DIsclaimer: Akagami no Shirayukihime no me pertenece a mí, así como ninguno de sus personajes, esto es sólo una versión de la historia.

Bienvenidos a esta nueva historia. Está ambientada tras el regreso a Clarines desde Tanbarun y el secuestro de los piratas y, aunque haya algo de ZenxShirayuki es un Obiyuki de pies a cabeza. Después de todo no puedo dejar de pensar en esta pareja.

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-¡Obi!

Ahí estaba otra vez, esa voz, pronunciando mi nombre como si fuera lo más normal del mundo. Esa voz que me hacía estremecerme cada vez que la escuchaba. Su voz.

Me hizo incorporarme de mi cómoda postura en el árbol frente a la enfermería del castillo y bajar para encontrar su cabello rojo mecido por el viento y una gran sonrisa esperándome.

-Señorita, ¿Ha terminado su trabajo de hoy?-No podía evitar sonreír al mirarla, esa era una de las muchas sensaciones que despertaba en mí.

-¡Sí! ¿Quieres acompañarme a la biblioteca?

No era una novedad, la señorita pasaba más tiempo entre libros que con cualquier otra persona. Quizás podría exceptuarme ya que la sigo a todas partes, al fin y al cabo soy su guardaespaldas. Y podría aventurarme a decir, después de todo este tiempo, que también soy su amigo. Si no no seguiría aquí. No después de mi tremendo fallo al protegerla de Kazuki. Sólo hacía unas semanas de aquel incidente y tenía bastante claro que nunca me lo perdonaría a mí mismo, aunque los demás me hubieran perdonado.

Tuve que pararme en seco cuando escuché que sus pasos también habían parado. Me sacó de mis estúpidos pensamientos y me giré a mirarla. A continuación desvié mi mirada hacia donde ella estaba mirando.

-¡Eh, maestro!-Le recibí también con una sonrisa. Era extraño verlo por aquí, normalmente estaba encerrado en su oficina con Kiki y Mitsuhide, arreglando asuntos del estado.-¿Ha venido a ver a la señorita?

Pude ver perfectamente como las mejillas de mi señora se tornaban de un color rojo similar a su pelo al escucharme mencionarlo. Era tan hermosa. Me gustaría conseguir que se sonrojase así por mi culpa y no por la del maestro, pero las cosas siempre habían sido así. Las pocas veces que se había sonrojado por mi culpa las recuerdo como momentos maravillosos.

-Ehm… sí… bueno…-Zen era tan claro como el agua. A pesar de sus intentos de disimular y parecer natural, con esa mano removiendo su cabello, estaba claro que estaba nervioso.

-Mensaje captado.-Les guiñé un ojo a ambos y desaparecí entre los árboles que quedaban más cerca de la ventana. Lo último que pude escuchar fue un "¡O-Obi!" en voz de la señorita. Diciendo mi nombre así tengo que controlarme mucho para no volver corriendo a su lado. Pero estaba claro que había algo que el maestro quería hablar con ella y yo no era bienvenido. Decidí perderme entre los árboles de palacio, terminando tumbado en uno que daba directamente a la ventana de la biblioteca. Al fin y al cabo aquí era donde estaba viniendo desde un principio.

-¡Obi! ¡Obi!-Una voz distante gritaba mi nombre. Me dejé caer hacia la biblioteca. No me gustaba que molestaran mi sueño pero si era ella… si era ella poco importaba todo lo demás.

-¡Ah, ahí estás! Todavía no me acostumbro que desaparezcas de repente.

-Para usted señorita, siempre estoy cerca.

Pude notar como desviaba su mirada de mí mientras sus mejillas se teñían de rosa y sus ojos verdes buscaban una salida a mi persistente mirada.

-¿Ha terminado su conversación con el maestro?

-Ah… uhm… Sí.-Había algo en su tono que parecía querer evitar la conversación. Mi curiosidad no hacía más que aumentar.

-Entonces ya puede centrarse en buscar los libros que quería. ¿Puedo ayudarla?-Levanté mi mano, ofreciéndole mi ayuda, pero no esperaba que la cogiese. Sus dedos eran suaves, largos, estilizados, nada que ver con mi mano, curtida por todo mi pasado, basta, sucia a su lado. Casi me sentía mal por poder tocar tal perfección. No pude esconder mi cara de sorpresa al mirarla.

-Sí.-Su sonrisa era más cálida que el sol a medio día.-Leamos juntos un rato.

-¡Oh! Y esta es la árnica, deberíamos conseguir un poco, seguro que puedo crear una buena loción con ella.-Llevabamos horas investigando entre libros de medicina distintas plantas nuevas que pudiesen servir de algo. Estábamos sentados en el suelo, contra la pared, con una montaña de libros a nuestro alrededor y nuestros hombros apoyándose mutuamente. Sinceramente sólo estaba allí por eso, no es que realmente me interesara la medicina, aunque si podía echar una mano, haría cualquier cosa. Y en el tiempo que he pasado con ella he descubierto que no se me da tan mal inventar cosas nuevas para sus medicamentos. Cómo decirlo… nos complementábamos. Desde aquel día del té de Roka, la señorita confiaba ciegamente en mí para sus experimentos. Y hasta el momento nada había salido excesivamente mal.

-¿No te cansas Obi?

-No podría cansarme de estar con usted.-Realmente no lo pensé, era la respuesta lógica en mi cabeza, pero pudo sonar un poco fuera de lugar.

-Gracias.-Su cabeza se apoyó en mi hombro, sacándome una sonrisa que no había planeado.-Necesitaba un rato así.

