DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

~N/A: ¡Hola! Efectivamente, vuestros ojos no os engañan: esto es un nuevo fic. No tenía claro si publicarlo por varios motivos: está lleno de clichés y se parece mucho a otro fic que ya tengo en proceso, Venganza espumosa, pero ya tengo 3 capítulos escritos de 4k o más cada uno, y me da penita desperdiciarlos. Como podréis intuir, esta historia estará dividida en seis capítulos, cada uno correspondiente a la etapa que caracteriza en ese momento la relación de Draco y Hermione.

Quiero dar las gracias a las chicas del grupo Team Dramione por haberme apoyado aunque ya tenga muchos fics en proceso. Ahora sumo otro más, pero bueno, al menos esto garantiza que no me iré de FF en un tiempo. N/A~


LAS SEIS ETAPAS DEL AMOR


I. Compañeros

Hermione suspiró mientras contemplaba cómo la enésima lechuza depositaba otro papel en la pila de informes por revisar que tenía que terminar antes de marcharse.

Acepta el puesto de jefa del Departamento del Uso Incorrecto de la Magia, Hermione… Estás más que cualificada para el puesto, Hermione… No te costará nada organizarlo todo, Hermione… Maldito Kingsley ―musitó mientras cogía otro informe y empezaba a leer.

―¿Dos semanas aquí y ya empiezas a hablar sola? ―preguntó su compañero de oficina.

Hermione fulminó con la mirada a Draco Malfoy.

En las tres últimas semanas, habían pasado tres cosas: Hermione Granger había sido ascendida, Harry y Ginny habían tenido un hijo, y Bill había resultado herido por un hechizo en una pirámide egipcia recién descubierta. Como consecuencia, el puesto de jefe de los Aurores y el de jefe de Uso Incorrecto de Artefactos Muggles habían quedado vacíos temporalmente. Así, Draco Malfoy había pasado a ocupar temporalmente el puesto de Harry y, como Arthur solo estaría fuera un mes, Kingsley les había encargado a él y a Hermione que se encargaran del trabajo del señor Weasley.

Hermione llevaba una semana haciendo trabajo y medio y ya tenía ganas de volver a su antiguo puesto como una funcionaria más.

―Si tuvieras que hacer todo esto hoy ―señaló el montón de papeles―, seguro que tendrías la misma cara.

Malfoy enarcó una ceja y señaló su pila de trabajo con una sonrisilla.

―¿Decías?

―Touché ―concedió ella a regañadientes.

Antes de ponerse a trabajar, Hermione se tomó unos minutos para coger un papel y le escribió una nota a Ron:

Cariño, tengo trabajo acumulado y llegaré tarde. Quiero terminar con esto, así que no me esperes despierto si no quieres. Un beso,

Hermione

Sabía exactamente qué reacción tendría su novio en cuanto viera la nota: frunciría el ceño y mascullaría algo como «Otra vez» mientras calentaba los restos de la cena del día anterior. Últimamente Ron se enfadaba por todo: que si Hermione llegaba tarde todos los días, que si casi nunca tenían comida en la nevera, que si siempre estaba cansada…

Por no hablar de que no le gustaba la idea de que Hermione trabajara con Draco Malfoy, su enemigo en Hogwarts. A pesar de que habían pasado diez años desde la Batalla de Hogwarts, Ron seguía resentido por todo lo que había pasado. De poco sirvió que Harry defendiera a los Malfoy en los juicios o que Hermione hubiera tenido una escueta charla con él sobre lo que pasó en su mansión y hubieran llegado a un entendimiento cordial, para Ron seguía siendo el matón estirado y repelente que habían conocido en la escuela.

Siguieron trabajando en silencio hasta que Malfoy se levantó y estiró los brazos, desentumeciéndose.

―Creo que voy a necesitar ir a uno de esos… ¿Cómo llaman los muggles a esa gente que da masajes? ―preguntó.

Hermione enarcó una ceja.

―¿Masajista? ―sugirió con sorna―. Tanto trabajar te fríe el cerebro, Malfoy.

Él puso los ojos en blanco.

―Por supuesto que se lo que es un «masajista», Granger. Me refiero a los otros, a los que te ponen los músculos en el sitio ―explicó.

―¡Ah, un fisioterapeuta! ―Apoyó un codo en la mesa y la cara en la mano cerrada en un puño―. ¿Sabes que hay hechizos para eso, Malfoy? ―siguió burlándose.

