El Retorno del Cuervo

Todo empezó en una tarde extremamente calurosa y tórrida de verano, muy habituales en la comarca, cuando en la Villa Oculta de la Hoja se respiraba un clima de paz y tranquilidad como nunca antes había sido visto, pero había alguien, una única persona entre todo el gentío que no podía disfrutar de aquel solaz. Se trataba de nuestro inquieto y rubio Naruto, que por más que lo intentaba con todas sus fuerzas no podía dejar de pensar en a Sasuke y el hecho de que estuviera tan ocioso y aburrido no ayudaba para nada, ya que el tedio derivaba fácilmente en introspección.

Rememoraba en su cabeza constantemente su enfrentamiento con Sasuke y se repetía a si mismo que le había fallado no solo a Sakura sino también a sí mismo, y por ende, a su palabra, su camino del ninja. Aquello lo llenaba de amargura, y no sólo por el dolor del fracaso, de que sus amigos hubieran resultado heridos en un rescate infructuoso, sino porque, en algún momento del camino, perdió a algo más que un compañero o un amigo, sino su lazo más importante.

Hastiado por sus recuerdos decidió salir de la Villa y dar un paseo por el bosque, todo con tal de no pensar más en él. Una vez allí podría observar el vuelo de las aves migratorias, el discurrir del río o quizás hasta entrenar, aunque en su opinión ya se había ejercitado suficiente aquella mañana, aún le dolían algunos músculos cuya existencia había descubierto recientemente.

Salió de la descuidada y levemente desvencijada casucha que tenía por hogar y se dispuso a salir de la villa, muchos de sus amigos le saludaron por el camino, Kiba, Shino, Shikamaru... pero él los ignoró a todos y prosiguió su camino, hoy no tenía ganas de hablar con nadie, aunque no le pasó por alto el hecho de que estuvieran todos fuera aquella tarde, ¿habrían quedado para algo? No importaba.

Apenas había llegado a las monumentales portones de la Villa y ya sudaba notablemente, hacía mucha calor... demasiada en su opinión, no le gustaba sudar, ya que eso lo obligaba a ducharse más y dedicar aún más tiempo a lavar la ropa, cosa que odiaba y eso que siempre dejaba que lo hiciera un clon.

-¿Adónde crees que vas?- Chilló una profunda aunque femenina voz.

Naruto se giró para ver con quien hablaba, para ver a una especialmente escotada Tsunade, ¿no le dolía la espalda de cargas con esas cosas? Era algo que había cruzado su mente en un par de ocasiones, pero nisiquiera él tenía el descaro suficiente para preguntarle tal cosa.

-Iba a darme un paseo por el bosque, abuela.- Dijo abatido, aunque no lo suficiente para llamar a Tsunade por el apodo que tanto detestaba, normalmente ésta le habría arreado un buen mamporro por llamarla así pero era consciente de golpear al joven no ayudaría en nada a levantarle la moral, pero se acordaría de aquello para darle el doble de fuerte la próxima vez.

-Naruto...ya ha pasado bastante tiempo desde que se fue, no puedes seguir así, tus amigos están preocupados por ti, yo estoy preocupada por ti...-Dijo apesadumbrada, le dolía ver al chico más jovial de la Villa así, le recordaba a Jiraiya cuando Orochimaru los traicionó, le hacía evocar pesares ya olvidados.

-Estoy bien, obaa-chan.- Afirmó el rubiales, y al instante se sintió mal por mentir de forma tan descarada, pero no se sentía cómodo hablando de sus penas con nadie, quizá con el maestro Iruka o con Jiraiya, pero ninguno estaba disponible aquellos días.

-Date ese paseo pero no vuelvas hasta que estés más contento que unas pascuas.- Sentenció la Hokage, y dicho hecho se dispuso a volver a su oficina, donde una montaña de papeleo, su peor pesadilla, la aguardaba, aunque no pudo evitar girarse para ver como el rubio emprendía la marcha, tenía que pensar en algo para animarlo, quizás podía encomendarle una misión especial o llamar su pervertido maestro para que volviera, tenía que meditarlo.

