Disclaimer: nada de esto, ni HP ni ningún Black me pertenece. Eso sí, la trama sí que me pertenece, que todo sale directamente de mi cabeza, y este argumento no es muy canon que digamos.
Aviso: Este fic participa en el reto anual "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
~ ~ Prólogo ~ ~
Hay muchos misterios en este mundo. Misterios maravillosos, hermosos, horribles, terroríficos, gloriosos, luminosos, oscuros. Misterios capaces de dar la vida, de regalar felicidad, de otorgar locura, de dar la muerte. No todos los misterios son iguales: algunos son hechos, sucesos extraños, encubiertos por personas a las que no les conviene que esos secretos salgan a la luz. Otros misterios son secretos, místicos, ocultados por muchas personas. Personas que temen que su secreto salga a la luz.
Estas personas son capaces de crear, de destruir y de cambiar cualquier cosa que existan en este mundo. Sólo la vida y la muerte se mantienen sin doblegarse ante su poder, sólo ellas dos siguen luchando contra ellos. Pero a estas personas, capaces de crear cosas maravillosas, de doblegar la mente y de crear las más reales de las ilusiones, poco les importan la terquedad de la vida o la muerte. Al fin y al cabo, teniendo su poder, teniendo magia en su propio día a día, ¿quién se preocupa por pequeñeces como la terquedad de algo que no te puede dañar?
Pero en la vida de los magos, no todo es maravilloso. Su secreto lo guardan, celosamente, contra cualquiera sin capacidades mágicas. Porque saben que, de no ser así, los acosarían para que la magia resolviese sus problemas, tienen la certeza de que intentarían destruirlos. Porque los magos saben que los humanos son así, que lo que no pueden controlar, lo intentan destruir. Y los magos saben que ningún muggle podrá nunca controlar a la Magia.
Esta necesidad de esconderse es vista de distintas formas por cada mago. Algunos piensan que es un mal menor. Que, del mismo modo que ellos son capaces de crear grandes cosas, los muggles también lo son. Y que se merecen el respeto por todo lo que pueden hacer. Sin embargo, otros magos, otras familias, opinan que ésto no es así. Si ellos son capaces de crear y destruir, de controlar a los demás, de matar con dos simples palabras, ¿por qué tienen que ser los que se escondan? ¿Dónde y cuándo se ha visto que los poderosos sean los que se escondan? Eso nunca ha pasado, siempre, desde los inicios de la humanidad, los poderosos han mandado y los débiles obedecidos. Y en las relaciones entre los muggles y los magos no sucede eso. Todavía no, en cualquier caso, porque últimamente ha aparecido un mago que propugna volver al orden natural de las cosas.
A Sirius Black le han dicho muchas veces ésto, desde pequeño le han dicho que los muggles y los magos hijos de muggles son basura de sangre sucia que deben someterse a los de sangre verdadera. Nunca ha entendido muy bien ésto -tiene sólo once años-, y aunque sus padres le han asfixiado siempre con demasiadas normas, sabe que ellos le quieren (y que él los quiere), y que nunca le mentirían. No obstante, también ha visto a niños muggles a través de la ventana de la entradita, y siempre se ha preguntado cuál, exactamente, es la diferencia entre ellos (a parte de que los muggles se visten de forma muy rara y juegan a juegos muy extraños). No parecen deformes, ni tontos, y ha mirado varias veces y parece que su sangre también es roja. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los muggles y los magos?
—Sirius, ¿me has escuchado?
El joven miró a su padre, que lo estaba observando duramente. Suspirando, su progenitor se puso a su altura. Aunque siempre era el más distante de sus familiares (más incluso que su tía Druella, aunque Walburga solía decir que no era una Black de verdad), Sirius sabía que su padre era también el más moderado, mucho más, en cualquier caso, que su madre.
—Padre—dijo, tal y como le habían enseñado.— ¿Cuál es exactamente la diferencia entre los muggles y nosotros?
