Disclaimer: Haikyuu! Pertenece a Furudate Haruichi.

Gigantes

Qué te habías enamorado.

Qué era imposible.

Y que incluso, daba risa.

Maldición, había sido mala idea irlo a ver jugar en el torneo de primavera contra el Johzenji.

Jamás te habían interesado los deportes y mucho menos el volley, muchos decían que era un desperdicio para tu altura el no practicar nada pero no era tu culpa venir de una familia de gigantes, tener 1.73 cm de estatura y una pésima condición física. Siempre habías destacado por no ser lo que se dice "pequeña" y a decir verdad tampoco te importaba mucho.

Pero ahora, por alguna razón, no podías irte del gimnasio sino hasta que se acabaran los entrenamientos del equipo masculino de volley y a veces ni siquiera ponías atención al resto solo por verlo jugar.

Hinata Shouyo, era lo que tú considerabas un chico apuesto con un único pero enorme detalle... Su altura, ¡¿qué acaso no podía medir más que los malditos 1.63 redondeado?!, ¡Dios!, ¡10 cm de diferencia era mucho! Ni siquiera podías verlo a los ojos sin tener que agachar la cabeza.

Tu mejor amiga te había dicho que no le dieras importancia y fueras tras él de todas formas, pero habías visto hace no muchos años una serie por televisión con una temática parecida y aunque era "romántica" no dejaba de ser comedia. Una relación así solo podía dar risa.

Aun así, ¡no podías dejar de emocionarte cada que hacía ese súper increíble ataque rápido!, ¡era tan gwaaahhh! ¡y cuándo brincaba parecía como si volara! ¡tenía le woosh en su espíritu! ¡simplemente era fantástico!

Siempre terminabas haciendo poses y caras raras de la emoción. Muchos de tus conocidos solían decirte que eras algo así como una bomba de vitalidad y los que sabían sobre tus sentimientos te comentaban que a lo mejor por eso te gustaba Hinata, porque eran iguales, aunque tú no opinaras los mismo.

Por supuesto que ya le habías hablado, lo saludabas alegremente por los pasillos y solías escuchar con euforia cuando te platicaba sobre sus partidos y la sensación caliente en su mano después de golpear el balón. Al menos conseguiste pasar a la fase de amigos cercanos, incluso una vez te acompañó a tu casa y recibió el incomodo interrogatorio de tu padre y tu hermano, que sentiste lástima por él, pues papá media dos metros y tu hermano casi lo alcanzaba. Fue inevitable, aunque todo el tiempo intentaste convencerlos de que solo era un muchacho caballeroso y amigable que se ofreció a llevarte a casa porque era tu amigo...

...Un amigo que te gustaba...

Esa tarde jugaban un partido de práctica contra los de Nekoma recién llegados de Tokio y después de un set y medio, notaste que al Karasuno no le estaba yendo tan bien.

—¡Una vez más! —gritaste más que emocionada a pesar de que no era un juego oficial— ¡Shouyo-kun, tú puedes! —que ya no era extraño para los demás que solo lo animaras a él y que te correspondiera con una enorme sonrisa.

Como esa vez, que por sonreírte le anotaron un punto.

—¡Hinata idiota! —gritó Kageyama— ¡Concéntrate en el juego, luego podrás ir a sonreírle a tú novia, ¿quieres?!

—¡E-ella no es mi novia! —contestó nervioso— ¡Y no necesito que me digas lo que tengo que hacer...!

Te quedaste quieta, roja, avergonzada de que los demás pensarán que salían, pero también muy feliz. Guardaste silencio y por distraída no notaste cuándo la pelota pasó del lado de Nekoma, a una velocidad imposible de parar pero aun así, Kuro-senpai al no querer ceder corrió tras el balón en tu dirección.

—¡Cuidado! —escuchaste a Hinata cuando el capitán del otro equipo se dio tremendo choque contra ti, acabando en el piso contigo inconsciente.

—Shouyo-kun —susurraste antes de desmayarte cuándo lo oíste llamarte a lo lejos.

Poco a poco fuiste abriendo los ojos, reconociste el techo de la enfermería en intentaste reincorporarte lentamente.

—Lo siento—escuchaste, era la voz de Kuro-senpai.

