Disclaimer: Harry Potter y todo lo relacionado con su universo le pertenecen a J.K. Rowling. Esto es sin ánimo de lucro. La trama es mía; no copies ni publiques sin mi permiso expreso.

Fandom:
Harry Potter.

Pareja: Rose Weasley/Dominique Weasley.

Rated: PG-13.

Summary:
Dominique tiene novio. Eso hiere el orgullo de Rose, pero ella se encargará de arreglarlo.

Advertencias: Femslash. Incesto. Mal vocabulario.

Palabras:
1.079.

Notas: Esta historia ya ha sido subida anteriormente, pero por extrañas razones ha sido borrada, así que la vuelvo a subir. Iré más rápido con los capítulos, que son cinco. Para la tabla Jane Austen de la comunidad /vrai_epilogues de livejournal.


01. Orgullo

Se ha pasado.

Rose suspiró. La biblioteca estaba aún más vacía de lo habitual porque la mayoría de alumnos estaban en sus clases. Todos menos algunos de sexto y séptimo que no tenían ninguna clase en aquella hora. La verdad es que Rose, que cursaba quinto, debería estar haciendo Pociones, pero se saltó esa hora de clase aunque fuera algo rarísimo en ella —debía de ser sólo la segunda vez que lo hacía— porque, de todas maneras, no se habría podido concentrar en su caldero de ninguna de las maneras. Y debía aprovechar que Dominique sí tenía clase para evitarla.

Eso tampoco lo hacía normalmente. Solía gustarle verla, hablar con ella (o sin perder el tiempo hablando y empleando los labios de una manera mucho, mucho mejor) o simplemente perder el tiempo por el placer de saber que, en realidad, no lo perdía.

Pero había un problema. Uno jodido, vaya. A Dominique se le había ocurrido la gran broma de empezar a salir con un tío que Rose no conocía de nada pero que iba a la clase de la francesa. Es algo perfecto, graciosísimo —nótese la ironía—; tanto que a Rose por poco le da algo. Claro que no fue por la risa precisamente.

Incapaz de concentrarse ni en su libro de lectura ligera —de esa que es ligera sólo para Ravenclaws y otra gente como Rose que, aun y no estar en la casa de las águilas, es igual de fanática de la lectura y el estudio—, lo cerró bruscamente y frunció el ceño. No le gustaba nada de nada cómo estaba ocurriendo todo. No había manera de que le gustara.

¡Dominique sabía perfectamente cuán celosa podía llegar a ser, por Merlín, Circe y Morgana! Y también debía de ser consciente de que tenía su orgullo y que tenía manía a que se lo pisotearan cruelmente, como tanta otra gente. Al parecer, a Dominique eso le importaba tan poco como sus deberes de Adivinación.

Se guardó el libro en la mochila poniendo mala cara y salió de la biblioteca tras despedirse de Madame Pince. La vieja bibliotecaria con cara de cuervo y ella se llevaban algo bien gracias al amor mutuo hacia los buenos clásicas, pero eso no le impedía a Pince ponerse histérica si hablaba un poco más alto de lo permitido por esa zona.

Una vez en el pasillo se quedó sin saber hacia dónde torcer y maldijo a Dominique por obligarla a saltarse una clase probablemente importante.

No sé qué se ha creído. Me ha puesto de los nervios con esa decisión tan repentina. Maldita sea.

Una voz —realmente temible para ella en aquellos momentos— la sacó de sus pensamientos y vio algo horrible delante de ella. Horriblemente perfecto, vaya. Comprobó entonces que debía ser la chica con peor suerte de todo Hogwarts.

—¿Qué haces saltándote tus clases, Rosie? —preguntó Dominique con voz extremadamente melosa.

Dejó de apoyarse en la legendaria pared de piedra y se acercó a ella. Paró de caminar justo cuando a Rose estaba empezando a darle dolor de cabeza; eso de que se abriera un botón de más de su camisa era algo insano. Deberían prohibirlo.

Cuando sus neuronas empezaron a trabajar y se dio cuenta de lo que acababa de decir, toda su distracción se transformó en indignación.

—¿Y tú?

Dominique sonrió un poco y Rose se sonrojó furiosamente. Sintió la necesidad de excusarse.

—Sólo es una estúpida clase, no pasa nada.

—Lo mismo digo. Pero, oye, eso es raro en ti, la responsable de la familia.

—Sí, bueno, tienes ese defecto: sacas lo peor de mí.

Entonces Dominique sí que rió y la abrazó a medias. Rose se tensó y notó como sentía una nueva sensación calor abajo, abajo, abajo. Pero ¡no! Debía conservar lo que le quedaba de orgullo.

—Querrás decir esa virtud, ¿no? —Bromeó la rubia, dejando de abrazarla pero quedándose peligrosamente cerca—. Y eso no es malo. Sólo… inusual —hizo una pausa—. Dime, ¿qué es lo que te ha convencido de que saltarse una clase no es algo tan trágico? ¿Has pasado mucho tiempo con James últimamente? Ah, no, espera. ¿Es por mi mala influencia?

Dominique se rió y Rose la miró fijamente a los ojos, levemente enfadada. Y es que no costaba mucho hacerla enfadar, pues siendo hija de quien era, tenía un carácter algo irascible.

—Pues resulta que sí. La razón eres tú.

—¿Qué? —dijo, sorprendida, frunciendo el ceño.

Rose suspiró, la cogió de la muñeca con fuerza y echó a andar mientras murmuraba:

—Aquí no.

Luego estuvieron en silencio hasta llegar a un pasillo más pequeño en el que no había nadie. Probablemente estuviera prohibido. A su prima eso no le importaba lo más mínimo, por supuesto, pero a Rose sí. Sin embargo, en aquél momento no se paró a pensarlo.

—¿Y bien?

—¿Sólo se te ocurre eso? ¿Qué crees que me pasa, Dominique? Porque te aseguro que no es que tenga la regla.

La aludida esperó unos cuantos segundos para que la pelirroja le confirmara sus sospechas, pero Rose sólo elevó una ceja.

—Es porque he empezado a salir con Will, ¿no?

—¿Ah, se llama así? —comentó, irónica.

Entonces, Dominique, inconscientemente destruyendo los pedazos de orgullo que le quedaban a Rose, sonrió. Era una sonrisa gamberra y seductora a la que la menor lo podía resistirse.

—Oh, vamos, es sólo por diversión. Y no pongas esa cara; no es porque no me divierta contigo. ¿No te parece gracioso que salga con él?

—Tienes que estar bromeando. Debes de estarlo. ¿Porque fiebre no tienes, verdad? —Dominique puso los ojos en blanco—. No tiene ni puta gracia.

—La verdad, Rose, es que vale la pena sólo por oírte soltar tacos.

Y Rose se enfadó de verdad. Sus ojos brillaron, reflejando lo que pensaba en aquellos momentos, y se separó bruscamente de su prima.

Pero Dominique no era de las que se dejaban rechazar. Volvió a acercarse a ella y le alzó el mentón, advirtiéndola de lo que venía a continuación. La buena noticia —mala para Rose— es que la pelirroja era incapaz de resistirse a ella.

Sin poder evitarlo, se besaron, cerrando los ojos y presionando sus labios una y otra vez, sin llegar a usar sus lenguas. Cuando el beso terminó, Dominique le regaló una media sonrisa de las suyas y suspiró por vez primera.

—Venga, no te enfades. Cortaré con él mañana, ¿vale?

Entonces el orgullo de Rose se recuperó notablemente y sonrió de puro gozo.