Él, lejos de ofenderse, esbozó una sonrisa pícara.

―¿Qué puedo decir? Me gusta el contacto humano.

―¿El de hombres también? Vaya, no lo sabía…

Él parpadeó y entornó los ojos, pero se relajó y soltó una carcajada.

―Bien jugado, Granger. Sé cuándo me han ganado.

Ella lo imitó e inclinó la cabeza como haciendo media reverencia.

―Siempre he sido la más lista, y lo sabes.

―Vaya, veo que os lo pasáis muy bien por aquí ―dijo una tercera voz.

Hermione dio un salto y Draco torció el gesto ligeramente al ver al intruso, pero se recompuso rápidamente y le dedicó un gesto amistoso.

―¡Weasley, qué sorpresa! ―exclamó antes de sentarse de nuevo y fingir que revisaba unos papeles.

―¡Ron! ―Hermione se levantó y se acercó a su novio. Este le dio un beso más largo de lo normal y luego miró de reojo a su compañero de despacho―. ¿Qué haces aquí? ―preguntó.

Él le tendió un vaso de papel con una bebida caliente.

―Pensé que si ibas a quedarte hasta tarde, más te valía permanecer despierta. La última vez que te dormiste sobre la mesa estuviste dos días quejándote de dolor de cuello.

―¡Es verdad! ―intervino Malfoy―. Me acuerdo de que roncabas y todo.

Hermione se giró hacia él.

―¡Yo no ronco! ―exclamó. Volvió a centrarse en Ron; cogió la taza de café y le dedicó una sonrisa―. Gracias, cariño. ―Dio un sorbo, pero se estremeció por el sabor―. ¿No le has puesto azúcar?

Él pareció confuso.

―¿No te gustaba solo?

―Es a ti a quien le gusta solo, yo…

―Dos de azúcar y un poco de leche ―volvió a intervenir Malfoy con una sonrisilla de superioridad. Después de varios días conviviendo, ambos conocían los gustos cafeínicos del otro―. Perdón ―musitó, volviendo a sus asuntos.

Por su sonrisa mal disimulada, se lo estaba pasando en grande.

Ron frunció los labios en un mohín de desdén. Cogió la taza de las manos de Hermione.

―Bueno, como veo que últimamente lo único que hago es meter la pata…

―¡Ron! ―exclamó Hermione. Bajó la voz, como si eso sirviera para que Malfoy no pudiera oírlos―. Eso te lo estás diciendo tú solo, yo no…

―Nos vemos en casa. Te esperaré despierto ―cortó Ron.

Cuando se fue, Hermione se dejó caer sobre su silla, molesta.

―Ni una palabra ―dijo.

―¿Y quitarme toda la diversión? ―se quejó Malfoy, haciendo pucheritos con los labios―. ¿Desde cuándo dejas que tu novio te controle? ―inquirió.

Hermione cogió una carpeta y la abrió.

―Ron no me controla ―dijo sin mirarlo.

Cuando terminó con su trabajo del día, a las dos de la mañana, volvió a casa. Entró con sigilo, suspirando por las pocas horas que tenía para dormir. Subió de puntillas, pero cuando entró al dormitorio, la luz de la lamparilla se encendió. Ron estaba con la espalda apoyada en el cabezal y los brazos cruzados sobre el pecho.

―Buenas noches ―dijo con sequedad.

Hermione decidió ignorar su tono y trepó sobre la cama para darle un beso. Él apenas respondió. Hermione se puso el pijama y se metió en la cama.

Finalmente suspiró.

―¿Qué te pasa? ―preguntó, sabiendo adónde la llevaría aquella pregunta.

―¿A mí? ―respondió Ron, acostándose y dando la espalda a Hermione―. Nada. ¿Qué tal el trabajo? ¿Has terminado ya?

―Los de hoy sí, ya veremos qué pasa mañana.

―¿Y Malfoy? ¿Él también ha terminado? ―siguió preguntando.

Hermione se giró hacia él, pero se topó con su espalda.

―Sí, se fue una hora antes que yo.

Ron hizo un sonido de reconocimiento, pero no dijo nada más. Hermione, que odiaba no hablar las cosas, volvió a intentarlo.

―¿Qué problema tienes con él? ―preguntó.

