Disclaimer: El potterverso y los personajes pertenecen a J.K Rowling

Este fic participa en el minireto de octubre para La Copa de las Casas del foro Provocare Ravenclaw.

"Cuando me decidí a afrontar mis miedos me di cuenta que la mayoría de mis temores fueron provocados por mi propio miedo y lo que ocasionó ese miedo fue el temor a afrontarlo."

No sé de quién es esta frase pero me encanta.

Miedo de mí mismo

No tienes ganas de hacer nada, estás cansado y tienes hambre. Pero prefieres limpiar el trastero antes de que tu mujer llegue y se enfade contigo por no haberlo hecho. No vas a arriesgarte a perder esa fabulosa cena que solo ella es capaz de cocinar.

Bajas las escaleras perezosamente y con un golpe de varita iluminas el trastero. Está repleto de cacharros inservibles, te va a llevar más tiempo del que creías ponerlo todo en orden.

El armario que tienes delante tiembla. Bufas contrariado, ahora tendrás que enfrentarte a ese molesto boggart. Después de semanas postergándolo no se te ocurren más excusas, o limpias el trastero o Morgana te ignorará durante días.

Empuñas tu varita y abres la puerta del armario. Crabbe sale de él con dos grandes zancadas, de repente se tira en el suelo y empieza a chillar, su cuerpo arde en llamas. Rueda por el suelo suplicándote y rogándote que no lo abandones, que le ayudes.

Te has quedado paralizado, un sudor frío te recorre todo el cuerpo. Cierras los ojos e intentas concentrarte, pero no puedes dejar de oír los desgarradores gritos de Crabbe.

— ¡No me dejes, ayúdame!

— ¡No puedo, es demasiado tarde!—le gritas en voz alta sin abrir los ojos.

—Eres un capullo cobarde. Nunca tendrás el valor para arriesgarte por alguien.

Quieres que se calle, que te deje en paz. Te tapas los oídos con las manos y tratas de visualizar algo gracioso. Con toda la fuerza de tus pulmones chillas:

— Riddikulus

Los gritos cesan, abres los ojos. El fuego se ha convertido en manos que hacen cosquillas a tu antiguo compañero, el cual ríe sin poder contenerse. Sin embargo, la escena no te hace gracia, te deprime aún más.

Agotado y casi sin aliento te dejas caer sobre una pared. Nunca podrás olvidar los ojos suplicantes de Crabbe mientras se consumía con el fuego de su propio hechizo, tú no podías hacer nada, te salvaste de milagro.

Tienes miedo, miedo de ti mismo, de tu impotencia, de volver a ver esa mirada en las personas que amas.