VENENO EN LA PIEL
Dicen que tienes veneno en la piel Y es que estas hecha de plastico fino Dicen que tienes un tacto divino Y quien te toca se queda con el .
Desgraciadamente se llamaba Rose Weasley. Y ya se que estaréis pensando, ¿Qué tiene de desgraciado ser hija de los dos grandes héroes del mundo mágico? Pues en contra de todo pronóstico… todo.
Siempre la gente señalándote, y recordándote quién eres. Cómo si yo no supiera ya lo suficiente que soy hija de la mandona e intransigente Hermione Weasley. Pasa un día de colada con ella y di adiós a la clase de fanatismo con ella. Mi madre es insoportable casi en cualquier contexto. Inflexible, controladora y por si fuera poco doña perfecta. Siempre se encargaba de recordarme lo inútil que era en comparación con ella. Papá era otra historia. Yo era la niña de sus ojos, nunca podía negarme nada. Y lo digo literalmente porque había un asunto conmigo bastante raro. Tenía digamos, un don… nunca he sabido muy bien de que se trata, y a mi madre le costo aceptar que lo tenía, sin embargo mi tía Ginny fue la primera que lo notó y se atrevió a decírselo. Mi madre lo había visto pero su racional mente había puesto una banda encima de sus propios ojos.
Digamos que es un poco surrealista. Pero ahí va: tengo el don de la manipulación. Y no, no porque vaya a Slytherin o algo así, o sea ugh, ni en broma. Era Gryffindor ya, incluso antes de ser seleccionada, pero es que mi don, se tenía que tomar así, literal. No sabia porque era, ni como era, lo que sabía es que de pequeña sólo tenía que tocar a alguien, mirarle a los ojos, y esa persona cambiaba hasta su opinión mas arraigada y se dejaba convencer por mí. No cualquier persona… la verdad era que mi extraño don, solo funcionaba con los hombres. Y eso lo hacia todo el doble de ilógico.
Era un secreto mío que conocían sólo las personas de mi entorno mas cercano, por lo tanto mi vida era normal, a excepción de determinados momentos. Eliminando esos extraños momentos en los que había salido mi nombre en la prensa cotilla.
Iba a comenzar sexto curso, y este año tenía el pelo más largo que nunca, siempre lo había llevado por encima del hombro y ahora mi mata pelirroja fluía por debajo de ellos.
Estaba nerviosa, extremadamente, y no sólo por la cantidad de materias que tenía este… penúltimo año; sino por algo que no dejaba de torturarme la mente desde antes de verano, y ese algo era Scorpius Malfoy, y lo que yo prefería llamar… ese momento de debilidad.
Había sido un mes antes de acabar quinto.
Estaba completamente trastornada con los T.I.M.O.S, ya habían acabado los exámenes y sólo me quedaba por entregar un trabajo para Pociones, y estaba empeñada en encontrar veneno de encina venenosa, lo había elegido porque era un ingrediente muy usado por brujas del siglo XIX para la elaboración de cantidad de filtros.
Así que me metí en el Bosque Prohibido, y para mi desgracia y torpeza Weasley absoluta, acabe metida yo misma en un zarzal y mis gafas y mi varita se cayeron por algún lugar que no alcancé a ver, y para colmo de desdichas, me herí el muslo con la jodida encina venenosa, de esa maldita manera la tenia que encontrar.
Ahí tenía el pleno estado mi fabulosa muestra de veneno de encima. En carne propia.
Gracias Rose Weasley.
Ah, y encima esa era yo.
Diablos.
Sentí crujir unas ramas y tuve miedo de verdad, lo último que necesitaba es alguna maldita criatura del bosque prohibido, sin varita para defenderme y herida. Y atascada ¡mil diablos!
-¡¿Weasley?!
¿Ese era…? ¿Qué diablos? Claro que era él.
-Malfoy…-murmuré.
Se me acercó y por un momento en su fría mirada vi preocupación.
-Weasley, qué diablos haces…
Me tomo suavemente de los hombros y mis brazo los enredó en su cuello, me tomó de debajo de los glúteos y me fue sacando lentamente del zarzal.
