Este mini fic está dedicado a una persona que escribe en esta página, ya que al leer una de sus historias me vino inspiración para escribir lo que vendrá a continuación.

Lenguaje de Gestos

Tendidos en una cama, en uno de los dormitorios del número doce de Grimmauld Place, dos hombres se daban la espalda. Uno de ellos, vestido sólo con unos jeans gastados y con el torso descubierto, luchaba por no gritarle como endemoniado a su compañero. No lo hacía más que nada por respeto, ya que estaban solos en la casa y nadie se daría cuenta. El otro, encogido como un feto, sollozaba despacio, vertiendo el torrente de lágrimas que llevaba guardado. Sólo se escuchaba el leve sonido de su llanto, lo demás era silencio absoluto. Tenía frío, estaba triste y deprimido, se sentía solo aunque estaba acompañado.

Ambos tenían un rosario de cosas que decirse, pero ninguno pronunciaba palabra. Así había sido siempre todo entre ellos: Miradas, contactos al pasar, leves caricias casi imperceptibles. Tiene que ser así si te estás enamorando de un hombre…..Nunca nada declarado con nombre y apellido – porque lo que no se nombra desaparece a voluntad- sólo pequeñas insinuaciones de un amor que crecía como una delicada flor en primavera, a veces florecía con esplendor veraniego, otras se marchitaba un poco como en otoño, pero nunca el invierno lo lograba matar del todo. Siempre en la cuerda floja. Siempre uno de los dos acosado por sus propios fantasmas. Era amor del bueno, eso ninguno de los dos lo dudó.

 El gran perro negro, que decía no flaquear ante nada, sentía como sus rodillas se volvían de lana y sus mejillas se enrojecían al ver pasar al inofensivo lobo. Éste, por su parte, buscaba pretextos para acercársele y poder aspirar su suave aroma a bosque y sentirse acogido bajo su alero. El primer beso les dio boletos para un tren sin retorno, emprendieron un largo viaje en el que irían tomados e la mano. A partir de entonces, tenían "algo". Y los encuentros en los pasillos se hicieron usuales, también las escapadas nocturnas a las aulas vacías. Sin embargo, el mundo no era solo fresas con crema, ninguno de los dos olvidaba que eran ambos muchachos.

El lobo tenía miedo. Miedo a lo que dirían sus padres, miedo de que se enteraran en el colegio, miedo de ser diferente, miedo de enamorarse y sufrir….pero sobre todo, miedo al abandono. Porque Sirius era atractivo y popular, le llovían admiradoras y podía cambiarlo como quien se cambia de calcetines. Él lo tranquilizaba haciéndole promesas llenas de planes a futuro, pero a veces también añoraba encontrarse con una mujer y sentirse como el macho alfa que solía ser….Pero todo eso era cuento viejo. En ese minuto, eran otros los problemas que afligían a ambos hombres, cercanos a volverse cuarentones. Sin embargo, ninguno de los dos hablaba. El perro sentía como un grito de rabia estaba atravesado en su garganta. El lobo se incorporó en la cama y comenzó a quitarse la ropa para poder acostarse. Primero la túnica, luego los zapatos….cuando estaba solo con pantalones, se fijó que su acompañante lo miraba. Lo enfrentó con los ojos, sintiendo como el nudo en su garganta se apretaba más. Y cuando sus pupilas se encontraron,  recordaron por qué todo siempre había sido lenguaje de gestos entre ellos.

El viento del norte llegó y pareció borrar todos los rencores. Se acercaron un poco, se tomaron de las manos y un beso tímido los hizo estremecer.

Por un minuto, Sirius creyó que lo había recuperado, que sus cuerpos volverían a unirse en la delicada coreografía que siempre había sido su intimidad, pero en lo que Remus Lupin hace siempre hay un dejo de algo oculto. Se vistió, haciendo caso omiso a las invitaciones que su perro fiel le hacía entre las sábanas y se dispuso a salir de la habitación, más no pudo resistirse a dar media vuelta y contemplarlo una vez….Y ahí estaba, suplicándole que se quedara, mostrándose tal como era, aguardando algún gesto que le diera una señal. Como Remus decía todo con sus ojos de miel y sombra, bastó sólo que lo mirara una vez para que Sirius entendiera que lo amaba más que nunca, pero que ya no tenía fuerzas para pelear por una relación interrumpida por doce años y que nunca volvió a ser la misma.Ya no aguanto más, me voy para poder estar tranquilo, yo no quiero vivir en una montaña rusa. Cuando estés seguro de lo que sientes, cuando puedas ponerme sobre tu orgullo de león encerrado, búscame.

Remus salió dejando la puerta junta y Sirius pudo oír un Pero quizás vuelva mañana en el corredor, distorsionado por el ruido de la lluvia que caía.

Eso fue todo

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