Suspirando, su padre respondió con paciencia. Sospechaba que su hijo tenía dudas acerca de su sangre, y quería dejarlas zanjadas antes de que Walburga pudiese intervenir. Orion Black sabía que la charla de su madre haría que Sirius tuviese aún más dudas (y que lo empujaría más a una casa como Gryffindor o -¡peor aún!- Hufflepuff).
—Sirius, te lo hemos dicho muchas veces. Los muggles son seres inferiores.
—Ya, pero...—Frunciendo el ceño, Sirius fue pasando el peso de una pierna a otra. Adivinando lo que pasaba, su padre entrecerró los ojos.
—¿Has visto a los niños muggles, no?
Sirius asintió mirando a su padre. Sabía que estaba en contra de las reglas, pero no le había pasado nada por observarlos desde la ventana, ¿verdad?
—Mira, hijo, lo que hace a los muggles distintos... Es que ellos no tienen magia.
Sirius pareció sorprendido ante este nuevo dato. Habiendo crecido en La Noble y Ancestral Casa de los Black, Sirius había vivido toda su vida rodeado de magia. Para él, aquello era tan natural como respirar, como comer o como dormir, y no le entraba en la cabeza la posibilidad de vivir sin la magia. Oh, le habían dicho muchas cosas de los muggles (que eran mutantes, enfermos, asesinos, que los obligaban a vivir escondidos...), pero nunca que vivían sin magia. O quizás su madre se lo había dicho alguna vez, pero había estado en modo "asentimiento automático".
—Escucha, Sirius—murmuró Orion. Observando el tono de su padre, el primogénito de los Black puso atención.—La magia es poder. Es indigno de nosotros, que somos mucho, mucho más poderosos que los muggles, vivir escondidos, temerosos de que descubran nuestros secretos.—Sirius asintió. Hasta el momento, todo parecía muy lógico.—Son los muggles los que deberían esconderse. Son los muggles, que no tienen magia, los que no tienen poder, los que deberían vivir su vida en base a nuestros deseos y necesidades. No al revés. ¿Entiendes?
Sirius confirmó con un leve movimiento de cabeza. Sonriente, su padre se levantó, poniendo sus manos en el hombro de su hijo.
—Ahora irás a Hogwarts. Como bien sabes, debes representar bien a tu familia y dejar alto nuestro honor. Eres mi primogénito, así que un día serás el cabeza de la familia Black. Hoy empieza el camino que te llevará a ese lugar.
Sirius se sentó en un compartimento vacío. Sabía que en otro vagón estaban Avery y Mulciber, pero no le apetecía mezclarse con esos dos (su madre siempre había dicho que para ser sangre limpia no bastaba con ser de los Sagrado Veintiocho y odiar a los muggles, y Sirius, aunque odiaba la excesiva etiqueta de los Black y seguía sin estar seguro del asunto de los muggles, no podía sino estar de acuerdo con que Avery y Mulciber apenas llegaban a la categoría de personas), y en el resto de compartimentos había muchos mestizos e hijos de muggle. No los odiaba, pero sabía que sus padres se enfurecerían si se convertía en un traidor a la sangre, y después de la charla con su padre estaba un poco receloso a la sangre muggle.
En ese momento se abrió la puerta del compartimento. Sirius se giró, observando a un chica (que, al igual que él, ya vestía con la túnica de los de primer año) en la puerta.
—¿Puedo entrar?
Teniendo en cuenta los modales, y la expresión de la cara, el joven Black estaba casi seguro de su estado de sangre.
—¿Cómo te llamas?
—Dilys Shafiq.
Sirius abrió un momento la boca, dudoso, pero la cerró rápido. En ese momento recordó el apellido, y levantó una ceja, aunque le hizo un gesto a la chica para que pasase. Volvió a girar la cara hacia el cristal, ignorando a su compañera.
—Jamás pensé que un Black sería tan maleducado.
Sorprendido, el chico miró al instante a Shafiq, frunciendo levemente el ceño. ¿Cómo había averiguado ella cuál era su familia?
