya era demasiado tarde. Lucy había desaparecido.
Nunca me sentí tan solo
Como cuando ayer
De pronto lo entendí
Mientras callaba.
Bien, había salido corriendo, pero no estaba muy segura de a dónde ir. No podía presentarse frente a Edmund con aquel lamentable aspecto. Tenía los ojos hinchados debido a la falta de sueño y a las lágrimas que llevaban ese día más tiempo fuera que dentro de sus ojos, y ahora encima tenía la mejilla hinchada y muy roja, empezaba a ponerse morada.
- Vale, ya ha terminado pero… Tengo la sensación que el golpe no debería haberlo recibido yo – suspiró cansada, entrando a los baños de las chicas y dirigiéndose a los lavamanos.- Otra cosa buena es que no volveré a discutir con Ed por él… - pensó en voz alta mientras se lavaba la mejilla con agua helada.
Lucy salió de los baños y divagó por los pasillos del instituto, las lágrimas seguían cayendo por sus ojos.
- ¡Oh, diantres! ¿Por qué seré tan débil? – casi le gritó a los cuatro vientos.
Cuando terminó de subir las escaleras se dio cuenta de en qué piso estaba, se encogió levemente de hombros y entró en una de las clases de tercero de carrera, una que conocía bastante bien.
Desde allí se veían las canchas y por un largo rato estuvo observando el partido sentada en el asiento de Edmund, con una chaqueta suya sobre los hombros.
Hasta que el cansancio pudo con ella, y se quedó dormida.
Mientras, en las canchas los chicos acababan de terminar la primera parte del partido. Iba ganando el equipo de Edmund y Michael, lo único no extraño del día.
- ¡Edmund! ¡Maik!
El grito hizo que los dos se viraran y saludaran con alegría a la acalorada Alice que llegaba corriendo hasta ellos. La joven se dobló al alcanzarlos para recuperar el aire que había perdido debido a la carrera.
- ¿Qué ocurre, Ali? – preguntó Edmund preocupado.
Michael arqueó una ceja, Lucy no estaba con Alice. Y Alice parecía furiosa, disgustada y muy cansada. ¿Qué demonios había pasado?
- Estoy buscando a Lu, ¿la habéis visto?
La pregunta descolocó por completo a Edmund y confirmó la teoría de Maik. La reacción del de ojos negros fue inmediata, cogió a Alice por los hombros y la acercó a él.
- ¿Le ha pasado algo? – le preguntó con voz temeraria.
- "Tengo la extraña sensación de que no debería haber venido a buscarla aquí" – pensó Alice, nerviosa.- "Es Lucy quien debe contárselo"
- ¡Alice! – la zarandeó, apresurándola a contestar.
- ¡Ed, relájate! – Se zafó de él y se alisó el uniforme.- Tan solo la estoy buscando porque dijo que iba al baño y aún no ha regresado.
- Estará con el imbécil de Jhonnatan – murmuró por lo bajo, con rabia.
- No – respondió, casi inmediatamente.
- ¿No? – inquirió Michael, mirándola con ojo calculador.
- Jhonny está en la oficina del director con algunos alumnos de mi clase.
- ¿Y eso por qué?
- Mi clase lo ha denunciado – y sin decir más, volvió a marcharse corriendo rumbo de nuevo al anexo.
Edmund se quedó callado y no dijo nada más. El entrenador los llamó para comenzar la segunda parte del partido. Maik se encogió de hombros sin saber qué pensar. Todo aquello, de repente, se estaba desbordando.
La vida me dijo a gritos
Que nunca te tuve y nunca
Te perdí, y me explicaba,
Que el amor es una cosa
Que se da de pronto
En forma natural
Lleno de fuego.
Cuando Edmund y Michael entraron a su clase, con alguna risa debido a las múltiples conversaciones que habían tratado en el tiempo que habían tardado de salir de educación física hasta que llegaron a su destino.
El actualmente mayor de los Pevensie se detuvo en seco al ver a la menor dormida sobre su mesa.
