¡Hola a todos! Aqui les vengo con otra de mis locashistorias, de un derrepente se me vino a la mente hacer una de vampiros. ¿Por qué? Simplemente por que me traueme con esas extrañas y misteriosas criaturas. En fin, el otro fic de "Más allás de los sueños" lo continuaré despues de los examenes, no se preocupen jeje. Espero que ésta historia les guste, pondré los cápitulos conforme pueda. Sin más que decir...Disfrutenlo! n.n

Lost heaven

Intro.

-¡Sigan corriendo, no se detengan! – mi hermano iba al frente del grupo, los perros se escuchaban cada ves más cerca y los gritos de los granjeros los acompañaban. Corríamos lo más rápido que nuestros pies nos lo permitían, como unos soldados a los que les ordenan la retirada. Repentinamente uno del grupo capta la atención de todos con un grito.

-¡Miren! – con un dedo apuntaba hacia el oriente, el miedo se apodero de todos. El cielo comenzaba a tornarse de un azul claro, acompañado con otros colores que anunciaban la llegada del nuevo día. Los rayos de luz dieron de lleno en mi cara, sentí como si me hubieran puesto una antorcha, me quemaba, instintivamente me tape el rostro con mis manos, cerrando los ojos, provocando que no pudiera ver por donde iba y tropecé, cayendo al suelo. Eché un grito de dolor. El sol comenzaba a iluminar todo. Torpemente fui levantándome y pude sentir como alguien me ayudaba, tomándome del brazo y arrastrándome hacia los demás, quienes ya iban más adelantados.

Los gritos y ladridos se acercaban cada vez más.

- Déjame hermano. Por favor vete. – le suplique, no quería que él arriesgara su vida por mí. Sabía perfectamente que mi inútil existencia no serviría de nada en el clan. –los demás te necesitan mas que yo. – pero no me soltó. En ves de eso me tomó en brazos y corrió más rápido.

-No digas estupideces. – abrí los ojos para mirarlo. Me sorprendí. Tenía una mueca de dolor gracias a los rayos que comenzaban a pegar con más fuerza, pero el persistía en su tarea de ponerme a salvo. Sin embargo algo más sucedió, algo que me dejo completamente helado. Un sonido cortante, desgarrador, cómo un trueno inundó el lugar y en un breve instante, pude contemplar cómo una bala disparada por la escopeta de uno de los granjeros daba de lleno en el hombro de mi hermano y lo atravesaba. Un horroroso grito de dolor salió de sus labios, acompañado por pequeños y delgados hilillos de sangre que recorrían su boca hasta llegar a la barbilla. Su camisa comenzaba a teñirse de rojo, su velocidad comenzó a disminuir gracias al dolor y al esfuerzo que estaba realizando. Me asuste, sentí un completo temor. Aunque sabía que con eso no lo llegarían a matar, estaba perdiendo mucha sangre y los rayos solares no nos ayudaban mucho. Caímos al suelo. El sobre mí, cubriendo mi cuerpo de la luz, se retorcía. Su rostro reflejaba su dolor y sus ojos se salían de las orbitas. Me miró.

- Corre. – fue solo un susurro, el semblante de dolor en su rostro me dio a entender claramente que para él era un gran esfuerzo. Me quedé en el mismo lugar, sentado en el suelo, inmóvil, sin hacer caso al dolor que invadía mi cuerpo. Mi mente estaba en blanco, no sabía que pensar. Era yo o él. Me levante y lo tomé del brazo para arrastrarlo. Cada segundo que pasaba el sol se asomaba más. Era tarde. Probablemente los dos moraríamos en ese lugar, juntos. Aun tenía la oportunidad de salir huyendo despavorido, cobarde; dejando a mi hermano atrás y en manos de la muerte, pero no me quería rendir, tomando las últimas fuerzas que me quedaban, me incliné hacia el y lo posé sobre mi hombro, cuidando de no hacerle daño y comencé a correr. Mi voluntad era lo único que me movía, mi cuerpo estaba exhausto, pero aun así, de alguna extraña forma, respondía. De repente caí de lleno en la cuenta de que estábamos solos, completamente solos. Todos los demás habían alcanzado a huir y probablemente ya se encontraban descansando en algún refugio. Pero eso no me aria caer.

Algo se acercaba rápidamente hacia nosotros, temí lo peor. Era muy probable que los perros ya nos hubiesen alcanzado. De algún extraño lugar tomé mas fuerzas y corrí más rápido, pero el dolor que inundaba mi cuerpo era demasiado, sentía como si me arrancaran la piel. Tropecé y sentí como el cuerpo inerte de mi hermano caía junto conmigo. El viento arremolinaba mis cabellos y la caía parecía durar siglos. No sentí el suelo. En lugar de eso pude sentir unos fuertes brazos que se interponían en mi caída, débilmente, miré a la persona que había contrarrestado la acción. Ahí lo vi, mi mejor amigo. Con su rubia y desordenada cabellera, mirándome con aquellos profundos y azules ojos, sonrió. Le devolví el gesto, para después caer inconciente sobre sus brazos, presa del cansancio y el dolor que me abatía en esos momentos. Después, oscuridad.