—Tus ojos. Mi padre dice que todos los Black tienen los mismos ojos. Grises y sagaces.—Su curiosidad debió haberse reflejado en su rostro, porque la niña le había contestado rápidamente. No obstante, a diferencia de lo que haría cualquier otro miembro de los Black, él frunció un poco el ceño al escuchar a su compañera. No es que no quisiese a su familia (era su familia, evidentemente los quería), pero él era Sirius. No otro Black, no Sirius Orion Black, no el primogénito de los Black. Él era Sirius, Siri, en ocasiones. Y no quería que cambiase eso: él era él, no su padre.
—No te ha gustado, ¿eh?—la sonrisa de la cara de la chica evidenciaba bastante la casa a la que iba a ir. Sirius bufó pero no dijo nada.
—Bueno—dijo Dilys, mientras se recostaba en el asiento del tren—. Dado que eres tan silencioso. Ya hablo yo. ¿A qué casa irás? Toda mi familia afirma que con la lengua que tengo no tendría ni que ponerme el sombrero, soy una serpiente de pies a cabeza.—Su alegre sonrisa expresaba muy bien lo que la castaña pensaba de ir a Slytherin.
—Bueno, entonces quizás nos veamos—musitó el primogénito de los Black. Su interlocutora entrecerró un poco los ojos. ¿Por qué estaba tan apático ese chico?
—¿Quizás? Creo que es muy seguro. Al fin y al cabo, todos los Black han estado en la casa de Salazar desde hace siglos—declaró la futura Slytherin.
—¡Pero yo soy yo, no mis antepasados!—la rapidez con la que Sirius había imprecado sorprendió a Dilys, que ahora entendió el problema.
—Ah, así que no quieres que te confundan con tus ancestros—la risita gatuna con la que la joven obsequió a Sirius provocó que él frunciera el ceño.—No te preocupes—manifestó Dilys, quitándole hierro al asunto con un gesto—las casas sólo nos importa a nosotros, y a algún que otro mago. Mira mi familia: hay de Slytherin, de Ravenclaw, algunos de Gryffindor e incluso algún que otro Hufflepuff. Y no pasa nada—finalizó, con un encogimiento de hombros.
—Ya, pero mi familia no es de esas, precisamente.—Esta afirmación hizo que Sirius recordase aquel verano. Su madre había estado todo el rato diciendo que dejase alto el orgullo de la familia, que ni se atreviese a ir a otra casa que no fuera Slytherin, que el futuro cabeza de la familia Black no podía no ser de la noble casa de Salazar, etcétera, etcétera, etcétera. Su hermano también había dado mucho la lata con el año siguiente, cuando ambos estuviesen juntos en Slytherin. Incluso su padre, aquel día, había dejado claro donde debía estar. Porque él sería el futuro cabeza de la familia Black. «¿Por qué tengo que serlo?» se preguntó, «¡Yo no he decidido nada!». ¿Por qué tenía que ser algo que no había decidido ser? No obstante, en lo más hondo de su ser, a Sirius no le desagradaba del todo la idea. Porque el cabeza de la familia Black siempre ha tenido mucho poder. Y si hay algo que todos, absolutamente todos los Black desean, es el poder.
Al final, Sirius lo pasó bien en el tren. Dilys, tal y como le había parecido, tenía una lengua inmensamente afilada, y lo cierto es que sus comentarios mordaces no tenían desperdicio. «Quien sabe, quizá no esté tan mal estar en Slytherin con ella», pensó.
Descubrió que ella, como él, había ido hasta allí por aparición, con su madre en el caso de Shafiq. No le sorprendió mucho, al fin y al cabo aquella familia era de las familias mágicas sangre limpia más prominentes de la India -emigrantes a Gran Bretaña a comienzos del siglo XIX-. Por lo que sabía, se habían ido del país unos años antes del nacimiento de los dos, pero habían vuelto aquel mismo verano, porque opinaban que Gran Bretaña era más segura que su patria ancestral.
Cuando bajaron del tren, ya era de noche. Ambos siguieron a la figura de Hagrid, recortada contra la oscuridad. Aunque lo disimulaba muy bien -habiendo recibido la educación que había recibido, no podía ser de otra manera-, Sirius estaba un poco nervioso. Toda su familia opinaba que Hogwarts estaba en decadencia desde que Albus Dumbledore era director, pero afirmaban que, aun así, el castillo era magnífico, mágico. Por supuesto, el joven Black sabía que el colegio era un baluarte de Magia Antigua, pero todos sus familiares decían que era mucho más que eso. Que su misma visión era, en sí misma, mágica.