Ron se dio la vuelta y se incorporó, mirándola desde arriba.

―¿Que qué me pasa? ―exclamó―. ¡Me pasa que llegas tarde todos los días y quieres que actúe como si no pasara nada!

Hermione lo imitó y lo enfrentó con la mirada.

―¿Y qué se supone que pasa? ¿Qué quieres qué haga, que me cambie de oficina?

―¡Sí!

Hermione se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos.

―No puedes pensar que… ―No terminó la frase. Aquella situación le parecía hilarante.

Ron respiraba fuertemente y tenía las orejas rojas, algo que le pasaba cuando se enfadaba.

―Continua ―ordenó―. Termina de decirlo.

―Que tenemos algo ―dijo Hermione.

―Tú lo has dicho, no yo.

Y entonces Hermione se enfadó de verdad.

―¡Sabes cuánto he trabajado para este ascenso! ¿¡Qué más da si trabajo con Malfoy o con la reina de Inglaterra!? ¡Él va a lo suyo y yo a lo mío! ¡Y francamente, me ofende que creas que puedo tener algo con él solo porque quiero ser una persona responsable y terminar todo el trabajo antes de volver a casa! ―le reprochó. Cuando terminó, casi se había quedado con aliento, pero al menos lo había soltado todo.

―¿¡Y qué quieres que haga, que no me enfade al ver cómo me mira!? ―replicó él, alzando más la voz.

Ella lo miró, dolida.

―Puedes pensar lo que quieras, Ron, pero no pienso soportar tus celos por más tiempo. ―Cogió la almohada de su lado de la cama―. Me voy a dormir al sofá.

La mañana siguiente, cuando despertó con un intenso dolor de cuello y los músculos de las piernas agarrotados, pensó en ir a hablar con Ron para aclarar lo que pasaba, pero él ya se había marchado a trabajar.

Soltó un suspiro frustrado y se metió en la ducha. Necesitaba despejarse si no quería ir a trabajar con aspecto de zombi enfadado con su novio. Cuando llegó a la oficina, Malfoy, tan impecable como siempre, le tendió un café recién hecho.

―Vaya, parece que te hayan golpeado con una bludger. Varias veces ―añadió.

Hermione lo fulminó con la mirada.

―Gracias, Malfoy. Tan encantador como siempre.

Él sonrió.

―De nada. Eso intento siempre. Bueno ―se sentó en la esquina de su mesa―, ¿qué ha pasado?

Hermione dudó entre contarle que Ron estaba celoso de él o callarse.

―Que Ron es imbécil ―terminó diciendo. Una media verdad era mejor que nada.

Y Ron no tardaría en demostrar hasta dónde llegaría su imbecilidad.

Todo se fue a la mierda un sábado.

Hermione por fin tenía toda la tarde libre, así que aprovechó para pasarse por un italiano que le gustaba mucho a Ron, encargar comida y alquilar una de esas pelis viejas que tanto le gustaban a su novio.

Pero cuando llegó a casa, Ron estaba en el baño, poniéndose colonia.

―He comprado comida italiana ―dijo.

Ron la miró a través del espejo.

―Lo siento, cariño, tengo planes. Este mes hemos tenido más ganancias y Fred quiere invitarnos a unos cuantos a cenar y a un par de cervezas. Me llevaré a Harry también, así podrá despejarse un poco. Ginny puede quedarse con James durante una noche.

Hermione no sabía si se sentía más molesta porque Ron pensara que estaba bien que su hermana se ocupara sola de su hijo mientras el padre se divertía, o por la sonrisita de satisfacción que lucía Ron en el rostro. «Ahora te toca a ti esperarme despierta», parecía decir.

Se encogió de hombros y salió del baño.

―Intenta no despertarme cuando vuelvas ―dijo.

Hermione pasó la tarde en casa, tumbada en el sofá, disfrutando de tener la mente vacía mientras veía la tele y se comía la mitad de la pasta. Metió el otro tupper en la nevera, por si a Ron le entraba hambre cuando volviera.

Se fue a dormir temprano. Después de tantos días seguidos durmiendo seis horas como máximo, quería irse a la cama sabiendo que el día siguiente no tenía que madrugar.

Cuando despertó y miró el reloj, sonrió al ver que todavía eran las siete y media. Podía dormir toooda la mañana si quería. Se dio la vuelta, esperando ver a Ron a su lado, pero la cama estaba vacía. Hermione frunció el ceño: Ron nunca había tardado tanto en volver a casa después de una noche de juerga.

