Disclaimer: Los personajes pertenecen a E.L James, sin embargo la historia a continuación es producto de mi imaginación.


CAPÍTULO 1


Mi teléfono vibra por cuarta vez e ignoro la llamada deslizando mi dedo por la pantalla. He perdido el hilo de la conversación por más de cinco minutos, podrían estar negociando el precio de la empresa en una venta próxima y yo sin tener idea. Maldigo a Christian, y su manía por controlarlo todo, en mi mente mientras dejo escapar un suspiro de alivio tras ver a los demás levantándose de sus sillas.

Me apresuro a tomar mis cosas y salir lo antes posible de la habitación, evitando a toda costa las preguntas de una charla en la que sólo mi cuerpo estuvo presente.

"Claire, llama a Christian y dile que le enviaré un mensaje apenas salga de aquí en un par de horas, debo correr al tercer piso" Puedo ver el pánico en los ojos de mi recepcionista, lidiar con el Señor Grey no es una tarea fácil, sobre todo cuando su esposa ha ignorado cuatro de sus llamadas y sin haber vuelto a casa a la hora habitual. Me compadezco de Claire y siento un poco de culpa, ya que es mí tarea batallar con mi esposo y su mal carácter, pero después de pasar once horas en el mismo edificio, no estoy con ánimos de apaciguar su ansiedad por teléfono.

Las puertas se cierran y siento un gélido escalofrío recorrer mi espalda ante la presencia de otra persona junto a mí en el ascensor. "¡Sawyer!" Exclamo con la respiración entrecortada. Agradezco que mi guardaespaldas sea experto siendo invisible, pero su profesionalismo me lleva a olvidar que ha ocupado el lugar de mi sombra, siguiéndome a todas partes. "Deberías irte a casa" Y ahí está, aquella mirada de desaprobación que tan bien aprendió de Christian.

"Mi trabajo no termina hasta que llegue a su casa, Señora." Pongo los ojos en blanco, veo la hora en mi celular y dejo que el modo avión desactive todas las redes de comunicación en el aparato.

"Eso según mi esposo, ambos debimos habernos marchado a nuestras casas hace dos horas. Haré que esta reunión no se extienda más de lo normal y Christian ya fue informado de mi retraso. Además tengo el auto en el subterráneo, sé cómo llegar a casa… soy una niña grande" Agrego con maldad, sabiendo que irritaré a Sawyer con mi obviedad.

El ascensor se detiene pero ninguno de los dos da un paso, ambos sostenemos nuestras miradas y lucho contra los sentimientos encontrados que me embargan, pues encuentro que la situación es un poco cómica, cualquiera que nos viera de afuera diría que somos un par de niños, pero a la vez la impotencia hace que me escosan los ojos amenazando con dejar escapar aquellas lágrimas de mis pequeños berrinches cuando la obsesión de Christian por mi seguridad superan mis límites de tolerancia.

"Será nuestro pequeño secreto" Susurro con un hilo de voz, aunque ambos sabemos que, tarde o temprano Christian se enterará de la verdad.

Sawyer me observa con sus ojos clavados en los míos analizando sus opciones, compartiendo la misma imagen que tengo en mi mente: Christian hecho una furia con ambos en su estudio por desacatar sus órdenes.

"El subterráneo es un lugar peligroso para cualquiera, dejaré su auto estacionado a la salida del edificio" Sujeta la puerta para evitar que se cierre y salgo del ascensor sintiéndome aún más culpable. Pero todos quienes rodean a Christian, él incluido, saben que odio ser vigilada todo el tiempo y que el tener la mayoría de mis movimientos en la mira es algo que puede desatar lo peor de mí.

Pasadas las ocho y media de la tarde por fin dejo en la mesa el lápiz con el que he estado jugueteando ansiosamente durante toda la reunión. Sé que Christian debe tener un agujero en el piso debido a la repetición de sus pasos en el mismo lugar y que Gail me recibirá educadamente como siempre, ocultando los horrores de su jefe tras una sonrisa. Se me eriza la piel y no es producto del aire acondicionado.

Debido al invierno, el cielo se ha oscurecido antes de lo normal, ha comenzado a llover y por primera vez tiemblo de miedo tras notar la ausencia de Sawyer, no sólo porque manejar de noche y con lluvia sea más peligroso, sino porque si Christian llegara a enterarse de mi pequeño arreglo, el desenlace será aún peor.

"No queremos que ese vestido Chanel se arruine con la lluvia, ¿verdad?" Claire sonríe y me entrega un paraguas.