- ¿Qué pasa, Ed? – le preguntó Maik, quien se había chocado con él debido al repentino movimiento.
- Es Lulú… - se acercó a su asiento con cautela, dejó su mochila a un lado y la observó de cerca.
- ¿Qué hará aquí? – se preguntó extrañado Maik, dejando también su equipaje al lado de su asiento.
- Ha estado llorando… - adivinó, al ver los surcos secos de su mejilla visible.
Maik soltó un suspiro de resignación.
Edmund zarandeó levemente a Lucy, llamándola con extrema dulzura. Ella abrió los ojos poco a poco y se encontró con los negros de Edmund en primer plano.
- Hola, Eddy… - lo saludó con suavidad, notando como los dedos masculinos acariciaban su cabeza jugando a la vez con su pelo.
Lucy tenía tan solo 22 años, era un año y poco más menor que él. Medía metro sesenta y algo. Tenía el pelo de color rubio, largo y ondulado hasta la mitad de su espalda. Y unos hermosos, realmente extraños, ojos verdes. Aparte de eso, la edad ya le había pasado factura a su cuerpo, y debajo del uniforme se adivinaban sin mucha complicación las curvas de la joven.
Bien, en su asiento estaba casi completamente acostada la mujer que más amaba, la mujer que siempre había amado. Ahora, se presentaba el gran problema: Ella era, para su gran desgracia, Lucy Pevensie.
En pocas palabras, eran hermanos.
Lucy se terminó de incorporar y se estiró por completo, ya que su cuerpo estaba completamente entumecido. Entonces tanto Maik como Edmund lo vieron, la mancha roja casi morada que se encontraba en la mejilla de la joven.
- Lucy… - la llamó, acercando su mano a su mejilla.- ¿Qué es ese golpe en tu mejilla? – le preguntó, en su voz había rabia y al tocarla Lucy cerró con fuerza los ojos.
- Me he caído… - dijo con una débil sonrisa.- Y creo que mi mejilla se golpeó muy fuerte contra algo. Cuando desperté vine a tu clase, pero no estabas así que decidí esperarte.
- Muy mal… - su voz temblaba, aquello era malo y tanto Lucy como Maik sabían lo que se avecinaba.- Se te da muy mal mentir, Lulú, te lo he dicho muchas veces… Y también te he dicho muchas veces que no soporto que lo hagas.
Agarró a su hermana por la muñeca y la levantó de la silla, pegándola al cuerpo de él.
Edmund sintió como su corazón se desbordaba al notar el cuerpo de Lucy pegado al propio, su piel se erizó y el efecto amenazaba con subir a su rostro. Definitivamente, aquellos impulsos nunca eran buena idea. Ella era tan… Irresistible.
Lucy, por el contrario, notó como el rubor subía a su rostro sin poder evitarlo y escondió aún más su cabeza en el amplio pecho de su hermano.
- "¿Por qué, Edmund? ¿Por qué?" – más lágrimas amenazaron con salir de sus ojos, pero las contuvo lo mejor que pudo, ella era Lucy La Valiente… Ya había llorado bastante.
Estaba confusa, su hermano siempre había causado esas inquietudes en ella, pero no estaban bien. Y por esa razón, había huido siempre de él.
- Dime la verdad, Lu, no toleraré más mentiras.
Maik soltó un suspiro al ver aquella escena.
Eran TAN común ver cosas así entre ellos, desde que los conocía habían sido así. Para ser franco, eran más como una pareja de enamorados que como una pareja de hermanos.
Lucy era la devoción de su hermano, y las tres veces que Lucy había tenido pareja… Habían llegado a situaciones parecidas a esas e incluso peores.
Y aquella última había colmado la paciencia de Edmund, tanto que habían estado incluso un mes sin hablarse porque Edmund no aceptaba el repentino noviazgo. Nunca oyó hablar de ese chico, fue demasiado rápido. Fue la primera vez que Lucy se rebeló ante él, siempre había permanecido bajo el influjo de su hermano, bajo su protección. Pero con todo aquello había escapado del manto que Edmund había tejido a su alrededor.