Me dejó en el suelo.
-¡Estás herida!
-Las zarzas…-dije.- bueno también me herí con la encina venenosa.
-¿Qué diablos pensabas, Weasley?-Espetó.
-Tenía que terminar mi trabajo de pociones…
-¿En el bosque prohibido?
-Sí.-Dije-necesitaba una muestra de encina.
-Pues mira como has acabado, diablos, Weasley.
Me lanzó un hechizo sanador.
-He perdido las gafas y la varita.
-¿También?-Se quejó Malfoy.-¿Por aquí?
Asentí.
Malfoy se puso a mirar alumbrando con su varita en busca de las gafas.
-Accio varita,-Dijo.- accio gafas.
Y ambas volaron hacia él.
-De cualquier forma que haces tú aquí.-Le pregunté.
-Te estaba buscando, quiero decir…-comenzó Malfoy, mientras hacia como si buscase algo más.-Albus te buscaba y unas chicas de tu casa me dijeron que venías hacia aquí, y como Hagrid me dijo que tú no le habías visitado, bueno, Weasley, imaginé que estarías aquí y que con lo tonta y patosa que eres podría haberte pasado algo, y mírate.
Se me acerco y me colocó las gafas, me acarició el flequillo sobre la frente, y me empezó a acomodar el uniforme, incluso me subió los calcetines por encima de la rodilla, como los llevaba yo siempre.
Sentí un calor dulce en la boca de mi estómago, no era la primera vez que me pasaba con él, pero era tan imbécil, era el único hombre que parecía inmune a secreto don.
Y él lo sabía, mi secreto…
-Gracias, Malfoy.-Le dije.
-Hay que llevarte a la enfermería, Weasley.-Me tocó la frente.-Estas ardiendo, Weasley, tienen que limpiarte el veneno.
Me cogió en brazos. Como a una princesa. O mej… peor aún una novia.
Y me llevó a la enfermería en brazos, pronto la enfermera estaba toda encima de mí y atosigándome, Malfoy le explicaba lo que me pasó y yo para aquel entonces me encontraba mareada y algo confusa.
No noté cuando la enfermera desapareció pero derrepente Malfoy parecía que se iba también.
Le tome la mano, y se giró sorprendido.
-No te vayas.-Le supliqué.
-Sólo iba a avisarle a Albus que te encontré.
-¿Pero luego volverás pronto, lo prometes?
Me sentía mareada y solo necesitaba que me dijese que sí.
-Claro, Pequitas.
Me acarició la cara.
Me sentí caer, antes de que mis ojos se cerraran, me escuché murmurar a mi misma:
-Te quiero, Malfoy.
¡Como! Cómo pude hacerlo, por supuesto achacaba garrafal error al maldito veneno de encima, pero ¡Joder! Decirle a Malfoy que le quería, eso no había entrado jamás en nuestro vocabulario, y cuando digo jamás es JAMÁS. Él era el mejor amigo de mi primo y ambos eran Slytherin, y es verdad que yo siempre andaba con Albus y por tanto con él también. Pero digamos que Malfoy y yo como sería de esperar no nos tolerábamos demasiado rato sin enfadarnos, si que se burlase de mi o acabase todo en insultos.
Porque la realidad es que él parecía casi inmune al encanto de mi don, y me trataba con su perfecta mezcla entre paternalismo y indiferencia. Y con sus constantes ataques a todo lo que hacía yo o dejaba de hacer.
Se comportaba como un capullo.
Así que después del incidente en la enfermería, como seria de esperar, intenté evadir lo máximo posible a Malfoy, aunque eso incluyera evadir a mi primo Albus también.
Este verano, ni siquiera había ido a La Madriguera por si a Albus se le había ocurrido meter al indigente de Malfoy también.
Así qué de imaginarse son mis nervios por tener que ir a Hogwarts al día siguiente y no poder seguir evadiendo la realidad.
Con suerte a Malfoy se le había olvidado durante el verano.
Pero es obvio que eso era demasiado optimismo.