"¿Qué haces aquí?" La irritación es evidente en mi voz, detesto que los demás deban sacrificar tiempo con sus seres queridos por cuidar mis espaldas, no es justo y es algo que Christian jamás comprenderá porque está demasiado ocupado tratando de mantenerme viva en un mundo al que he sobrevivido por casi veintitrés años por mi propia cuenta.

"T-tenía algunos archivos pendientes y mi novio ofreció venir a buscarme" Asiento con el ceño fruncido y beso la mejilla de Claire sin decir nada.

Tal como Sawyer prometió, el Saab me espera sólo a un par de pasos de la entrada y lamento haber dejado que mis emociones se apoderaran de mí, pues de no haber sido por Claire y su pensamiento rápido, me habría empapado en cuestión de segundos.

Aunque es tarde, el tráfico es algo denso y asumo que no soy la única marchándose de la oficina a un horario fuera de lo habitual. El auto ruge bajo mis pies como si se tratase de un animal salvaje, pero esta bestia está diseñada para acelerar en un par de segundos y recorrer las calles a la velocidad de la luz en lugar de detenerme en, lo que parece, todas los semáforos que hay de camino a casa.

Una alerta de batería baja en la pantalla de mi teléfono me recuerda que debía enviar un mensaje a Christian tan pronto saliera del salón de conferencias. Desactivo el modo avión cruzando los dedos para alcanzar a enviar un corto texto y soy atacada por una marea de notificaciones con sonidos y las odiosas mayúsculas de Christian.


18:45Claire acaba de llamar, te espero en casa.

19:22 ¿Aún en reunión?

19:35 Te he llamado CUATRO veces… CONTESTA

19:48 ANASTASIA DÓNDE ESTÁS?!

19:50 NO PUEDO COMUNICARME CONTIGO AL MÓBIL

20:13 LLAMÉ A SAWYER, TÚ Y ÉL ESTÁN EN GRAVES PROBLEAMAS

20:28 ANASTASIA, SON CASI LAS 9 DE LA NOCHE, ¿DÓNDE ESTÁS?

20:35 Voy por ti, espero que no hayas hecho nada estúpido y sigas en el edificio


Entro en pánico. En el tablero de mi auto son las ocho con cuarenta minutos, lo que significa que Christian está a mitad de camino, considerando que bajo estrés las leyes del tránsito se hacen humo en su mundo.

Comienzo a temblar, siento cómo la sangre sube a mi cabeza y la adrenalina acelera mi corazón. Estoy en problemas. Tengo las manos aferradas al volante, las uñas clavadas en las palmas y sólo las bocinas de los autos detrás de mí me traen de vuelta a la realidad. Acelero despacio, no puedo ver bien, me tiembla el cuerpo y estoy a punto del colapso nervioso. Intento recuperarme pero la imagen de un muy enojado Christian cruza mi mente y comienzo a hiperventilar.

Rompí las reglas de mi sobreprotector esposo que claramente están ahí para evitar situaciones como esta: alborotar el controlado mundo de Christian Grey.

Siento bocinas a mis espaldas, delante, veo el húmedo pavimento y caigo en la cuenta de que estoy conduciendo por la pista rápida a una velocidad de treinta kilómetros por hora. Los demás vehículos me adelantan mientras otros descargan su ira con el claxon, estoy paralizada y mi cerebro no sabe qué hacer.

La pantalla de mi teléfono vuelve a encenderse con una última alerta de batería y debo intentar tres veces antes de introducir el código correctamente para llamar a Christian. Después del primer llamado, lo oigo. "Anastasia" Su tono es severo, está enojado e imagino sus grises ojos duros como piedra.

"Chri-" La sangre se congela en mi cuerpo cuando oigo el ruido de una colisión no muy lejos del auricular de Christian, es más, parecía provenir de su teléfono. Las manos me sudan y mi corazón late aún más de prisa que antes, siento que me voy a desmayar, no tengo voz y no oigo respuesta del otro lado de la línea, sólo el sonido de cristales rompiéndose y el metálico sonido de algo abollándose debido al impacto.

Instintivamente pongo el pie en el freno y lo presiono con fuerza haciendo que el auto se detenga en seco en medio de la carretera, pero nada existe, nada me importa, Christian acaba de tener un accidente y su teléfono está muerto.

Me concentro en las plumillas del parabrisas, en su constante vaivén e intento recobrar la compostura, debo salir de ahí, debo ponerme en marcha y buscar a mi esposo. Me dispongo a iniciar el motor nuevamente pero todo se pinta de negro.