Lucy había demostrado que ya no era aquella niña que siempre necesitaba la ayuda de su hermano. Había crecido, se estaba convirtiendo en una mujer que necesitaba ser amada. Y lo estaba buscando, pero sentía que huyendo de Edmund era la única manera de lograrlo.
- ¡NO! – Lo empujó lejos de ella y retrocedió hasta chocar con la pared.- ¡No puedo decírtelo! ¡Porque harás alguna tontería! ¡Te conozco, Edmund Pevensie! – le gritó, desafiándole.
- ¿De qué demonios estás hablando, chiquilla? – Golpeó la pared detrás de Lucy, al lado de su mejilla herida.- Eres la única persona por la que mataría, eres la única persona por la que…
- ¡Pero no debería ser así, Ed! ¡No, no, no! – más lágrimas caían por su rostro.
- No llores, Lucy, no llores.
- Entonces, ¡no me hagas sentir esto! – lo empujó de nuevo y salió corriendo.
Maik soltó un suspiro enorme esa vez, últimamente suspiraba demasiado. Se pasó la mano por la cabeza con resignación.
- Bien, Edmund, ¿qué harás ahora? – susurró para sí, no lo había preguntado lo suficientemente alto como para que su mejor amigo le respondiera.
- Alice… - y su amigo salió corriendo dejándole solo atrás.
Maik le vio alejarse y negó lentamente con la cabeza. ¡Qué suerte tenían de que la escena no hubiera sido presenciada por los demás! Era realmente una suerte que hubieran decidido ir todos a la cafetería a por los refrescos que el entrenador les había prometido.
Mucho dolor de cabeza era lo que Maik presentía que iba a traerles aquel asunto.
Bien, si Edmund iba en busca de Alice, él tendría que ir en busca de Lucy… Otra vez. Después de todo siempre había sido él quien había tenido que mediar entre los dos cuando las cosas se ponían así. Pero debía admitir, que aquella vez era, sin dejar lugar a ninguna duda, la peor.
Si la fuerzas se marchita,
Sin tener principio
Llega su final.
No le costó mucho encontrar a la mejor amiga de su hermana. Alice estaba en su clase, no había tocado la comida y miraba pensativa la ventana a su lado.
- Alice, ¿qué te ocurre? – preguntó al verla así, la enérgica Alice estaba marchita en aquel momento.
- No he podido protegeros a ninguno de los dos. Le he fallado a Lucy, no he podido… Cuidarla como es debido, y ahora está sufriendo mucho.
- ¿Qué es lo que ha pasado, Ali? ¿Por qué la herida en la mejilla de mi hermana?
Alice le miró sorprendida, no creyendo lo que estaba oyendo. ¿Lucy no se lo había contado?
Entonces lo entendió, era evidente que Lucy estaba protegiendo a Edmund de sí mismo, algo que el mayor no había logrado comprender. Pero debía saberlo, tenía derecho, él era quien siempre había estado con Lucy.
- ¿Recuerdas lo que os dije antes en la cancha? – Edmund arqueó una ceja.- Que Jhonny había sido denunciado por mi clase.
- Ah, sí, lo siento. Él es tan insignificante para mí que no te presté la suficiente atención.
- Pues deberías. La razón por la que Jhonny ha sido expulsado de este instituto es porque… Le ha puesto la mano encima a tu hermana.
Edmund se quedó helado en el sitio. Cada músculo de su cuerpo estaba siendo próximo a ser movido por un sentimiento que conocía muy bien, la rabia.
No era probable, no, aquel bastardo no podía haberle puesto la mano encima a su hermana. Eso no era posible, él la había cuidado lo suficiente como para que aquello NO FUERA CIERTO.
- Dime que es una broma de mal gusto, él no ha podido… Hacerlo.
- La mejilla de Lucy. Estoy segura de que la has visto, ¿verdad? Edmund, Jhonny le ha golpeado. Le ha puesto la mano encima a tu amada hermana, ¿qué vas a hacer, Ed? – Alice se había levantado y lo estaba amenazando con un dedo.