La cabeza me dolía. No podía sentir mi cuerpo. Estaba acostado sobre un frió y duro suelo de piedra. Abrí lentamente mis ojos para encontrarme con los profundos y obscuros de mi madre. Me miraba con un inmenso cariño y severidad a la vez. No supe que hacer, tan sólo me limite a sonreírle tontamente, como si nada hubiera pasado, pensando que con esa entupida acción podía arreglar todo. Un segundo después, la mano de mi madre dio de lleno en mi rostro. El ardor de aquel golpe que había sido propinado por la mujer que tenía delante se encontraba opacado por la sorpresa de tal acción. Lleve mi mano a la mejilla que había sido golpeada y sobé. Miré a mi madre con los ojos completamente abiertos.

- Eres un completo estúpido. – las palabras que salieron de sus finos y rojos labios me dejaron pasmado. Retire mi mirada de la suya y la posé en el suelo de aquél desconocido lugar. - ¿Te das cuenta de lo que pudo haber pasado si Naruto no hubiera ido en su busca? – el enojo se notaba claramente. – Tanto tu hermano como tú estuvieron a punto de morir. – Mi hermano. Era verdad. Después de caer inconciente no supe nada sobre él. Lentamente me giré hacia ella y la mire a los ojos.

- ¿Dónde está él? – mi voz estaba ronca. El rostro de mi madre se tornó pálido y su semblante severo cambió a uno de tristeza. Me asusté. - ¿Dónde madre? – insistí. La tomé del brazo y la zarandeé un poco.

- No tienes de que preocuparte, no ha muerto. Pero se encuentra débil y gracias a la fatiga y desgaste, su cuerpo se regenera lentamente. – admito que sus palabras tranquilizaron mi inquietud durante un momento. Pero no era tiempo de estar tranquilo. Me erguí y comencé a caminar hacia la puerta de aquella oscura y lúgubre habitación. Me volví sobre mis pasos y, sin mirar a mi madre, pregunté:

- ¿En donde estamos? –

- En los pasadizos del castillo del conde Ventrue. – ella tampoco me miró.

- ¿Lo han matado? –

- Si. Ahora el castillo es nuestro. – Asentí y me volví a girar para salir de la habitación. Camine por los fríos corredores iluminados por unas cuantas antorchas. Llegué a unas escaleras en forma de caracol y comencé a subirlas. A lo lejos se escuchaban las voces y carcajadas de mis compañeros. Imagine que se encontraban en alguna de sus locas e insensatas fiestas. Llegué al lugar. Tenía razón. Ahí se encontraban, mi clan, mi grupo, mi familia. Riendo y charlando entre ellos como si nunca hubieran sido perseguidos como animales salvajes. En una mesa que había en el centro del lugar había un ciervo muerto, con la garganta destrozada, de la cual escurrían gotas de sangre. Por un momento sentí lastima de ese pobre animal. Había sido perseguido y cazado como lo estábamos siendo nosotros, como animales, plaga insecable de aquél pueblo en el que solíamos vivir. Miré a los que estaban alrededor y pude darme cuenta que todos llevaban unas copas en la mano, con la sangre del animal vertida en ellas. Bebían felizmente y después me miraron.

- ¡Sasuke, amigo mío! Que bueno que has despertado. ¿Deseas unirte a nuestra celebración de victoria? – habló uno. Acercó una copa a la desgarrada garganta del animal y esperó hasta que la sangre la llenara, después me la tendió. La mire con un asco disimulado y negué con la cabeza.

- No gracias, debo de ir a ver a Itachi. – comencé a caminar hacia el próximo corredor, pero una joven se interpuso en mi camino.

- Vamos. Acompáñanos. – me miró y con una vos sensual e incitante me dijo. – Te aseguro que no te arrepentirás. – pasó su mano por mi pecho y se mordió el labio inferior de una manera provocativa. Los chicos que miraban le escena sólo se rieron y me animaron a acompañarla.

- No gracias, tengo prisa. – separé su mano de mi pecho y la hice a un lado para poder seguir mi camino. Logré escuchar el bufido de inconformidad y desilusión de la joven y como los demás se reían y le decían que ellos la consolarían. Todo aquello era lo típico que ocurría en nuestra vida. Una vida plagada de placeres y vidas nocturnas. Parecía que a todos ellos no les importaba nada, mas que sentir satisfacción y continuar con sus vidas, como si lo ocurrido una noche anterior se hubiera esfumado como niebla a los rayos del sol. Suspiré. Continué caminando hasta que escuche como una voz me llamaba por detrás.

- ¡Hey Sasuke! – miré al chico dueño de aquella vos. Vi a Naruto acercarse hacia a mi con si típica sonrisa juguetona e inocente. Esa sonrisa era lo único que envidiaba de él. Por más que yo me esforzara nunca podría llegar a plasmar en mi rostro una sonrisa como esa, tan inocente, tan despreocupada, tan simple. Todo era gracias a mis preocupaciones y tristezas acumuladas en mi corazón, consumiéndome poco a poco. Aquellas cosas que me transformaron en la persona fría e insensible que soy ahora. Pero en Naruto, todo era lo contrario. Él había perdido a toda su familia, estuvo a punto de morir en varias ocasiones, su vida, al igual que la mía, estaba plagada de sufrimientos y desilusiones; pero él podía mantener aquella sonrisa sincera en su rostro. Cómo una flor que había sobrevivido al cruel y frío invierno, así se mantenía su sonrisa. Era algo que envidiaba, pero que a la vez admiraba.