Hermione no le dio más importancia al tema y volvió a dormirse. Seguramente Ron se había emborrachado mucho y Harry se lo habría llevado a su casa a dormir la mona.

Efectivamente, cuando volvió a despertar, Ron estaba tumbado a su lado. Ella lo sacudió por un hombro con suavidad. Cuando él abrió los ojos, la miró sobresaltado y se levantó.

―Voy a la ducha ―murmuró.

―Buenos días para ti también ―respondió ella mientras su novio corría al baño.

Cuando Ron volvió, libre de cualquier resto de sudor o alcohol de la noche anterior, se sentó al lado de Hermione y se quedó mirándose las manos. Abrió y cerró la boca varias veces, pero ninguna palabra cruzó sus labios.

―¿Qué pasa, Ron? ―preguntó ella, apoyando una mano en su hombro.

Él la miró con expresión avergonzada.

―Quería hablar de una cosa…

―Sí, yo también ―interrumpió Hermione. Conocía a Ron desde hacía años, y sabía lo mucho que le costaba hablar sobre sus sentimientos, así que decidió empezar ella―. Siento mucho que peleemos ―dijo―. Pero quiero que entiendas que no voy a dejar mi trabajo ni cambiarlo porque no te guste Malfoy. Somos compañeros y ya está. Eso no va a cambiar porque pasemos más tiempo juntos.

Él levantó la cabeza y se encontró con su mirada. Apretó los labios y abrió la boca para hablar.

―Sí, yo… También quería hablar de eso. Siento haberme comportado como un idiota ―dijo―. Entonces, ¿me perdonas?

Hermione sonrió. En el fondo, Ron era un buen chico. Cabezota y celoso sin motivos, pero un buen chico. Y se querían: eso era lo importante.

Hasta que pasaron tres meses y llamaron al timbre.

Era domingo por la mañana. Ron ya se había marchado a la Madriguera, donde tenían comida familiar, pero Hermione se había quedado un poco más, terminando unos informes. No le gustaba llevarse el trabajo a casa, pero eso le garantizaba empezar de cero el lunes.

Cerró la última carpeta con un suspiro de satisfacción y la dejó encima del montón. Se levantó para ir a por su bolso, pero apenas dio dos pasos cuando llamaron al timbre.

Cuando Hermione fue a abrir, se encontró con una chica de pelo rubio rizado y ojos azules hinchados, aparentemente, de llorar. Hermione frunció el ceño. Lavender Brown estaba tan pálida y ojerosa que casi no la había reconocido.

―Hola ―saludó, extrañada de verla allí―. ¿Querías algo?

Lavender se frotaba las manos con nerviosismo y casi temblaba.

―¿Está Ron? ―preguntó ella con voz ahogada.

Hermione negó con la cabeza.

―Tenemos comida en La Madriguera ―explicó―. Y ya llego tarde, así que… ¿Quieres que le diga algo de tu parte?

Lavender estalló en unos sollozos incontenibles. Hermione la cogió por los hombros y la instó a entrar en casa. La sentó en una silla y le dio un vaso de agua.

―¿Qué te pasa, Lavender? ―preguntó, cogiéndole una mano con suavidad.

Ella la miró con los ojos todavía más rojos e hinchados.

―Estoy… Estoy embarazada. De tres meses. ―Hermione se quedó boquiabierta mirándola―. Es de Ron ―añadió Lavender, como si no fuera evidente el motivo de su visita.

Y así, con unas cuantas palabras, el mundo de Hermione se derrumbó.

Cuando Lavender se fue con la promesa de Hermione de que haría que Ron hablara con ella, esta se quedó en el salón, sentada en el sofá. El silencio era su único aliado en estos casos, pero no sabía qué pensar. Lo único que sabía era que Ron iba a volver a buscarla de un momento a otro. Y no quería echarse a llorar como una tonta delante de él.

Ahora entendía muchas cosas: por qué había llegado tarde aquel día de juerga, su tentativa de contarle algo a la mañana siguiente, lo esquivo que estuvo durante varios días, que no volviera a hablar de Malfoy…

Si tan solo lo hubiera dejado contarle lo que tenía que decir, ahora no estarían en aquella situación. Simplemente ya no estarían.