- Voy a matarlo, Alice, voy a matarlo – cerró los puños con fuerza hasta que sus nudillo se volvieron blancos.
- Eso es lo que tu hermana ha querido evitar al no contarte la verdad. ¡No lo arruines más, Ed! ¡No la hagas sufrir más! – Alice le agarró por el cuello de la camisa.- ¡Protégela, Ed, pero no hagas que te encierren por ello! ¿Qué hará Lucy sin ti? ¿Eh, Ed? ¡Maldita sea, date cuenta! – Lo zarandeó.- Maik y yo hemos intentado protegeros todo este tiempo… Hemos luchado por vosotros. Yo no he podido protegerla de su error… Tú deberías ir con ella, no con Jhonny.
- Ella no quiere estar conmigo, Alice – dijo, en un susurro doloroso para su corazón.
- Te equivocas otra vez. ¿Sabes por qué tu hermana empezó a salir con Jhonny? – le preguntó, recargándose en la pared y mirándolo con seriedad.
Edmund resbaló hasta quedar a su lado sentado en el suelo.
- Nunca me lo contó, fue tan…
- Repentino – finalizó ella por él.- Porque sus extraños sentimientos hacia ti también lo fueron.
- ¿Cómo? – Edmund alzó la mirada para mirar directamente a su amiga.
- Tu hermana se había empezado a dar cuenta de que… Estaba enamorada de ti.
Edmund notó como se le paraba el corazón y le volvía a latir con una fuerza impresionante, sentía como si se le fuera a escapar del pecho.
- Te equivocas, eso que estás diciendo no puede ser verdad, Ali.
- ¿Por qué, Ed?
- Porque si ya era complicado siendo yo el único que sentía algo por ella… - se agarró la moña con fuerza y lágrimas escaparon de sus ojos.- Ahora… Ahora es casi… Asfixiante.
- La sangre es poderosa, ¿eh?
- Creo que ahora mismo no hay nada que odie más… Que la sangre que comparto con ella, Ali.
- Si le dijeras algo así se pondría triste.
- Lo sé – se limpió el rostro con el dorso de la mano.
- Ah, otra cosa. Como es de esperar, Lucy cortó con Jhonny. Lo digo por si aún no te lo habías imaginado. Ella ha soportado mucho pero parece que llegó a su límite. Una pelea con su hermano y encima esto en el mismo día no ha podido ser bueno para ella, ¿no crees?
Edmund se dejó caer sobre la silla detrás de Alice, y ocultó su rostro entre sus brazos, ¿por qué tenían que ser las cosas tan complicadas? ¿Por qué a ellos?
- La amo tanto, Alice, tanto… - susurró contra sus brazos.
- Lo sé, realmente lo sé – le acarició la cabeza con ternura, como hacía con la hermana, era tan fácil tratarles a ambos.
Ahora tal vez lo puedas entender
Que si me tocas se quema mi piel
Ahora tal vez lo puedas entender
Y no te vuelvas si no quieres ver.
- ¿Sabes? Si lo que pretendes es que no te encuentren no puedes ir siempre al mismo lugar – asomó la cabeza por detrás del tronco del árbol de cerezo bajo el que Lucy estaba sentada.
Ella ni siquiera le miró, tenía la vista perdida en algún lugar del horizonte que sin duda alguna era más interesante que él… Y lloraba.
- Michael, Maik, Michael… – le llamó con la voz entrecortada.
- ¿Hm? – masculló mientras se sentaba al lado de ella, apoyado en el robusto tronco del árbol.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Antes quiero hacerte una yo a ti – echó la cabeza hacia atrás y no esperó respuesta verbal por parte de ella pues notó el leve asentimiento que le dedicaba con los hombros.- ¿Por qué empezaste a salir con Jhonnatan? Y quiero la verdad. Lo siento, Lu, pero no me trago que te gustase con lo mal que te ha tratado siempre.