—Sin problemas —respondiste y te llevaste la mano a la sien pues la cabeza te dolió.

—¿Estás bien?

—Sí —giraste a verlo con una media sonrisa en el rostro, se hallaba sentado en la cama de al lado con una venda en la frente, rodeándole la coronilla.

—Debí de haberme fijado más, a veces me dejo llevar demasiado.

—¡Oh no! Yo también estaba distraída, además, creo que es lindo cuándo a alguien le apasiona tanto algo. Intentaré estar más atenta a la próxima.

—Bueno, entonces la culpa es de ambos —sonrió y tú también lo hiciste— ¿Puedo...hacerte una pregunta?

—Sí, adelante.

—¿Te gusta el enanito de Karasuno?

¡Boom! "La pregunta".

Tus mejillas se sobre calentaron y sentiste los nervios volverte loca.

—¡¿P-p-p-p-por qué la-la pregunta?! —apenas pudiste articular palabra.

—Dijiste su nombre antes de perder la conciencia —habló seriamente—. Te gusta —afirmó.

—No se lo digas a nadie por favor —pediste, ya de nada servía negarlo.

Kuro-senpai se levantó de su lugar y caminó hasta en dónde estabas, sentándose a tu lado y puso el dorso de su mano en tu rostro.

—No le diré a nadie si no quieres, pero debes de hacer algo con tu sonrojo, de verdad no sé si tienes fiebre o estás apenada.

Y te quedaste estática. Sintiendo su frío tacto, estabas razonando la situación sobre lo que tenías con Hinata, que no notaste cuando abrían la puerta de la enfermería.

—Ah...lo siento, ¿interrumpo algo? Reaccionaste y dirigiste tu vista hacia el lugar de donde provenía esa voz.

Era Hinata... ¡Hinata!

Estaba ahí parado con una bolsa de la tienda de auto servicio en la mano. Tenía el cuerpo paralizado y su rostro inexpresivo con los ojos claros abiertos de par en par, como platos. Sus cachetes estaban rojos.

—¿Eh?, ¡no! —te apresuraste a decir.

—Claro que sí —Kuro-senpai te acercó hacia su cuerpo y convirtió el gesto que hizo antes de la llegada de Hinata, en una caricia a tu rostro— tal parece que nació el amor, ¿podrías dejarnos solos?

—Yo... Te traía algo —te dijo— lo dejaré por aquí. —avanzó algo torpe hasta la mesa que estaba ahí y después de colocar la bolsa con cuidado, se echó a correr.

Esto era malo, muy malo, ahora el chico que te gusta no solo es más bajito que tú, si no, que también pensaba que te gustaba otro. Empujaste al capitán de Nekoma y le dirigiste una mirada llena de desprecio infinito.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —reclamaste.

Galantemente se levantó y caminó hasta la mesa y de la bolsa que había dejado Hinata sacó un envase de jugo de tu sabor favorito. Shouyo lo recordaba a pesar de que solo se lo habías mencionado una vez.

—Ya me lo agradecerás luego —rió de forma sarcástica y triunfal— pero a cambio, me quedo con esto —hizo alusión al jugo y se fue de ahí.

Los siguientes días a ese, no te atrevías a poner un pie en el gimnasio y cuando andabas por los pasillos del instituto siempre te cerciorabas antes de que Hinata no estuviera ni cerca de los lugares por los que necesitabas pasar. Era cobarde, sí, pero sería demasiado vergonzoso afrontarlo ahora.

Fue durante el almuerzo que te tumbaste deprimida sobre tu banca y dejaste caer tu rostro sobre el pupitre. No ibas a llorar, eso te habías dicho a ti misma y sin embargo, no evitaste que tus ojos derramaran unas cuantas lagrimas.

Hinata Shouyo te gustaba mucho.

Un rato después, una compañera te llamó y te dio aviso de que alguien de otra clase te buscaba. Secaste tu cara con la manga de tu suéter y te acercaste a ver de quién se trataba. No pudiste huir, porque te sujetó de la muñeca y te detuvo en cuánto supo que ibas a salir corriendo al verlo.

—Ya no me evites —exigió—, ven conmigo.