-Cuando quiera, señorita.

Ella no era consciente del dolor que consumía mi corazón con detalles como ese. De vuelta a mi habitación, en esta oscura soledad, sólo volvía a rememorar los momentos de ese día. Soy tan estúpido. Aquí estoy, un ladrón, un asesino, una de las voces del pecado, soñando como un adolescente con una princesa, a pesar de saber que no la merezco y que jamás seré correspondido. Mi mano llegó sola a mi frente, intentando esconderme de cualquier tipo de luz. Se escuchaban unos pasos apresurados bajo la ventana. Ágil como un gato y silencioso como una serpiente, me asomé a mirar.

-¡Shirayuki!-Esa era la voz del maestro, no había duda.-Espera. Tenemos que arreglar esto.-¿Arreglar qué? Mi curiosidad no conocía límites en ese momento. Me escondí al lado de la ventana y seguí escuchando. Los pasos apresurados pararon de golpe.

-Zen… yo… Por mucho que me duela llevan razón.-No podía verla pero, por el tono de su voz la imaginaba con una sonrisa triste mientras lo decía.-¡Eres un príncipe! Y sé por todo lo que hemos pasado y no quiero rendirme pero… es realmente duro. T-te amo Zen…-Ah. Mi corazón. Por qué tendré esta manía por escuchar conversaciones ajenas. Realmente desearía poder borrar de mi memoria esas palabras. Decidí cerrar la ventana, no debería estar escuchando esto, pero algo me detuvo.

-Pero… matrimonio…-Aah. Ya basta Obi, esta conversación no te está haciendo ningún bien.-Aunque lo tuviéramos permitido… Aún no soy herborista, sólo una aprendiz, aún me queda tanto por aprender y por vivir. Y no digo que no quiera vivirlo a tu lado, obviamente quiero pero…

-Te entiendo.-Los pasos a continuación me indicaron que el maestro se estaba acercando a Shirayuki, aunque pararon no mucho después.-Shirayuki… Te prometo que volveré a proponértelo. Y cuando eso ocurra, no habrá nada que nos detenga.

Hubo un incómodo silencio después, al menos para mí, y después unos pasos. Cuando estos desaparecieron a lo lejos, pude escuchar perfectamente los sollozos de la señorita, que parecía haber estado esperando el momento de romper a llorar.

Mi cuerpo se movió por sí sólo y me descolgué entre los árboles hasta el que quedaba tras ella. Tras eso, con un rápido movimiento llegué al suelo. No sabía si quería compañía en estos momentos, no sabía si quería otra compañía, y no sabía si era ella quien necesitaba esto o yo mismo, pero di un paso hasta ponerme justo tras ella y la abracé por encima de sus hombros. Pude escuchar un grito ahogado entre sus lágrimas.

-Señorita, no debería llorar.

-O-Obi…-Se dio la vuelta para mirarme, sin realmente intentar deshacerse de mi abrazo. Sus preciosos ojos verdes brillaban más azul bajo la luz de la luna. A pesar de estar hinchados no habían perdido ni un ápice de su belleza. Separé uno de mis brazos y usé el dorso de mi mano para secar algunas de sus lágrimas.

-Siento ser yo quien esté aquí, haciendo esto.-Realmente lo sentía. Odiaba verla llorar, era tremendamente doloroso. Pero, al contrario de lo que esperaba, se abrazó a mí y escondió su cabeza en mi pecho, humedeciéndolo con su llanto. La abracé más fuerte y acaricié su cabello.

-Me alegra que estés aquí. No podría ser de otra manera.-Era la tercera punzada que mi corazón recibía en este pequeño rato. ¿Por qué tenía que ser así? Maldita sea Zen, eres tú quien debería estar aquí en esta situación. Me pones muy difícil lo de serte fiel.

Una vez estuvo ya calmada y, tras un largo silencio, se separó de mí. Sus ojos me miraban fijamente y yo no podía apartar la vista de ellos.

-No me dejarán Obi. Nunca me dejarán casarme con Zen.

-No creo que el maestro necesite un permiso para estar con usted señorita, hará todo lo posible por casarse con usted, aunque no se lo permitan. Incluso me lo imaginaría renunciando a la corona por usted.-Yo lo haría. ¿Quién quiere una vida de lujos sin esa sonrisa apoyándole cada día?

-¡No!-La miré sorprendido por su repentino cambio de tono.-No podría permitir algo así. Y Zen tampoco. Le estaría fallando a su país, a su gente.-Ah sí, ese extraño sentido de la moralidad que la caracterizaba. Siempre preocupándose por todos los demás antes que por sí misma. Todo lo contrario a mí. Estaba bastante claro que yo no era un príncipe.

-Y… no sé qué hacer. Sólo le causo problemas a Zen. Me… me gustaría desaparecer, aunque fueran unos días, dejar a Zen pensar y… pensar yo misma. Pero…-Había algo en sus ojos que no parecía normal en ella. Algo… ¿suplicante?

-¿A dónde quiere ir, señorita? La llevaré a donde quiera que me pida.-Le sonreí, esperando una negación o alguna frase irónica, pero la sinceridad de sus palabras me dejó clavado en el sitio.

-¿Vendrías conmigo, Obi?-Pude sentir mi corazón pararse mientras me sonreía, aún con los ojos rojos. Definitivamente sacaba lo mejor de mí. Le devolví la sonrisa, aunque salió más tierna de lo que esperaba.

-Al fin del mundo, señorita. Por eso estoy aquí.