Ella se tomó su tiempo para responderle, no estaba sorprendida por la pregunta, era consciente de que tarde o temprano él se la haría. Supuso que ya no valía la pena esconderlo más, pensaba que lo había llevado bien y que su actuación había sido perfecta. Pero parece ser que lo que su hermano siempre le decía era verdad, era muy mala actriz.
- Maldita sea, Michael, ¿y qué se supone que tenía que hacer? – se mordió el labio inferior.
Maik no se extrañó ante esa pequeña explosión de su carácter causada por todo lo que había tenido que soportar, se imaginó que no era tan solo el maltrato al que Jhonnatan la sometía, sino el peso de sus verdaderos sentimientos sobre sus hombros.
- No había otra manera de olvidarle – apoyó los brazos sobre sus rodillas y la cabeza sobre sus brazos.- Sinceramente, pensé que saliendo con otro estos sentimientos no llegarían a más.
- ¿Y lo conseguiste? – Había acertado, siempre lo hacía, Lucy era como un libro abierto para él.
El corazón de Maik latió mil por hora cuando Lucy posó sus labios en los propios, una extraña calidez lo embargó.
Fue un rose de unos pocos segundos, ella se separó y lo miró.
A Maik le costó situarse, aquello había sido muy cruel por parte de la menor, no entendía el porqué de su acción.
- ¿Recuerdas la obra de teatro que hicimos antes de Semana Santa en primavera?
La pregunta lo tomó de improviso, así que una rápida sucesión de confusas imágenes se amontonó en su mente como una bomba.
- Sí – respondió, seco.
- ¿Recuerdas lo que hizo Edmund? – ella le miraba directamente a los ojos.
El joven maldijo y pensó que cómo era probable que ella le mirara con tanta tranquilidad después de lo que acababa de hacer. 'Es una mujer sin corazón', sentenció soltando un suspiro.
- ¿Te refieres al hecho de que noqueó a Fran y se puso su disfraz porque había una escena en la que Fran te tenía que besar? – consiguió recordar, aquellos días estaban un poco confusos en su mente, había pasado mucho tiempo.
- ¿Y qué hizo, Maik? ¿Qué hizo en esa escena?
Maik alzó la vista hasta Lucy, los ojos de ella tenían un extraño brillo que él no supo identificar.
- Te besó, Lucy, delante de todo el mundo. Aunque nadie lo supo nunca. De hecho, pensaba que tú tampoco lo sabías – la menor de los Pevensie le dedicó una sonrisa que le decía sin necesidad de palabras: No soy tan tonta como parezco.
- Exacto, Maik – Lucy se dejó caer hacia atrás, mirando al cielo.- Me besó – repitió, esas palabras tenían un efecto alucinógeno sobre ella.- Desde aquel día… Para mí, besar a otro es como besar mi brazo. El beso que te acabo de dar… ¡Maldita sea, Maik! ¡No me ha hecho sentir nada! Ni vergüenza, ni calidez, ni mariposas, ni cosquilleo, ni electricidad…
- Ya entendí, tranquila – le paró, no quería seguir hablando de ello.
- ¿Qué podía hacer, Maik? ¿Cómo crees que…? ¿Cómo crees que me sentía al saberme enamorada de mi hermano mayor? Te lo puedo asegurar, no hay nada más horrible.
- Por eso saliste con Jhonny – ya no era una pregunta.
- Me lo pidió y pensé que sería buena idea, la próxima vez debería tratar de elegir mejor, ¿no? – con una débil sonrisa pasó la yema de sus dedos por la mejilla hinchada por el golpe.
- Ah, pretendes que haya próxima vez.
Ella le miró de forma acusadora.
- ¿Y qué hago si no? ¿Me lo puedes explicar?
- Hay muchas maneras de poder sobrellevar esto.
- ¿Qué maneras, Maik? ¡Somos hermanos de sangre por el amor de Dios! – cerró los puños en torno a un par de hierbas que terminó arrancando.
- Te lo diré si aceptas de una puñetera vez que amas a tu hermano y dejas de tratar de ocultarlo.