Te jaló del brazo obligándote a seguirlo, eso era el colmo. Estabas encorvada y aún así solo podías ver parte de su peculiar cabello al caminar. De seguro la escena era muy cómica pues la diferencia de estaturas seguía siendo un problema pendiente.

Se encerraron en un salón vacío y le puso seguro para asegurarse, valga la redundancia, de que no escaparas. Se giró hacia ti y te tomó por los hombros alzando la cabeza para verte a los ojos.

—¿En verdad te gusta Kuro-senpai? —interrogó de inmediato sin darte oportunidad de analizar la situación.

—¿Para que quieres saber?

—Porque, creí que te gustaba yo, todos lo decían. Por eso empecé a fijarme más en ti —comentó sonrojado.

Luego sentiste vergüenza, ¿él sabía lo que sentías?

—Y si me gustara Kuro-senpai, ¿sería un problema para ti? —no lo evitaste y se lo preguntaste.

—Por supuesto, quizá antes me hubiera dado lo mismo, pero como desde hace dos meses, es una molestia.

—¿Dos meses?

—Sí, porque hace dos meses me di cuenta de que también me gustas.

El cielo se abrió para ti cuando dijo eso y sonreíste tontamente. El mejor día de tu vida, pensaste.

—¡Me gusta Shouyo-kun! —entonces afirmaste ya sin ninguna duda revoloteandote en la cabeza.

—¡¿En serio?! —sus ojos se abrieron con ilusión.

—Sí, lo que pasó con Kuro-senpai fue un malentendido. El único que me gusta, es la carnada definitiva de Karasuno.

Ambos se sonrieron abiertamente, la felicidad que sentían los dos era innegable.

—Entonces, ¿eso significa que ahora estamos en una relación de novio y novia? —preguntó un poco apenado.

Uy, es cierto, el otro problema.

—No creo que eso se pueda —bajaste la mirada con desilusión.

—¡¿Por qué?! Sí te gusto y me gustas, ¿no es lo normal?

—Sí pero...

Muchos decían que si había amor, la estatura era algo en lo que solo la gente superficial y vanidosa se fijaba, pero los que lo decían tenían estaturas promedio y nunca habían estado en esa situación, así que no lo entenderían jamás.

—¿Pero qué? —te animó a continuar.

—Verás...yo...tú... —¿cómo explicárselo?— ¡Es que sería como Gulliver en el país de los gigantes! —soltaste tu absurdo ejemplo y él te miró confundido.

—¿Qué significa eso?

—Bueno, diez centímetros es mucha diferencia, yo y mi familia somos demasiado altos y tú, eres muy bajito.

—¿Me estás rechazando porque tu familia está llena de gigantes?

—Exacto.

—¿Te molesta la estatura?

—Un poco, ¿a ti no?

—No.

Respondió decidido, era una de las tantas cosas que te gustaban de él, no había nadie más genial que el chico que tenías enfrente.

—¿Por qué a ti si?

—Pues... —divagaste un poco— No podrías besarme normalmente.

—Puedo saltar. —aseguró y quedaste impactada, ¿acaso hablaban de volley?

—¿No sería extraño?

Fue cuándo se acercó a ti y dio un pequeño brinco para unir sus labios un micro segundo, te pusiste a echar humo por la cabeza.

—No le veo nada de extraño, pero si aún tienes dudas, déjame entender algo: Si aunque solo fuera simbólicamente, yo también soy un gigante, ¿saldrías conmigo?

—Supongo que sí.

—Entonces espérame —te observó con la misma determinación y mirada que tiene cuando dice "el balón aun no ha caído"—, definitivamente, me convertiré en un pequeño gigante y te daré mi vida entera.

Sentenció y te dejó sola en el aula, más que encantada y enamorada, pensando en que probablemente caerías a sus pies antes de que eso pasara.

¿Fin?

Nota final: ¡Hola! Aquí estoy con otro personajexlector, esta vez de mi amado y precioso Hinata al que amo con mi ser. Quería algo distinto, aunque siento que me quedó Ooc y la protagonista me cayó un poco mal. En fin, espero que les haya gustado, tal vez tenga continuación, tal vez no. Quién sabe.

¿Reviews?

Adiós.