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El tren se alejó de la estación después de que el último de los pasajeros descendiera de él. Estaba a punto de caer la noche así que las diligencias no partirían hasta la mañana siguiente, no era recomendable cruzar el páramo a esas horas.

Bueno, casi nadie lo haría pero había alguien entre todos los caballeros y damas que moría de ganas por regresar a casa, se trataba del señor Archibald Craven que deseaba estar cuanto antes en Misselthwaite Manor junto con su hijo y su sobrina Mary Lennox.

Les había mandado regalos a los niños de su último viaje de negocios en Francia aunque sabía esos dos y su amigo Dickon disfrutaban más pasar todo el tiempo que pudieran en su "Jardín secreto" bueno, ahora ya no era secreto el Jardín que hacía tanto tiempo hubiera pertenecido a su amada Lillias… no era el momento de ponerse tristes recordando el pasado, era momento de regresar a la realidad y a casa.

Buenas noches- saludó el señor Craven solamente entrar a la estación.

Buenas noches- saludó el encargado de las diligencias- si el señor me permite puedo recomendarle una buena posada para esta noche, nuestra última diligencia salió antes de que llegara el tren y en este momento será imposible brindarle el servicio a su señoría.

Archibald asintió.

Me gustaría alquilar un caballo- explicó ante la mirada incrédula del dependiente- en mis tiempos de juventud montada aun a más altas horas de la noche por el páramo, puedo asegurárselo.

Señor, pero ¿en época de lluvias? Sabe que es peligroso- argumentó el encargado temiendo tanto por el inglés como por su caballo.

Puedo asegurarle que no habrá ningún problema y que su caballo será entregado mañana mismo antes de que abra su local por alguno de mis sirvientes- el señor Craven no iba a aceptar un no por respuesta y él sabía negociar muy bien.

Como lo esperaba, no tardo más de otros diez minutos y ya estaba lista su silla de montar en un buen caballo de color negro.

Señor, le sugiero que si comienza a llover busque refugio de algún tipo- le dio un consejo el mozo encargado de la cuadra.

Así lo haré, gracias- se despidió el señor Craven.

El mozo y el encargado del establecimiento de las diligencias pensaban que era una reverenda tontería correr en loca carrera por el páramo sin importar cual fuera el motivo que los movieran en tan descabellada idea pero al tratarse de una figura tan importante como el señor Craven era mejor no contradecirle pese a lo arriesgado de la empresa.

Ya era noche cerrada en Misselthwaite Manor cuando Collin Craven y Mary Lennox decidieron que era mejor irse a dormir, ambos primos sabían que el señor Craven no llegaría hasta dos días después, los dos niños desconocían que el señor de la casa había hecho todo lo posible por apresurar su regreso para verlos.

Será mejor ir a dormir, Collin- dijo Mary levantando de la alfombra su libro de ilustraciones de la India- ¡A dormir pequeño sultán!

¡El sultán no quiere dormir!- bromeó Collin aun en el sillón.

Basta, basta, será mejor que ambos se vayan a dormir- apareció Martha en la puerta- ya es muy tarde y no se deben desvelar si mañana quieren jugar desde el alba hasta el ocaso.

Una vez más los dos primos quisieron protestar cuando una serie de gritos provenientes de más allá del corredor los hizo mirarse sorprendidos ¿qué podía significar eso?

Ben Weatherstaff sirviente de la familia Craven había terminado sus actividades en los jardines acompañado de su inseparable Petirrojo cuando la noche ya estaba más que avanzada, se había retrasado más de lo esperado y apenas regresaba a casa cuando escuchó el relincho de un caballo desconocido para él, no era ninguno de los que se encontraban en las cuadras de Misselthwaite Manor.

¿Quién podrá ser a estas horas?- se preguntó el buen Ben- ¿Hola? ¿Quién va?

El jinete del caballo no contestó, parecía que algo malo le había pasado ya que estaba completamente apoyado contra el fuerte cuello del animal. Ben no necesito más que una rápida mirada para saber de quién se trataba. Aun a esa distancia pudo distinguir –sin ofenderle- la espalda desviada del señor Archibald Craven.

Pese a su reumatismo Ben corrió a ayudar a su amo.

En su afán de llegar lo antes posible a casa el señor Craven había espoleado al caballo al máximo por el páramo, afortunadamente la luna brillaba en lo más alto del cielo brindándole la iluminación que necesitaba para no perderse aunque nunca podría perderse para regresar a casa, y para su fortuna tampoco había llovido.

Todo parecía ir muy bien hasta que sorpresivamente de alguna madriguera escondida al ojo humano un pequeño zorro salió rápidamente para atrapar alguna presa nocturna, el caballo lo vio salir de pronto encabritándose por el miedo, por más que el señor Craven intento calmarlo no lo logró y la bestia terminó por caerle encima lastimándolo.

Solamente provocar la caída el zorro desapareció, como pudo el señor Craven se puso en pie dolido por el golpe pero pensando que podría continuar con el camino restante, afortunadamente el caballo no se había lastimado ninguna pata así que podría continuar, pero entre más avanzaba el corcel Archibald comenzaba a sentirse más que molido, tal vez se había roto algo y apenas se estaba dando cuenta.

Ya no espoleaba al caballo sino que lo dejaba ir a su paso solo guiándolo hacia su casa… Cuando estaban a punto de llegar y ya vislumbraba mucho más cerca las luces de la residencia ya no supo más de sí y se desvaneció afianzando sus manos entre la crin del caballo.

Collin y Mary salieron al recibidor de donde provenían los gritos, los sirvientes iban y venían.

¿Qué estará sucediendo?- preguntó Mary.

¡Padre!- gritó Collin.

El niño había reconocido a su padre. Ben y otros dos sirvientes más llevaban apoyado entre ellos al señor Craven, se veía muy pálido y el sudor corría por su frente ¿qué había pasado? Se preguntaban los niños, ellos sabían que el amo de la casa no iba a llegar hasta unos días después.

Lo importante era ayudar al señor Craven por lo que inmediatamente la señora Medlock envió en busca del Dr. Craven.

Continuara…