- Para ti resulta tan fácil decirlo – masculló entre dientes, alzando la mano hacia el sol.
- No te haces una idea de cuánto – la oyó chasquear la lengua.- No sabes cuán feliz me hace no estar en tu piel.
- Maik, hay ocasiones en las que deberías mantener la boquita cerrada – espetó, intentando atrapar el sol con la mano.
- Y tú deberías dejar de negarte a ti misma y a Ed la realidad.
- Esto no es una realidad, es una pesadilla en toda regla – se dio la vuelta sobre sí misma y se apoyó en sus codos para poder observarle.
- Pero es tu pesadilla. ¿Nunca has oído que el primer paso para superarlo es aceptarlo?
- Mierda, Maik, voy a tener que hablar con tu profesor de filosofía.
- Oh, te hará un discurso de cuánto me quiere – dijo con sorna, Lucy soltó una pequeña risa al notar el sarcasmo escondido en su voz.- Y de todas las maneras que ha ideado para demostrármelo.
- Ya, puedo hacerme una idea – más que de Maik, ella sentía lástima del viejo Anthonny.
Pasaron un rato en silencio, hasta que el ulular de una paloma y el descenso de varias hojas teñidas de estación cayeron sobre ella, la cual soltó un suspiro frustrado.
- Entonces, ¿qué harás, Lu? ¿Seguirás huyendo o afrontarás la verdad?
- Qué más dará que deje de huir si en cuanto lo afronte me encontraré con la negativa de mi hermano… - murmuró mientras se levantaba y se quitaba las hojas del pelo.
Maik pensó que se iba de cabeza, ¿es que aquella niña no había entendido nada de nada? ¿Aún creía que el amor de su hermano era puramente fraternal?
'Viva la ingenuidad', pensó.
Que lloro por ti,
Que lloro sin ti,
Que ya lo entendí
Que no eres para mí
Y lloro.
Claro, por supuesto el ambiente en la casa era imposible que fuera calmado. Cada uno estaba por su lado. Primero había llegado él, y un poco más tarde ella. Sin embargo, no se habían dirigido la palabra. De una forma u otra las miradas lo habían dicho todo.
Lucy dio otra vuelta en su cama, sin poder pensar con claridad. Se tapó la cara con un cojín y gritó, ahogando el sonido.
¿Cuándo había empezado a amar a su hermano?
Dos vueltas más en la cama intentando responder ella misma a la pregunta sin muchos resultados.
Siempre habían sido inseparables desde que volvieron aquella vez de Narnia, Edmund siempre la cuidaba, ¿pero en qué momento pasó de ser amor de hermanos al sentimiento que le oprimía con una fuerza casi asfixiadora el pecho? ¿En qué maldito momento?
Quizás fue a los 14 cuando Edmund evitó que cayera de un acantilado abajo al ser demasiado curiosa y acercarse al borde en aquellos días en los que galopaban felizmente a lomo de sus corceles. Quizás fue a los 15 cuando le preparó aquella tierna fiesta sorpresa. Quizás fue cuando la abrazó al lado de la chimenea aquella noche en la que la tormenta no amainaba. Quizás fue cuando le regaló a Haru, que en la actualidad reposaba sobre su almohada haciéndole cosquillas en la nariz con la cola. Quizás sus sentimientos se avivaron los tres días de campamento involuntario que durmieron juntos cuando sus padres no tenían con quien dejarlos. Quizás fue cuando estuvo semanas enfadada con él porque estaba saliendo con alguien. Quizás fue porque llegó a experimentar los celos en su mayor esplendor. Quizás fue a los 17 cuando se fueron de viaje y vieron los lugares más hermosos juntos. Y tal vez, en su subconsciente, sabía que sus sentimientos se habían confirmado cuando a los 20 Edmund le besó en la obra de primavera.
Eran demasiados 'Quizás…'
Nunca me sentí tan solo
Como cuando ayer
De pronto lo entendí
Mientras callaba.
