Delena
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Sinopsis: Elena se despertó confusa y con un fuerte dolor de cabeza y, al abrir los ojos, se encontró con que estaba en una especie de celda. Pero no era la única que estaba atrapada allí…
Los personajes que aquí aparecen son propiedad de L. J. Smith y The CW
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Elena se despertó confusa y con un fuerte dolor de cabeza y, al abrir los ojos, se encontró con que estaba en una especie de celda. Por la poca luz que entraba por la ventana vallada, supo que estaba amaneciendo.
La chica se levantó del frío y duro suelo de cemento, y caminó hacia el único lado que la celda que no era pared. Se agarró con fuerza a los barrotes de la puerta e intentó romperlos, pero su increíble fuerza sobrenatural no tenía nada que hacer contra ellos.
"Este lugar está a prueba de vampiros" pensó ella, comprendiendo ahora que no había acabado allí por casualidad, sino porque alguien estaba cazando vampiros.
No dispuesta a rendirse tan fácilmente, volvió a intentar forzar la puerta, esta vez haciendo bastante ruido.
-No se abrirá –la sobresaltó una voz masculina-. Es inútil malgastar fuerzas con eso.
Elena se asomó a través de la reja y vio que a su lado izquierdo había otra celda. Esa otra persona que le estaba hablando debía ser otro prisionero, aunque la vampira no lograba verle.
-¿Quién eres?
-¿Acaso eso importa? –le devolvió la pregunta él con un tono frío.
-Supongo que no… -murmuró ella algo intimidada por su actitud-. ¿Cómo he llegado a parar aquí?
-No lo sé, dímelo tú, ¿qué es lo último que recuerdas?
Elena hizo el esfuerzo de aclarar su mente, por traer de vuelta sus últimos recuerdos.
-Estaba en el campus –comenzó a contar ella-, alguien se acercó para invitarme a una especie de fiesta en la casa Withmore. Cuando llamé a la puerta, una mujer me saludó amigablemente y se hizo a un lado para dejarme pasar.
"Pero nadie me había invitado, así que no pude pasar el umbral. Lo último que recuerdo es oír unos pasos a mis espaldas y sentir un pinchazo en el cuello... Me inyectaron verbena, ¿no es así? Sabían que era vampira, la invitación era una prueba.
La joven se sentó en el suelo, con la espalda pegada a la pared, tratando de asimilar todo lo ocurrido.
-¿Por qué me han traído aquí?
-Ahora eres su nuevo juguete –se burló el chico de al lado-. Un vampiro Agustine.
-¿Qué significa eso? –preguntó ella sin comprender-. ¿Qué van a hacer conmigo?
El vampiro no parecía muy por la labor de contestar, algo que solo desesperó más a Elena, pues tenía un miedo atroz a lo desconocido. La chica vio que en la pared que daba a la otra celda había un pequeño espacio que, en lugar de estar cubierto de cemento, estaba vallado, por lo que podía ver a través de él. Por eso, Elena se tumbó en el suelo y trató de ver el rostro de su compañero, encontrándose con que este estaba con los brazos reposados en los barrotes que daban al exterior, lo cual hacía que ella solo pudiese verle la espalda.
-Por favor, dime qué está pasando –suplicó la chica intentando ablandar la actitud del vampiro.
-El sol está saliendo –respondió él sin girarse siquiera-, pronto lo averiguarás por ti misma.
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Tal y como su misterioso compañero había prometido, pasaron unos minutos hasta que Elena oyó cómo la puerta del sótano donde les tenían encerrados se abrió y unos pasos se aproximaron hacia ellos.
-Bien, 21051 –dijo una voz que le sonaba familiar a la chica-, ¿listo para comenzar?
Ella, dejándose llevar por la curiosidad, se asomó a través de los barrotes para mirar al recién llegado.
-¿Dr. Maxfield? –se sorprendió la joven al ver que se trataba de su profesor de microbiología aplicada.
El aludido se giró para mirarla, mostrando una sonrisa maliciosa.
-Veo que al fin te has unido a la familia –dijo este en tono irónico-. Aunque me apena que no fuese del modo en que a tu padre le hubiese gustado.
-¿Mi padre? –preguntó ella sin comprender-. ¿Pero que…?
-No tengo tiempo para esto, Elena –le respondió cortando Wes-. Tengo trabajo que hacer.
El hombre abrió la celda de al lado, inyectó al vampiro verbena en el cuello y se lo llevó agarrado de un brazo. Esto parecía ser algo rutinario, pues el vampiro no había tratado de resistirse en ningún momento, casi parecía que Wes le tenía amaestrado y eso era algo que a Elena le daba mucho miedo, la posibilidad de acabar ella así también, tomando esto como normal.