Sirius no había entendido nunca ésto, hasta que lo vio por primera vez.
Una inmensa exclamación se escuchó en todos los botes al quedar el colegio a la vista. Sirius no podía dejar de admitir que cualquier descripción, fotografía o recuerdo era incapaz de capturar la magia de aquella visión. Sobre un peñasco, el Castillo entero se veía gracias a las luces que salían de las ventanas. Sirius escuchó a uno de los dos chicos que lo acompañaban a él y a Dilys en la barca (un tal Peter) decir algo sobre lo increíble de la visión, pero no le prestó atención. Sintiendo un curioso cosquilleo bajo la piel, Sirius se encontró entendiendo por completo las palabras de su padre. La magia es poder. Ahora, por primera vez en su vida, entendía la defensa a ultranza de sus familiares por la magia, los magos, y los sangre limpia.
—Vaya, mis padres me dijeron que era bonito, pero bonito no es suficiente para ésto.—Sirius observo al enunciante de esta obviedad, el tal Peter, un chico regordete que parecía algo incómodo en su presencia.
—Mi madre también me lo dijo...—El otro chico, de aspecto bastante enfermizo, miraba al colegio con una alegría que Sirius no había visto nunca en nadie. Era casi como si Hogwarts fuese un familiar que había perdido mucho tiempo antes y lo acabase de reencontrar.—Pero ésto... Es totalmente indescriptible. A mi padre le encantaría poder verlo.
—Vaya,—dijo Dilys, con una suave sonrisa de pena—¿tu padre está ciego?
El chico negó sin apartar la mirada del internado.
—No, no, es muggle.
Dilys borró algo su sonrisa, intercambiando una mirada con Sirius. Éste tenía algo de curiosidad, era la primera vez que tenía a alguien con sangre muggle tan cerca, y no fue demasiado disimulado al mirarlo con curiosidad. Todavía duraba lo que sintió al ver la magia de Hogwarts -dudaba que aquella sensación desapareciese-, pero eso no quitaba que tuviese curiosidad por los muggles. Especialmente por el extraño deporte que practicaban sus vecinos de Grimmauld Place.
—¿A qué casa creéis que iréis?—Dilys hizo la pregunta justo cuando Sirius iba a consultar al chico escuálido sobre los deportes muggles, lo que hizo que se ganase un ceño fruncido del joven Black. No obstante, estando ya hablando Peter, nadie se dio cuenta.
—Bueno, supongo que eso va en familia, ¿no?—soltó nerviosamente una risita, al darse cuenta de que los otros tres lo miraban.—Toda la familia de mi madre ha ido a Gryffindor, igual que lo hizo mi padre, así que supongo que iré a la casa de los leones.
Teniendo en cuenta lo que temblaba ante la mirada de tres chicos, Sirius dudaba que el gordito fuese capaz de aguantar sin desmayarse hasta la ceremonia de selección. «Ciertamente, si esa es la valentía Gryffindor, no es tan increíble» reflexionó Sirius con cierta mordacidad.
Los cuatro dejaron de hablar cuando la barca paró en la orilla. El corazón de Sirius empezó a bombear, recordando las palabras de su padre esa mañana. «Eres mi primogénito, así que un día serás el cabeza de la familia Black. Hoy empieza el camino que te llevará a ese lugar».
La fila de alumnos ocupaba prácticamente todo el centro del Gran Comedor. Los estudiantes de las cuatro casas miraban con curiosidad a los de primero, que próximamente se sentarían en sus mesas. Y los alumnos de primero miraban nerviosamente hacia todos lados, observando al Sombrero Seleccionador, a los profesores y a las mesas donde se distribuían las casas de Hogwarts.