Mientras tanto Kiba y el resto planeaban darle al rubicundo una fiesta sorpresa, ya que las misiones escasean y abundaba el recreo, era una forma estupenda de quedar todos, pasarlo bien y animar al rubicundo, llevaban ya unos días organizándolo y ya únicamente faltaba ultimar los preparativos y comprar todo lo necesario.

Naruto entretanto, se adentró en la espesura del bosque deteniéndose a admirar la belleza de cada árbol y de cada rayo de sol, la naturaleza siempre lo había fascinado y lo cierto es que el bosque veraniego brillaba con luz propia, pero algo no tan natural captó de repente su atención.

Una joven de aparentemente su misma edad yacía con la espalda apoyada a un frondoso árbol perenne, era algo pequeña y estaba bastante delgada, cabellos largos y oscuros como las plumas de un cuervo...

Se acercó, curioso, y algo nervioso, a la bella joven.

Ahora que estaba mucho más cerca podía apreciar con suma facilidad su cuerpo curvilíneo, la fineza de sus facciones, sus expuestos e ingentes senos, sus largas pestañas y hasta el blanquecino rosa de sus labios. Por alguna extraña razón le recordaba mucho a su viejo amigo.

Cuando se despertó de su ensoñación y dejó de babear, apreció que la chica estaba inconsciente y haciendo gala de su acostumbrada generosidad la cogió entre sus brazos con intención de llevarla al hospital de la villa.

La joven abrió lentamente los ojos por un instante y lo llamó por su nombre con débil voz, cosa que lo llenó de pena, incluso alguien tan atolondrado como él, porque sabía que lo era, podía advertir que la chica estaba en apuros.

Tras agarrar firmemente a la delicada (y suave) desconocida se apresuró a llevarla con ligereza al hospital, atravesando bosque y villa con una velocidad inusitada, incluso en alguien tan inquieto y ágil como él.

Una vez llegaron a las níveas salas del hospital unos prestos médicos ninja la llevaron a una sala y la depositaron con suavidad en una mullida camilla. Tras esto empezó el vaivén de médicos que iban y venían, unos tras observarla se marchaban y otros la examinaban, ponían cara de extrañado y salían de la habitación.

El rubio no entendía que ocurría pero había quedado prendado de la chica y estaba resuelto a no abandonar el lugar hasta que supiera que estaba bien, por otra parte tampoco tenía nada mejor en lo que ocupar el tiempo, aunque de haberlo hecho tampoco se habría ido probablemente, él era así.

Rogó para que acudiera su fiel amiga Sakura, la cual consideraba como una de las mejores sanadoras de Konoha, pero para su desgracia no ocurrió, tendría que resignarse con los médicos del hospital.

Tras una espera que se le antojó interminable uno de los muchos médicos que pasaron por la sala se le acercó y apoyó su rugosa mano contra su hombro, parecía aliviado.

-Relájese, hemos detectado... ciertas anomalías, pero por lo demás todo parece correcto, se recuperara de la conmoción, provocada posiblemente por una contusión, en breve.- Afirmó convencido el doctor.

-¿Anomalías? ¿Que clase de anomalías?- Preguntó extrañado nuestro rubio favorito.

-Nada de lo que deba preocuparse. Se lo aseguro. ¿Por casualidad no será usted un amigo o familiar verdad?.- Preguntó con aquella voz robótica que delataba un protocolo mil veces repetido.

-Me temo que no.- Respondió algo afligido por su falta de relación con la chica.

El médico debió dar por finalizada la conversación pues salió de la habitación con una premura que rozaba la urgencia y sin mediar palabra alguna, Naruto entendía que habría pacientes más necesitados que requerirían su atención pero le pareció muy descortés por su parte marcharse así.

El vaivén de personas cesó y la extraña desconocida y él se quedaron a solas, el muchacho se aproximó a la camilla, se arrodilló y tomó de la mano a su dama de ensueño, su hermosura ridiculizaba a la de Sakura, su primer amor.

¿Cómo podía ser tan bella? ¿Porqué se asemejaba tanto a Sasuke? Eran algunas de las muchas preguntas que se arremolinaban en su ... sólo pensar en él lo llenaba de tristeza y amargura, le hacía sentir tan frío y solo...

Tanto que apenas se había dado cuenta de que llevaba un rato contemplando los profundos ojos negros de la chica.

Había despertado.