La pelota rebotaba de la pared a su mano en un movimiento continuo que le distraía. No era el mejor del mundo en cuanto a los sentimientos, pero sabía lo suficiente para saber que los suyos terminarían por matarlo.
Amaba a su hermana desde que tenía consciencia del significado de esa palabra. Más bien, siempre supo que estaba ahí, pero hasta hacía unos años no había sabido que nombre ponerle. ¿Quién demonios iba a imaginar que aquel amor de niños se convertiría en eso? ¿Quién se iba a imaginar que después de más de 10 años no había logrado olvidarla?
Había estado con muchas chicas, de todos los tipos. Pero ninguna de ellas le hizo sentir nunca lo que su hermana le causaba. Los latidos apresurados de su inestable corazón, los sonrojos que su hermana le causaba cuando le dedicaba una sonrisa y, sin lugar a dudas, las mariposas que se paseaban por su estómago cada vez que la tenía a menos de 10 cm de distancia… ¿Quién demonios había metido allí a aquellas puñeteras mariposas?
Debía aceptarlo, lejos de lo hermosa que Lucy era, todo su ser le cautivaba. Por dios, ¡la había visto crecer! Y se había enamorado de la niña que siempre había protegido.
Pero, pensó con decepción, aquellos sentimientos no les traerían más que dolor. Lo mejor era, para su gran pesar, que su hermana nunca se enterase de ellos o, sin duda alguna, todo cambiaría. Y eso sí que no sería capaz de soportarlo.
Durante su conversación con Alice había llegado a dudar, pero no era posible que Lucy le amase. Si esas palabras escapasen de los sensuales labios de su querida hermana no sabía qué sería capaz de ser y estaba seguro de que prefería no averiguarlo.
La vida me dijo a gritos
Que nunca te tuve y nunca
Te perdí, y me explicaba,
Que el amor es una cosa
Que se da de pronto
En forma natural
Lleno de fuego,
Si la fuerzas se marchita,
Sin tener principio
Llega su final.
Un estallido le sobresaltó hasta tal punto que pegó un brinco en la cama. Con el corazón en un puño fue corriendo hasta el salón para encontrarse con Lucy mirando con gran pesar un plato que yacía hecho pedazos en el frío suelo.
Sabía con total seguridad que se echaría a llorar, y soltó un suspiro cuando Lucy se llevó las manos a los ojos para ocultar las lágrimas y derramarlas en silencio.
Se acercó a ella con lentitud y en silencio, alargó el brazo cuando estuvo delante de ella hasta que con la mano rozó su mejilla herida, ante tal acción Lucy pegó un brinco y le miró sobresaltada, y Edmund se dio cuenta de que no había advertido su presencia… ¿De qué se sorprendía?
- Ed… - ella arrastró su nombre, deliciosa tortura saliendo de sus labios.- Lo siento, se me ha resbalado de las manos – dijo a modo de disculpa agachándose a recoger los pedazos.
Edmund se agachó también y sus manos se rozaron al intentar limpiar el desastre. Ambos subieron la mirada y los ojos se encontraron, negro vs verde. Notándose víctima de un impulso, cuando se levantaron, la mano que estaba rosando la femenina pasó con velocidad a su muñeca y la jaló hacia el cuerpo masculino.
Ella se quedó sin aliento y hubiese jurado que su corazón dejó de latir en aquel instante. Lucy notó el calor que emanaba del cuerpo de Edmund, notó los pálpitos del fuerte corazón debajo de su delicada mano y deseó que fueran por ella, que aquel corazón latiera de aquella manera única y exclusivamente por su causa.
Los brazos fuertes de su hermano se cerraron en su espalda, pegándola a él de manera que sus senos quedaban pegados al amplio pecho de Edmund. Notó la gran mano sobre su cabeza, acariciándola con ternura y suavidad.
Sin entender el porqué de aquellas acciones Lucy alzó la cabeza y se encontró con que su rostro y el de su hermano estaban tan cerca que podían respirar el aliento del otro.
Las palabras se atascaron en el nacimiento de su garganta debido al beso que Edmund había iniciado para callar cualquier posible queja ante sus acciones.