Sirius miraba a su prima Narcissa, que estaba en la mesa de Slytherin, y lo miraba atentamente. Ambos sabían que, si Sirius no quedaba en Slytherin, sería un duro golpe para su familia. No obstante, sólo la mayor sospechaba –pues el otro era muy pequeño- hasta donde podía llegar el golpe, puesto que a su edad ya empezaban a llegar los rumores políticos sobre las demandas de los magos tenebrosos.
Tras cuatro chicos, le llegó el turno a Sirius. Mirando el sombrero, se sentó en el taburete, mientras la subdirectora le ponía el antiguo objeto sobre su cabeza.
»Vaya, vaya, otro Black. Sin embargo... No del todo igual que los demás«. Las palabras del sombrero reverberaron en la cabeza de Sirius, creándole diversos interrogantes sobre a qué se refería.
»Claro que no. Yo soy Sirius, no Orion, Walburga ni Andrómeda. «Ni Bellatrix»
»Qué sorpresa. ¿Un Black renegando de su familia tan joven?«. Esta afirmación provocó una ola de furia por su cuerpo. Podían tener algunas diferencias, pero su familia seguía siendo las únicas personas a las que había conocido alguna vez –exceptuando Shafiq y los dos chicos del bote-.
»¡Claro que no! Son mi familia y los quiero, pero yo no soy ellos.
»Hmm, valiente, sin duda. Inteligente, pero no muy trabajador, salvo en lo que te interesa, claro...«
»¡Ey!
»De sangre caliente, pero también eres astuto, y muy Black... Así pues, ¿de dónde eres? ¿Gryffindor o Slytherin?«
»Yo... « En la cabeza de Sirius apareció durante un momento una fugaz imagen de Dilys y su familia: su hermano, que entraría al año siguiente, su madre, tan estricta y dura, pero que sabía qué decir para que lo que él no quería hacer no se le antojase duro, y su padre, siempre la figura distante, casi desconocida, pero que cuando lo había necesitado de verdad había estado ahí sin reñirle, teniendo paciencia y siendo comprensivo. Por un momento, sintió que ya había elegido.
»¿Slytherin? Pensaba que no eras tu familia«
»Yo pensaba que eras tú el que decidía, no los alumnos.
»Vaya, esa respuesta ha sido muy... Muy bien, creo que ya lo tengo«. No obstante, antes de enviarlo a su casa definitiva, el Sombrero debía responder una pregunta.
»Espera... Si voy a Slytherin, ¿seré igual de fanático que mis familiares? ¿Acabaré como Bella?
»Eso, joven Sirius, sólo depende de ti... En cualquier caso, y personalmente, podrías haber sido el primer no Slytherin de los Black, el primer Gryffindor de este año, pero creo más bien que a donde perteneces es a« ¡SLYTHERIN!
Nota de autor: Ok, nada de este prólogo es una sorpresa xDD. Bueno, sólo algunas aclaraciones: Dilys es el nombre de una antigua directora de Hogwarts, Shafiq es, según Pottermore, un apellido de los Sagrado Veintiocho apellidos de sangre limpia. Como me suena bastante hindú, me he inventado que la familia viene de la india.
Y otra cosa más: parte del fanon considera que Orion y Walburga cruciaban a Sirius y lo castigaban así. Yo no lo hago. Era su hijo (su primogénito, encima), y a ambos me los imagino tal y como describo aquí: Walburga dura, pero sabe convencer a sus hijos de hacer algo que no quieren y, en este momento (en el canon, antes de que Sirius se convierta en un traidor a la sangre), ver el lado bueno de las cosas (menos de vivir con muggles y de una crianza basada en la paz y el amor, ejem). Y Orion distante, callado, que sabe dar consejos y no es muy duro. Y por supuesto, creo que Sirius tenía curiosidad por los muggles, pero también ciertos prejuicios (han pasado once años diciéndole que los muggles son seres inferiores, ¿en serio creeis que no se le quedó algún resto a esta edad?) y que quería a su familia. Era un niño de once años que vivía en una familia pudiente, estaría asfixiad por las normas, pero eso no quiere decir que no quisiese a su familia. La ruptura Black-Sirius vino después, mucho después. Por cierto, rated T por varios acontecimientos futuros.
Por cierto, los reviews favorecen la inspiración :3