Efectivamente, Ron volvió a ver por qué no había ido a comer ya. A veces Hermione detestaba ser tan lista.

La encontró en el mismo sitio en el que llevaba sentada más de una hora.

―¿Qué haces? ¿No decías que vendrías cuando terminaras? ―preguntó él con una sonrisa un tanto desconcertada.

Hermione levantó la mirada. Todavía tenía las mejillas mojadas por las lágrimas.

―Lavender ha estado aquí hace un rato ―anunció.

La sonrisa de Ron se resquebrajó un poco.

―¿Sí? ¿Y qué quería? ―preguntó. Hermione pensó que era un gran actor.

―Poca cosa, en realidad ―señaló ella con un ademán. Se levantó del sofá y se enfrentó a él―: contarte que vas a ser padre.

Ron se quedó lívido. Dio un paso hacia Hermione, pero ella retrocedió dos.

―No es cierto ―dijo él.

Hermione lo miró con desprecio.

―¿Cómo puedes ser así? ―exclamó―. ¿Acaso lo niegas? ―preguntó.

―¡Lavender lleva años obsesionada conmigo! ¡Se habrá quedado embarazada de un tipo cualquiera y habrá visto la oportunidad para pillarme! ―respondió él.

Casi parecía convincente. Casi.

―Dice que está de tres meses. Encaja con el día que saliste de fiesta con tu hermano y Harry ―señaló ella. Se le escaparon un par de lágrimas que retiró furiosamente con el dorso de la mano―. ¡Mírame a los ojos y dime que no te acostaste con ella! ―le gritó―. ¡Niega que ese hijo es tuyo si eres valiente!

Ron vaciló, pero finalmente se rindió.

―Cometí un error, Hermione…

Ella inspiró hondo y cerró los ojos. Hasta que no lo había admitido, Hermione conservó la pequeña esperanza de que todo fuera mentira. Lamentablemente, no era así.

―¿Cómo pudiste? ―preguntó, dolida.

―¡Te pasas día y noche en el trabajo! ¡Apenas te veo! ¡Y además, está Malfoy…! ―exclamó él. Dicho así, sonaba como si la culpa de que le hubiera sido infiel la tenía la propia Hermione.

―¡Otra vez Malfoy! ―respondió ella, gritando―. ¡Ya te dije que no hay nada entre nosotros! ¡No tenías ningún motivo para tirarte a Lavender, gilipollas!

Y sin esperar respuesta, Hermione subió corriendo las escaleras. Con varios movimientos de varita, metió todas sus cosas en su bolso sin fondo. Ron, que la había seguido, se situó delante de la puerta.

―No te vayas, por favor ―suplicó él. Hasta tenía lágrimas en los ojos―. Quédate. Prometo compensártelo. Hablaré con Lavender, arreglaré esto…

Hermione se giró hacia él con furia.

―¡¿«Arreglarlo!? ¡Por Merlín, Ron, es un bebé, no algo roto! ¡No puedes deshacerte de él y fingir que no ha pasado nada!

Ron no respondió, se limitó a mirarla con expresión de cordero degollado. Hermione levantó el mentón y cuadró los hombros.

―Adiós, Ron.

Y se desapareció, dejando a su ahora exnovio solo.

Se tomó varios días libres, que aprovechó para sanar su corazón roto en la calidez de la casa de Luna. La muchacha la abrazaba y la dejaba llorar sobre su hombro y a veces dejaba una taza de té con miel en su mesilla de noche.

Al tercer día, decidió que ya había llorado bastante. Tocaba volver al trabajo.

Mucha gente la miraba y cuchicheaba sobre sus ojeras y el rumor de que ella y Ron Weasley habían roto. Hermione no les hizo caso; si lo hacía, terminaría matando a alguien.

Antes de que entrara en su despacho compartido, se encontró con Arthur, que salía del suyo. Hermione no había visto a ningún miembro de la familia Weasley excepto Ginny, que había ido a consolarla y a decirle lo gilipollas que era su hermano, así que no sabía cómo la trataría su exsuegro.

Arthur, haciendo gala de su gran corazón, le sonrió con cierta tristeza.

―Ron nos lo ha contado. Lo siento mucho, hija.

Ella asintió, agradeciendo su… bueno, su no odio.

―Yo también lo siento.