Una chispa se encendió en su cabeza y con las manos le intentó alejar de ella, aunque sus labios seguían en una lucha intensa por tomar el control. Edmund, completamente descontrolado, notó cómo ella le empujaba levemente y con gran pesar y sin ninguna delicadeza se separó de ella, despegando los labios con brusquedad.
Lucy respiró profundamente varias veces y él se deleitó con orgullo ante aquella reacción, ella estaba así por él y solo por él.
- Yo… No podemos… No podemos hacer esto… - consiguió articular.
Una sonrisa torcida se instaló en el rostro masculino, su mirada era pura burla.
- Poder sí podemos, el caso es que queramos y yo no te he visto en ningún momento oponerte, hasta ahora.
- Pero, Ed… Está mal – se mordió el labio con nerviosismo.
- ¿Eso quién lo decide? – le mordisqueó el cuello, ella se estremeció de placer entre sus brazos.
- Pues Dios, la sociedad… nuestros amigos, nuestras familias…
- Lulú – succionó con furia la piel de su cuello, con toda la intención de dejar una marca que la reclamara como suya para todo aquel que osara mirarla.- Tú solo crees en Aslan, la sociedad… Bueno, digamos que no le tienes todo el cariño que deberías ya que preferirías estar en Narnia. Tu única amiga de verdad es Alice y creo que no tiene problema ninguno, lo mismo con Maik. Y nuestra familia… Queda poco para que nos independicemos, no tienen por qué enterarse – Lucy dejó escapar un gemido cuando Edmund comenzó a jugar con sus senos, necesitaba sentarse pues las piernas se le habían convertido en gelatina.
- Oh, Ed – rodeó el cuello de su amado hermano con los brazos y buscó sus labios.
La empujó hasta que la joven tocó la pared del cuarto por lo que Lucy agradeció tener un apoyo, se estremeció ante el frío contacto con su piel ardiendo por el deseo, las manos de Edmund acariciaban sus pechos y sus pezones ya habían reaccionado endureciéndose e invitando a Edmund a que disfrutara de ellos. Haciendo uso de sus brazos enlazados alrededor del cuello de Edmund, la joven enlazó las piernas a la cintura del joven sintiendo la dura erección contra la leve tela de su ropa interior. Estremecimientos de placer la recorrían continuamente de arriba abajo cuando él empezó a mordisquear su cuello, en su sexo las ganas de que Edmund la penetrara aumentaban con cada movimiento de cintura de él haciendo que sus sexos se rozaran.
Y, a partir de ahí, el salón y concretamente el sillón fueron testigos de dos cuerpos desnudos que se entregaron el uno al otro sin descanso.
Ahora tal vez lo puedas entender
Que si me tocas se quema mi piel
Ahora tal vez lo puedas entender
Y no te vuelvas si no quieres ver.
Edmund miraba el techo con Lucy dormida en sus brazos, respiraba tranquila y aún se podía adivinar en su cuerpo el calor de la experiencia. No pudo evitar sonreír, habían hecho el amor tres veces aquella noche. No irían a clase aquella mañana.
Que lloro por ti,
Que lloro sin ti,
Que ya lo entendí
Que no eres para mí
Y lloro.
Fin del Flashback
Lucy se dejó caer contra el cristal al recordar aquellos agradables recuerdos.
Las ocasiones en las que estaban solos en casa desde entonces eran innumerables de manera que cada vez que podían se entregaban el uno al otro sin que alguno de los dos pudiera poner objeciones.
A pesar del sentimiento de angustia que le oprimía el pecho, la joven pensó que las cosas no podían ir mejor teniendo en cuenta su situación, y decidió, en un susurro agradecerle a Aslan por aquella oportunidad que le habían brindado para ser feliz.
…
…
…
Lo que Lucy no sabía, es que la vida es como aquellas personas que te dan siempre la puñalada por la espalda.
Continuará...
Bueno, espero que os gustara :D
Espero ansiosa vuestras opiniones.
