A Phoenix Wright le asombraba el hecho que, a pesar de tener tantas diferencias en cuanto a sus personalidades, gustos y hábitos, pudiera llevarse tan bien con su amado Miles Edgeworth.
Para empezar, Miles era un amante de la buena y elegante cocina, y tenía como costumbre ir al menos una vez a la semana a cenar a uno de esos refinados y dolorosamente costosos restaurantes que hasta tienen habitaciones separadas para cada grupo de clientes. A Phoenix, por el otro lado, casi cualquier cosa grasosa o prácticamente insalubre le venía como anillo al dedo, especialmente si era una hamburguesa con papas fritas del restaurante familiar que solía frecuentar con Maya y con sus otros amigos.
Otra gran diferencia entre ambos abogados era el tema del orden en la casa: el fiscal tenía todas sus pertenencias bien ordenadas, casi obsesivamente, por color, tamaño, número; y lo más maravilloso (o aterrador) era que Edgeworth sabía perfectamente qué estaba en dónde y cómo. Wright, en cambio, no se preocupaba mucho por el orden. Esto no significaba que no pasara la aspiradora mínimo una vez a la semana o que no lavase los platos luego de usarlos; pero era común que a veces las cosas más insólitas se encontrasen en los lugares más absurdos de su departamento: un libro dentro del refrigerador, el control de la tele detrás del inodoro, una manzana a medio comer en su cajón de ropa interior…
Una tercera discrepancia entre sus personalidades era el cómo les gustaba vestirse a cada uno. No sólo era sabido que Edgeworth no usaba otra cosa que no fuese de etiqueta y de excelente calidad en corte, sino que en casa también: Phoenix no podía creer que la mayoría del tiempo Miles estuviese con camisa, sea de manga corta para el verano o una de manga larga con un chaleco encima para los días de frío; mientras que él prefería cualquier zaparrastrosa playera y un par de jeans o bien, para no consumir energía usando el ventilador cuando hacía calor, un simple par de boxers.
Y así podría seguir la lista: si vino o cerveza, si miramos una película de terror o el especial del Steel Samurai, música clásica o jazz, este tipo es culpable o inocente, Phoenix no te pongas eso, es horrible; pero a mi me gusta, Miles; etc. Etc. Etc…
Pero lo más perturbador y a la vez estupendo de su relación, era la flexibilidad de las personalidades de ambos; cómo ninguno de los dos trataba de cambiar al otro y tan sólo se amoldaban a las costumbres de su compañero. Aunque por supuesto que Miles cada tanto le sugería a su amante que haga un poco de orden en su casa. Y claro que Phoenix a veces trataba de convencer a su fiscal a que se quedase también en ropa interior.
Aah, la vida era bella.