―¡No, no! ―replicó él rápidamente―. ¡Es Ron quien debe sentirse culpable! ―Arthur dio un paso tentativo hacia ella, y Hermione no pudo resistirse y lo abrazó―. Molly y yo queremos que sepas que nada ha cambiado para nosotros: sigues siendo hija nuestra. Y puedes venir a vernos siempre que quieras.

Hermione se conmovió. Los Weasley siempre habían sido como su familia, y se alegraba de que aquello no cambiara porque no estuviera con su hijo.

―Hubiéramos ido a verte, pero… No sabíamos si querrías recibirnos ―siguió el hombre.

Hermione se secó un par de lágrimas.

―Siempre me alegraré de veros, Arthur. Siempre.

Él apretó ligeramente los labios antes de preguntar:

―¿Has visto a Ron? Fuimos a vuestra… a su casa, y no estaba. Molly está preocupada.

―Harry me dijo que se está quedando con ellos durante unos días, y que les había pedido a él y a Ginny que no os lo contara ―informó―. Es todo lo que sé.

―Es bueno saberlo ―dijo él con cierto alivio―. ¿Me prometes que vendrás a comer algún día?

Hermione sonrió.

―Por supuesto. Solo que… todavía no.

Arthur asintió, comprensivo, y se marchó a hacer lo que fuera que estaba haciendo.

Cuando Hermione entró en su despacho, se encontró a Malfoy en la misma postura de siempre: chaqueta en el respaldo de la silla, mangas de la camisa arremangadas, dejando al descubierto la Marca Tenebrosa difuminada, y espalda muy recta, fruto de una educación refinada y severa. «La gente con clase no se encorva, Granger», le había dicho una vez.

―Buenos días ―saludó ella.

Malfoy levantó la cabeza para mirarla y sonrió profusamente.

―¡Granger! ¡Ya pensaba que me tocaría ocuparme de tu trabajo para toda la eternidad!

Ella enarcó una ceja, divertida, casi sin quererlo.

―¿Me marcho tres días y ya me echas de menos?

―¿Echarte de menos? ¿Con esa manía que tienes de dar golpecitos con los dedos? ¡Ni hablar! ―exclamó―. Lo he pensado bien y creo que puedes volver al agujero del que has salido.

Hermione puso los ojos en blanco.

―Casi desearía que Harry no te hubiera cedido su puesto.

Draco sonrió.

―¿«Casi»? Estoy halagado.

Ella lo fulminó con la mirada de broma y se sentó a su mesa. Empezó a trabajar, pero su mente pronto volvió al centro de sus problemas: Ron. ¿Dónde estaría?, se preguntó. Dio un golpe en la mesa inconscientemente, enfadada por verse pensando en él de nuevo.

―Tranquila, Granger, o tendrás que comprar una mesa de oficina nueva ―señaló Malfoy.

Hermione suspiró.

―No tengo la cabeza donde tendría que estar ―dijo.

Draco se levantó, se acercó a ella y le tendió una mano. Hermione lo miró sin comprender.

―Creo que podrán vivir sin nosotros un rato. ¿Te apetece un café? ―sugirió.

Hermione aceptó su mano y se levantó.

―Necesito un buen café, sí.

En la cafetería del Ministerio la comida estaba bastante mala, pero servían el mejor café de Gran Bretaña, así que con sendas tazas en la mano, se sentaron en una mesa apartada.

―Bueno… ―empezó él.

Hermione enarcó una ceja.

―¿Qué has escuchado exactamente? ―preguntó. Tenía curiosidad por saber lo que se decía sobre ella.

―De todo: desde que has tenido un aborto hasta que tú y la Coma… Ron lo habéis dejado. Aunque personalmente me decanto por la segunda opción ―dijo antes de tomar un sorbo a su americano.

Hermione se tomó unos segundos para responder. Se quedó mirando el vapor que salía de la taza blanca de porcelana.

―Has acertado ―terminó diciendo. Se quedaron varios minutos en silencio, disfrutando de su café. Draco la miraba de vez en cuando, pero no parecía querer forzar la conversación, algo que ella agradeció―. ¿Te acuerdas de Lavender Brown? ―preguntó cuando estuvo lista para hablar del tema.

Draco asintió.

―¿Qué pasa con ella? ―preguntó, pero una chispa brilló en sus ojos―. ¡No puede ser! ¿Con ella?

Hermione sonrió con amargura.