- ¿Qué sucede tonto? – le contesté. Pude notar como en su rostro aparecía una mueca de enfado, lo cual me hizo sonreír satisfactoriamente.

- Idiota. – dijo en un susurro, lo suficientemente audible para que lo pudiera escuchar, pero decidí pasarlo desapercibido. - ¿Buscas a Itachi verdad? – asentí. – Te llevare con él, sígueme. – Caminó hasta posarse a mi lado, me sonrió nuevamente y continúo con su trayectoria conmigo siguiéndolo.

El resto del camino lo recorrimos en silencio. Subimos barias escaleras, pasamos por largos corredores y al fin llegamos frente a una puerta de madera un tanto corroída por el paso de los años. Naruto abrió la puerta y los dos entramos. Pude ver a mi hermano tirado sobre una cama cubierta con finas sabanas de seda, débil, con la camisa manchada de sangre y respirando débilmente. Me acerqué. Su rostro se encontraba libre de quemaduras, ya se habían regenerado, más la herida del hombro seguía intacta. Me posé a su lado y pase mi mano por su mejilla, apartando pequeños mechones de su oscuro cabello. Sus ojos rojos comenzaron a abrirse lentamente, hasta posarlos en mí. En sus labios se formaron una sonrisa cargada de profundo cariño. Era la primera vez que me miraba de esa manera.

- Hola - fue la única palabra que salió de mis labios. Me sentí estúpido y retire me mando de su rostro.

- Hola. ¿Te encuentras bien? – me sorprendí que, a pesar de estar en ese estado tan crítico y deplorable, se preocupara por mí. Asentí. – Eres un completo Idiota. – me espetó, eso me dejó aun más sorprendido. - ¿Por qué demonios no escapaste cuando te lo dije? – se comenzaba a enfadar y tanto Naruto como yo lo notamos.

- Hermano yo…- intenté excusarme, más la molesta voz de mi hermano me interrumpió.

- ¡Te dije que huyeras en ese instante y me desobedeciste! Estuviste a punto de morir junto conmigo. ¿Sabes lo doloroso que hubiera resultado eso para nuestra madre? No tiene ningún sentido morir a la luz del sol gracias a alguien, ni siquiera por tu hermano, no si alguien iba a sufrir mucho más. Si mi destino era morir ahí, tú también lo hubieras afrontado y salir del lugar. Nunca me hubiera perdonado si tú morías junto conmigo. – su voz se suavizó un poco. – Eres importante para todos, hermano, más para mi y nuestra madre. Nunca vuelvas a poner tu vida en riesgo, después de todo siempre habrá alguien ahí para ayudarnos. – miró a Naruto agradecido, el cual le devolvió el gesto.

- Lo siento hermano. Yo también me preocupé por ti, me sentía responsable de ti en aquella situación, pero creo que solo logré agraviar las cosas. – bajé la mirada un tanto triste de saber que mi esfuerzo no había resultado de nada.

- Hiciste lo que pudiste y me enorgullezco de ello, pero no quiero que vuelvas a hacer algo así. – fijó su mirada en el techo y cerró los ojos. – No debemos preocupar a nuestra madre. – finalmente volvió a caer en los brazos de Morfeo. Respire hondo y lo volví a mirar. Sonreí para mis adentros, feliz de que alguien me valorara tanto. Me giré y vi a Naruto recargado en el marco de la puerta, mirándome profundamente.

- Gracias. – le susurré, aunque no quería admitirlo le estaba profundamente agradecido. Agradecido por haberme salvado la vida y también la de Itachi.

- No hay de que. – Sonrió. – Venga, busquemos una habitación para ti, de ahora en adelante éste será nuestro hogar. El pueblo será engañado con un sustituto del conde y así no habrá quien sospeche. Aparte… tienes que descansar. – salió de la habitación. Volví a mirar a mi hermano, el cual se encontraba sumido en un profundo sueño, sonreí y seguí a Naruto a trabes de los corredores.

Ese castillo sería nuestro hogar de ahora en adelante, probablemente durante toda la eternidad, saliendo de vez en cuando para conseguir alimento y volver a éste lugar, el lugar que con el paso de los años se volvería una ratonera, albergando a docenas de monstruos, animales sedientos de sangre y de pasión. Eso es lo que nosotros somos. Monstruos. Los cuales, gracias a nuestra sensualidad, tenemos el poder de despertar el deseo y la lujuria de los humanos. Es por ello, que gracias a las leyendas que cuenta las personas, la gente nos llama… vampiros.

Continuará...

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¿Qué tal¿Horroroso¿Bueno? Espero que me dejen sus opiniones, nos vemos!