Elena se preguntaba a dónde habían llevado a su compañero y qué le estarían haciendo, pero después casi prefirió no saberlo, pues los gritos de dolor de este traspasaban las paredes de su celda y no le hizo falta mucho más para saber que le estaban torturando cruelmente.
La chica se encogió en una esquina de su celda, lo más alejada posible de la puerta, y se tapó los oídos para huir de los desgarrados gritos del vampiro, pero era inevitable oírlos. Los únicos momentos en los que no oía nada era cuando, debido a lo que fuese que le estaban haciendo, el vampiro "moría" temporalmente y, al despertar nuevamente, continuaba la tortura. Ahora comprendía Elena por qué el chico no quiso contarle lo que sus captores les hacían.
Pasaron horas hasta que el Dr. Maxfield regresó, arrastrando del brazo a un chico de cabello oscuro y de unos veintitantos años con una camiseta blanca cubierta de sangre, de su propia sangre.
Wes no dijo ni una sola palabra, ni siquiera dirigió su mirada en ningún momento a Elena, solo se limitó a dejar al vampiro en su celda y encerrarle en ella antes de abandonar el sótano.
Rápidamente, Elena se tumbó en el suelo frente a la pequeña verja que daba a la celda de al lado y vio al chico sentado con la espalda pegada a la pared. Estaba claramente malherido y agotado física y mentalmente.
-¿Estás bien? –preguntó ella sin saber muy bien qué decir.
-¿A ti te parece que lo estoy?
-No, yo solo… Necesito comprender esto, por qué nos tienen aquí.
El vampiro, a duras penas, se arrastró por el suelo para llegar hasta Elena, quien por primera vez se encontró cara a cara con sus hermosos ojos azules.
-Experimentan con nosotros –le explicó él-. Al principio era para analizar nuestro metabolismo, para descubrir más sobre nuestra habilidad de curación y darle una función medicinal para los humanos.
-¿Y ahora?
-Han dado un paso más allá. Están intentando mutar mi ADN o algo así, quieren convertirme en una especie de monstruo.
Elena se quedó boquiabierta al escuchar sus palabras, no pudiendo comprender la crueldad de lo que Wes y los suyos hacían.
-Pero tranquila, a ti te dejarán en paz por un tiempo –le aseguró él-. Eres algo así como su seguro, por si me matan intentando cambiarme y tienen que continuar contigo por donde lo dejaron.
La chica iba a decir algo, quería decirlo pero, de nuevo, unos pasos que delataban la llegada de alguien la interrumpieron, aunque no estaba muy segura de qué hubiera dicho si hubiese tenido oportunidad para hacerlo.
-Hora de la cena, 21051 –anunció una voz femenina, que resultó ser la de Megan King, una compañero de Elena de clase de microbiología.
La chica le entregó al vampiro un vasito blanco, con lo que Elena supuso que sería sangre, que este bebió desesperadamente. Después, al dirigirse hacia la vampira, Megan no pareció extrañarse de verla allí.
-Aquí tienes, Elena –le dijo entregándole un diminuto vaso de plástico que contenía unas gotas de sangre que apenas la ayudaban a fortalecerse, lo cual seguramente ese sería su propósito.
Nada más irse Megan, la vampira volvió a tumbarse en el suelo para ver a su compañero, quien se mantuvo estaba vez tumbado boca arriba en medio de su celda con la mirada fija en el techo.
-Así que Elena, ¿eh? –murmuró este distraídamente.
-¿Cómo te llamas tú?
-Ya lo has oído, soy 21051.
-No me importa el estúpido número que Wes y los suyos te hayan puesto, no eres un animal. Eres una persona y quiero saber tu nombre.
-Damon –respondió él, sintiéndose incluso algo raro al decir su nombre en voz alta tras muchos años-. Damon Salvatore.
La chica se sorprendió al sonarle familiar ese apellido, pero prefirió no decir nada al respecto.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí, Damon? –preguntó ella.
-¿En qué año estamos?
-En 2015.
-Pues entonces, creo que bastante –contestó él algo esquivo.
-¿Me estás diciendo que llevas aquí más de un año? –se preocupó Elena al instante-. ¿Es que nadie de tu familia te echa de menos? ¿No te están buscando?
-Mi familia es la que me trajo aquí –dijo él con una voz cortante-. Nadie va a venir a buscarme, porque no hay nadie en mi vida que quiera hacerlo.
"Ahora, ¿te importa si dejamos la charla por hoy? Estoy muy cansado.
-Claro.
Mientras Damon se dejaba llevar por el sueño de Morfeo, Elena no paraba de darle vueltas en la cabeza a la posibilidad de que este sería su "hogar" por mucho, mucho tiempo y eso era algo que hacía que el pensar en el día de mañana le diese más miedo del que ya tenía.