―Y no solo eso. La ha dejado embarazada ―explicó.

Draco se recostó en su silla, entre asombrado e incrédulo.

―¿Ron Weasley te ha cambiado por Lavender Brown? ―dijo. Parecía un halago―. Desde luego, siempre he sabido que al final yo tenía razón.

―¿Sobre qué?

―Al final la cagaría y terminarías por dejarlo ―sentenció Malfoy. Hermione odiaba esa sonrisa suya de superioridad.

―Podrías habérmelo dicho antes, me habría ahorrado muchos pañuelos de papel empapados en lágrimas.

Él rio. Se encogió de hombros.

―Parecías tan enamorada… Casi me daba ganas de vomitar al verte mirar al zanahorio. ―Draco hizo un gesto de asco―. Empalagoso, si me preguntas.

Hermione lo fulminó con la mirada.

―Como se nota que nunca te has enamorado.

Una sombra pasó por sus ojos, y Hermione estuvo a punto de disculparse, pero él volvió a sonreír con afección.

―Ahí me has pillado ―contestó―. Bueno, ¿y qué piensas hacer ahora? ¿Dónde vives?

―Hubiera ido a casa de Ginny, pero era demasiado arriesgado, así que ahora estoy con Luna. La casa que compartíamos es de Ron ―explicó

Cinco años antes, Ron y Hermione habían decidido que estaban preparados para irse a vivir juntos, pero como Hermione no disponía de los ingresos suficientes, Ron pagó la entrada de una casa. Habían acordado que ella le devolvería el dinero, pero había pasado el tiempo y él se había negado a que Hermione le pagara nada, así que lo dejaron estar. Tampoco añadieron el nombre de ella a las escrituras, así que la casa solo era propiedad de Ron.

Draco chasqueó la lengua.

―Compartir piso. Como si fueras una universitaria ―dijo en tono burlón.

Ella se lo tomó con humor.

―Al menos tengo un plato de comida caliente cuando llego a casa. Luna ha resultado ser una excelente cocinera. Al menos cuando no está investigando Merlín sabe dónde.

―¿Y piensas quedarte allí? ―preguntó, ladeando la cabeza.

―¿En qué estás pensando? Me das miedo cuando tramas algo ―dijo ella, que ya conocía esa expresión.

―Bueno, como trabajo contigo y sé el sueldo que ganas, sé que no puedes permitirte un alquiler, al menos no como están los precios actualmente. Yo, gracias a la generosidad de mi madre, puedo permitirme alquilar un piso, pero el dinero se me acaba, así que pronto necesitaré más ingresos. ―La miró significativamente―. Y tengo una habitación libre.

Draco Malfoy había tenido una vida ejemplar después de la guerra: comprometido con Astoria Greengrass, iba en camino de aprender todo lo necesario para sustituir a su padre al frente del negocio familiar algún día. Pero un día, rompió su compromiso y anunció que quería ser Auror. Desde entonces, él y su padre no se hablaban.

Hermione se quedó mirándolo y estalló en carcajadas.

―¿Es… es broma, no? ―preguntó cuando consiguió reponerse―. ¿Tú y yo, viviendo juntos? ¿El café llevaba droga?

Draco frunció el ceño.

―No te rías, Granger. Va totalmente en serio. ¿O vas a vivir con Lunática Lovegood para siempre? ¿La acompañarás a cazar bichos imaginarios?

Hermione se cruzó de brazos a la defensiva.

―Luna es una gran magizoóloga. Algunos de los «bichos» que investiga sí que existen realmente.

Aunque la verdad era que no le hacía gracia tener que compartir las zonas comunes con esos insectos gigantes o esos monos azules que lo rompían todo. Por no hablar de que Luna pronto se iría a Sudamérica.

―Lo pensaré ―terminó diciendo a regañadientes―. Gracias por la oferta.


~N/A: Primer capítulo, pero ya han pasado muchas cosas. No he querido centrarme mucho en cómo ha afectado a Hermione la ruptura con Ron porque eso es simplemente un catalizador, no lo más importante del fic. Perdóname, Ron, por haberte hecho el malo otra vez :( Pero como podréis comprobar, el fic será algo ligerito, sin mucho drama, para compensar lo que está pasando en el resto de mis fics.

La próxima actualización será el día 24 de junio.

¿Me dejáis un review contándome qué os ha parecido? N/A~

MrsDarfoy